Juliana Vergara y Dago López – Octubre 03 2021
Contexto y emergencia del 28 A en Colombia
Las recientes movilizaciones del 28 de septiembre de 2021, convocadas por el CNP como acciones pacifistas, se caracterizaron por una escaza participación y por enfrentamientos aislados de pequeños grupos de activistas con el ESMAD. No tuvieron impacto alguno sobre las políticas del gobierno. Las escuálidas movilizaciones y escaramuzas del 28 de septiembre, por diferentes que parezcan, tuvieron un elemento en común: todas están al servicio de la campaña electoral.
Distando mucho de estas acciones se encuentra lo sucedido en Colombia a partir del 28 de abril de 2021. Fue algo completamente inédito, no visto en décadas recientes, al menos desde el Paro Cívico Nacional de septiembre de 1977.
El estallido del 28-A no fue un rayo en cielo sereno; estuvo precedido por un ascenso de la lucha de masas en varios países del mundo y América Latina durante 2019, cuyo correlato en Colombia fue conocido como el 21N. Desafortunadamente la posterior emergencia de la pandemia del Covid, en 2020, permitió a los gobiernos imperialistas de todo el mundo arremeter con violentos planes contra los trabajadores y las masas de los países semicoloniales, produciendo un reflujo de la lucha de clases. Siguiendo las orientaciones del FMI, la OCDE y demás instituciones imperialistas, el gobierno de Duque en Colombia venía implementando un paquetazo contra los trabajadores y las masas, mientras la riqueza de un puñado de potentados extranjeros y nacionales aumentaba, a costa del hambre y sufrimiento de amplias capas de la población. Parte de este paquetazo era una regresiva reforma tributaria que pretendía esquilmar más a los trabajadores y la clase media, siendo la gota que rebosó la copa para que las masas retomaran la ofensiva y cambiaran abruptamente la relación de fuerzas con el gobierno de ultraderecha de Duque, haciéndolo retroceder unos pasos, constituyéndose este hecho en un importante triunfo político con relación a la historia reciente de la lucha de clases en el país, que no tenía la experiencia de derrotar un plan de gobierno mediante la lucha y movilización masiva.
Se evidenció el arrojo y valentía de las masas, que no cedieron en sus pretensiones a pesar de la violenta represión con que el régimen trató de aplastarlas, lo cual puso en evidencia los rasgos fascistas del gobierno Duque, al que no le tembló la mano para atacar con las fuerzas de represión a los manifestantes. La movilización multitudinaria en las calles mostró así mismo la efectividad no sólo para lograr conquistas para los de abajo, sino también para combatir la violencia estatal y paramilitar.
Las causas más profundas que explican el estallido social tienen que ver con la desigualdad estructural de esta putrefacta sociedad capitalista, que en un país como Colombia se ha ampliado de manera brutal: el hambre, la miseria, el desempleo -que en los jóvenes está cerca al 30%- los míseros salarios, las altísima tasas de trabajo informal (que rondan el 50%), la falta de oportunidades, de vivienda, y el precario acceso a la educación y la salud, son un caldo de cultivo que se expresa en altos índices de inseguridad tanto en el campo como en las ciudades. A esto se suma la enorme influencia del narcotráfico en la mayoría de las actividades económicas del país, que le da la excusa perfecta al imperialismo norteamericano para su agresiva política de “guerra contra el tráfico de drogas” que somete mucho más a la nación a sus dictámenes. Toda esta situación acumulada durante años y agudizada durante la pandemia, emergió con una fuerza inusitada expresándose en las calles, en medio del riesgo al contagio, contra el gobierno de Duque, siempre servil al imperialismo yanqui.
La lucha popular se coló por las grietas abiertas en las alturas, expresadas –entre otras- en las vehementes declaraciones de Gaviria, jefe del Partido Liberal, que se oponía al proyecto inicial de reforma tributaria; también en la oposición de Vargas Lleras, del Partido Cambio Radical, que buscaba conseguir mejores cuotas burocráticas en el gobierno. Esta crisis entre el gobierno y las élites burguesas se exacerbaron con la emergencia del movimiento de masas, al punto de producir importantes diferencias en el partido de gobierno por el manejo de las protestas, sumado a las constantes críticas de otros sectores de la burguesía que abogaban por un manejo diferente del estallido social, que diera predilección al diálogo con los manifestantes (zanahoria) y no a la represión (garrote) como lo venía haciendo Duque. Desafortunadamente, debido a la política del CNP y los dirigentes de la “Primera Línea”, esta crisis en las alturas no fue aprovechada a favor del movimiento de masas, cuya decisión de lucha no fue canalizada y organizada consecuentemente para asestar golpes más contundentes al gobierno dada su debilidad en ese momento.
Este importante hecho de la lucha de clases en Colombia permitió demostrar de manera contundente el arrojo y la valentía con que la juventud y el pueblo pobre y trabajador colombiano enfrentaron al gobierno de Duque y sus medidas orientadas por el imperialismo. El estallido social puso momentáneamente en aprietos al aliado estratégico de EE. UU en la región, punta de lanza de su guerra contra el narcotráfico y del asedio contra Venezuela y Cuba, haciendo evidente la eficacia de la lucha de los pueblos oprimidos contra la burguesía explotadora, cuando deciden enfrentar a su enemigo de clase.
Los protagonistas y sus diferentes métodos de lucha
Sin lugar a dudas el protagonismo fue de los sectores populares, destacándose el rol de vanguardia que cumplió la juventud. Sobre todo, los más pobres (jóvenes ni-ni, que ni estudian ni trabajan) con un profundo sentimiento de odio hacia el gobierno uribista y las instituciones del establecimiento burgués, que, hastiados de la marginalidad, la falta de oportunidades y el encierro, demostraron su determinación de lucha en las calles.
Diversos sectores de la clase media como los trabajadores asalariados y la pequeña burguesía de los gremios camionero, taxistas, motociclistas, entre otros, también fueron partícipes. Cabe destacar el rol de FECODE, el sindicato de maestros a nivel nacional, que fue el único que tomó la decisión de sumarse a la lucha con el paro de labores.
Con excepción de los trabajadores petroleros de la USO en Barrancabermeja, la clase obrera industrial -por orientación de la CUT, CGT y CTC- no se sumó a la lucha de manera organizada y con sus métodos, lo cual le hubiera dado un impulso decisivo. Nunca hubo una política ni un plan por parte de estas direcciones para convocar a los trabajadores del sector productivo, lo cual objetivamente le restó fuerza y contundencia.
La participación del campesinado en general, con su estructura organizativa, fue marginal al proceso, así como el movimiento indígena, con excepción de algunas comunidades del sur occidente del país que hicieron presencia importante en ciudades como Cali y Popayán.
Aunque la participación de las masas fue a nivel nacional, se destacaron Cali y Bogotá por su masividad y combatividad, reflejo de la agudización de la crisis social en estas regiones del país. No cabe duda que las gigantescas movilizaciones callejeras y multitudinarias concentraciones fueron el eje central de la acción de masas y el método de lucha inaugurado en el país, que permitió asestar importantes golpes políticos al gobierno Duque.
Otros métodos de lucha muy diferentes y separados de las masivas movilizaciones de masas fueron los saqueos, incendios, destrucción de la infraestructura pública y de particulares, llevados a cabo por pequeños sectores de la juventud estudiantil y marginal, evidenciando su inconformismo y rebeldía, acciones que el gobierno utilizó hábilmente para desvirtuar e invalidar las justas motivaciones del levantamiento, así como para reprimirlo violentamente.
Sectores de los camioneros y habitantes de algunas regiones y barrios bloquearon calles y carreteras (una forma válida de lucha) para expresar su inconformidad con el gobierno y hacerse escuchar. Sin embargo, estos bloqueos, al entorpecer el movimiento habitual de las mercancías por el territorio nacional, así como la circulación de las personas, fue aprovechado por los especuladores para aumentar los precios de los productos, produciendo un impacto negativo en el bolsillo de la población, lo cual fue utilizado por la burguesía y el gobierno para hacer propaganda en contra de la lucha.
Los bloqueos efectuados por los jóvenes de la llamada “Primera Línea” fueron otro tipo de acciones que se llevaron a cabo fundamentalmente en la ciudad de Cali y sus alrededores, así como en Bogotá en menor número. Protagonizados por grupos minoritarios, con un método vanguardista descolgado de las marchas, concentraciones y bloqueos multitudinarios -y con un control totalitario- impusieron restricciones a la movilidad de trabajadores, habitantes y mercancías en los puntos donde se ubicaron.
Aunque al principio algunos de esos puntos lograron la solidaridad de la población, posteriormente, por ese método totalitario de imponer el control, se fueron aislando aún más de los habitantes de los barrios aledaños y el apoyo se fue reduciendo, hasta que quedaron a merced de la represión del régimen.
Los logros
Como se anotó antes, la lucha masiva y persistente en las calles fue la que permitió obtener rápidamente los logros más contundentes y significativos, así ellos sean, como en toda gran lucha, fundamentalmente políticos y no económicos: tumbar el regresivo proyecto de Reforma Tributaria y al cerebro de ésta, el odiado Ministro de Hacienda Carrasquilla. Estos triunfos alcanzados en pocos días, del 28 de abril al 4 de mayo (días antes que empezaran a hacer presencia los grupos de jóvenes activistas de la “Primera Línea” en los bloqueos y enfrentamientos en algunas ciudades) ratifican que el método de la lucha directa de las masas es el camino más eficaz para alcanzar las conquistas de los de abajo. Gracias a estas conquistas, la balanza de la lucha se inclinó a favor de los de abajo, aunque fuera de manera temporal.
Los dos primeros triunfos del movimiento de masas dieron aliento al proceso y permitieron otros avances como el retiro del proyecto de reforma al sistema de salud, la matrícula cero para el segundo semestre de 2021, la ampliación de la cobertura de la educación pública superior en algunas ciudades, así como algunas otras concesiones económicas que, sin estar en la agenda y el presupuesto de Duque y de los gobiernos regionales, tuvieron que ser concedidas a las masas, sobre todo a los jóvenes, para calmar el descontento.
Otro logro de la lucha fue el impacto que tuvo en otros países, concitando la solidaridad de muchos manifestantes que salieron a las calles a expresar su apoyo en EEUU, Francia, España, Alemania, entre otros.
Aunque importante, lo alcanzado con la lucha popular es parcial y no resuelve de fondo la grave problemática social que dio origen al estallido. Esta problemática sólo se solucionará con proceso liderado por la clase obrera -con la huelga y el paro combativo de sus labores productivas como métodos de lucha- que instaure un gobierno de los trabajadores y sus aliados en beneficio de la mayoría de la juventud y el pueblo trabajador, y expropie las trasnacionales imperialistas y a la burguesía nacional, para avanzar en la derrota del sistema económico y social imperante, causa de todos los males de esta sociedad.
Pero más allá de esto, el levantamiento popular deja importantes lecciones de lucha para el movimiento de masas, que a pesar del atraso de años y de sus direcciones, avanzaron en su conciencia al evidenciar el poder que tienen cuando salen decididas a las calles, logrando colocar contra las cuerdas a los gobiernos de los poderosos.
Política del CNP
La dirección de la lucha estuvo en cabeza del Comité Nacional de Paro (CNP) organismo integrado por directivos de las centrales sindicales: CUT (Central Unitaria de Trabajadores), CGT (Confederación Nacional del Trabajo), CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia), FECODE (Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación), Dignidad Agropecuaria, la Confederación de Pensionados de Colombia (CPC), la Confederación Democrática de los Pensionados (CDP), la Cruzada Camionera; grupos de activistas estudiantiles como la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (ACREES) y la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (UNEES).
Para el 28 de abril el CNP llamó a realizar un “Paro Nacional” por la “Vida, Paz, Democracia y Contra el nuevo Paquetazo de Duque”, poniendo un signo igual entre “Paro nacional” y marchas o bloqueos, dos formas de lucha diferentes. Esta política inicial de las direcciones no planteaba la más mínima exigencia al gobierno para resolver la necesidad más imperiosa para las masas: evitar más muertes por la pandemia. Destinar recursos suficientes para dotar los hospitales públicos que atienden a la población pobre, así como un plan masivo de vacunación, eran planteos que había que hacer en ese momento. Por otro lado, estaba la conquista de la renta básica para la población más pobre y vulnerable, política que el CNP se negó a levantar desde el principio.
Aprovechando la convocatoria del CNP, y superando todo pronóstico, las masas se lanzaron a las calles a pesar del riesgo de contagio por el Covid-19, situación que se repitió en los días siguientes al 28A. El 1 de mayo fue apoteósico. A pesar de la declaratoria de toque de queda en muchas ciudades y a pesar que el CNP llamó a celebrar un 1M virtual, mostrando que su intención era echarle agua fría al incendio, las masas continuaron en las calles, en un claro gesto de hartazgo con el gobierno. ¡El volcán del descontento social había hecho erupción!
Una vez logradas las conquistas iniciales (caída de la tributaria y del ministro Carrasquilla), una dirección consecuente tenía que aprovechar el impulso inicial para organizar la lucha y dotarla de un plan de acción para profundizarla y ampliarla. Darse un plan para incorporar a la clase obrera organizada sindicalmente, y dirigir la lucha hacia la derrota definitiva del paquetazo de conjunto, por la renta básica para los desempleados e informales, tumbar todos los decretos lesivos a los trabajadores aprobados en el marco de la emergencia sanitaria, plan masivo de vacunación y presupuesto para la salud pública para evitar más muertes por coronavirus, así como las democráticas: cese a la brutal represión, juicio y castigo a los culpables, desmonte inmediato del ESMAD, democratización de las FFMM y derrotar las alas fascistas que asomaron la cabeza en algunas ciudades como los “camisas blancas” de ciudad jardín en Cali
En vez de esto, el CNP inició un pacto de cúpulas a puerta cerrada con el gobierno, sin someter los preacuerdos a refrendación con las masas. Ante el temor de no poder controlar las masivas manifestaciones, las direcciones políticas y sindicales del movimiento obrero y de masas, tanto las que conforman el CNP como las de la “Primera Línea”, implementaron su política de siempre: hacerle juego al gobierno nacional y al imperialismo. Se enfocaron en las negociones con Duque y las administraciones locales y llamaron a confiar en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, organismo de la democracia burguesa capitalista-imperialista. Esta fue una política consciente para desgastar la lucha de masas, dejando a los manifestantes a merced de la represión del régimen y de los sectores paramilitares, dando tiempo al gobierno para recomponerse luego del golpe inicial que le había asestado el levantamiento.
El CNP, al tratar de conciliar con el gobierno un pliego de reivindicaciones como si se tratara de una negociación sindical, y no como un tema político, dirigió la lucha al callejón sin salida de la concertación con el enemigo de clase, en vez de reorganizar a las bases para continuar la lucha, fortalecerla y extenderla con un paro nacional de la producción. Fue una infame traición al movimiento, que fue duramente reprimido sin que el CNP se trazara una política para impedirlo.
Posteriormente, ante el agotamiento de la lucha, el CNP cambia su táctica y decide burocráticamente llevar al parlamento burgués la aprobación del pliego de negociación que no pudo concertar con el gobierno, generando falsas ilusiones en esta podrida institución del régimen. La campaña electoral en curso fue uno de los intereses que motivaron esta táctica del CNP. Así lo dijo claramente el dirigente de FECODE, Nelson Alarcón: “Esto es de largo aliento, esto es para llegar con miras a 2022 y seguir mucho más allá, para derrotar al Centro Democrático, para derrotar a la ultraderecha y llegar al poder en 2022”.[1]
El fenómeno de la “Primera Línea”
La “Primera Línea” hizo presencia en unidad de acción con el levantamiento popular, pero sin participar en las acciones masivas. Alejado de éstas, con un método elitista y al servicio de sus objetivos particulares, sus dirigentes influenciaron a un sector de jóvenes para adelantar los bloqueos en puntos estratégicos de algunas ciudades.
Su política y métodos de focos de activistas aislados estuvieron al servicio de crear “un escenario de guerra” en redes sociales[2] con el fin de presionar al gobierno para que cumpla los puntos del “Acuerdo de Paz de la Habana” que se ha negado a implementar. También para logra ambientar el inicio del proceso de negociaciones de “paz” con el ELN, como se conoció luego.
La orientación dada por las organizaciones políticas de la “Primera Línea” puso a estos jóvenes de carne de cañón, para que enfrentaran con piedras y molotov a unas fuerzas de represión armadas hasta los dientes. En vez de fortalecer la lucha de masas, los aisló de las gigantescas marchas y movilizaciones donde hubieran cumplido un rol importante.
La miseria y pésimas condiciones de vida de amplios sectores de la juventud, agudizadas por el manejo que dio el gobierno a la pandemia, fue lo que los motivó a enfrentarse de manera decidida y valiente, pero con un método de lucha que ha mostrado su fracaso. Deja de lado la experiencia histórica y la del propio levantamiento, que demostró una vez más que es “la acción masiva de la población” la que hace retroceder a los gobiernos y logra triunfos. Por eso nuestro llamado a los jóvenes es a colocar esa indignación, energía y valentía al servicio de las acciones de lucha masivas, única protección frente a la violencia del régimen y los paramilitares. No sacrificarse en acciones descolgadas que la comunidad no decidió hacer. ¡La causa obrera y revolucionaria los necesita!
Duque: ¿chao, chao, chao?
Teniendo en cuenta la política de la dirección del CNP y de la “Primera Línea” es válido preguntarse lo siguiente: ¿El nivel de organización de las masas en lucha disputó en algún momento el poder al gobierno? ¿Hubo expresiones de auto-organización de las masas que se erigieran en organismos de poder alterno al poder de la burguesía en el gobierno? ¿Se erigió el CNP o la dirección de los jóvenes de la “Primera Línea” como poderes alternos al gobierno de Duque?
Nosotros consideramos que esto no sucedió. No hubo expresiones de poder dual, ni siquiera molecular, fundamentalmente porque las direcciones del proceso no orientaron a las masas a organizarse de mejor manera (la mayoría del movimiento en las calles no se veía representada por las direcciones burocráticas del CNP o de la “Primera Línea”). Es por la inexistencia de reales organismos de base barriales o juveniles, y mucho menos organismos de poder dual, que planteamos que no estaban dadas las condiciones objetivas para la caída del gobierno y por ello la política más acorde era llamar a la creación de esas organizaciones con las bases, instancias que de fortalecerse, hubieran podido en un momento determinado disputarle el poder al gobierno. Sólo en ese momento la consigna ¡Fuera Duque! se hubiera constituido en una posibilidad real.
Las direcciones políticas y sindicales como CNP, El Partido Comunista, Unión Patriótica, UP, Comunes, Disidencias Farc, utilizaron el levantamiento para presionar al gobierno a cumplir con el “Acuerdo de Paz” firmado con las FARC, negociar con la guerrilla del ELN, y fortalecerse electoralmente, como lo demuestra la campaña electoral en curso. Ninguna organización política tenía el propósito de tumbar a Duque. Al contrario, con las negociaciones que llevaron a cabo con el gobierno, le dieron un respiro.
¿Movilización combativa de masas o marchas pacifistas y acciones de pequeños grupos?
Las direcciones burocráticas del CNP y de la “Primera Línea”, con su política a dos puntas: pacifismo, desmovilización, ilusiones en la “negociación” con Duque y alcaldes, por un lado. Bloqueos a rajatabla y enfrentamientos de pequeños grupos aislados por el otro, en vez de organizar a las masas desgastaron el proceso y le facilitaron al gobierno implementar su política de garrote (represión, asesinatos selectivos, detenciones y desapariciones) y zanahoria (diálogo y promesas de cambios favorables a los pobres) lo cual le permitió desactivar la bomba social que había estallado. ¡Flaco favor de estas direcciones a la lucha de las masas!
Por otro lado, la política de las direcciones de la “Primera Línea”, estuvo al servicio de disputar con el CNP la dirección del movimiento. Con el argumento cierto que el CNP no representaba a la mayoría de los participantes del levantamiento, dividieron con sus acciones el imprescindible frente de lucha contra el gobierno y su régimen asesino. Además, debilitaron las movilizaciones masivas, pues le sustrajeron la energía y voluntad de lucha de los jóvenes. En vez de llamarlos a centrar su participación en las acciones multitudinarias, los hicieron protagonistas de los bloqueos y enfrentamientos con la policía, mezclados con actos culturales. Posteriormente, cuando la lucha perdió fuerza, se dedicaron a organizar encuentros de activistas que llamaron “Asambleas Populares”, que ni tenían una real representación popular, amplia y democrática, y mucho menos expresaban el sentir de las masas que se levantaron contra el gobierno.
Mención aparte, con excepción nuestra, casi todas las organizaciones trotsquistas que hacen presencia en el país, más allá de alguna frase perdida sobre la necesidad “del paro de la producción” o “una huelga general”, nunca tuvieron como eje de su política el que la clase obrera, con sus organizaciones y sus métodos de lucha, entrara a liderar el proceso. Antes bien, algunas de ellas capitularon a la política vanguardista de las direcciones de la “Primera Línea”. Magnificaron la llamada “Asamblea Nacional Popular”, ANP (organismo policlasista conformado por activistas auto designados y bajo el férreo control de Congreso de los Pueblos y demás organizaciones políticas y erigieron a esta organización política pequeño burguesa como alternativa de dirección revolucionaria para los trabajadores del país.
¿De las calles a las urnas?
Desde diferentes posturas, hay algo en lo que coinciden todas las direcciones de las organizaciones políticas que participaron del levantamiento: canalizar la indignación popular y las ilusiones de cambio hacia el pantano electoral. Nueve meses antes de las elecciones, queda evidente lo que realmente motivó su convocatoria a la protesta: el proceso electoral. Pero a pesar de ello, la multitudinaria acción de las masas populares fue algo que superó sus cálculos. Por eso su afán de calmar el descontento popular a toda costa.
De manera unánime todas se encuentran trabajando arduamente para conducir las necesidades de las masas y la juventud, su inconformidad e indignación por la desigualdad social, el hambre, la violencia y asesinatos que no cesan, así como la angustia por la pandemia, hacia las calmadas aguas de los actos, discursos y promesas de cambio por la vía de las elecciones. Tal como insisten casi a diario Petro y sus aliados: “la principal movilización de la juventud debe ser hacia la Registraduría a inscribir su cédula”.
Así, además de otorgar una tregua de casi un año al gobierno y los empresarios, ilusionan a los jóvenes y los trabajadores en que los graves problemas que agobian a la mayoría en este país se resolverán ganando una mayoría en el Congreso (institución donde se reparten las cuotas burocráticas y el presupuesto del estado) o votando por un candidato que diga representar los derechos de los de abajo, así sea “progresista”. Tal personaje no existe, pues por democrático que sea, si no toca las raíces de este sistema capitalista de opresión y explotación, no solucionará definitivamente los problemas de los trabajadores, la juventud y los pobres.
La situación actual
El que el gobierno haya retomado la iniciativa, así sea momentáneamente, gracias al favor de las direcciones del proceso, y también gracias a que los partidos de la burguesía cerraron filas alrededor suyo, no significa que Duque, el régimen político y/o el imperialismo hayan logrado revertir a la situación y colocarla completamente a su favor. El gobierno y el uribismo siguen atravesando dificultades y traspiés (salida del ministro de las TIC; desaprobación de Duque en las encuestas del 60%; escándalos y mayor desprestigio de la policía y ejército, etc.) aunque no provocadas por el movimiento de masas.
Por ahora la situación actual en el país está centrada en la campaña electoral. Las organizaciones sindicales y políticas, así como los partidos burgueses y pequeñoburgueses, se encuentran realizando actividades para posicionarse mejor con miras a la rapiña electoral de 2022. La lucha de clases directa por ahora se ha replegado, lo cual no significa que las masas hayan sido derrotadas. Desafortunadamente, no hay tan siquiera una alternativa electoral clasista que represente los intereses de los trabajadores y los pobres.
El tremendo malestar social sigue vivo, pues grandes sectores de la población se debaten ente la incertidumbre y el desespero. Esto es así porque las causas estructurales y las condiciones objetivas que detonaron el proceso no se resolvieron, sino que, por el contrario, se siguen profundizando. Máxime cuando el gobierno burgués que salga electo en 2022 siga con el sometimiento del país a la dominación y dictados de los gobiernos imperialistas y de las potencias capitalistas con sus trasnacionales. Razón por la cual seguirá aplicando sus planes y paquetazos -así lo haga con careta democrática y ecologista- para continuar saqueando con sevicia los bolsillos de los asalariados y pobres, en otro intento por recuperar su maltrecha economía y seguir pagando la gigantesca deuda externa acumulada por años, que Duque aumentó a través de préstamos con las entidades financieras imperialistas en el marco de esta pandemia, para beneficiar a los grandes capitalistas nacionales y extranjeros.
Se seguirán gestando entonces, las condiciones para nuevos levantamientos y nuevas luchas masivas en un futuro no lejano, ya que la burguesía no dará tregua y las masas en este país ya pasaron una prueba de fuego con éxito. Como se dice coloquialmente, “El genio salió de la lámpara y será difícil volverlo a meter”. Las masas le perdieron el miedo a la represión y saben lo que se puede conseguir con la lucha y la movilización masiva.
[1] https://www.infobae.com/america/colombia/2021/06/11/representante-de-fecode-en-el-comite-del-paro-dijo-que-esta-en-sus-probabilidades-ser-candidato-al-congreso-en-2022/
[2] “SOS nos están matando”