
Huber K. – 01 mayo de 2025
Después de los contundentes triunfos iniciales (caída del proyecto de Reforma Tributaria y de su cerebro el ministro Carrasquilla), el estallido social no logró ninguna otra conquista importante y tras varias semanas, terminó en frustración. El gobierno y la oligarquía lograron desactivar la bomba social que había estallado y el proceso de movilización masiva y lucha, fue conjurado. ¿Qué sucedió? [También le puede interesar: “El estallido social que estremeció a Colombia»].
Quince días antes del 28 de abril, el Comando Nacional de Paro CNP, en un comunicado de convocatoria al “Paro” había afirmado:
“…seguir trabajando la unidad de acción para lograr una amplia y masiva participación de la población en el paro del 28 de abril e insistir en la parálisis de los servicios y producción en el mayor número de sectores vinculados a la producción y economía en el país”.
Es decir, además de buscar una “amplia y masiva participación” el CNP declaró que entre sus objetivos convocaba al “paro” para lograr “la parálisis de los servicios y producción” en… “sectores vinculados a la producción y economía”.
Si pasamos por alto que en realidad tras el nombre de “paro nacional” el CNP convocaba sólo un día de jornada nacional de protesta y del lenguaje evasivo, los dirigentes el CNP allí anunciaban que “insistirían” en ¡paralizar la producción y la economía!
Esa afirmación reveló y revela que todos, por experiencia, saben perfectamente que ese es el método de lucha que permite enfrentar en serio a la patronal, a los empresarios y a sus gobiernos: paralizar la producción. Algo que en apariencia no es tan “espectacular” ni permite el sensacionalismo que tanto gustan los noticieros y las redes sociales, pero se trata de una forma de lucha que permite atacar a fondo a los empresarios y a su gobierno.
Es así pues significa que quienes tienen en sus manos la producción y hacen que materias primas y mercancías se produzcan y circulen en el mercado, suspendan sus labores ¡Que los trabajadores se “queden de pie con las manos en los bolsillos!”.
La experiencia tanto a nivel internacional como nacional, ha demostrado que esa medida de fuerza, muestra el poder de disuasión que posee la clase obrera y por eso es la más eficaz para colocar a la patronal contra las cuerdas, así sea por momentos.
Si bien en forma algo tardía, esa necesidad de que la clase obrera entrara en el estallido y por la cual de nuestra parte luchamos en su momento, se materializó en la declaración de los directivos del sindicato de los trabajadores petroleros, la USO, cuando llamó a: “…todo el sindicalismo, a todos los trabajadores para que no sigamos de espaldas a este gran conflicto social y político…” es decir al estallido social. Algo que hicieron levantando sus propias reivindicaciones frente a Ecopetrol, tal como se puede ver en este video:
En ese momento, ante esa magnífica decisión, propusimos seguir el ejemplo de la USO.
Sin embargo, el enorme estallido popular y juvenil que alentó a los directivos de la USO a tratar de ser consecuentes con lo que habían escrito sus compañeros desde el CNP, no tuvo ningún eco en ese organismo. Durante las seis y tantas semanas de lucha, los directivos se negaron a convocar a la clase obrera y los asalariados como «sectores vinculados a la producción y economía» a paralizar sus labores. Así fuera por algunas horas o unos días. Todos convirtieron en papel mojado la inicial declaración que habían hecho.
Con excepción de FECODE, el sindicato de maestros a nivel nacional que paró sus labores –aunque la mayoría de sus afiliados lo hizo en forma bastante pasiva- y la acción de los petroleros de la USO, la clase obrera industrial –agrupada en los sindicatos que conforman la CUT, CGT y CTC- no fue convocada a sumarse y menos para liderar el estallido con sus métodos de lucha: la huelga, el cese de labores y la movilización directa. Bajo miles de excusas como la baja tasa de sindicalización, trabas legales o jurídicas y otros argumentos, las direcciones sindicales se opusieron a incorporar al estallido social del 28 a la clase obrera organizada sindicalmente. Decisión que le hubiera dado un impulso decisivo a la protesta.
En ese momento y hasta ahora, todos buscan ocultar que el CNP y los partidos políticos tras ellos, se negaron a convocar a sus afiliados y al resto de los trabajadores asalariados a paralizar la producción. Así fuera en forma escalonada. La decisión de lucha existente en la clase obrera industrial no fue canalizada y democráticamente organizada para asestar golpes más contundentes al gobierno y aprovechar su debilidad en ese momento. Y por esa decisión de los directivos del CNP, esa crisis en las alturas, no fue aprovechada a favor del movimiento de masas. Esa conducta política demostró que nunca estuvieron interesados en conducir la lucha hasta el final. [También le puede interesar: «El 28A y la política del CNP»].
Una dirección mínimamente consecuente hubiera aprovechado el impulso inicial para al menos ser fiel a su palabra para paralizar la producción y así profundizar y extender la movilización para acorralar al gobierno. Pero los dirigentes que hoy se ufanan de haber convocado el estallido y ‘amenazan’ a los políticos burgueses con volverlo a hacer, no tuvieron una política ni un plan para que las organizaciones obreras discutieran en asambleas su vinculación al estallido cesando sus labores.
Los sindicatos, salvo tal vez honrosas excepciones, no realizaron asambleas para discutir como vincularse y apoyar la protesta nacional que protagonizaba por miles el pueblo trabajador y la juventud del país. No se convocó a la clase obrera y los asalariados a la lucha. Lo que se tenía hacer ¡No se hizo!
Al contrario, los partidos y activistas de la “izquierda demócrata” -liberal pacifista- que hoy gobiernan agrupados en el PH, al no convocar a la Huelga general obrera, de hecho, ayudaron a desactivar la lucha. Lograda la frustración y conjurado el proceso, en esa nueva realidad de retroceso, todos respiraron aliviados. Eso les permitió posicionar a Petro y a sus seguidores como supuestos intérpretes electorales de la “causa popular”, como “consecuentes luchadores en el estallido” y únicos representantes de la “izquierda”.
Gracias a esa política de las direcciones sindicales, estudiantiles y populares mayoritarias, el gobierno uribista de Duque se recompuso, retomó la iniciativa y pudo lanzar su ofensiva para desarticular la lucha. Con el apoyo de todos los políticos del establecimiento, los medios de comunicación y de un sector del CNP, logró utilizar los bloqueos de los grupos minoritarios, para estigmatizar y desprestigiar la protesta como “acciones terroristas”, reprimirlos sin piedad y así, poco a poco, lograr colocar grandes franjas de la población, en contra de la lucha y del estallido social.
¿Y si la clase obrera y los asalariados hubieran parado?
Si la clase obrera, como indicó la USO, hubiera dejado de estar de espaldas al estallido social y hubiera entrado a participar como actor central del proceso, con sus métodos de lucha y sus organizaciones en el estallido, tal vez el curso de los acontecimientos hubiera sido diferente. Se podría haber profundizado la protesta nacional con la parálisis de la producción, afectando la economía y enfrentando directamente a la patronal. Así se hubiera quitarle argumentos a la represión y logrado derrotar al gobierno Duque.
Tal vez se podría abundar más en este análisis, pero sería entrar en la especulación. Eso no invalida señalar que lo que se tenía hacer ¡No se hizo! Es decir, que sindicatos y centrales obreras entraran en la lucha y se construyeran las condiciones de una paralización general del país desde sus cimientos económicos, con una Huelga general de la producción, del comercio, el transporte y los servicios.
Las direcciones sindicales y los demócratas de ‘izquierda’ rehuyeron afectar a los grandes empresarios desde la producción y no simplemente con la obstrucción de la circulación de las mercancías. Lo que, de acuerdo a la experiencia, terminó afectando a la población pobre y la clase media por lo cual muchos sectores se empezaron a colocar en contra del estallido social.

Con la disciplina de las organizaciones obreras y sus métodos de lucha, se habría evitado que la población trabajadora fuera el blanco de los métodos arbitrarios y despóticos de clases ajenas a los asalariados o de los activistas radicalizados con sus métodos elitistas. [También le puede interesar: «¿La Primera Línea hizo el el estallido social?»].
Todo a causa de que la política del CNP y también la de las organizaciones tras la llamada “Primera Línea”, más allá de sus diferencias, estuvo centrada antes que en fortalecer el estallido recurriendo al paro de la clase obrera movilizada, en evitar dar ese paso de recurrir al poder de la clase obrera, pues eso los llevaría a una lucha resuelta contra los capitalistas. ¡Flaco favor que estas direcciones hicieron a la lucha de las masas!
Pues férreamente unidos, sí se concentraron en convencer a los trabajadores y a las masas de trasladar su indignación y malestar al terreno predilecto del enemigo: las elecciones. Las muy repetidas consignas de “continuemos la lucha en las urnas”, “si quieres un cambio inscribe tu cédula” o el “paro continúa, pero de diferente forma”, fue la bandera de la mayoría de dirigentes pertenecientes al CNP y, por igual, fue la política de los dirigentes de los grupos de jóvenes radicalizados de la Primera Línea.
Hoy la gran mayoría de las fuerzas políticas del CNP y de esa Primera Línea son gobierno. Casi todos se agruparon en el Pacto Histórico y todos abrieron paso a personajes que no movieron un dedo a favor de la lucha o hicieron lo posible para debilitarla desde dentro, para hoy sin vergüenza, proclamar que son el gobierno del pueblo y hablar en su nombre. [También le puede interesar: “El reformismo, el estallido social y el primero de mayo”].
¿Qué resultó de cambiar la lucha directa para ir a elecciones?
Más que palabras, los hechos muestran que, salvo casos muy puntuales blanco de algunas reformas menores, el pueblo trabajador y la juventud popular en el país no han experimentado los cambios esperados en sus vidas, ni en sus condiciones de trabajo y los nubarrones sobre su futuro y el de sus hijos, en vez de disminuir, se intensifican cada día. Hoy el pueblo trabajador recibe justificaciones en vez de soluciones, que siguen sin llegar. Los apremiantes problemas de atención en salud general y la de los maestros; la entrega inmediata de medicamentos; los bajos salarios; la miseria galopante, el narcotráfico y demás lacras como la urgencia de parar el desangre de una violencia descontrolada, que afectan a los trabajadores y las más angustiantes necesidades de las masas empobrecidas que salieron a flote en el estallido, no son la prioridad del gobierno.
Los trabajadores y jóvenes conscientes y con mente crítica no tienen por qué agacharse y aceptar sólo paliativos, migajas y reformas parciales que no cambian nada de fondo. Que deben admitir lás excusas como el no contar con suficientes parlamentarios o que “no los dejan gobernar” o verdades sabidas como que “la oligarquía odia a los pobres”. Nada de eso elimina que el gobierno está en la obligación de solucionar las necesidades apremiantes.
No obstante, Petro y los dirigentes del Pacto Histórico han convencido a muchos maestros trabajadores y sus seguidores de clase media, que los anhelados cambios se conseguirán ganando competencias electorales. Insisten en confiar en que la solución a la miseria, la desigualdad, el desempleo, los bajos salarios, salud, educación y vivienda a cargo del Estado, así como el fin de la cruda violencia y el sometimiento del país a los EEUU, provendrán del mero acto de votar por una coalición dominada por políticos tradicionales.
Aseguran que el papel de los trabajadores y la juventud se debe limitar a colocarse a la cola de un bloque electoral mangoneado por liberales y trásfugas de los partidos tradicionales que prometen ser “democráticos y progresistas” -como Benedetti, Laura Sarabia, Leyva, Roy Barreras, Prada, Velasco, Cristo, otros alfiles de Santos y hasta pastores retrógrados de las iglesias-, bloque que llaman de “centro-izquierda”, que según ellos tiene la enorme ‘virtud’ de asegurar que es la única manera de estar en contra del sector de extrema derecha de la burguesía, el uribismo.
Dicen que el “cambio” que sigue sin llegar, esta vez se logrará con marchas y desfiles callejeros rituales en apoyo al gobierno y votando en una Consulta Popular. Un mecanismo democrático sólo en apariencia, pues la población ni discute ni decide nada, sino debe limitarse solo a votar SÍ o NO, lo que gobierno quiere preguntar. Y luego, cruzarse de brazos mientras el parlamento decide que hará con el resultado.
Insisten en que la gravedad de la situación social que padece el pueblo trabajador, por siglos de opresión y explotación inclemente de las clases explotadoras y la dominación extranjera, encontrará solución, sin necesidad de lucha directa como la del estallido social y sin que esté liderada por la clase obrera en una Huelga General. No por casualidad son todos esos dirigentes y partidos “progresistas” quienes hoy ni mencionan que el estallido social del 28 A existió. Y trabajan para que se olvide la principal lección de esa experiencia, que la lucha directa es la única vía para lograr los cambios antes que las elecciones.
Aun así, muchos ya tienen más claro que el cambio y la solución a las apremiantes necesidades que motivaron el estallido social o el anhelo de poder vivir en paz, quedaron en palabras vacías y promesas electorales. Así, lentamente se va disipando el espejismo y se aprecia el resultado de la política de ir a elecciones para “cambiar algo para que todo –en el fondo- siga igual”.
Si el trabajador consciente no se deja aturdir por las excusas, podrá aclarar que todo esto, en últimas, es consecuencia de que, Petro y todos los gobiernos similares se declaran abiertamente defensores de la propiedad privada y del sistema social que permite a una minoría vivir del trabajo y penurias de las grandes mayorías, el sistema capitalista. Con sus propuestas insisten en que lograrán domesticar a los dueños de los grandes pulpos económicos y lograr un capitalismo con rostro humano, progresista, que explote a los asalariados y que oprima a los débiles, pero lo haga “sin excesos” y sin “tanta injusticia”, sino más “dignamente”.
Quieren presentarse como los mesías, de recetas fracasadas como las aplicadas en Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia, Brasil, etc., dónde además del avance de la miseria y frustraciones para el pueblo trabajador, sus gobernantes de “izquierda” terminaron pavimentado el camino electoral a ultra reaccionarios como Milei, Noboa, Boaluarte, Bolsonaro y, con sus importantes diferencias en EEUU, al decano de todos estos esperpentos, el ultra arbitrario y ‘matón de barrio’ Trump. [También le puede interesar: «EEUU y las grandes potencias ante el estallido social”].
El camino a seguir
Ni este, ni cualquier otro gobierno dirigido por políticos que trabajen en interés de algún sector de los empresarios del país -por democrático que se reclame- y sus socios de las potencias capitalistas que nos dominan, dará alguna solución cabal a las grandes necesidades aplazadas de las grandes mayorías, pues esa es una realidad que hunde sus raíces no en algún mal gobierno, sino en que la sociedad sigue bajo el dominio del sistema capitalista mundial y su decadencia.
Como la burguesía y sus patronos imperiales, no darán tregua a las masas trabajadoras en este país y estas ya pasaron una prueba de fuego con relativo éxito, se seguirán gestando entonces, las condiciones para nuevas protestas, huelgas, luchas y tal vez nuevos levantamientos masivos en un futuro.
Sectores importantes de las masas perdieron el miedo y saben lo que se puede conseguir con la lucha y la movilización masiva. Esas luchas serán lo único que permitirá ir quitando la venda puesta en los ojos de los trabajadores y el pueblo pobre por quienes les ocultan que la movilización y la protesta del levantamiento popular, fueron el método que consiguió enfrentar al gobierno y derrotar parte de sus políticas hambreadoras y arrebatarle varias conquistas.
Se impone la tarea a los luchadores honestos y conscientes, de buscar los medios para re-organizar una lucha masiva y nacional de la clase trabajadora y sus aliados del pueblo pobre, para ir más allá de las tímidas y parciales reformas de este gobierno. Más aún si como es el caso, son resultado de transar y negociarlas en ‘cohabitación’ con sus parlamentarios de los partidos tradicionales del establecimiento.
Las transformaciones de fondo SÍ son posibles de lograr. Si la clase obrera, desde sus organizaciones y en forma completamente independiente y democrática, se organiza para liderar la pelea para conquistar mejores condiciones de vida y trabajo, todo con el objetivo de postularse para dirigir los destinos del país. Si renuncia a delegar esa tarea a los políticos profesionales de la burguesía, ex guerrilleros o politiqueros de clase media, que seguirán trabajando, en últimas, para los grandes empresarios y entregando el país a la dominación y saqueo de las potencias imperialistas.
Un gobierno de los trabajadores
La clase obrera y los trabajadores asalariados necesitan retomar el camino de la lucha directa e independiente para lograr conquistar soluciones a las necesidades e intereses de las clases trabajadoras
Por todas las razones anteriores, por lo que hacen y por lo que no hacen estos gobiernos del sector de “izquierda” de la pequeña burguesía, es que se puede afirmar que sólo las organizaciones de la clase obrera, quien produce toda la riqueza que existe en la sociedad, en unidad con los sectores más oprimidos y explotados, podrá llevar a la población a una lucha consecuente y decidida por sus reivindicaciones. Única ruta para liberar al país del dominio extranjero y atacar a fondo las causas de la desigualdad, la miseria, la opresión, la violencia estatal y la explotación. Lucha que busque abrir el camino hacia conquistar un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre. Un cambio real para los de abajo sólo provendrá de un gobierno de la clase obrera y sus aliados del pueblo pobre, en unidad con los trabajadores y pueblos de América Latina. [Ver artículo: “El Primero de mayo: El poder de la lucha obrera”]