Publicamos el presente artículo hecho en 2017, con ocasión de los 100 años de la Revolución Rusa, dada la importancia del debate que sigue vigente sobre las causas de la destrucción de la URSS y el tan mentado «fracaso del socialismo». Algo que sigue siendo el caballito de batalla de la extrema derecha y la reacción a nivel mundial. Igualmente, sobre la mella que eso causó en miles de organizaciones que antes se reclamaban de «izquierda» y «marxistas» y su paso a la defensa de la democracia burguesa y a ubicarse como ala izquierda del sistema capitalista.

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El autor del artículo publicado en la edición anterior de esta Revista (PMI # 11, agosto 2017), se detuvo en destacar el significado del triunfo y los alcances históricos de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, pero en un párrafo planteó:

La revolución Rusa fue vencida en los años 90 con la destrucción de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo en todos sus fragmentos, fundamentalmente en Rusia…[1]

Hizo, así mismo, una definición de lo sucedido con los países llamados “socialistas”: 

Los estados Obreros, desde Rusia hasta China, desde Vietnam hasta Cuba, fueron las mayores conquistas logradas por la lucha revolucionaria de los explotados…      

Y señaló las consecuencias: “Su destrucción a manos del capitalismo imperialista dejó como su legado más siniestro la creencia que el socialismo era una “utopía” …fue una derrota muy profunda para la clase obrera internacional” [y] sus consecuencias fueron devastadoras para el movimiento marxista…”

En este segundo artículo, nos referiremos a la catástrofe final sucedida hacia 1990, cuando el imperialismo logró finalmente lo que había buscado desde un inicio: destruir esa tremenda conquista para los trabajadores del mundo que significaba la existencia de los estados obreros, principalmente la URSS.  Al proceso de años destrucción de las conquistas de la revolución Rusa de octubre y el significado de esa terrible derrota para la clase obrera de la ex URSS y del mundo. También a las causas políticas para que semejante derrota haya ocurrido.

La responsabilidad de lo sucedido recae sin duda en el capitalismo imperialista. Es obvio que los responsables son el imperialismo y la reacción mundial. No obstante, la responsabilidad de los gobiernos y partidos políticos que ostentaron el poder en esos países, sigue siendo soslayada por los partidos comunistas del mundo y sus amigos, los oportunistas de toda especie.

Por eso haremos obligada referencia y en primer lugar, a los responsables objetivos de esa derrota: el imperialismo y los capitalistas del mundo. Pero esa sería la mitad de la verdad. Un análisis serio y cabal, debe tomar en cuenta también los responsables subjetivos de esa y cualquier derrota. Es algo tan obvio como si en un partido de futbol en el que nuestro equipo perdió, dijéramos que el “responsable” es el equipo contrario que apabulló al nuestro. Pero ¿cómo actuaron los jugadores de nuestro equipo? ¿Qué instrucciones dio el técnico?[2]

Por eso el lector encontrará en este segundo artículo, también la referencia a los responsables subjetivos de la derrota. Los gobiernos burocráticos de esos estados obreros. Cuya política y métodos, como agentes durante años de la contrarrevolución al interior de esos países y sus continuas traiciones a las revoluciones en el mundo, propiciaron la debacle final del Estado Obrero. 

Así mismo, la responsabilidad de los dirigentes y partidos políticos “amigos de la URSS”, defensores no del Estado Obrero y sus conquistas, sino de la casta privilegiada gobernante y de su papel dirigente al interior de las organizaciones de los trabajadores y jóvenes, los Partidos Comunistas (pro-soviéticos, pro-chinos, pro-cubanos, etc.) y sus cómplices de la “izquierda” mundial oportunista.

Sobre esa victoria de la reacción mundial, los capitalistas y sus defensores en todo el orbe, pregonaron su triunfo por los siglos de los siglos. La prensa mundial, los intelectuales defensores del sistema capitalista, por veinte años han impactado las retinas de jóvenes y trabajadores, con las imágenes de la demolición del muro de Berlín y han machacado insistentemente con “el fracaso del socialismo” en miles de publicaciones, artículos, en el ámbito académico y por todos los medios a su alcance.

La “izquierda” que se reclamaba marxista, hace años retrocedió ante este fracaso y renunció a cualquier tentativa de luchar por cambios de fondo en la sociedad, a la lucha anticapitalista y anti imperialista, o siquiera hablar del socialismo, cuestión que antes hacían así fuera como mero ritual. Terminó de arriar sus banderas y las cambió por la lucha por la “paz” y la “democracia”, y contra el modelo neoliberal, la globalización y el capitalismo salvaje, divulgando por todos los medios a su disposición, la ideología de que la tarea había cambiado. Ahora se trataba de hacer más humano el capitalismo, desde  el  Parlamento o desde gobiernos conquistados en las urnas, corregir sus excesos (por eso apoyaron y se integraron completamente a gobiernos como el de Hugo Chávez-Maduro, los Kirchner en Argentina, Lula y el Partido de los Trabajadores en Brasil, Correa en Ecuador o Mujica en Uruguay).

Así, todas estas direcciones lideradas en muchos lugares por los partidos comunistas, reemplazaron la huelga y la movilización directa de los trabajadores, por el “regateo” económico-sindical y mínimo, dirigiendo las luchas al pantano de la concertación y el pacto con el patrón, y canalizando los levantamientos, la protesta y las huelgas, hacia las elecciones y el parlamento, como objetivo fundamental de la “lucha”.

Por su parte, la gran mayoría de las organizaciones del movimiento trotskista, incluida la casi totalidad de lo que era nuestra organización internacional, apreciaron lo sucedido como la debacle del aparato estalinista y no como un triunfo de la contrarrevolución imperialista. Concluyeron que, sin el control de la losa estalinista sobre la clase obrera, la lucha de clases, la organización y la movilización de los trabajadores y pobres avanzaría sin trabas. Un análisis exitista de la realidad en que la lucha de clases se desarrolla en un “flujo ininterrumpido” y solo obtiene “éxitos”, definieron lo sucedido en la URSS como una espectacular victoria a favor del avance de la revolución. 

Esa conclusión lamentable, los condujo a cambiar la concepción trotskista acerca de que todos los fenómenos económicos, sociales, políticos y militares, es necesario juzgarlos desde el punto de vista del enfrentamiento entre la revolución y contrarrevolución mundial, por la falsa dicotomía: democracia – totalitarismo. A consecuencia de su desviación nacionalista y “democrática” entraron en un camino de capitulaciones a las instituciones y mecanismos de la democracia burguesa, con el electoralismo como su política central, cautiva en muchos sitios de las mieles de los recursos procedentes del parlamento y los subsidios gubernamentales y en otros lugares, de un febril activismo sindical-economicista, ultra.

Esto los llevo a ignorar al imperialismo y dejar de combatirlo como el enemigo central de los trabajadores (negarse a defender de la agresión imperialista, ayer a Yugoslavia hoy a Venezuela), origen de posteriores y múltiples capitulaciones a la democracia imperialista.

Lo hicieron y hacen apoyados en un hecho: en los países denominados “socialistas” Rusia, China, el Este de Europa, Cuba, Vietnam, etc. ha sido restablecida a plenitud la propiedad privada sobre los centros fundamentales de la producción y el intercambio, se ha eliminado el monopolio estatal sobre el comercio exterior y la tierra. En todos rigen, también a plenitud, las normas de la explotación capitalista. Todos son campo abierto a “la inversión extranjera”, es decir al dominio y acción voraz de las trasnacionales, de sus capitales y de sus mercancías. En pocas palabras, se encuentran bajo el dominio del capital financiero internacional y de sus dueños, la oligarquía financiera.

 La URSS esa gran conquista del proletariado y la humanidad no está más

Todas las conquistas por la revolución de octubre en Rusia que originaron la Unión Soviética han sido destruidas. La Unión de Repúblicas Socialistas, URSS, se disgregó. En todos los países en que se dividió se restableció el capitalismo como sistema económico y social, así como los mecanismos e instituciones características de la democracia burguesa, como formas de gobierno y regímenes políticos. Igual suerte corrieron todos los países de Europa Oriental y el país más poblado de la tierra, China. Incluso, esa restauración capitalista hoy avanza con pasos de gigante en Cuba, único país de América Latina donde la revolución había alcanzado a erradicar el capitalismo y sus secuelas de miseria y degradación.

¿Qué sucedió?

Como resultado de la política de la burocracia gobernante, a finales de los años 80 salieron a la superficie en la URSS, la tremenda crisis económica, el retroceso social, el debilitamiento político y militar, etc., acumulados durante más de sesenta años, con el estruendoso derrumbe de los gobiernos de los países que se conocían como “socialistas”, ante el empuje de los reclamos económicos y democráticos de la población, en combinación con otros factores externos e internos, que señalaremos más adelante.

Las conquistas para la clase obrera que significaban la existencia de la URSS y demás países donde se había expropiado a los capitalistas y demostrado que no eran necesarios para el desarrollo económico y el avance de la sociedad humana, fueron destruidas. Hoy el capitalismo, constituye el sistema económico y social dominante en todos esos países y los grandes capitalistas nacionales o extranjeros, sus principales beneficiarios.

Tras una serie de derrotas a las revoluciones que se encontraban en curso en varios puntos del planeta[3], la paliza propinada por las guerrillas afganas, apoyadas y armadas por el imperialismo, al ejército de la URSS tras su desastrosa invasión a Afganistán. En simultánea con la derrota de los  levantamientos, huelgas y masivas movilizaciones de las nacionalidades oprimidas, los trabajadores y la población contra los gobiernos “comunistas” (estalinistas) en la ex URSS, con el  encauzamiento hacia la democracia burguesa y la restauración capitalista, pulverizó la  más colosal conquista obrera y de la humanidad en el siglo XX: el haber eliminado el capitalismo en Rusia, y junto con el triunfo de la  revolución en China y la erradicación del capitalismo en Europa Oriental, en un tercio de los países del mundo.

No obstante, desde PMI partiendo de que “son los hechos, y no las ilusiones los que deciden” optamos por ajustarnos al criterio de “quien se inclina ante el hecho consumado es incapaz de preparar el porvenir” y decidimos no soslayar la profundidad de esa derrota. Al tiempo, insistir en el carácter episódico a escala histórica, del triunfo capitalista.

Guardadas las diferencias y proporciones, para los trabajadores del mundo la existencia de la URSS como Estado Obrero, significaba una conquista similar a la existencia de su sindicato para los trabajadores de una empresa. Para un trabajador consciente, la defensa de su sindicato frente a los ataques del patrón, es una condición básica de una conducta de clase. Aún a pesar de que esté dirigido -como sucede en la mayoría de los casos- por una directiva sindical agente del patrón.

Si el sindicato es destruido, se convierte en un grave retroceso para los trabajadores y en un triunfo de la patronal. Defender al sindicato pasa entonces por enfrentar a la patronal y, al mismo tiempo, luchar por derrotar la política de quienes lo dirigen para sacarlos de la conducción, pues con su política lo debilitan y lo hacen retroceder ante las medidas del dueño de la empresa. Esa defensa, no debe ceder ante el chantaje usual que hacen los directivos del sindicato, de acusar a quien critica a la dirección, como “enemigos” del sindicato, “agente de la patronal” o “divisionista”.

Pero una realidad se abre cuando esa destrucción del sindicato la logra la patronal de la empresa vía una ocupación violenta militar o policial de la sede sindical, el asesinato y encarcelamiento de los afiliados y confiscación de los bienes. No obstante, la analogía que se acerca más a lo sucedido con la URSS y los Estados Obreros, es si esa destrucción del sindicato es consecuencia de años de una política sistemática de colaboración de las directivas sindicales con el patrón, que por años llevó a la derrota de sus luchas, entregó los derechos de los trabajadores y nunca puso en consideración los pliegos de peticiones, se negaron a tener una política para unificar los conflictos y a practicar la solidaridad  con la lucha de otros trabajadores, argumentando que son de “otra empresa” o que el sindicato es “autosuficiente” y no necesita el apoyo de otros sectores de la clase obrera, etc. Y quienes para poder hacer pasar esa política de traición, eliminaron la democracia al interior de la organización obrera, impidieron que la base decidiera sobre las acciones de lucha para enfrentar a la patronal, persiguieron y eliminaron físicamente a los opositores y sectores críticos, brindando un servicio invaluable al enemigo.

Cansados de esta situación, la base se rebela contra los directivos sindicales, exige el ejercicio de la democracia obrera para cambiar el rumbo político del sindicato. Como respuesta, la burocracia sindical, ante el peligro de perder sus privilegios y aferrada al poder, expulsa del sindicato o asesina a los opositores y la mayoría de esa directiva patronal toma la decisión de aliarse con el patrón y dejar de ser su agente indirecta dentro de la organización obrera, para convertirse en agente directa y se asocia con el patrón, para lo cual destruye la organización sindical convirtiéndola en una empresa capitalista. 

¿Fracasó el socialismo?

Al derrumbarse esos países, conocidos como “socialistas”, tanto los capitalistas como muchos “marxistas” en el mundo, coincidieron en señalar que estábamos presenciando el “fracaso del socialismo real”, del “socialismo realmente existente”. Del “marxismo y el comunismo. Con la crisis, el retroceso y la destrucción de esos países, los capitalistas no vacilaron en proclamar un triunfo de largo plazo del sistema capitalista y la democracia burguesa.

Pues por paradójico que parezca, tanto los gobernantes de las potencias capitalistas industrializadas (imperialistas) como los gobernantes de la URSS, Cuba, China y los países de Europa Oriental (burócratas estalinistas), así como sus seguidores de las organizaciones de “izquierda” reformista, siempre coincidieron en definir a esos países como “socialistas”.

Para todos ellos por igual la sociedad existente en esos países, eran expresión de las formulaciones de los fundadores del marxismo y legítima continuidad de lo conquistado tras el triunfo de la revolución de octubre en Rusia, por los bolcheviques liderados por Lenin y Trotsky.

Los comunistas, la “izquierda” reformista, muchos intelectuales y quienes suelen revestirse de progresistas, pregonaron que ese resultado era consecuencia de que algo andaba mal en el marxismo. Que era conveniente apartarse de él, dejar de ser “dogmáticos” y buscar nuevas formulaciones.  “Actualizarse” a la nueva realidad del siglo XXI y miles de justificaciones por el estilo.

Montañas de argumentos y ríos de papel y tinta, con la finalidad de evitar un balance objetivo de las raíces del retroceso y destrucción de esos países, así como de la derrota sufrida por los trabajadores del mundo. Eso sí, sin renunciar a su punto de partida: la definición de que esos países (la URSS, China, Cuba, etc.) eran “socialistas”.

Sin embargo, ya en 1927, Lenin describía la Rusia soviética de la siguiente forma: “la nuestra es una sociedad que ya ha saltado de los rieles capitalistas, pero que no ha entrado aún en los nuevos rieles”[1]

Y al explicar que significaba entrar en esos nuevos rieles, decía: “siempre hemos profesado y repetido la verdad elemental del marxismo, que dice que es necesario el esfuerzo conjunto de los obreros de varios países avanzados para que triunfe el socialismo” (resaltado nuestro).

Es decir, en un mundo donde las riquezas naturales, la tecnología y la producción de cada país o región se transportan, elaboran y consumen en otros países o regiones, donde cada vez se constata que es un solo sistema económico en donde no existe país ni región que viva aislada y la economía mundial es un todo dominado por el capitalismo imperialista, bajo la dirección de Estados Unidos, ningún país puede por sí solo construir una economía más poderosa, más dinámica, más avanzada tecnológicamente que la del imperialismo. 

Para Lenin y los dirigentes de la revolución, el futuro de Rusia y “que triunfe el socialismo” siempre dependió no solo de avances al interior del país, sino del progreso y triunfos de la revolución realizada por “los obreros de países más avanzados del mundo”. En primer término, en Europa y Alemania. Es decir, del programa de la revolución como un proceso ininterrumpido, de la revolución permanente. Esa realidad mostraba la política de intentar construir “el socialismo en un solo país”, como una utopía reaccionaria.

Para que Rusia se convirtiese en un país socialista, su revolución nacional era necesaria, pero no suficiente. Además, era indispensable la más amplia democracia obrera para que los trabajadores tuvieran el poder político, la conducción del Estado soviético en sus manos.  El mundo era y es, una totalidad económica, social y política dominada por el capitalismo imperialista. Entonces, de acuerdo al marxismo para poder alcanzar el socialismo y preservar las conquistas de la Revolución de Octubre, era imprescindible derrotar el imperialismo a nivel mundial con la revolución y el internacionalismo proletario. La toma del poder en Rusia por parte de los trabajadores debía ser una palanca para impulsar la lucha revolucionaria mundial.

Los hechos han revelado la certeza de esa formulación. Que continuó siendo válida, aun con la eliminación del capitalismo en un tercio del planeta.

Pues este monumental triunfo de la clase obrera frente al capitalismo, no destruyó el sistema capitalista – imperialista. Esa lucha política dejó de ser el objetivo de los “comunistas” gobernantes en la Unión Soviética y demás países, así como de sus seguidores. Su política fue la de “coexistir con él” y con la concepción teórica del “socialismo en un solo país”, oponerse a la teoría-programa de la Revolución Permanente, mantenerse aislados en sus fronteras nacionales. No construir una Federación con China y con los demás países que habían expropiado a la burguesía y los terratenientes.

Para lograr implementar esa política era imprescindible liquidar la democracia obrera e imponer un régimen totalitario, para aplastar y eliminar a los que se opusieran. Además, con el fin de “coexistir en paz” con el imperialismo y buscar el “socialismo en un solo país”, levantaron políticas y estrategias de alianza con sectores de la burguesía, los llamados “Frentes Populares”, que condujo al fracaso y derrota de los procesos revolucionarios que se dieron en el mundo.

Por lo tanto, era un completo engaño el que en esos países imperaba el socialismo. Se trataba de Estados Obreros en transición, entre el capitalismo y el socialismo. Si bien la Unión Soviética, había dado un salto colosal hacia el progreso y bienestar de su población, se encontraban aún muy cerca del capitalismo.

Para 1936, el diagnóstico de León Trotsky era:

Si se recuerda que la tarea del socialismo es crear una sociedad sin clases basada en la solidaridad y la satisfacción armoniosa de todas las necesidades, no hay todavía, en este sentido fundamental, una pizca de socialismo en la Unión Soviética [4]

Y esto era consecuencia de que desde 1923, en la URSS una casta privilegiada se adueñó del control del Estado, al despojar a la clase obrera del manejo democrático de sus organizaciones y a la base del partido, del control sobre sus dirigentes dentro del partido.

Tenía razón L. Trotsky (1937) que “Identificar la Revolución de Octubre y los pueblos de la URSS con la casta dirigente” era sinónimo de “traicionar los intereses de los trabajadores y ayudar a la reacción” (volveremos sobre esto más adelante).

El derrumbe y destrucción de esos Estado Obreros burocratizados fue el resultado de una política y un programa. La política y el programa de los dirigentes estalinistas de la URSS (y sus agentes en todo el mundo, los Partidos Comunistas pro-soviéticos[5]), que en vez de apoyar consecuente y materialmente, los procesos revolucionarios en curso en el mundo hasta la derrota del imperialismo, aconsejaron “coexistir” pacíficamente con él para mantener el “statu quo”, así, la burocracia podría  disfrutar de los inmensos privilegios provenientes del dominio del aparato estatal y usurparon el poder a los trabajadores.

Por esa razón, en vez de luchar por derrocar a la burguesía de cada país, los dirigentes estalinistas aconsejaron (y siguen aconsejando), conciliar con la burguesía mundial, pactar y hacer alianzas electorales con los sectores “democráticos” de ella y con los militares “patrióticos”, lo que le ha significado a los trabajadores y los pobres amargas derrotas a sus luchas revolucionarias.

Entonces, la destrucción de lo conquistado con la Revolución de Octubre no es el “fracaso del socialismo”. Lo que fracasó fue la teoría, programa y política de estalinismo. Fracasó la utopía reaccionaria de que era posible construir el “socialismo en un solo país” y “coexistir pacíficamente con el imperialismo”. Es un fracaso contundente de la teoría de la “revolución por etapas”.

Pero, lamentablemente, la otra cara de la moneda fue el triunfo en toda la línea del imperialismo y de la gran burguesía mundial que capitalizó el proceso y recuperó nuevamente estos países para la órbita capitalista, así, en la perspectiva histórica sea un triunfo momentáneo.

¿Cómo pudo suceder la destrucción?

El colapso de URSS, China y demás Estados Obreros burocratizados en la década de los ochenta, fue el episodio final de un largo proceso de erosión, desgaste y retroceso de todas las conquistas de la revolución de Octubre. A causa de que la revolución en varios países de Europa fue derrotada, el primer estado obrero de la historia quedó completamente aislado. Y a partir de 1923 producto del aislamiento inicial y retroceso, la política nacional e internacional desarrollada por la burocracia gobernante durante cerca de sesenta años, fue debilitando al primer Estado Obrero, frente al capitalismo y al imperialismo mundial que nunca renunció a su estrategia de destruir esos estados.

En el plano internacional y más allá del formidable significado que tuvo para la humanidad, la Revolución de Octubre, ésta no significó el triunfo de la revolución socialista europea, como habían pronosticado los marxistas. La ola revolucionaria que estremeció al mundo, especialmente a Europa, después de la Revolución Rusa, se debilitó y detuvo a partir de 1923 (solo seis años después), a causa de una serie de derrotas propinadas a revolución socialista europea, especialmente Hungría, Alemania e Italia, así como a una huelga general en Gran Bretaña, el Estado Soviético quedó aislado en medio del asedio imperialista y sin perspectivas inmediatas de una extensión de la revolución.

Las expectativas de los bolcheviques estaban fincadas en el triunfo de la revolución internacional y en los países más adelantados de Europa (Alemania, Francia, etc.), que vendría en auxilio de la atrasada Rusia.

En palabras de Trotsky:

Sin embargo, la crisis revolucionaria de posguerra no produjo la victoria del socialismo en Europa: la socialdemocracia salvó a la burguesía. La contradictoria estructura social de la URSS y el carácter ultraburocrático del Estado soviético son las consecuencias directas de esta singular “dificultad” histórica imprevista

Internamente, las necesidades de defensa de la revolución se tradujeron en una situación de miseria y penurias para las masas, combinadas con el agotamiento de los sectores obreros desangrados por la guerra civil. Los capas más conscientes y combativos de los revolucionarios se tuvieron que apartar de las fábricas e ingresar al Ejército Rojo, con lo cual se desgastaron y miles de esta vanguardia obrera murieron en la guerra contra los contrarrevolucionarios rusos y los ejércitos imperialistas que invadieron a Rusia, con la intención de derrocar a los bolcheviques. Así, el control de la clase obrera sobre los organismos del Estado y el partido se debilitó.

Las terribles contradicciones y dificultades del nuevo Estado Obrero habían sido estudiadas y señaladas previamente por el marxismo y los propios bolcheviques con Lenin y Trotsky, así como las medidas necesarias para evitar la burocratización y la degeneración.

De acuerdo a la definición de Lenin:

El derecho burgués en materia de reparto de artículos de consumo supone naturalmente al Estado burgués, pues el derecho no es nada sin un aparato de coerción que imponga sus normas. Resulta, pues, que el derecho burgués subsiste durante cierto tiempo en el seno del comunismo, y aun, que subsiste el Estado burgués sin burguesía” (resaltado nuestro).

Si bien fue cierto que, con la revolución de Octubre Rusia, al expropiar a la burguesía, cambiaron las relaciones de propiedad y de producción y la Unión Soviética se convirtió en un país superior al capitalismo, en relación al desarrollo científico, tecnológico y la productividad del trabajo (las fuerzas productivas) siguió siendo inferior al imperialismo.

Ese atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas y la subsistencia de las fronteras nacionales, llevó a que el gobierno y las instituciones surgidas de la revolución en vez de debilitarse (como habían previsto el marxismo y los revolucionarios rusos), durante los primeros años se vieran obligados a fortificarse y a emplear instituciones (ejércitos, policías, burocracia estatal, etc.) y personal burgueses, para defenderse del imperialismo. El marxismo había previsto que con el triunfo de la revolución (que vaticinaban se daría primero en los países más adelantados), el Estado se empezaría a debilitar y desaparecería.

Trotsky diría:

Esta conclusión […] tiene una importancia decisiva para la comprensión de la naturaleza del Estado soviético o, más exactamente, para una primera aproximación en ese sentido. El Estado que se impone como tarea la transformación socialista de la sociedad, como se ve obligado a defender la desigualdad, es decir, los privilegios de la minoría, sigue siendo, en cierta medida, un Estado “burgués” sin burguesía. […] Las normas burguesas de reparto, al precipitar el crecimiento del poder material, deben servir a fines socialistas. Pero el Estado adquiere inmediatamente un doble carácter: socialista en la medida en que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción; burgués en la medida en que el reparto de los bienes se lleva a cabo por medio de medidas capitalistas de valor; con todas las consecuencias que se derivan de este hecho. […] “El Estado burgués sin burguesía” se reveló incompatible con la democracia soviética auténtica…Para defender el “derecho burgués”, el Estado obrero se ve obligado a formar un órgano de tipo “burgués”, o, dicho brevemente, se ve obligado a volver al gendarme, aunque dándole un nuevo uniforme […] (La revolución Traicionada, Crux, La paz, págs.).

Y describiría el aparato del Estado así:

Cualquiera que sea la interpretación que se dé a la naturaleza del Estado Soviético, una cosa es innegable: al terminar sus primeros veinte años está lejos de haber “agonizado”; ni siquiera ha empezado a “agonizar”; peor aún se ha transformado en una fuerza incontrolada que domina a las masas; el ejército, lejos de ser reemplazado por el pueblo armado, ha formado una casta de oficiales privilegiados en cuya cima han aparecido los mariscales, mientras que al pueblo se la ha prohibido hasta la posesión de un arma blanca. La fantasía más exaltada concebiría difícilmente un contraste más vivo que el que existe entre el esquema del Estado Obrero de Marx-Engels-Lenin y el Estado a cuya cabeza se halla Stalin actualmente (La revolución Traicionada, Crux, La paz, págs. 52,55, resaltado nuestro).

Sin embargo, las cosas ocurrieron de otra manera. La revolución internacional no vino en auxilio del primer Estado Obrero. Se abrió paso un contexto internacional de derrota de la revolución europea y así se abrirían veinte años de retroceso en la lucha de los trabajadores, de triunfos contrarrevolucionarios y derrotas (1923 a 1943).

Sobre la base del aislamiento externo, las dificultades internas, el carácter atrasado de la sociedad rusa y la presión del imperialismo, dada su superioridad tecnológica y el dominio del mercado mundial, empezó un proceso de degeneración del Estado Obrero.

Esos factores externos e internos posibilitaron a los funcionarios del aparato administrativo del Estado (la burocracia) bajo el mando de Joseph Stalin, usurpar el poder a los trabajadores para asegurase privilegios materiales, mientras el nivel de vida y condiciones de trabajo para la mayoría de los trabajadores y la población se mantenía estancado. Adicionalmente, estos burócratas contaron a su favor con de la muerte prematura de Lenin, quien ya había evidenciado el proceso de burocratización del partido.

Una oligarquía parasitaria empezó a dominar el gobierno sin ningún control de la base obrera y sus instituciones propias. El régimen político se fue haciendo cada vez más totalitario y policíaco (bonapartista), fortaleciendo el dominio de los burócratas quienes controlaban férreamente a la base obrera y campesina. Esa casta social para garantizarse sus privilegios, se colocó cada vez más como agente indirecto de la contrarrevolución mundial al interior del Estado Obrero.

Trotsky dio un ejemplo muy gráfico: si en las panaderías falta pan, hay que formar fila para que cada uno reciba su ración. Para controlar el orden de la fila, hace falta un policía con un bolillo. Pero el policía acaba usando el bolillo para asegurarse una ración mayor que la de los otros. Dicho de otra forma “la autoridad burocrática tiene como base la pobreza de artículos de consumo y la lucha de todos contra todos que de allí resulta”.

Entonces, en vez de una Federación de Estados europeos, contexto que hubiera posibilitado el triunfo de la revolución, la URSS aislada (y posteriormente los otros Estados Obreros), se vio ante un enemigo mucho más fuerte que el capitalismo nacional, el imperialismo.

A partir del año 1923, la élite estalinista gobernante destruyó la democracia obrera de Lenin y Trotsky e instauró en la Unión Soviética una dictadura contrarrevolucionaria de la burocracia, con lo cual provocó un desastre histórico para la clase obrera mundial.

Por medio de purgas, persecuciones y exterminios masivos, aniquiló físicamente a casi toda la vanguardia obrera que había encabezado la gran revolución rusa y que se oponía a sus métodos totalitarios. Desmoralizó, corrompió o asesinó a miles de revolucionarios del mundo. En el plano internacional, destruyó la Tercera Internacional, la más grande conquista organizativa de los trabajadores hasta ese momento.

En el período de tres años que duró hasta finales de 1938, Stalin y su policía secreta arrestaron a cinco millones de ciudadanos. Millones de ellos fueron ejecutados. Sólo en Moscú, hubo días en que se alcanzaron las mil ejecuciones…La Purga seguía un esquema oficial de acusación, arresto y condena. Una nueva ronda de recriminaciones iba acompañada por un juicio público en el que el veredicto era siempre de culpabilidad…Todos fueron acusados de participar en una conspiración instigada por Trotski para asesinar a los altos dirigentes de la Unión Soviética y de haber matado a Sergei Kirov (el dirigente comunista a quien Stalin había ordenado ejecutar en 1934, de forma que pareciera un complot)[6].

Trotsky hizo una descripción de esa política de aniquilación de los dirigentes de la revolución de Octubre, así:

Como ejemplo, tomemos el Comité Central elegido en agosto de 1917, que condujo la Revolución de Octubre. Este histórico plantel constaba de veintiún miembros. De ellos, sólo uno permanece actualmente en la dirección partidaria: Stalin. Siete murieron por enfermedad o cayeron en manos del enemigo (no nos detendremos a discutir las causas). Fusilados o condenados al pelotón de fusilamiento, siete. Tres desaparecieron durante las purgas, otros tres fueron liquidados política y quizás también físicamente. Trece de ellos, casi el 62% por ciento de los miembros del CC de Octubre, resultaron ser ‘enemigos del pueblo’. Aquí Stalin nos da una confirmación estadística sui generis de la venerable teoría de Miliukov [político burgués liberal que participó en el Gobierno Provisional de 1917] y Kerenski de que la Revolución de Octubre fue obra de los agentes del Estado Mayor alemán (Una historia gráfica del bolchevismo).

Esa situación internacional de asilamiento, fue la que permitió el triunfo del estalinismo en el seno de la URSS, en el partido que había dirigido la revolución y la destrucción de la Tercera Internacional. Y ese fue el factor político decisivo para los triunfos fascistas de Mussolini (Italia 1922) y de Chiang Kai-shek (China 1927), Hitler (1933), Franco (España 1936) y el estallido de la Segunda Guerra imperialista mundial. Durante este período el mundo se tornó obscuro. Era el reinado de regímenes totalitarios, ultraderechistas y fascistas (Portugal, España, Italia, Alemania…) y el colonialismo dominaba por medio de múltiples gobiernos títeres todo el sur de Asia (India, China, Indonesia, Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia) y salvo unas pocas excepciones, dictaduras o gobiernos ultrarreaccionarios, dominaban América Latina.

Pero de estos triunfos contrarrevolucionarios, el que va a tener una importancia histórica decisiva va a ser el de estalinismo sobre el proletariado de la URSS, pues va a facilitar y posibilitar los demás triunfos contrarrevolucionarios de todo este período.

La revolución traicionada

Así tituló León Trotsky uno de sus trabajos fundamentales (1937) en la batalla que empezó a desarrollar junto con los revolucionarios de la URSS (La llamada Oposición de izquierda) y del mundo, en defensa del estado obrero, de las conquistas de la revolución y contra el proceso de burocratización, el exterminio de la vanguardia que había encabezado la revolución de Octubre y las traiciones a las revoluciones en curso, por parte del estalinismo, que rompió con todos los  fundamentos teóricos y principios básicos del marxismo.

Desde ese momento, para Trotsky la revolución había sido traicionada. El Estado Obrero había degenerado y el proletariado soviético y mundial necesitaría realizar una nueva revolución de carácter político, para derrocar a la burocracia como condición para poder marchar hacia adelante. Es decir que su batalla en defensa de la URSS ante el imperialismo mundial, pasaba por un programa de lucha por el derrocamiento revolucionario de la casta dirigente que expropió a la clase obrera del control de sus organizaciones, burocratizó el partido que había dirigido el triunfo de Octubre y la III Internacional, liquidó la democracia obrera, renunció al internacionalismo proletario, la independencia de clase, entre los otros.

¿Es el estalinismo heredero del bolchevismo?

Como otra aparente paradoja, durante años, tanto los jefes imperialistas como los dirigentes estalinistas, coincidieron en argumentar que en la URSS gobernaban los continuadores del partido Bolchevique. Durante décadas los propagandistas del imperialismo definieron así todas las traiciones, las purgas y aberrantes crímenes y persecuciones contra los disidentes, por parte de la oligarquía estalinista gobernante, difundiendo que de eso se trataba el “socialismo”. ¿Cómo respondían los estalinistas? Argumentando que “todo era mentira de los enemigos de la URSS”. 

El puñado de revolucionarios obreros e internacionalistas que se agrupó alrededor de Trotsky no pudo impedir el desastre histórico. Perseguidos y asesinados con igual saña por Stalin y por los fascistas, dado el retroceso de la revolución y el avance de la contrarrevolución, no pudieron revertir el curso de degenerativo, las traiciones políticas y el creciente proceso de destrucción del Estado Obrero burocratizado y del partido Bolchevique.

Respecto de la transformación del partido Bolchevique Trotsky señaló:

Lo que actualmente se designa con el nombre de monolitismo partidario ha adquirido un contenido social y político diametralmente opuesto al bolchevismo. Un genuino partido bolchevique se enorgullece de su unanimidad, pero sólo en el sentido de que agrupa a la vanguardia de los trabajadores en base a un claro programa revolucionario…El partido estalinista tiene el siguiente rasgo característico: un curso sistemático de alejamiento de la política proletaria hacia la política de defensa de capas privilegiadas…

Y planteó las consecuencias políticas y programáticas de la degeneración del partido:

…A este giro social se halla íntimamente ligado el replanteamiento de todo el programa, tanto en política interior como exterior (la teoría del socialismo en un solo país, la lucha contra la igualdad, la defensa de la democracia imperialista, el frente popular, etc.). El aparato gobernante adapta sistemáticamente el partido y sus instituciones a este cambiante programa; es decir, al servicio de nuevas capas sociales, cada vez más privilegiadas. Para efectuar esta adaptación, el principal método es la purga dictatorial.

Y se adelantó a las acusaciones tan comunes de la reacción mundial y el imperialismo, respecto de que el estalinismo era la continuidad del Leninismo:

El irrecusable lenguaje de las cifras refuta sin piedad la afirmación tan en boga entre los intelectuales democráticos en el sentido de que el estalinismo y el bolchevismo son ‘la misma cosa’. El estalinismo no se originó como un brote orgánico del bolchevismo, sino como su negación, impuesta a sangre y fuego. El proceso de esta negación se refleja gráficamente en la historia del Comité Central. El estalinismo tenía que exterminar, primero política y luego físicamente, a los cuadros más importantes del bolchevismo a fin de convertirse en lo que es en la actualidad: un aparato de los privilegiados, un freno al progreso histórico, una agencia del imperialismo mundial. El estalinismo y el bolchevismo son enemigos mortales (subrayados nuestros).

Del análisis de ese proceso de burocratización y destrucción del estado Obrero y del partido, Trotsky formuló una conclusión:

Dos tendencias opuestas se desarrollan en el seno del régimen. Al desarrollar las fuerzas productivas —al contrario del capitalismo estancado—, ha creado los fundamentos económicos del socialismo. Al llevar hasta el extremo —con su complacencia para los dirigentes— las normas burguesas del reparto, prepara una restauración capitalista…La burocracia soviética ha expropiado políticamente al proletariado para defender con sus propios métodos las conquistas sociales de éste. Pero el hecho mismo de que se haya apropiado del poder en un país en donde los medios de producción más importantes pertenecen al Estado, crea, entre ella y las riquezas de la nación, relaciones enteramente nuevas. Los medios de producción pertenecen al Estado. El Estado “pertenece”, en cierto modo, a la burocracia. Si estas relaciones se estabilizaran, se legalizaran, se hicieran normales, sin resistencia o contra la resistencia de los trabajadores, concluirían por liquidar completamente las conquistas de la revolución proletaria (RT, págs. 215-216, resaltado nuestro).

Y eso fue lo que sucedió. No obstante, pese al pronóstico y al combate desarrollado por Trotsky y los marxistas revolucionarios, la burocracia usurpó definitivamente el control del Estado. Por varios años esas “relaciones se estabilizaron, se legalizaron, se hicieron normales”, hasta que, a finales de la década del 80, terminaron “por liquidar completamente las conquistas de la revolución proletaria”. Sectores mayoritarios de la burocracia gobernante se entregaron totalmente a los intereses imperialistas y restauraron el capitalismo en la URSS y demás Estados Obreros.

Trotsky lo había formulado como un pronóstico político de carácter alternativo:

 El régimen de la URSS encarna contradicciones terribles. Pero sigue siendo un Estado obrero degenerado. Éste es el diagnóstico social. El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o bien la burocracia, convirtiéndose cada vez más en el órgano de la burguesía mundial en el Estado obrero, derrocará las nuevas formas de propiedad y volverá a hundir el país en el capitalismo, o bien la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá el camino al socialismo (subrayados nuestros).

Esa aguda contradicción, se resolvió, pero negativamente. Con ese triunfo del capitalismo imperialista, se abrió un periodo, retroceso, perdida de conquistas sociales, organizativas, políticas y de graves derrotas catastróficas para el proletariado y los pueblos en el mundo.

Finalmente, a pesar de que el proceso tardó más años de lo previsto y a que el estalinismo, pese a sus múltiple traiciones (entre otras muchas, haber hecho un “pacto de no agresión” con Hitler y la Alemania nazi e invadir Polonia y Finlandia[7]) paradójicamente, se fortaleció tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial y gracias al “apoyo” o “protección” que le significó el período de más de cuarenta años de luchas y triunfos revolucionarios que se abrió en el mundo tras la segunda guerra. Pese a esto, su política contrarrevolucionaria de pacto con el imperialismo y las sucesivas traiciones a las oportunidades que hubo de derrotar al capitalismo, terminó llevando a la URSS y demás Estados Obreros, a la tumba que con su política y durante años había empezado a cavar.

 Tras la segunda guerra mundial, la revolución en el mundo reinició su ascenso

A partir de 1943 la URSS contó para su “defensa” frente al imperialismo, con el ascenso de la lucha revolucionaria que los trabajadores y pueblos del mundo protagonizaron a partir del fin de la segunda guerra. Y con su principal conquista: la expropiación del capitalismo en los países del oriente de Europa, en China, Yugoslavia, Corea y Vietnam del Norte.

Como solía decir nuestra corriente, a partir del triunfo en Stalingrado (1943) de nuevo “el mundo se empezó a teñir de rojo”. El pueblo de la URSS conquistó un triunfo contundente para la humanidad contra el fascismo al aplastarlo en la batalla de Stalingrado. A partir de ese triunfo se inició un vertiginoso y multitudinario ascenso, a nivel mundial.

En la Europa devastada con la mayoría de sus gobiernos burgueses en ruinas o en fuga, el poder estaba al alcance de los trabajadores y las masas. En Francia, Alemania o Italia, que habían encabezado la resistencia armada frente a los nazis podían haber tomado el poder. Los trabajadores norteamericanos, con uniforme de soldados, se negaron a seguir la guerra contra “el comunismo” en la URSS y en cualquier otro lado, exigiendo volver a casa.

Ante esa situación, en dieciséis países los trabajadores se liberaron de los capitalistas, los echaron del poder y los expropiaron, construyendo estados obreros (China, el país más poblado del mundo, Vietnam, que propinó al imperialismo yanqui la primera derrota militar de su historia, Cuba y todos los países del Este europeo).

Esos países dejaron de ser capitalistas o burgueses y se convirtieron en Estados Obreros. El avance fue tan inmenso que en pocos años se pudieron satisfacer necesidades postergadas por siglos. Desapareció el hambre, el analfabetismo y el desempleo. Se dieron enormes saltos en la producción, la ciencia y la tecnología.

En el llamado “tercer mundo” no quedó casi ninguna colonia, porque los pueblos de setenta países conquistaron su independencia política, lo que significó un gran triunfo de la revolución socialista mundial, más allá de que a causa de la política conciliadora de sus dirigentes, luego se convirtieran en semicolonias del imperialismo. La propia democracia burguesa, esa democracia tramposa, con elecciones fraudulentas, corrupción a granel y solo libertades formales, que mal que bien existe en muchos países capitalistas, es una conquista de la lucha de las masas. No son, como dicen los capitalistas, una concesión de ellos. Esas libertades y esa democracia se conquistaron con luchas que aniquilaron las dictaduras.

La conquista de nuevos Estados Obreros para un tercio de la humanidad, significó la prueba de que, era posible reorganizar la sociedad sin capitalistas privados y derrotar del imperialismo no era una utopía. La experiencia reveló que, pese a la política traidora del estalinismo, el marxismo y la revolución tenían razón. 

¿Es exagerado afirmar que las direcciones impidieron la derrota del imperialismo?

Aunque cuarenta años de luchas y triunfos, demuestran que las masas revolucionarias querían y podían vencer, el imperialismo no fue derrotado. Por eso, la enorme mayoría de la población mundial se sigue muriendo de hambre, está cada vez peor y la naturaleza y el planeta peligran.

Esta contradicción tiene una explicación: los pueblos y su heroica lucha, han seguido a direcciones traidoras y reformistas, que han encabezado luchas para desviarlas y derrotarlas o se han negado a hacer la revolución. Estas direcciones son los partidos socialdemócratas de la II Internacional en Europa, los partidos comunistas, los movimientos nacionalistas burgueses o pequeño burgueses de los países atrasados y las burocracias sindicales de los Estados capitalistas.

Así, en Francia el Partido Comunista francés con su enorme prestigio e influencia sobre la clase obrera, al terminar la guerra lanzó su consigna de “Primero producir”. Llamó a los trabajadores y al pueblo pobre a reconstruir la Francia capitalista e imperialista. Los partidos comunistas de Europa se encargaron de desarmar a las guerrillas antifascistas que prácticamente gobernaban Francia, Italia y Grecia. Junto con los socialdemócratas, ayudaron a reconstruir al semiderruido capitalismo, llamando a los trabajadores a dejarse explotar hasta la última gota de sudor. Además, todos acordaron formar el estado sionista-nazi de Israel, dispersando al pueblo palestino, y pactaron la división de Alemania. Igual política levantaron el PC italiano y los de toda Europa, bajo la tutela del propio Stalin y la burocracia de la URSS, quienes ante el inminente derrumbe del sistema capitalista – imperialista en toda Europa, firmó con Roosevelt, Truman y Churchill, los grandes jefes imperialistas, los tratados de Yalta y Postdam[8]  para  dividirse el mundo en “zonas de influencia”.  

El gobierno del Kremlin impuso su política: la URSS sólo se dedicaría a “construir el socialismo en su país”. Sus gobernantes decían que iban a demostrar en poco tiempo su superioridad económica ante los países capitalistas. Decían que no era necesario hacer la revolución en otros países. Que era necesario mantener una “coexistencia pacífica”, las mejores relaciones con el capitalismo y el imperialismo, en primer lugar, con Norteamérica. Los partidos comunistas del mundo debían limitarse a pelear por algunas mejoras y reformas, pero pactando y apoyando a los sectores burgueses que definen como “progresistas” y a los militares “patriotas” o incorporase a los gobiernos “populares”, los gobiernos burgueses de izquierda. Todo con la finalidad de aislar y derrotar los procesos revolucionarios y garantizar el “statu quo”. Y si algún gobierno capitalista de turno mantenía relaciones diplomáticas o económicas con la URSS, lo apoyaban, aunque fuera una dictadura militar, como hizo el PC con la dictadura militar argentina.

Esas traiciones de los partidos comunistas y la continuidad del ascenso en las luchas, iniciarían un proceso de crisis creciente en las organizaciones estalinistas, por la combinación entre el ascenso de las luchas y el surgimiento de un estalinismo nacional, con el maoísmo y los dirigentes del proceso Yugoslavo.

El aspecto positivo de esa crisis empezó a manifestarse con los levantamientos contra la burocracia del Kremlin y sus agentes en el país, protagonizada por los trabajadores y la población en Alemania oriental (1953), Hungría (1956), la “primavera de Praga” en Checoslovaquia (1968) y en Polonia (1980), como expresiones de una revolución política antiburocrática contra el estalinismo.

Por su parte, los gobiernos imperialistas con el objetivo de impedir la continuidad y canalizar el proceso de levantamiento obrero y popular que derrotó al nazismo y el curso revolucionario en el continente europeo, se vieron obligados a realizar importantes concesiones en los salarios, las condiciones de trabajo, la estabilidad en el empleo, los auxilios a los desempleados, etc. etc., muchas de las cuales constituían el llamado “estado de bienestar” del que gozaron los trabajadores y la población de los países económicamente más poderosos de Europa.

Estado de bienestar que desde finales de los años 60s, viene siendo atacado y con la crisis económica del 2008 está siendo desmantelado por los gobiernos, como medida para enfrentar la crisis de sus economías, particularmente en el sur de Europa.

Gracias a esa valiosa ayuda y el tiempo otorgado a los capitalistas por los partidos comunistas y socialdemócratas, que dirigían mayoritariamente a la clase obrera, el imperialismo mundial liderado por el yanqui, lograron articular un plan capitalista para la reconstrucción de Europa, con el sudor, el esfuerzo y el sacrificio de la clase obrera.

Esta combinación de concesiones obligadas y traición, permitió la implementación del “Plan Marshall” que permitió el llamado “Boom” capitalista de posguerra en Europa -que a la vez significó un importante desarrollo de la economía de los Estados Obreros burocratizados-, que llevó a la estabilización capitalista en el occidente de Europa y Japón por alrededor de veinte años y a la postre, que el imperialismo lograra mantener su hegemonía sobre la economía mundial y una expansión capitalista en los países desarrollados.

Pese a ello, desobedeciendo la política y los dictados del Kremlin, muchas revoluciones siguieron adelante y triunfaron. No obstante, los dirigentes de estos procesos mantuvieron una postura “nacionalista” retrógrada, proclamando el “socialismo en un solo país” y negándose a eliminar las fronteras nacionales. El Kremlin se negó a hacer una Federación con China y demás Estados Obreros, dejando espacio al imperialismo quien pactó unilateralmente con los gobernantes chinos.

Paradójicamente, el proceso de prestigio y fortalecimiento de las direcciones estalinistas y oportunistas que encabezaron los procesos y las tensiones entre el imperialismo y la burocracia del Kremlin, durante el período de la llamada “guerra fría”, se convirtió en una tremenda presión sobre la IV Internacional, cuya dirección juvenil e inexperta cedió y empezó a hacer seguidismo a esas organizaciones, logrando disgregar al movimiento trotskista y agravando la crisis de dirección política del proletariado mundial.

La otra cara de esos triunfos, de estos Estados Obreros burocratizados en un tercio de la humanidad, es que los dirigentes lograron bloquear el proceso revolucionario interno, impidiendo que continuara el proceso de movilización permanente. Los dirigentes convirtieron los triunfos frente a los explotadores nacionales y al imperialismo, en una derrota a la movilización permanente de las masas. Por eso no se derrotó al imperialismo en uno de sus centros, Europa occidental, lo que hubiera significado el comienzo de destrucción del sistema imperialista en el mundo.

Pero de todos los triunfos en esta etapa habrá uno de carácter decisivo, que significará una aceleración enorme del ascenso mundial de las luchas de los trabajadores y los pueblos, el triunfo de la revolución en Vietnam.

El triunfo en Vietnam abrió una excepcional oportunidad revolucionaria

En Vietnam, Estados Unidos sufrió la primera derrota militar de su historia, en 1975. Casi de inmediato, una sucesión de revoluciones estallaron en el mundo. Algunas obtuvieron espectaculares triunfos iniciales. En Irán, Nicaragua y Portugal cayeron las viejas y sangrientas dictaduras pro imperialistas que gobernaban allí. En Polonia, la revolución dejó al borde de la caída a la dictadura estalinista gobernante en ese Estado Obrero burocratizado.

El imperialismo quedó golpeado, en retroceso, confundido y sin una clara dirección política. Eso se expresó en los primeros años del presidente Jimmy Carter, marcados por la palabrería “democrática” y de “derechos humanos” que fueron erráticos y de parálisis política. En la realidad internacional se había abierto la posibilidad de que la revolución siguiera golpeando hasta destruir al sistema capitalista. Esa situación de enorme polarización entre la revolución y la contrarrevolución, aterrorizó al imperialismo, a la burocracia estalinista gobernante en esos Estados Obreros y a todas las direcciones oportunistas del mundo, que retrocedieron espantadas y decidieron recostarse en el imperialismo.

Expresando este nuevo empuje de las masas en lucha, surgieron nuevas direcciones. En los años previos habían surgido el maoísmo, la dirección cubana y el guevarismo, que habían logrado influenciar a grandes franjas de luchadores. Para los nuevos momentos, los sandinistas de Nicaragua y los guerrilleros salvadoreños, los dirigentes palestinos con Yaser Arafat, los dirigentes musulmanes que encabezaron la revolución en Irán, Walesa el dirigente del sindicato Solidaridad en Polonia, o el obrero metalúrgico y fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil, Lula, se convertirían el centro de atención.

Pero estas direcciones políticas que encabezaron procesos de lucha muy importantes, levantaron una política que impidió aprovechar el momento propicio abierto por el triunfo en Vietnam para llevar a la victoria la revolución socialista internacional. Socialdemócratas y comunistas pro soviéticos impidieron que los trabajadores tomaran el poder en Portugal. Khomeini, Walesa y los jefes sandinistas -aconsejados por la dirección cubana y Fidel Castro-, hicieron lo mismo en Irán, Polonia y Nicaragua, respectivamente. Los herederos de la guerrilla vietnamita instauraron una dictadura burocrática en el triunfante Vietnam. Las masas fueron traicionadas por la política y métodos de las direcciones, que buscaron el pacto y la conciliación con el enemigo.

Así, el imperialismo ganó un tiempo valioso. Reordenó sus filas, unificó su estrategia y se lanzó a la contraofensiva. Los trabajadores polacos fueron derrotados por el golpe de Jaruzelski, apoyado por el Kremlin y el imperialismo. La dictadura salvadoreña aplastó al movimiento obrero. La guatemalteca casi exterminó a la guerrilla. Norteamérica y Francia apoyaron al imperialismo británico para que venciera a la Argentina en las Malvinas. Los yanquis instalaron sus mísiles nucleares en Europa, apuntando a la Unión Soviética y recrudecieron su intervención en América central, invadiendo Granada y ocupando militarmente de hecho a Honduras.

Pese a estos golpes, el imperialismo y la contrarrevolución no lograban derrotar militarmente el proceso de ascenso y triunfos revolucionarios que en ese momento definían la realidad mundial. En El Salvador la guerrilla seguía avanzando adquiriendo más influencia, impulsando el proceso, estaba cercano el triunfo de la revolución en toda América Central, de la revolución en Colombia y el ascenso de las movilizaciones.

Además, se estuvo a punto de que la revolución socialista penetrara en el corazón del imperialismo yanqui, vía los inmigrantes latinos. En el Cono Sur de América Latina, fundamentalmente en Bolivia y Argentina, las dictaduras fueron derrocadas. El proletariado negro tenía acorralado al régimen del apartheid en Sudáfrica. La revolución triunfó en Filipinas. En suma, para ese momento, el imperialismo estaba fracasando en su intento de contener la revolución mundial por la vía del enfrentamiento directo. La situación se hacía más violenta, explosiva y se extendía a nuevas regiones y países.

Las potencias y las direcciones recurren a la política de la “paz” y la “democracia”

Ante el fracaso de la política de enfrentamiento abierto, violento, para impedir el triunfo de la revolución, los gobiernos de las potencias, iniciando con el primer gobierno de Carter, empezaron a recuperar la iniciativa y buscaron los mismos objetivos, pero a través del engaño y la traición. Convencer a las masas de que debían dejar de luchar.

Lanzaron una abrumadora campaña por todos los medios a su alcance, a favor de la “paz” la “democracia” y contra la “violencia viniera de donde viniera” que inundó al mundo. Proponían una política aparentemente “intermedia”, “neutral”: que cesaran los enfrentamientos, se depusieran las armas y reinaran la paz y las elecciones; “concertación” para canalizar las huelgas; “aperturas democráticas” donde los pueblos estaban por derribar dictaduras; desarme de los guerrilleros para que se organizaran en partidos “civilizados” que no amenazaran el poder de los capitalistas. “Acuerdos de confidencialidad”, diplomacia y “pactos secretos” de todo tipo, ente los gobiernos y las direcciones de las organizaciones de los trabajadores, pero según un contrato único: que los explotadores pudieran seguir explotando y que los, explotados sufrieran “en paz”; en suma, que el sistema capitalista sobreviviera. Si el “policía malo” no había logrado imponerse, era necesario recurrir a las argucias y trampas del “policía bueno”.

Alrededor de esta política se alinearon, además de los gobiernos capitalistas, los gobiernos burocráticos de los estados obreros –desde el Kremlin hasta Fidel Castro, pasando por el gobierno Chino–, los partidos comunistas, los partidos de la Segunda Internacional socialdemócrata, las burocracias sindicales, las iglesias encabezadas por el Papa, casi toda la llamada “izquierda” y muchos comandantes guerrilleros, principalmente los sandinistas de Nicaragua, los guerrilleros salvadoreños, guatemaltecos y la mayoría de las guerrillas de Colombia. Los dirigentes de las organizaciones de los trabajadores y las masas, aterrorizados por el empuje revolucionario recurrieron a esta política para lograr contener el ascenso y desviar las revoluciones en curso, con pactos y treguas que, en vez de combatirla, permitieron que se impusiera esta pérfida política de los capitalistas.

Por medio de esta política el imperialismo, con la conveniente ayuda de las direcciones de los procesos. A través de pactos y negociaciones, logró llevar a la derrota la revolución en El salvador y el proceso abierto en Centro América, así como en Colombia. Impedir la destrucción revolucionaria del apartheid y pactar solamente su reforma, permitiendo la participación de Mandela y la burguesía negra, en las elecciones de Sudáfrica; contener el proceso de lucha que había derrocado las dictaduras en Cono Sur de A. Latina, por medio de múltiples elecciones y gobiernos capitalistas, eso sí “democráticos”; canalizar bajo la dirección de Walesa, las movilizaciones en Polonia hacia las elecciones; en el Medio Oriente, conquistó los “Acuerdos de Oslo” con la dirección Palestina, para derrotar el levantamiento que estaba en curso (Intifada) y obligar al reconocimiento del Estado de Israel.

Aprovechando este respiro otorgado por la traición de las direcciones, la burguesía yanqui además logró golpear al proletariado norteamericano al aplastar la huelga de los controladores aéreos, y Margaret Thatcher logró un triunfo histórico al derrotar a los mineros, tras un año de heroica huelga (1984-1985); por su parte la burocracia china aplastó a sangre y fuego a las masas movilizadas en la Plaza de Tiananmen.

Por medio de esta perversa política, el imperialismo logró desactivar y revertir los procesos revolucionarios en los puntos donde amenazaban con triunfar. Para ello contó con la imprescindible ayuda de la burocracia del Kremlin y sus agentes oportunistas en el seno de las organizaciones de los trabajadores y las masas, así como de los demás gobiernos de los Estados obreros, sin la cual el éxito de esa política hubiera sido imposible.

A finales de los años 90 el imperialismo, no sin dificultades y combinando esa política con buenas dosis de violencia, logró derrotar todos los “focos” más críticos del ascenso revolucionario mundial que se había iniciado a finales de la segunda guerra mundial (1943-44). Este triunfo de esa engañosa política de “la paz y la democracia” y logró cerrar la etapa revolucionaria de la postguerra.

La URSS y demás Estados Obreros burocratizados, esas grandes conquistas iniciadas por la Revolución de Octubre en Rusia, quedaron más aislados, debilitados económica y políticamente ante el imperialismo y en manos de sus gobiernos estalinistas, causantes de las derrotas a la oleada revolucionaria y paradójicamente víctimas de la pérdida del “escudo protector” que durante casi 50 años les había significado el ascenso revolucionario de los trabajadores en el mundo.

La destrucción final de los EEOO y la política de Restauración capitalista de la burocracia

Gracias a esta política avalada por las direcciones que traicionaron los procesos, los capitalistas lograron pasar a la ofensiva con las manos sueltas para seguir atacando el nivel de vida y las condiciones de trabajo de la clase obrera y los pueblos pobres del mundo, buscando salir de la crisis de la economía mundial que los agobiaba y reforzar su presión sobre los gobiernos burocráticos de los estados obreros, sumidos en una calamitosa situación económica.

Para ese momento y como expresión de la crisis económica capitalista mundial, los estados obreros, desde la URSS y China hasta Vietnam y Cuba, retrocedían y avanzaba en ellos velozmente el deterioro de las condiciones de vida de la población.

Esa crisis mostraba el fracaso total de la burocracia y su “socialismo en un solo país”. La URSS era la segunda potencia económica del mundo, y la primera en algunas ramas de la producción. Pero su tecnología seguía muy atrasada en relación con los países imperialistas más avanzados en las industrias de punta. En todos ellos las economías estaban estancadas o en declive. Esta debilidad económica los ponía más a merced del capitalismo imperialista. Los países se empezaron a endeudar con la banca usurera imperialista. El Fondo Monetario Internacional estaba dictando los planes económicos en Polonia, Rumania, Yugoslavia. Coca Cola, la FIAT y el Chase Manhattan Bank ya tenían filiales incluso en territorio soviético y las multinacionales ya estaban entrando. Los burócratas chinos empezaban el proceso de restauración capitalista entregando ciudades enteras, con su población trabajadora incluida, a la voracidad de los monopolios internacionales.

Se hizo evidente que la burocracia constituía una traba absoluta para el desarrollo económico de esos países. La gestión burocrática de la economía, el mantenimiento de “su” estado nacional y el régimen de control policial sobre los trabajadores o la población, los empezaron a despeñar hacia una crisis económica crónica. Los pueblos de esos países sufrían las consecuencias del descalabro económico. La producción era un caos y escaseaba todo. El nivel de vida de la clase obrera se encontraba muy por debajo del de sus hermanos de los países capitalistas avanzados. La mortalidad infantil crecía y la “esperanza de vida” bajaba.

Para enero de 2001 compañeros de nuestra organización describirían lo anterior así:

La URSS de los años 80 poco tenía que ver con aquella que había humillado a los yanquis al poner en órbita el primer satélite: la tecnología se estancaba y la productividad del trabajo quedaba cada vez más retrasada con respecto a los países capitalistas avanzados. Reagan, astutamente, detectó este flanco débil y, con la multiplicación de sus misiles en Europa occidental y la amenaza de la “guerra de las galaxias”, obligó a la burocracia a persistir en una carrera armamentista que no podía ganar y que deterioraba aún más la precaria situación económica de la Unión Soviética…En medio de esta ofensiva de la contrarrevolución, el Kremlin invadió Afganistán[9].

Ante esa realidad de crisis y retroceso económico, a partir del año 1974, la burocracia de la URSS y de los “países socialistas” comienza a descargar planes de austeridad cada vez más agresivos y duros, para super explotar a los trabajadores. Aumentó la industria armamentista para defender sus privilegios de un posible ataque del imperialismo (Reagan y su “guerra de las Galaxias”). Para agravar la situación la burocracia invadió militarmente Afganistán, lo que se convertiría en el “Vietnam de la URSS”:

Fue una intervención contrarrevolucionaria, pues su objetivo era frenar la oleada de la revolución de los pueblos islámicos que, comenzada en Irán, amenazaba con penetrar en las repúblicas musulmanas del sur de la URSS. El stalinismo no hizo allí lo que antes había hecho en el Este de Europa y, antes aun, en Polonia y Finlandia: expropiar a las clases explotadoras, y así se ganó el legítimo odio de amplias masas afganas que veían avasallada su autodeterminación nacional y ningún progreso en sus condiciones políticas y sociales… Después de casi diez años de guerra y sumido en una crisis muy grave, el Ejército Rojo, vencido, debió emprender la retirada[10].

Se trató de una operación reaccionaria, que arrojó a un amplio sector de las masas afghanas en brazos de direcciones aliadas al imperialismo (integristas islámicos, Muyahidines) y confundió a muchos marxistas, que siguieron planteando el problema en el terreno democrático, en lugar de poner por delante los intereses de la clase obrera mundial, pues:

En la guerra de Afganistán no sólo fue derrotada la burocracia del Kremlin, fue derrotado el Estado obrero soviético. Y ése fue, en nuestra opinión, el hecho que abrió de par en par las puertas para que la contrarrevolución lograra el objetivo —económico, sí, pero fundamentalmente político— por el cual venía batallando desde 1917: restaurar el capitalismo en los Estados obreros… La derrota en Afghanistán golpeó sobre esa crisis y ese carácter estructuralmente débil de la burocracia, al deteriorar a la columna vertebral del Estado, el Ejército, y precipitó una dura lucha interna entre dos alas de la burocracia que, por otra parte, ya existían desde hacía tiempo. Una, cada vez más fuerte, se postulaba para convertirse de “agente indirecto” en “agente directo” del imperialismo, es decir, en términos de Moreno, en “agente estatal de la restauración del capitalismo”. Otra ala intentaba mantener el Estado obrero a la manera burocrática “tradicional”[11].

En simultánea con este terrible fracaso y la crisis abierta, el ataque contra las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores y la población que los planes de austeridad de la burocracia empezaron a llevar al límite, detonaron la explosión de protestas, huelgas y multitudinarias movilizaciones en la URSS, el este de Europa y China, a finales de los años 90. Se trató de portentosas movilizaciones de lucha directa contra los gobiernos estalinistas, cuyos episodios cumbres fueron las protestas de la Plaza de Tiananmén (abril 1989), la destrucción del edificio de la policía política de la burocracia, la Stasi, en Alemania Oriental, y la insurrección que condujo a la ejecución del burócrata Sechesku en Rumania, todo en simultánea con grandes procesos revolucionarios en Alma Ata y otras nacionalidades oprimidas, así como de huelgas y levantamientos que sacudieron a la URSS y al conjunto de los estados obreros burocratizados, metiendo en una crisis terminal a esos gobiernos de la burocracia estalinista.

La burocracia de la URSS encabezada en ese momento por Gorbachov, levantó una política defensiva (que intentó reformas en la economía, la “perestroika” y la “glásnost”, que trató de reformar a cuenta gotas el régimen político), pero que liberó fuerzas mucho más poderosas que la burocracia no pudo controlar lo que finalmente se convirtió en un retroceso desordenado y división interna de las burocracias gobernantes:

A medida que estos procesos se desarrollaban, los enfrentamientos entre el ala restauracionista [del capitalismo] y el ala conservadora de la burocracia del Kremlin llegaron al clímax. Y en algún momento… el Partido Comunista de la URSS estalló, el sector conservador fue derrotado y tomó el poder el ala restauracionista de la burocracia.

Esa ala que triunfó, logró encauzar el odio a la burocracia estalinista solo contra el ala “conservadora” y canalizar las movilizaciones, hacia la conquista de “la democracia” y la “libertad” entendida como libertad de mercado, para desviarlas y derrotarlas por medio de elecciones y usando las instituciones de la democracia burguesa. Este sector de la burocracia, decidió finalmente arrojarse en brazos de imperialismo y restaurar la propiedad privada sobre los sectores fundamentales de la economía (tierras, fábricas, comercio, bancos, etc.). Decidió dejar de ser el agente indirecto del imperialismo, para convertirse en agente directo de éste:

Fue entonces cuando cambió el carácter del régimen y del Estado en la URSS, porque desde el poder ya no se intentaba mantener las bases sociales del Estado obrero, sino que se impulsaba su liquidación para restaurar la propiedad privada de los bienes de producción. La Unión Soviética había dejado de ser una dictadura burocrática del proletariado, un Estado obrero burocráticamente degenerado; ya era un Estado burgués. Se había producido una contrarrevolución político-social que se lanzó a ejecutar una contrarrevolución económico-social[12]

Con el cambio regresivo de la URSS de estado obrero a burgués, se tradujo en la restauración además en China, Alemania, Yugoslavia y toda Europa oriental, Vietnam, que desde ese momento se inició en Cuba.

El triunfo de la política de la “paz” y la democracia” permitió a los imperialistas capitalizar todo el proceso, con la complicidad del ala restauracionista de la burocracia, operando como agentes directos en todos esos países. Se configuró una profunda y grave derrota para los trabajadores y la revolución. Un drástico cambio en la realidad internacional, que se tradujo en la ofensiva mundial contra los trabajadores y las masas y en una expansión del dominio del capitalismo –en particular del capital financiero-, divulgada como la “globalización” y la ofensiva del “modelo neoliberal”. Todo un período de expansión capitalista, destrucción de conquistas y organizaciones obreras y así como del llamado “estado de bienestar” primero en las semicolonias y actualmente en curso en todos los países de Europa. Al mismo tiempo, una lucha abierta por el reparto y mayor dominación del mundo, entre los países desarrollados.

El capitalismo proclamó su triunfo y el “fin de la historia”, es decir el inicio de un futuro perdurable de desarrollo capitalista como único régimen económico viable y la democracia burguesa, como régimen político insuperable. Todos los escritores, intelectuales y los llamados “formadores de opinión” al servicio de la burguesía, así como la amplia mayoría de la llamada “izquierda”, se dedicaron desde los medios de comunicación y usando todos los avances tecnológicos a su alcance –internet, “redes sociales”, etc.-durante esos años a difundir la creencia en un capitalismo eterno, que solo sería admisible de reformar para combatir solo sus aspectos más irritantes.

En ese contexto internacional de retroceso y de ofensiva capitalista y resistencia a los planes de austeridad, surgirían una reedición de gobiernos denominados por la prensa como “populistas”, realmente burgueses de corte nacionalista, como el chavismo y sus pares en A. Latina, que se vieron obligados a resistir al imperialismo y a sus medidas más agresivas, y para eso otorgar conquistas a los sectores más pobres de algunos países de A. Latina, concesiones obligadas por las circunstancias críticas en que surgieron esos gobiernos y como única vía posible para resistir al imperialismo y estabilizar la situación por algunos años (Ver artículos sobre Venezuela en la presente edición y en la revista PMI # 9).

La derrota en el terreno subjetivo: la crisis del marxismo

La crisis de los partidos comunistas (el aparato estalinista mundial), fue profunda. No obstante, logró evitar que se estableciera su responsabilidad en lo sucedido. Reenfocándose en armar un frente de lucha contra el “neoliberalismo”, conformaron Frentes políticos del tipo de llamado “Foro de San Pablo” que les sirvió de pantalla y les permitió amortiguar el desastre que habían ocasionado. También realizar su reciclaje remozando su estrategia y programa de colaboración de clases, para seguir conduciendo los levantamientos, las luchas de resistencia y las protestas, a la derrota.

Posteriormente, el estalinismo fortaleció a las direcciones no obreras impulsando e integrándose a los gobiernos del llamado “Socialismo del Siglo XXI” (y similares), que lograron capitalizar la inconformidad y la lucha contra la ofensiva económica iniciada en los años 90s.

Ese proceso fue acompañado por un giro mundial hacia la derecha de las direcciones clasistas y centristas, que se reclamaban marxistas. Cediendo a la opinión publica reinante, decidieron adaptarse a la “religión” del “fracaso del socialismo”. Se convirtieron a fanáticos impulsores de la política de la “paz” y la “democracia”, renunciaron a la lucha por la destrucción revolucionaria del sistema capitalista y al combate al imperialismo, menos a reconocer su existencia como enemigo central de los trabajadores y pueblos del mundo. Convirtieron la lucha electoral en la única lucha válida y los Parlamentos y las instituciones civiles de la “democracia” burguesa, en recintos sagrados ante los cuales los luchadores y la resistencia, debían y debieron inclinarse respetuosos durante años (Ver Recuadro: La izquierda procapitalista).

Con la derrota del ascenso y la destrucción de los Estados Obreros, esto se agravó hasta el límite. Desde que la burocracia estalinista destruyó la III Internacional se produjo un enorme retroceso en la conciencia de los trabajadores del mundo entero, que perdió su conciencia internacionalista y retrocedió en la solidaridad de clase: Solo confía en las luchas en su propio país y no se moviliza en apoyo a las huelgas o luchas en otros países. Incluso dentro de un mismo país, lucha empresa por empresa, gremio por gremio. No mantenía la desconfianza en la burguesía y se dejaba engañar por el enemigo de clase cuando éste se disfrazaba de “progresista”, “democrático” o “patriótico”. La organización democrática e independiente de los trabajadores también se olvidó, muchos esperaban el “comandante”, el “caudillo” o “jefe” que dé las órdenes. Este atraso en la conciencia política explica también por qué los trabajadores, que enfrentan en la lucha a los gobiernos y agentes de los capitalistas, votan por ellos a la hora de las elecciones.

Esa derrota y la ofensiva del capitalismo a la que los trabajadores lograban articular solo respuestas de resistencia, combinadas con las presiones del triunfo de la política de la “paz” y la “democracia”, lograron colarse en las filas del núcleo internacional del trotskismo revolucionario, de las organizaciones nacionales e internacional lideradas por Nahuel Moreno, destruyéndolas, logrando su disgregación y posterior descomposición nacionalista, que en  su accionar mezcla un activismo sindical-economicista y sectario, con oportunismo político electoralista. 

El proclamado triunfo capitalista, revela sus límites

A pesar del importante triunfo alcanzado por el imperialismo, la derrota de la revolución y de la clase obrera, éste empezó a revelar sus serios límites con el estallido de la crisis económica mundial de 2008, que al día de hoy continúa como estancamiento general o depresión, mientras los capitalistas no atinan a su superación. Esa crisis precedida de los fracasos militares de los EEUU y sus aliados en Irak y Afganistán, así como los procesos en Medio Oriente-Magreb y la resistencia activa en distintos países, empezaron a agudizar las grietas existentes dentro de los gobiernos de las potencias más desarrolladas del mundo y a intensificar sus luchas intestinas.

Como la cereza del pastel, el triunfo de Trump en los EEUU significa una severa profundización de la seria crisis política al interior de la clase dominante de los EEUU, más contradicciones entre los gobiernos de las potencias, así como la apertura de nuevos procesos políticos de movilización y lucha, al interior del imperialismo más poderoso del planeta y en otras latitudes.

Las medidas que desde 2008 viene tomando los gobiernos imperialistas y capitalistas contra sus trabajadores y contra los de los países atrasados, revelan los límites del triunfo capitalista. El desempleo se generaliza incluso en los países desarrollados, se generalizan los empleos temporales que ahorran a los capitalistas los gastos sociales (seguro, salud, jubilación, etc.), se intensifica la jornada de trabajo y se imponen ritmos atroces de producción, se provocan migraciones masivas que crean un nuevo proletariado inmigrante sometido a los trabajos más duros, proletarización masiva de la mujer y extensión del trabajo infantil, se recorta o se liquida el “salario social” (salud, jubilaciones, seguro al desempleo, vivienda). Las trasnacionales mudaron sus plantas a los países superpoblados para pagar salarios más bajos y desde allí exportan mercancías a los países adelantados, obligando a bajar el salario nativo. El imperialismo saquea a los países atrasados extrayendo riqueza de las inversiones de las trasnacionales -incluidos los ex-estados obreros, como China- ganancias que se van a sus arcas y también toma medidas económicas para promover la fuga de capitales de las semicolonias a las metrópolis imperialistas.

Esta realidad saca a la luz que el capitalismo, lejos de aportar alguna solución de fondo a los graves problemas de la humanidad, los agudiza y descarga cada vez más calamidades sobre la población agudizando el hambre, la miseria, el desempleo, los salarios de hambre, el marginamiento, donde mujeres, jóvenes, ancianos y las nacionalidades oprimidas, son las mayores víctimas la discriminación, la violencia y las guerras. Se trata de un sistema que pone en entredicho el futuro no solo de la naturaleza y sino de la especie y la sociedad humana, con la amenaza creciente de algún tipo de aventura nuclear.  

Esta es una sociedad donde según la propia prensa imperialista “Más de 815 millones de personas…casi tantos como los habitantes de la Unión Europea y Estados Unidos juntos…toda esa gente, se va a dormir cada día sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria.[13] 

Fueron los planes de “austeridad”, componente clave de esa ofensiva económica contra la población, lo que sacó a flote las revoluciones en el Norte de África y el Magreb, así como las movilizaciones y huelgas de resistencia en el sur de Europa (Grecia, España, Italia, etc.) hasta 2002 y las que se están empezando a presentar en varios países de América Latina. Así de momento los trabajadores estemos asistiendo a una fase de retroceso que permitió a los gobiernos imperialistas, a pesar de las dificultades que enfrentan, retomar la iniciativa económica, política y militar, como su ofensiva contra el conjunto de América Latina, con su punto de avanzada en su intervencionismo contra Venezuela, aprovechando la crítica situación de esa nación, las calamidades que el capitalismo descarga sobre los trabajadores y la población, harán que se incremente la acción directa y las movilizaciones contra los gobiernos de las potencias capitalistas y contra sus socios menores, los gobernantes de los países pobres.

El origen de todos los males: el capitalismo imperialista

El artículo del diario citado arriba, agregaba: “acabar con el hambre es una cuestión de voluntad política. Porque se producen alimentos más que de sobra para que los casi 7.500 millones de habitantes del planeta coman lo que necesitan para una vida plena. El problema es casi siempre de distribución…”.

La explicación de que pese a la enorme capacidad productiva alcanzada por la humanidad, al progreso de la ciencia y a todos los avances tecnológicos, ésta aún se debata en los límites de la indigencia, el hambre, la violencia y la degradación, radica en la economía mundial con toda su capacidad sigue siendo dominada por unos cuantos pulpos económicos, las trasnacionales, a su vez propiedad de una minoría de oligarcas que son los propietarios privados de enormes masas de mercancías, dinero, acciones, tierras, Bancos y en particular de capital financiero, controlado y dominado por los grandes magnates de las potencias industrializadas.

Son los representantes del capitalismo imperialista que se ha convertido en un obstáculo absoluto al progreso, cada vez más retrógrado. No sólo porque los monopolios y las multinacionales, que son lo más concentrado de la propiedad privada capitalista, saquean, corrompen y destruyen todo lo que tocan. Sino también porque mantiene y cierra cada vez más, haciendo proteccionismo en medio de la crisis, otra barrera que se opone al progreso las fronteras nacionales.

El carácter privado de toda la producción de riqueza del mundo, arrebatada a los productores directos por los propietarios privados, junto con la subsistencia de las fronteras nacionales, conducen a que todo lo que la sociedad logra producir no sea disfrutado por el conjunto de la sociedad, sino solo por una pequeña minoría, mientras la mayoría sigue marginada o solo accede a una parte insignificante de ella y solo por medio de enormes sacrificios.

Eso conduce a que los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología, la robotización, la comunicación y la cibernética que han logrado condensar el trabajo de cientos de obreros en una sola máquina, pero no ha servido para que se trabaje menos y haya más tiempo la educación y el descanso. La ingeniería genética acerca a la humanidad a manejar el misterio de la vida, pero la vida humana se degenera por la desnutrición. La ciencia nuclear ha liberado una fuente increíble de energía, pero la existencia de la vida misma sobre el planeta está amenazada por armas nucleares. Así, la tan publicitada “cuarta revolución…la de las tecnologías de la información y las comunicaciones y la era digital, donde internet, los teléfonos inteligentes, los sensores, los datos…” que puede hacer vivir mejor al hombre, contrasta con una realidad donde  las masas viven cada vez peor, porque esos avances no están al servicio de la humanidad sino del lucro exclusivo de quienes poseen las patentes y de los países que pueden financiar la investigación y esconden sus resultados en laboratorios ultra secretos.   

Todos los avances y la tecnología no servirán para el avance de conjunto de la sociedad y menos para sus sectores menos favorecidos, mientras las trasnacionales y la banca imperialista sigan dominando la economía. Mientras los gobiernos de sus poderosos países, sigan haciendo sus planes económicos en las oficinas del Fondo Monetario Internacional, de la Casa Blanca, del Pentágono y los demás centros de poder político y militar del imperialismo y mientras sigan manipulando a los gobiernos de los países atrasados, a sus más importantes políticos, generales y jueces, a través de la cadena de pactos diplomáticos, económicos, militares y culturales que han forjado entre ellos.

El socialismo será mundial o no será

Desde Perspectiva Marxista Internacional consideramos que, tras cien años, las grandes lecciones de la Revolución de Octubre en Rusia, más allá de sus innegables conquistas y el empuje progresivo que imprimió a la humanidad en su momento, es que la experiencia, por dolorosa que fuere, reveló que el “socialismo en un solo país” y “la coexistencia pacífica con el imperialismo y la burguesía mundial” defendidos por la burocracia de los estados obreros, demostró su completo fracaso. El sistema capitalista imperialista mundial no puede ser reformado ni mejorado para bien de la clase trabajadora y los pueblos del mundo. La dinámica de la revolución es necesario que sea permanente, que no se detenga en su fase democrática, sino que se profundice con medidas socialistas de expropiación de la burguesía. No encerrarla en las fronteras nacionales, sino que extenderla internacionalmente, de país a país, de región a continente.

Al mismo tiempo, las lecciones de Octubre, permitirán a los jóvenes y trabajadores de avanzada explicarse el callejón sin salida a que fue conducida la lucha de los trabajadores y la población, por quienes apostaron a “reformar” o “humanizar” el capitalismo, con su práctica y sus gobiernos llamados del socialismo del Siglo XXI.

La única salida a la crisis y las calamidades de este sistema, consiste en reemplazar en todo el planeta al sistema capitalista imperialista por el socialismo. Hay que expropiar las multinacionales y los bancos de los Estados Unidos, Europa y Japón y hacerlos propiedad colectiva, social. Igual suerte deben correr las industrias, bancos y latifundios de los oligarcas, terratenientes y grandes capitalistas de los países atrasados.

Hay que levantar las fronteras nacionales y hacer una planificación mundial de la economía al servicio de los trabajadores del mundo.

Para lograr todo esto, los trabajadores, apoyados en los campesinos y el pueblo explotado, deben tomar en sus manos el gobierno de sus países, instaurar en ellos un régimen de democracia obrera (opuesto a las dictaduras burocráticas que liquidaron los estados obreros) y unir a sus países en una Federación, pues todas las revoluciones enfrentan a un mismo enemigo: el sistema capitalista imperialista mundial, comandado por los Estados Unidos. Ninguna revolución en un país tiene el futuro asegurado hasta tanto no se derrote al imperialismo yanqui y, con él, al capitalismo mundial, en la propia Norteamérica. Sólo así se podrá construir el verdadero socialismo. Sólo habrá socialismo si es mundial.

Y se podrá alcanzar esa meta, si la lucha de los trabajadores logra ser orientada por una organización obrera, marxista revolucionaria e internacional, que se guíe por los intereses supremos de la clase obrera y se proponga erradicar revolucionariamente de la faz de la tierra, la explotación y la opresión, que asola a la sociedad humana a causa de la dominación del capitalismo imperialista.


[1] Revista PMI # 11, pág. 9.

[2] Para una ampliación del tema se puede consultar “El Sandinismo y la revolución”, Nahuel Moreno, en Revista PMI # 10, enero 2016.

[3] El proceso revolucionario en Centroamérica con epicentro en El Salvador y Guatemala. La ofensiva de las masas palestinas con su levantamiento contra el estado de Israel. La revolución en curso en Sudáfrica contra el Apartheid y las revoluciones que habían volteado casi todas las sanguinarias dictaduras militares en los países del Cono Sur de América Latina, así como la revolución acaudillada por el sindicato Solidaridad, contra la dictadura militar estalinista en Polonia.

[4] La revolución Traicionada, L. Trotsky, Ediciones ips, pág. 36.

[5] Los “Comunistas” pro-chinos, maoísta, cumplirían un papel contrarrevolucionario similar pero en otras latitudes del mundo.

[6] https://historiaybiografias.com/malas05/

[7] El Tratado de no Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas…fue firmado entre la Alemania nazi y la Unión Soviética…en Moscú el 23 de agosto de 1939, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. ​ La naturaleza reaccionaria del tratado salieron a la luz en 1941, cuando el régimen nazi decidió atacar e invadir la Unión Soviética. El tratado contenía cláusulas de no agresión mutua… https://es.wikipedia.org/wiki/Pacto_Ribbentrop-M%C3%B3lotov

[8] Yalta, ciudad de la República de Crimea, al suroeste de Rusia, a orillas de la costa septentrional del mar Negro. Potsdam es una ciudad alemana, capital del estado federado de Brandeburgo, ubicada en las inmediaciones de Berlín, junto al río Havel. Ciudades famosas por la conferencia que se realizó en ella poco antes de concluir la Segunda Guerra Mundial.  

[9] Revista Panorama Internacional # 10, En defensa del marxismo, Héctor Ergento y O.G., pág. 104.

[10] Ídem, pág. 105

[11] Ídem, pág. 105

[12] Ídem, pág. 109.

[13] https://elpais.com/elpais/2017/09/05/planeta_futuro/1504624883_402058.html

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