Manifestación en San Petersburgo en conmemoración del Día de la Mujer. Marzo de 2016. RUSLAN SHAMUKOV (GETTY IMAGES). Fuente: https://elpais.com/internacional/2016/11/23/actualidad/1479899071_759756.html

Por: Virginia Bach. 8 de Marzo de 2022

El 8 de marzo de 2022 está marcado por impactantes eventos que revelan los profundos cambios producidos en los últimos 165 años, desde aquel día en que cientos de mujeres en la fábrica Cotton de Nueva York se lanzaron a esa aguerrida huelga por reducir la jornada laboral a 10 horas, mejorar sus condiciones de trabajo, lograr espacios para compartir con sus hijos y salarios dignos e igualitarios al de los hombres. El indignante final de aquellas luchadoras al morir calcinadas en la fábrica, nos impulsa más que nunca a pensar en la necesidad de una sociedad justa, al servicio de todas las trabajadoras y trabajadores que dedican sus energías a producir las riquezas que existen y que solo unos pocos privilegiados disfrutan. Desde aquel momento, hasta nuestros días, las mujeres han protagonizado importantísimas luchas logrando significativas conquistas que aún hoy poseemos, pero que cada día, desde entonces, son amenazadas por la misma clase social que las otorgó solo porque se vieron obligados por las luchas obreras. Estas luchas se dieron en el seno de los trabajadores demostrando que hombro a hombro junto con los obreros luchadores se podrían obtener grandes triunfos. Es por esto que para nosotros, los socialistas revolucionarios, la celebración de esta fecha tiene un marcado carácter de clase. La cuestión de la opresión de la mujer se inscribe en la lucha de clases.

Hoy, se conmemora este día en el contexto de dos hechos de gran impacto mundial:

  1. la guerra de rapiña interimperialista que desgarra a Ucrania, donde miles de mujeres han tenido que huir desplazadas con sus hijos, otras han tenido que dar a luz en sótanos de hospitales que son bombardeados, y muchas más han visto morir a sus hijos y seres queridos en medio de la guerra. Todo esto y más, en el marco del pillaje de potencias imperialistas que de un lado y otro, solo buscan la expansión de territorios y el incremento de su poder a costa de las masas trabajadoras. 2. la muerte y miseria que nos dejó la Pandemia de la COVID-19, que la mujer en general recibió con mayores penurias al vivir el incremento de la violencia intrafamiliar desde el primer día del confinamiento, el aumento de la violencia sexual y feminicidios, la enorme reducción de sus ingresos, mayor desempleo y la presión física y psicológica sobre tantas mujeres trabajadoras de la salud, maestras y asalariadas que tuvieron que enfrentar la pandemia en condiciones mucho más precarias.

Además de estos dos trascendentales hechos, también se ven mujeres enfrentando a diario la constante agresión por parte del ejército sionista de Israel contra el pueblo Palestino que por años han tenido que sufrir el asedio, maltrato, discriminación, desplazamiento e incluso, la eliminación física en su propio territorio. Así mismo, en otros países como Colombia, aumentó la tasa de asesinatos de mujeres entre un 9% y 10%. 600 asesinadas en el 2020 y 622 en el 2021. El incremento del ataque y la violencia paramilitar y estatal con masacres que han dejado cientos de víctimas entre las que se encuentra un alto porcentaje de mujeres, muchas de ellas líderes sociales.

Así, queda al desnudo el verdadero carácter de este sistema capitalista imperialista mundial en decadencia, que no garantiza los mínimos derechos al pueblo pobre y se ensaña particularmente contra las minorías y las mujeres, que además de sufrir la opresión cotidiana, expresada en La violencia física y sexual, (violaciones, feminicidios), discriminación laboral, problemas para acceder a la educación, la asistencia sanitaria, la amplia brecha digital, la violencia intrafamiliar, las limitaciones para decidir sobre su propio cuerpo con la penalización del aborto en muchos países, por mencionar algunos, también es explotada por el patrón, que se aprovecha de su trabajo para enriquecerse. Es decir, la mujer sufre una doble carga que consiste en que, como mujer trabajadora, además de tener que cumplir con su jornada laboral, siendo explotada a diario, tiene que llegar a su casa a cumplir con la otra carga doméstica y la atención y cuidado de los niños, la casa, e incluso del marido. Esta doble carga de la mujer en la sociedad, lejos de extinguirse se ha exacerbado.

Esta sociedad, manejada por un puñado de ricos y poderosos que tienen el control, ha sido degradada y esto se hace más evidente en medio de la actual guerra interimperialista y la reciente emergencia sanitaria, donde los gobiernos, que trabajan para los grandes capitalistas, no han hecho más que llenar sus bolsillos a costa del sufrimiento de los más pobres.

Ello deja evidente la necesidad de la lucha de la mujer, junto al hombre, por darle la vuelta a este sistema para derrotar la explotación y por esa vía la opresión no sólo de la mujer sino de todos los demás sectores que sufren este flagelo. De ahí el falso debate que siempre acarrea el tema de la opresión de la mujer como si fuera un asunto estrictamente de género y, peor aún, un problema cuya solución está en oposición y confrontación con sus compañeros varones. Esa visión predominante solo acarrea la división de fuerzas de hombres y mujeres contra un enemigo común: la clase capitalista que explota hombres, mujeres, niños y ancianos y el principal adversario, el mayor explotador y opresor de los pueblos del mundo: el imperialismo mundial.

El más reciente ejemplo de lucha que se dio en Colombia fue el 28A, donde millones de luchadores en las calles, tanto hombres como mujeres, lograron asestar un importante golpe al agresivo plan del gobierno de ultraderecha de Duque, tumbando su reforma tributaria y al ministro que la pretendía ejecutar. Desafortunadamente, por la traición de quienes dirigieron el proceso, la lucha no pudo ir más allá y fue desviada hacia el proceso electoral en el que se encuentra inmersa la población actualmente. La multitud de candidatos para parlamento y presidencia, con frases vacías, reivindican el papel de la mujer en diferentes cargos de poder y se escuchan promesas de cambio sobre la equidad e igualdad de derechos. Venden la idea de que en la coyuntura electoral “todos somos iguales”. Un hombre = voto y una mujer = un voto. ¡Nada más falso! Su único objetivo es engañar para evitar la tan temida lucha de clases. Centrarse en las elecciones y en la acción individual de votar para que las masas olviden las combativas y multitudinarias movilizaciones que lograron conquistas. Todos los candidatos actuales en Colombia repiten el mismo discurso. Ninguno reivindica la lucha y movilización como el verdadero camino para lograr los objetivos de las masas. Todos tienen en común la defensa del sistema capitalista basado en la explotación de los trabajadores. Unos defienden a los grandes capitalistas y otros a los medianos y pequeños, pero al fin y al cabo, defensa del sistema.

Es en la época electoral donde más evidente se hace la diferencia entre opresión y explotación,  ya que existen mujeres que hacen parte del poder reinante. La mujer burguesa que escala niveles dentro de la sociedad capitalista no se plantea como propósito la eliminación de la explotación de la mujer y por extensión de su opresión. Tal es el caso de la Vicepresidenta y Canciller de Colombia, Martha Lucía Ramírez, quien defiende que se explote a otras mujeres y apoya candidatos al lado de los grandes empresarios que exprimen el sudor de millones de mujeres por pírricos salarios. Ella no representa los intereses de las obreras, madres comunitarias, vendedoras ambulantes, campesinas y tantas más cuya situación sigue sin solución, porque el problema no radica en su condición de género sino de ser clase explotada.

En otro sentido, encontramos mujeres que si bien son importantes líderes de sectores populares como Francia Marquez, desafortunadamente no representa los intereses del conjunto de la clase obrera y explotada, ni sus métodos. No plantea como salida fundamental, la transformación de fondo de esta sociedad dividida en clases, ni ubica como principal enemigo a la burguesía, reivindicando la necesidad del método de lucha directa con la movilización de masas. Confía y llama a confiar en el tranquilo camino del proceso electoral, pidiendo a las masas creer que así se lograrán cambios. Esto se da porque defiende los intereses de la clase media, así sea rural o popular, lo que le impide tener posturas de lucha del lado de la clase obrera.

Por eso, es importante no caer en el engañoso pantano electoral y mientras no existan candidatos propios de la clase obrera, que representen los intereses de los millones de mujeres y hombres trabajadores, se debe mantener un posición de clase independiente y combativa pensando en la organización de los oprimidos contra los explotadores.

Sólo luchando por intentar cambiar esta sociedad, hombro a hombro junto al trabajador y al pobre, la mujer alcanzará su completa liberación. En ese camino, estamos convencidos que en la actual guerra, las mujeres Ucranianas y Rusas, junto con sus hermanos trabajadores, deberían centrar su batalla en derrotar a los dos bandos imperialistas y así, convertir esa guerra de rapiña en una guerra revolucionaria que transforme de raíz las condiciones de las mayorías.

En el proceso de entender estas tareas históricas como fundamentales hacia el porvenir de las mujeres y las masas, no desconocemos la importancia de las conquistas democráticas logradas por tantas mujeres aguerridas que vieron en la movilización combativa el medio para lograr sus fines. Tal fue el caso de la lucha de cientos de mujeres que a través de los años lograron el acceso a la educación no solo primaria, sino secundaria y universitaria; o las sufraguistas del Siglo XIX en EEUU e Inglaterra que lograron el derecho político a votar y ser votadas. Las primeras mujeres en obtenerlo, fueron las revolucionarias rusas después de la caída del Zarismo en 1917; también, las multitudinarias protestas que se dieron durante el 2020 en EEUU a raíz del asesinato de George Floyd a manos de la policía y en las que las mujeres afro descendientes cumplieron un rol destacado. Y no podemos olvidar la batalla del movimiento feminista en Argentina por el derecho al aborto legal, gratuito y seguro, quienes tras años de una constante lucha conquistaron en las calles el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida. Estos son solo algunos ejemplos de lo que la unidad y lucha puede lograr en el marco de las libertades democráticas. Así, podemos imaginar el salto que se podría dar si con la unidad de todas y todos los trabajadores y las masas se avanzara en la organización y la movilización permanente para transformar de ráiz las bases del sistema.

Entendemos que no es una tarea fácil, que es de largo aliento y que el gran objetivo, es que los trabajadores del mundo se doten de una organización propia que les permita dar un combate organizado tanto nacional como internacional. Y a eso estamos comprometidos los socialistas revolucionarios. Ese es nuestro llamado.

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