Bernard R, Nath H. y Hugo Zapata – 28 abril de 2025  

A través de las redes sociales, la literatura y el discurso de diversos dirigentes, se ha situado a propósito, en el recuerdo colectivo a la llamada Primera Línea como los grandes protagonistas del estallido social. En las portadas de los libros, las noticias, los comunicados y registros visuales sobre el 28A, se ubica en primera plana la imagen de grupos de jóvenes con escudos improvisados y rostros cubiertos, presentándolos como los que resistieron y enfrentaron al Estado, y gracias a lo cual se habrían alcanzado los logros del estallido social del 28 de abril de 2021 en Colombia.  Esta narrativa ha cooptado el escenario mediático y la conciencia de lo que sucedió, pero ¿qué tan cierto es esto?  

Logros de la movilización de masas

Entre el 28 de abril y hasta mediados de mayo de 2021, las masas tomaron calles y plazas de las principales capitales y decenas de municipios del país, para exigir el retiro inmediato de la Reforma Tributaria, el fin de la violencia policial y garantías democráticas. Estas movilizaciones, las más grandes en décadas, demostraron el poder de la acción directa de las mayorías y en cuestión de pocos días obligaron al gobierno a retirar la Reforma Tributaria, provocaron la renuncia del Ministro de Hacienda (Economía) Carrasquilla, garantizaron la matrícula cero para los estudiantes de estratos 1, 2 y 3, entre otros logros. [También le puede interesar: “El Estallido Social que estremeció a Colombia»].

Este estallido social fue un acontecimiento inédito que alteró la relación de fuerzas que, durante décadas, había favorecido a los sectores dominantes en detrimento de la calidad de vida de las grandes mayorías. En la memoria colectiva permanece vivo el recuerdo de aquellos días que sacudieron al país, emergiendo con la fuerza de un Tsunami las profundas y angustiosas problemáticas que aquejan a las masas.

Aparición de la “Primera línea”

La convocatoria a Paro Nacional por parte del CNP que agrupa a las Centrales obreras, abrió el espacio para que se produjeran multitudinarias movilizaciones que claramente los sobrepasó. En éste estallido, participaron diversos actores, algunos de manera espontánea (en su gran mayoría jóvenes) y otros pertenecientes a organizaciones con agendas e intereses propios que quisieron alcanzar, aprovechando la coyuntura.

En los días posteriores al inicio del estallido social, surgieron grupos minoritarios de jóvenes activistas que conformaron lo que se conoció como la “Primera Línea”. Que en las imágenes quedaría como grupos de muchachos, para algunos “vándalos”; para otros, “héroes”, con escudos y cascos, que enfrentaban a las fuerzas policivas en los puntos de bloqueos focalizados en distintas partes de algunas ciudades del país, especialmente en Cali, Bogotá y Medellín, quienes enviaban, vía redes sociales y en tiempo real, sus acciones “heroicas” de enfrentamiento a la policía y al ejército, mostrando varios de sus “caídos en combate”.

Estos grupos de “Primeras líneas” establecieron puntos de bloqueo planificados como el caso de “Puerto Resistencia” o “La luna” en Cali y coparon los que habían surgido espontáneamente de la población, como La Estancia en Yumbo, el puente del Comercio y La loma de la Cruz en Cali. Al principio la población vecina reconoció a estos jóvenes como “nuestros muchachos”, o sea jóvenes pobres de los barrios populares que en efecto tenían razones justas para sentir rabia contra un Estado que les relegó a la marginación social histórica. El apoyo de la población con presencia de cientos de habitantes en los puntos, les permitió mantener los bloqueos durante semanas. Pero, ante todo, fueron las multitudinarias movilizaciones del estallido en curso lo que les brindó una especie de “escudo social”, que impidió que la represión militar y paramilitar urbana desplegara toda su capacidad y los desalojara sin provocar un estallido aún mayor, resguardando sus mayores ataques a las horas de la noche cuando la población de respaldo se había retirado.

La población veía en estos minoritarios grupos que exponían la vida en enfrentamientos directos con la policía, jóvenes heroicos con motivaciones válidas. A medida que el estallido social se prolongaba, esta dinámica de ataques militares a los puntos de bloqueo y sus consecuencias con decenas de asesinatos, concentró la atención de los medios y de activistas copando el protagonismo de las protestas y desplazando del foco de las protestas que cientos de miles, día tras día, protagonizaban en las calles.

De esta manera, los trabajadores y la población fueron quedando relegados a realizar acciones de apoyo en torno a proveer cosas materiales o servicios a la “Primera línea”. Por ejemplo, las direcciones de varios sindicatos de las industrias, al igual que los de maestros (FECODE), orientaron a sus afiliados a limitarse a aportar insumos y artículos para mantener los puntos de bloqueo. Se crearon grupos como “madres primeras línea” y otras organizaciones sociales de los territorios y de las comunidades (de iglesias, ONG´s, movimientos políticos), que también se centraron sólo en servir de apoyo logístico a los puntos de bloqueo.

Sin embargo, el apoyo de sectores de la población hacia la “Primera línea” comenzó a menguar, a consecuencia de su forma autoritaria de actuar. Las personas no podían desplazarse libremente por el barrio que habitaban durante años, a causa de las requisas arbitrarias por parte de los integrantes de la “Primera línea”, misma situación se presentó con los peajes impuestos por estos pequeños grupos impidiendo el ingreso y salida de los trabajadores hacia sus trabajos o vivienda, incluso cuando lo población les manifestaba su descontento, estos grupos arremetían con acciones de venganza como cortar los cables que suministraban internet a las viviendas cercanas al punto de bloqueo, etc. Así ocurrió en La Estancia, Yumbo, donde grupos de activistas descolgados de las marchas, llegaron con métodos despóticos a desplazar a la población que inicialmente había creado ese bloqueo y, poco a poco, la población se distanció debido a las acciones impositivas de control.

Además, la gente comenzó a notar que ya no eran los “muchachos del barrio” quienes hacían presencia en los puntos de bloqueo y en sus acciones enfocadas en la destrucción de la infraestructura, saqueos y generar caos, no aportaba a fortalecer el estallido ni las razones por las que se había salido a luchar. Esta dinámica generó que se mezclaran diversos sectores. Desde jóvenes que sentían la necesidad de volcarse a las calles con la aspiración de lograr una sociedad diferente donde tuvieran la posibilidad de estudiar y conseguir un trabajo, teniendo legítimas exigencias y bronca contra el gobierno represivo y opresor, hasta grupos con otros intereses, pues “se involucraron organizaciones y grupos cercanos a pandillas, “oficinas” y otros actores radicales (milicianos del ELN y de las disidencias de las FARC) que buscaron imponer sus lógicas y su control, lo que fue permanente fuente de tensión y también de cuestionamiento sobre su influencia o incidencia en la movilización, además de propiciar disputas y diversos hechos de violencia adentro y hacia afuera de los puntos[1] Es decir, organizaciones con agendas propias, métodos verticalistas y autoritarios, ajenos a los de los trabajadores.

Estos grupos de activistas y militantes siguiendo la orientación por parte de sus direcciones de aislarse de las multitudinarias movilizaciones que los respaldaban y les servían de “escudo social”, quedaron expuestos al inminente ataque de las fuerzas armadas que además cuentan con equipamiento avanzado y altamente letal, frente a las piedras, escudos, cascos para construcción y bombas ‘molotov’ que utilizaban para defenderse. La desigualdad en ese terreno militar era clara, no había opción de salir victoriosos del enfrentamiento, causando que decenas de jóvenes valiosos para el movimiento de masas fueran asesinados a manos del régimen. 

Sobre su Método

Es importante subrayar que los auténticos protagonistas del estallido social de 2021 fueron las manifestaciones multitudinarias del pueblo trabajador, que tomaron las avenidas de ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Pereira, y decenas de municipios más, con movilizaciones que desbordaron todas las expectativas y conquistaron logros políticos clave. Los sectores privilegiados y sus medios de comunicación, en complicidad con grupos de poder económico, por conveniencia, se encargaron de igualar esas gigantescas marchas con los métodos de los pequeños grupos aislados —saqueos, incendios de pandillas o bloqueos tácticos de la Primera Línea— para desacreditar y deslegitimar la protesta de masas.

Además, aprovecharon cada incidente violento o cada obstrucción a la circulación de mercancías o ambulancias, como chivo expiatorio para condenar la lucha entera y desviar la atención de que fue precisamente la acción directa y numerosa de la población la que caracterizó el estallido social y le dobló el brazo al gobierno Duque, propinándole un contundente golpe a su política fiscal y represiva contra las mayorías movilizadas.

Reconocer esta maniobra narrativa del gobierno Duque y de los privilegiados del país, es clave para no olvidar que la movilización masiva de masas fue el método más eficaz para alcanzar conquistas. Y para contrarrestar la campaña de tergiversación impulsada por los sectores de derecha, y sus acompañantes de comparsa de centro y de la “izquierda” democrática, contra las legítimas expresiones de las mayorías juveniles y populares, así como de los trabajadores de la sociedad, en las calles.

Consecuencias de ese método y de su política

Aunque al principio algunos de estos grupos, hicieron presencia en unidad de acción con el levantamiento popular, no participaron de sus acciones masivas. Por el contrario, se alejaron de éstas, con un método elitista y al servicio de objetivos particulares. Sus dirigentes influenciaron a un sector de jóvenes para adelantar los bloqueos en puntos estratégicos de algunas ciudades, puntos decididos por ellos mismos y si bien, en algunos de estos puntos de bloqueo lograron la solidaridad de la población, posteriormente, por el método totalitario de imponer el control sobre la movilización de los habitantes de los barrios aledaños, se fueron aislando aún más y el apoyo se fue reduciendo, hasta quedar a merced de la represión del régimen.

Sus métodos de focos de activistas aislados estuvieron al servicio de crear “un escenario de guerra” en redes sociales, con diversos fines, tales como presionar al gobierno para que cumpliera los puntos del “Acuerdo de Paz de la Habana” que se había negado a implementar. También para lograr ambientar el inicio del proceso de negociaciones de “paz” con el ELN, como se conoció luego.

La orientación dada por las organizaciones políticas detrás de la “Primera Línea” [PC, Comunes, Congreso de los Pueblos, Disidencias FARC y otras guerrillas, etc.] puso a estos jóvenes como carne de cañón. En vez de fortalecer la lucha de masas, los aisló de las gigantescas marchas y movilizaciones donde hubieran cumplido un rol importante. Además, sus acciones aisladas facilitaron la estigmatización del estallido social, bajo las etiquetas de “vandalismo”, “caos”, etc., debilitando su legitimidad y la unidad del pueblo pobre en las calles. Permitiendo la instrumentalización por parte de los grandes medios masivos de comunicación y los poderosos grupos económicos de la burguesía, para reforzar el discurso del miedo, justificar la represión y desdibujar la verdadera naturaleza de las movilizaciones masivas que hicieron posible el estallido social del 28 A.

Además, estas direcciones políticas partiendo de un hecho cierto, que el CNP no representaba a la mayoría de los participantes del levantamiento popular, levantaron la consigna de “no nos representan”. Al servicio de disputar con el CNP la dirección legítima del movimiento y de ganar espacios diálogo con el gobierno nacional y con los gobiernos locales. Esta política para distanciarse del CNP sirvió para dividir la imprescindible necesidad de unir fuerzas en lucha contra el gobierno y el régimen político, fragmentando el movimiento. Justo cuando la realidad planteaba la necesidad de cohesión, apoyo mutuo y fortalecimiento del movimiento, levantaron una política sectaria y divisionista.

Lo anterior, no significa que de nuestra parte respaldáramos las políticas que en su momento planteó el CNP. Pero el momento de la lucha planteaba no una disputa intestina por la dirección del movimiento, sino la más férrea unidad de acción, que permitiera impulsar eficazmente las peticiones de las masas. [También le puede interesar: La política del Comando Nacional de Paro (CNP), dirección del Estallido Social de 2021”).

Además, aquella política de la “Primera Línea”, ‘radical’ sólo en apariencia pero en el fondo divisionista, revelaría su verdadero rostro cuando esos jóvenes se unieron a todos los dirigentes sindicales del CNP y de la “izquierda” democrática, haciendo un sólo bloque como “Pacto Histórico”, en torno a cancelar la protesta social y conducir la rebeldía popular a las urnas levantando consignas como “de las calles a las urnas” y “la lucha continua en las urnas”.

Dejaron de lado su eslogan de “no nos representan”, para unirse a esa coalición electoral con figuras de la oligarquía como Benedetti, Roy Barreras, Sarabia, Leyva, Velasco y otros. La “radicalidad” y heroísmo de estos activistas de la “Primera línea” fue utilizado para la tarea de conseguir votos en los barrios y ayudar a elegir a Petro y su colación de colaboración de clases. [También le puede interesar: “El estallido social, el 1° de mayo y el reformismo”].

Nuestra política

El 28A demostró que la verdadera fuerza de la protesta social reside en la movilización masiva de la juventud, los trabajadores y la población. Las calles, no las barricadas aisladas, fueron el escenario donde las mayorías dieron un golpe político al gobierno Duque y a la élite económica. Los bloqueos y la “Primera Línea” fueron tácticas que sólo prosperaron gracias a la legitimidad política de esas marchas que obligaron al gobierno a retroceder. Por ello cuando las masivas movilizaciones se debilitaron, los bloqueos fueron cooptados por actores con agendas ajenas a la comunidad, facilitando la estigmatización y el desgaste del movimiento.

Es absolutamente claro que la miseria y pésimas condiciones de vida de amplios sectores de la juventud, agudizadas por el manejo que dio el gobierno a la pandemia, fue lo que los motivó a decenas de ellos a enfrentarse de manera decidida y valiente, pero con un método de lucha que menosprecia y se aísla de las grandes acciones de masas y que por años ha mostrado su fracaso.

Política y métodos que subestima a las masas y deja de lado la experiencia histórica. Incluso la del propio levantamiento, que demostró una vez más, que es la acción masiva de la población la que hace retroceder a los gobiernos y logra triunfos. Por eso nuestro llamado a los jóvenes fue y es a colocar esa indignación, energía y valentía, al servicio de fortalecer y dinamizar las acciones de lucha masiva, única protección frente a la violencia del régimen y los paramilitares y arma mucho más eficaz contra el enemigo, que sacrificarse en acciones descolgadas que ninguna organización de las masas o la comunidad, decidió hacer. ¡La causa obrera y revolucionaria los necesita, para que se pongan a su servicio y no de causas ajenas a las de los asalariados! [Ver artículo: “El Primero de mayo: El poder de la lucha obrera”].


[1] http://www.scielo.org.co/pdf/prsp/n33/2389-993X-prsp-33-1.pdf

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