Foto de archivo

28 de Agosto de 2023

OPCIÓN MARXISTA INTERNACIONAL Y  DEMOCRACIA DIRECTA


En 1940, el 21 de agosto fue asesinado León Trotsky, el último gran dirigente de la revolución socialista en Rusia, quien aún sobrevivía al exterminio de los revolucionarios rusos, llevado adelante por Stalin y la burocracia gobernante en ese entonces en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ese crimen fue encargado a un militante del Partido Comunista español, reclutado y entrenado por la policía política del estalinismo (GPU) para esa única misión. El vil ataque estuvo precedido por varios atentados en su contra y fue apoyado por los dirigentes de todos los partidos “comunistas”, incluidos el mexicano y el cubano, quienes ya habían falsificado la historia, borrando hasta las fotos y tergiversado los estudios históricos, para desprestigiar a Trotsky.

La orden de asesinarlo, la llamada «Operación Pato»[1], fue firmada directamente por Stalin y la realizó Ramón Mercader (alias Jacson Mornard), quien atacó por la espalda al “viejo”, clavando en su cráneo un piolet [2] y dejándolo herido de muerte. Aun así, Trotsky con 60 años de edad, pudo defenderse, derribando a su atacante y luchando por sobrevivir, pero su muerte sobrevendría 26 horas más tarde.  Posteriormente, Mercader sería condecorado como héroe en la Unión Soviética y con ese mismo reconocimiento vivió cómodamente bajo el cobijo del gobierno de Cuba liderado por Fidel y Raúl Castro. Así, aquella criminal acción fue premiada por el estalinismo.

No se trató de una venganza personal de Stalin, aunque muchos den esa interpretación. Fue una operación conscientemente contrarrevolucionaria. La burocracia estalinista quería eliminar la continuidad revolucionaria del bolchevismo y liquidar la experiencia revolucionaria que representaba Trotsky, quien había cumplido un papel dirigente en las revoluciones rusas de 1905 como presidente del primer Consejo Obrero (Soviet) y en octubre de 1917, junto con Lenin, condujo al proletariado al triunfo en Rusia. Luego se destacó como el brillante organizador del Ejército Rojo, entre muchas facetas cumplidas a la cabeza del primer Estado Obrero revolucionario en la historia.

Al liquidarlo, el estalinismo cumplía su papel contrarrevolucionario y otorgaba un gran servicio al imperialismo, pues él y los marxistas revolucionarios agrupados en la IV internacional, organización revolucionaria que había fundado, representaban un potencial peligro para los capitalistas. Trotsky y los trotsquistas de la época, en medio del aislamiento y persecución, luchaban por dar aliento y orientación a las luchas revolucionarias de los trabajadores en el mundo, contra los gobiernos capitalistas y el imperialismo. Batallaban, además, para impedir que los capitalistas pudieran mostrar las atrocidades y traiciones del estalinismo como el auténtico «socialismo obrero».  Combatían  la campaña de los capitalistas de presentar como auténticos continuadores de Lenin y los bolcheviques, a los enterradores de la revolución rusa, china (1927) y española (1936), además de otras traiciones y a quienes, con su nefasta política ultraizquierdista, permitieron el triunfo de Hitler y los nazis en Alemania.

Stalin ordenó eliminar la personificación de una lucha consecuente contra el capitalismo imperialista. Lanzó un salvavidas a los gobiernos capitalistas en los lugares del mundo donde los trabajadores y pueblos se lanzaron a derrocarlos. Suprimieron a quien se oponía a la nefasta política de los “Frentes Populares”, instrumentada por los partidos comunistas (estalinistas) en el mundo. Frentes de conciliación de clases y pacto con el sector de “izquierda” de la burguesía, para conformar gobiernos en coalición con políticos burgueses calificados de “democráticos” o “progresistas”. Política, que hoy, a través de los llamados “gobiernos de izquierda” sigue conduciendo la lucha obrera y popular a los callejones sin salida a los que han sido llevadas las masas trabajadoras en Venezuela, Argentina, Perú y otros países.

Era la aplicación de la política y programa de “coexistencia pacífica con el imperialismo”, impulsada por la burocracia dirigente en la URSS y de los demás países (Cuba, China, Europa Oriental, etc.), en los países donde la revolución tocaba a la puerta. Con esa estrategia estalinista, finalmente los países “socialistas” fueron destruídos y conducidos de vuelta al dominio del capitalismo imperialista, al retroceso social y a la degradación que éste significa para la clase trabajadora y las masas. Una de las trágicas consecuencias de esa raetauración, la apreciamos hoy en la invasión de Putin a Ucrania y esa guerra de las potencias en el centro de Europa. 

Ese funesto resultado, reveló como correcto el combate de Trotsky contra el programa estalinista de “coexistir en paz” con el imperialismo. También se ratificó por la negativa, su pronóstico de que, si la revolución rusa no se ponía al servicio de la revolución mundial, el resultado sería la restauración capitalista.

Al asesinar a Trotsky, Stalin eliminó una dirección revolucionaria en la batalla para que los imperialistas no condujeran la humanidad a la II Guerra Mundial y a la barbarie nazi.  Liquidó la posibilidad de aprovechar revolucionariamente la insurrección mundial de las masas tras la Segunda Guerra Mundial, que habría podido dar fin al imperialismo en Europa.

Como reflexionó el escritor Leonardo Padura sobre el carácter político de este asesinato: «Cuando Mercader hunde el piolet estalinista en la cabeza de Trotsky» supuso el principio del fin de la Revolución Rusa, el «punto climático» en que «las actuaciones, las decisiones, las políticas entran en un rumbo que termina en la disolución de ese proceso».[4]

Los estalinistas suprimieron la esperanza que significaba para el proletariado mundial, su papel dirigente. Anularon la posibilidad del triunfo del socialismo con democracia para las grandes mayorías trabajadoras del mundo, que, de haberse llevado a la práctica, tal vez habría cambiado el destino de la humanidad. Este asesinato, entre otros factores, permite explicar porque la burocracia ayudó al imperialismo a destruir los “países socialistas” y que siga dominando hasta el día de hoy la economía y la política mundiales. Que continúe avanzando en la destrucción de la naturaleza  que ha llegado al actual estado de ebullición, a causa de la acción depredadora de las trasnacionales sobre ésta. Y llevar al conjunto de la humanidad y a quienes ejercen la labor más valiosa, los trabajadores, a la barbarie o a la extinción nuclear.

Hoy, aún bajo las repercusiones de la pandemia, asistimos al enfrentamiento y disputa entre las más poderosas potencias capitalistas, cada una buscando lograr nuevas áreas de influencia para sus respectivas trasnacionales, por la hegemonía política, militar y el dominio de los mercados. Presenciamos la primera dramática expresión con la guerra rapiña que desgarra a Ucrania y amenaza al mundo. A diario, estos y otros hechos muestran el peligro que significa este sistema. La terrible realidad en que sobreviven los desposeídos y excluidos del mundo, así como las minorías étnicas o de género, echan por tierra las creencias que difunden los defensores del capitalismo, acerca de posibles cambios positivos en la vida y condiciones de trabajo de la población trabajadora bajo este sistema capitalista e imperialista. Ese espejismo se sostuvo hasta el estallido financiero de 2008, la gran recesión y el retroceso que inició desde allí para las potencias y el sistema de conjunto. 

Las ilusiones en que con más democracia y bastantes elecciones, se logrará un nuevo período de bienestar y justicia social, así como las pretensiones de un cambio con tibias reformas parlamentarias para ilusionar al pueblo con la utopía de que es posible “humanizar” este sistema explotador, opresor y violento,  están mostrando sus límites y muy rápido. Esos ensayos reformistas, se están estrellando contra el pavimento de lo que este sistema representa y de la crisis económica y social que hoy atraviesa. Ese factor que les imposibilita las reformas por tímidas que ellas sean. Si los trabajadores no logran independizarse de ellos y quienes los sostienen, no podrán enfrentar esa falacia, y su fracaso servirá para nuevas tragedias, pues gobiernos burgueses de extrema derecha, más explotadores, represivos y autoritarios aprovecharán la desmoralización y frustración que resultará.  

Los capitalistas utilizan los fabulosos e innegables avances tecnológicos y técnicos, para dar a entender que, salvo algunos desajustes menores, este sistema significa progreso y bienestar para la humanidad de conjunto. Encubren que el beneficio alcanza para los opulentos y las capas medias de los países desarrollados y los atrasados. Tras ello, quieren ocultar la realidad en que viven las grandes mayorías, que padecen las desigualdades, el hambre, la esclavitud asalariada, la miseria de los sin techo y sin tierra, la violencia contra los débiles, los jóvenes sin futuro, la plaga de la drogadicción, etc.

Bajo este sistema capitalista la sociedad de conjunto no progresa, no avanza, antes bien sigue retrocediendo. Algo señalado certeramente por Trotsky en el programa fundacional de la IV Internacional[3] :

“Las nuevas invenciones y mejoras técnicas no consiguen elevar el nivel de riqueza material. En las condiciones actuales de crisis social del sistema capitalista en su conjunto, cada nueva crisis coyuntural impone a las masas mayores sacrificios y sufrimientos…”. Es decir que “las fuerzas productivas de la humanidad han dejado de crecer”.

Este pronóstico se corrobora hoy cuando la crisis por hambre amenaza millones pues la inmensa capacidad tecnológica y científica alcanzada, sigue puesta al servicio del lucro de las trasnacionales capitalistas del mundo que la poseen y de su capacidad militar incluso nuclear, para defenderlas. Si se descorre el velo puesto por los capitalistas, los extraordinarios inventos y avances tecnológicos, siguen enriqueciendo y ampliando a niveles sin precedentes la brecha entre ricos y pobres.

Este sistema necesita ser derribado, cambiado. No se ha logrado  demoler por falta de lucha, heroísmo y sacrificios del pueblo trabajador y las masas. Sigue en pie llevándonos a la degradación, debido a la política y programa de quienes dirigen las organizaciones y acaudillan las protestas, para salvarlo, una y otra vez. Tras la derrota de finales de los años 80s, la gran mayoría de las organizaciones que se reclamaban de los trabajadores y de “izquierda” y hasta del marxismo revolucionario, renunciaron a luchar consecuentemente contra el sistema, pues cambiaron de bando. Se pasaron a la defensa del capitalismo y la democracia…burguesa. Su gran cruzada es para cambiar el “modelo neoliberal” y mantener el sistema capitalista. Inculcan a sus seguidores, utilizar la movilización, la huelga y la lucha, sólo como presión para conquistar con el voto gobiernos y escaños en el parlamento y hacerlo de la mano de políticos burgueses, travestidos en “progresistas”. Su horizonte invariablemente lo constituye la actividad electoral.

A pesar de esas direcciones y su negativo papel, así como los reveses en la lucha del proletariado, Trotsky apostó a la capacidad revolucionaria de la clase obrera, para resistir, levantarse de nuevo, enfrentar las crisis y luchar por revolucionar esta sociedad para construir una nueva bajo su liderazgo.

Por eso, su nombre está asociado a la confianza en esa capacidad revolucionaria del proletariado y el pueblo trabajador. La experiencia revolucionaria bajo las banderas del marxismo que sintetizó Trotsky, nos permite seguir en pie. Sigue siendo un extraordinario punto de apoyo para quienes, al calor de las huelgas, estallidos sociales y batallas que se vienen sucediendo en América Latina y el mundo, con la guía del marxismo revolucionario, nos empeñamos en alentarlas hacia la conquista del poder por los trabajadores y por construir una organización política internacional propia de la clase obrera que practique un auténtico internacionalismo proletario. Organización regida por una irrestricta democracia interna como medio para precisar la política y para lograr una acción centralizada ante burgueses y burócratas, enemigos de la revolución.

El triunfo de la causa de los trabajadores del mundo no es una quimera. La revolución socialista y la conquista del poder para la clase obrera y sus aliados, es una necesidad urgente ante los nubarrones que amenazan la humanidad y el planeta.


[1] La operación Utka o Pato fue un plan diseñado por la GPU, aprobado personalmente por Stalin.

[2] También llamado “piqueta” que es una herramienta de montañismo y para escaladores.

[3] Trotsky. Programa de Transición: la agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional. El proletariado y sus direcciones. Los Soviets.

[4]Leonardo Padura reflexiona sobre Trotsky, El Tiempo. 19 de agosto 2020. El título “La luz que Stalin necesitaba apagar”. Leonardo Padura.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí