Manifestantes protestan en las calles de Colombia en el Día del Trabajo el 1 de mayo de 2021 contra una reforma fiscal presentada por el gobierno del presidente Iván Duque. Foto: https://www.vozdeamerica.com/

Sergio Bernal H. – 30 abril 2025

Éste primero de mayo se cumplen cuatro años de la más apoteósica conmemoración del día de la clase obrera, realizado por los trabajadores y las masas populares colombianas en toda su historia. El que se dio en medio de la más importante lucha desarrollada por el pueblo trabajador de este país, después del paro cívico de 1977: El estallido social del 28 de abril. [También le puede interesar: “El estallido social que estremeció a Colombia»].

Por los canales electorales, que cambian la acción colectiva y directa de masas por el acto individual de depositar papeletas en una urna, esa lucha se expresó deformada en el gobierno de colaboración de clases que encabeza Petro hoy. Gobierno que combina ministros burgueses con representantes de los trabajadores o de la “izquierda” oportunista y burguesa. Gustavo Petro ganó las elecciones con el apoyo decisivo de la mayoría de los distintos sectores que se movilizaron durante dicho estallido. El mismo lo ha reconocido en sus discursos y actos de gobierno, aunque valora únicamente las acciones descolgadas de las masas realizadas por la “primera línea” e ignora y oculta deliberadamente que fue la movilización popular masiva la que puso en jaque al gobierno Duque y obtuvo los logros principales: la caída de la reforma tributaria y la salida del ministro Carrasquilla.  

Sin embargo, pocos o ninguno de los principales actores del estallido social ocupa puestos de mando en su gobierno. Y, por el contrario, muchos de quienes se opusieron o cumplieron un papel insignificante o secundario, si lo hacen. Cómo era de esperarse, ninguno de los representantes de los partidos de la burguesía, tradicionales o posteriormente formados, que hicieron u hoy hacen parte del gobierno del “cambio”, jugó un papel destacado durante los cincuenta y tantos días que duró el estallido, por el contrario, la mayoría se opuso a las acciones realizadas por las masas e hicieron llamados a la calma o respaldaron directamente al gobierno Duque.

En el artículo publicado el 13 de diciembre de 2020 “Elecciones en Colombia” se escribió: ¿En qué orilla se ubicaron los políticos de extrema derecha (uribistas) frente al estallido social? ¡Lógicamente, estuvieron en contra y con Duque! Pero ¿en qué orilla estuvieron los liberales, los conservadores, de la U., los de Cambio radical? ¡También en contra! Todos cerraron filas en apoyo al gobierno. Condenaron la movilización, los bloqueos y la violencia de algunos manifestantes. Mientras pedían mano dura para aplastar la protesta, guardaron silencio ante la violencia y asesinatos del régimen y respaldaron las acciones armadas de los “camisas blancas”, la “gente de bien” [1].

De toda la pléyade de representantes de los partidos de la burguesía que estuvieron en contra del estallido social, hicieron parte del gobierno del “cambio” personajes como Alfonso Prada, Juan Fernando Cristo, Luis Fernando Velasco, Iván Velasco, Mauricio Lizcano Alejandro Gaviria, Cecilia López, José Antonio Ocampo, Luis Gilberto Murillo, etc.

Todos dentro de la utópica política de conciliación de clases implementada por el Pacto Histórico y Gustavo Petro que pregona la “unión de los lobos con las ovejas” y hace creer a sus seguidores y a las masas desprevenidas, que es posible lograr los cambios que los trabajadores y el pueblo pobre del país necesitan, acudiendo a la buena voluntad de representantes como estos del enemigo de clase.

Y desde un principio y cumpliendo diferentes roles, todos al servicio de mantener la dominación burguesa capitalista, actualmente continúan haciéndolo Armando Benedetti, Laura Sarabia y Guillermo Alfonso Jaramillo. De los tres, Sarabia y Benedetti han sido protagonistas de diferentes escándalos de corrupción y de disputas interpersonales que son aprovechados por la oposición y la ultraderecha para atacar al gobierno y por los representantes de la izquierda para reclamarle al presidente por el excesivo protagonismo que les ha dado en su mandato y por la defensa incondicional que hace de ellos. Benedetti, además, utiliza el conocimiento que tiene de los intríngulis de la campaña presidencial para chantajear al presidente, y en los últimos meses, el que posee del mecanismo de funcionamiento del Congreso (los acuerdos y la mermelada), para negociar el avance en las discusiones y lograr la aprobación de las reformas que la oposición hunde o archiva sistemáticamente en el parlamento (burgués). 

Los representantes de la “izquierda” democrática, reformista y del Pacto Histórico liderado por Petro (Colombia Humana, Congreso de los Pueblos, Partido Comunista, Comunes, la Unión patriótica, PTC, etc.): Iván Cepeda, Wilson Arias, Alexander López, Clara López, Gustavo Bolívar, etc. , desde sus curules o desde su rol de dirigentes sindicales, actuaron en concordancia con el CNP, apoyaron el llamado al paro nacional de 24 horas del 28A,  pero luego ante la realidad del estallido, hicieron llamados a la calma, a levantar los bloqueos, a cesar las movilizaciones masivas y finalmente a volcar toda la rabia acumulada por las masas al pantano de la democracia burguesa: las elecciones.

El senador Wilson Arias en el Puente del Comercio, en Cali, una vez cayó Carrasquilla, se atrevió a decirle a los manifestantes: “ya logramos la caída de la reforma y del ministro Carrasquilla, es hora de levantar los bloqueos”; eso le valió el abucheo y rechazo de los manifestantes. Otros como Alfredo Mondragón del Polo Democrático, María José Pizarro de MAÍS, David Racero de Colombia Humana, Inti Asprilla de la Alianza Verde, sacaron provecho de su opaca participación durante el estallido, para hacerse elegir o ser reelegidos al parlamento burgués con el argumento que de las urnas “provendría el cambio” ocultándole a los trabajadores y a sus seguidores que su verdadera intención era que “algo cambie para que todo siga igual”. La política “de las calles a las urnas” y la actividad “barrio adentro” fueron la orientación dada luego de levantadas las movilizaciones.

Se presentaron como alternativosprogresistas y democráticos, hablaron del medio ambiente, de energías limpias, prometieron algunos cambios y siguen asegurando que es posible vivir en “paz”, a pesar de la violencia política que cada día padece más la población bajo este sistema de desigualdad social. Se presentaron como de “izquierda” y dijeron que, con algunas reformas y poco a poco, los aspectos más irritantes del sistema capitalista se irán arreglando. Prometieron un futuro mejor sin cambiar las raíces de este sistema económico y social. Hoy, es un hecho evidente que los cambios prometidos y las reformas realizadas, además de tibias y limitadas a sectores minoritarios de trabajadores, no satisfacen las necesidades, ni las esperanzas de quienes votaron por Petro y mucho menos las reales necesidades de la clase obrera y del pueblo más desfavorecido.

Los partidos y movimientos integrantes de Colombia Humana y el Pacto Histórico, que lidera Petro, se ubicaron del lado del levantamiento social y popular, pero su política y sus métodos de lucha no estuvieron dirigidos, en lo fundamental, a fortalecerlo y extenderlo, sino a desgastarlo y desactivarlo. [Ver artículo: ¿Petro organizó o desactivó la protesta?

No colocaron a los activistas juveniles que influencian (la llamada primera línea), al servicio organizar y fortalecer las multitudinarias manifestaciones y concentraciones, a potenciar las acciones de masas.  La política de los dirigentes de esas organizaciones que los agrupan (PC, Congreso de los Pueblos, UP, etc.) no estuvo centrada en concentrar la energía de los activistas jóvenes para contribuir a fortalecer las grandes movilizaciones. Aislados de las grandes movilizaciones de masas, disiparon la importante combatividad juvenil en acciones y enfrentamientos contra el ESMAD y el ejército. Y dado que estaban en minoría al interior del CNP, además de no fortalecer la lucha de masas, desarrollaron una competencia con esta dirección, para ver quien ganaba ‘espacios de diálogo’ con el gobierno nacional y con los gobiernos locales. Bajo el argumento “no nos representan”, enfocaron sus ataques en el CNP, lo que de manera sectaria dividió el frente de lucha. Así, con esa política y métodos elitistas y divisionistas, debilitaron la protesta. [Ver artículo: ¿El estallido lo hizo la primera línea?”]

Y al igual que el CNP, las fuerzas políticas detrás de ellos, se negaron a convocar a los afiliados de los sindicatos que dirigen, para que pararan y encabezaran el levantamiento social. Sus esfuerzos se centraron en acciones de grupos elitistas y en las denuncias de tipo humanitario. Todo al servicio de su política de “paz”. Es decir, de ambientar los diálogos y acuerdos con las guerrillas. Además de esparcir confianza y delegar las tareas democráticas en organizaciones defensoras del statu quo, al servicio de los gobiernos capitalistas y del imperialismo como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Su líder Petro llamó en varias ocasiones a levantar la protesta.

Por su parte, los directivos sindicales conciliadores y reformistas, en sus distintas versiones (CUT, CTC, CGT, FECODE y los demás sindicatos), ya desde antes de terminar el estallido social, estaban embarcados en la campaña electoral. Con constantes llamados al pacifismo y previa condena a la violencia en general y a las “acciones vandálicas”, igualando la violencia del oprimido con la violencia y la represión del opresor estatal. Así, tratan de canalizar la indignación, las inquietudes sociales o anhelos de cambio para desviarlas hacia la institucionalidad burguesa y a la tarea de conseguir votos.  Estos dirigentes con esa política conciliadora ayudaron a desgastar y desactivar la protesta. Y lo más grave, al negarse a convocar a sus afiliados de los sindicatos que dirigen, a parar sus labores, a la huelga general y a entrar a liderar la protesta, la debilitaron más. Con excepción del paro del magisterio, ningún otro sector de trabajadores fue convocado a detener sus actividades. De hecho, esa política ayudó a Duque y su gobierno a ganar tiempo, desgastar y desmontar el estallido social. [Ver artículo: El 28 A y la política del CNP”

El 1 de mayo del 2021 fue inédito y apoteósico

A pesar de la declaratoria de toque de queda en muchas ciudades y a pesar que el CNP llamó a celebrar un 1° de Mayo virtual argumentando el peligro de contagio debido a la pandemia del Covid-19, mostrando que su intención era echarle agua fría al incendio protagonizado por la movilización popular, las masas continuaron en las calles, en un claro gesto de hartazgo con el gobierno. ¡El volcán del descontento social había hecho erupción!  En casi todo el país, en ciudades como Pereira, Bogotá, pero especialmente en Cali, los habitantes de los barrios populares de ladera (Siloé, Los Chorros, Terrón Colorado, Lourdes, etc.) se lanzaron a las calles, superando con creces las tradicionales marchas citadas por la burocracia sindical de las centrales obreras y llamando la atención sobre el poder de la movilización masiva de los trabajadores y el pueblo más desprotegido. Tras muchos años de marchas rutinarias y pacifistas, se produjo una conmemoración multitudinaria de la fecha, con un claro contenido de lucha masiva y combativa, contra el gobierno.

Tanto las masivas movilizaciones realizadas durante el estallido social como en ese inédito 1º de Mayo del 2021 de lucha, marcaron el camino que se debe seguir para obtener las reivindicaciones de los trabajadores y de las masas populares, contrario al camino que los reformistas y oportunistas, los mal llamados “progres” y el “pacto Histórico” imponen al pueblo trabajador, con su política de colaboración de clases y su gobierno en común con políticos de los partidos tradicionales de la burguesía. [Ver artículo: “El Primero de mayo: El poder de la lucha obrera”].


[1] https://opcionmarxistainternacional.com/elecciones-en-colombia-ocasion-para-senalar-la-necesidad-de-un-nuevo-estallido-social-liderado-por-los-trabajadores-y-a-estos-como-opcion-de-gobierno/

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