Alexandra kollontai, russian revolutionary, social theorist and stateswoman (1872-1952), kollontai in 1910. (Photo by: Sovfoto/Universal Images Group via Getty Images)

Prólogo

Las «catorce lecciones» de este libro las pronuncié en la primavera de 1921 en la Universidad Sverdlov de Leningrado ante mujeres estudiantes que tenían que trabajar posteriormente en las secciones femeninas. Una parte de las conferencias se recogió en taquigrafía y la otra parte la redacté yo misma con ayuda de mis propios apuntes, en otoño de 1921.

Yo quería con mis conferencias tanto dar a las estudiantes una idea básica del punto de vista marxista sobre el problema de la mujer -y claro es, en forma fácilmente accesible-, como demostrar también -en los cuatro últimos capítulos- la revolución en las condiciones de vida de la mujer en la República de Trabajadores, en la cual entiendo su reconocimiento como miembro de pleno valor de la sociedad. La nueva situación de la mujer conducía no solamente a una renovada valoración positiva de sus derechos políticos y sociales, sino también a un cambio fundamental de las relaciones entre hombre y mujer.

Esto se puso en evidencia, en especial el año 1921, cuando la Revolución, con el tránsito del comunismo de guerra a la Nueva Economía Política (NEP), se hallaba en el comienzo de una nueva época. El estado del desarrollo del proceso de liberarse de las tradiciones de la sociedad burguesa se dejaba ver más claramente que antes por razón de las consecuencias que producía la NEP en la Unión Soviética. Durante los tres años de la revolución, en los que se derribaron los pilares fundamentales de la sociedad burguesa y se intentaba tenazmente erigir con la mayor rapidez posible las bases para la sociedad comunista, reinaba una atmósfera en la que las tradiciones rebasadas se extinguían con rapidez increíble. En su lugar brotaban ante nuestros ojos formas totalmente nuevas de sociedad humana. La familia burguesa ya no era indispensable. La mujer, por razón del trabajo general obligatorio para la comunidad, y en ésta, se encontraba con formas de vida totalmente originales. Se hallaba obligada a estar presente en el trabajo no sólo exclusivamente para su propia familia, sino también para la colectividad; surgían nuevas condiciones de vida y también nuevos tipos de matrimonio. Cambiaban las relaciones entre padres e hijos. Ya en 1921, ese año tan decisivo, se manifestaron los primeros brotes de modos de pensar nuevos, nuevas costumbres, nueva moral, y ante todo y con especial agudeza, nuevo papel de la mujer y de su importancia para la colectividad y el Estado soviético. Bajo el tronar de los cañones que defendían a nuestra república de trabajadores revolucionarios en innumerables frentes, se derrumbaban las tradiciones del mundo burgués, herido de muerte.

Muchas formas de vida, ideas y normas morales han desaparecido hoy totalmente o se encuentran en estado de liquidación general. La NEP no estaba en situación de detener los cambios en la familia y el matrimonio, y tampoco podía debilitar la posición de la mujer en la sociedad. Pero, de momento, las nuevas formas de vida, como las que experimentaban las trabajadoras de las secciones femeninas, no producían ningún efecto en la gran mayoría de las mujeres. Las nuevas relaciones sociales, así como también la situación de la mujer, se encuentran ligadas indisolublemente a la estructura y organización del sistema económico. El desarrollo de una producción socialista origina la disolución de la familia tradicional y con ello hace posible una creciente igualdad de derechos y una posición más libre de la mujer en la sociedad. Como siempre existe indefectiblemente la posibilidad de un rodeo y de un retraso en la construcción de nuestra sociedad comunista, esto significa lógicamente que el proceso de la amplia emancipación de la mujer puede estancarse temporalmente.

La situación y la influencia política de la mujer activa no son comparables, hoy, con las condiciones que dominaban en el año 1921. Ciertamente, nuestras obreras y campesinas han defendido con fortuna las conquistas de los primeros años de la Revolución y han ampliado y asegurado, aunque con diferente éxito, los derechos de las mujeres trabajadoras. No hay ninguna duda de que las fuerzas sociales que el trapajo obligatorio general de las mujeres había conseguido con las que se habían creado las condiciones objetivas para la transformación de las costumbres familiares y de vivir se han debilitado sustancialmente para este tiempo. Los cambios económicos y políticos ya no se consiguen hoy por presión de las masas movilizadas, sino que se llevan a efecto a ritmo notablemente reducido bajo la dirección consciente del partido comunista de Rusia. Pero esto quiere decir que en la práctica sólo se imponen, desgraciadamente, esos cambios por el Partido cuando las conquistas revolucionarias son amenazadas por la burguesía.

Me he decidido a no corregir ni ampliar esta nueva edición de mis lecciones. Una nueva revisión que las adaptara más a las circunstancias actuales les privaría de su modesto valor, que estriba en reproducir la atmósfera laboral de aquellos años, en describir hechos y acontecimientos de la vida real que caracterizan la rica amplitud de la revolución y la situación de las mujeres activas en la República de trabajadores.

Y en verdad debo aclarar que mi libro sólo proporciona un cuadro incompleto de la solución del problema de la mujer en una fase muy circunscrita de la revolución.

No obstante me he decidido a publicar las lecciones en su forma original porque estoy firmemente convencida de que un estudio y comprensión del pasado -es decir en este caso una investigación de la situación de la mujer en el desarrollo económico- contribuye a un entendimiento mejor de nuestra tarea actual y al robustecimiento de la semilla que brota del mundo comunista. Y esto vuelve a ser, naturalmente, una ayuda a la clase trabajadora en la búsqueda del camino más corto para la total y absoluta liberación de la mujer trabajadora.

Alexandra Kollontai, Oslo, 1925.



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