Manifestación. Foto SEMANA

H. Klement. 30-08-24 Actualizado 03-09-24          

Ha pasado más de un mes desde que se diera el cuestionado resultado electoral en Venezuela, cuando el Consejo Electoral, CNE, otorgó como ganador a Nicolás Maduro. Algo ratificado posteriormente por el Tribunal Supremo de Justicia, TSJ. Ambos organismos dependientes y bajo control completo del gobierno chavista. Es decir sin la llamada “separación de poderes” o “contrapesos institucionales” que reclama siempre la clase dominante, para poder regatear sus intereses específicos e impedir que un sólo sector se quede con todo. Algo elemental de la reglas del juego institucional burgués, que desde sus inicios el chavismo se comprometió a respetar.

Sin embargo el gobierno y esas instituciones proclaman el triunfo de Maduro, sin publicar las Actas de Votación, saltándose una regla básica del juego electoral. No obstante, Maduro y la cúpula militar chavista podrían acabar la polémica de forma muy rápida y sencilla: el CNE publica las Actas que están en su poder y termina de un plumazo con las dudas sobre si hubo fraude. Sin embargo, no lo hizo.

Para juzgar y en aras de la seriedad, es necesario, tal como recomienda Alina Bárbara López,[1] atenerse a los hechos actuales: “Maduro declaró públicamente antes de las elecciones que las iban a ganar `a las buenas o a las malas´; hubo muchas denuncias formales… donde… testigos ante las mesas de…votación…fueron impedidos de acceder a esa función; a los testigos de la oposición autorizados por ley…se les impidió el acceso en las mismas puertas del CNE;… Según el gobierno de Nicolás Maduro, hubo un hackeo originado desde Macedonia del Norte que ralentizó el conteo de votos, sin embargo, no le ha solicitado al gobierno de ese país abra una investigación para dilucidar el asunto. Al menos no se conoce sobre tal investigación en curso…; El CNE no mostró las actas como debería, y como establece la ley electoral de Venezuela; El sistema electrónico de votaciones de Venezuela…se precia de ser altamente confiable pues deja una saga a lo largo del proceso. Ello permitió a la oposición disponer de las actas que deben ser entregadas en cada colegio, según la ley, no se las robó ni mucho menos. Esas actas fueron publicadas”[2].

Ignorando esos y otros hechos, el régimen chavista escudado en que el bloqueo y agresión constante de parte de EEUU -injerencia completamente repudiable- y en una supuesta defensa de la soberanía nacional o de “la revolución bolivariana”, ha desatado una brutal represión que no puede recibir sino rechazo, no sólo de los luchadores honestos, sino de cualquier demócrata serio. Con más de 25 asesinatos, 200 heridos y unos 2.500 detenidos, incluyendo dirigentes de la oposición, restricción a la libertad de prensa y la aprobación de una ley que otorga al gobierno amplios poderes para cerrar ONG, etc., quiere asentar su triunfo electoral. Al igual a cualquier gobierno burgués reprime a los opositores. Pero a diferencia de sus pares de América Latina, debido a su debilidad actual pues carece de respaldo mayoritario en la población, recurre a métodos especialmente despóticos, persiguiendo y proscribiendo a cualquier sector que se le oponga. Incluso, como es el caso, contra sectores burgueses altamente reaccionarios, pero limitados a hacerle oposición con fines estrictamente electorales y que no se han levantado en armas contra él. Por esas características particulares, recurre a los métodos similares a los implementados por gobiernos burgueses o burocráticos de sus países aliados (Nicaragua, China, Rusia, Cuba, Irán o Siria).

Foto EFE_ Ronald Peña R.

Mientras, la oposición, liderada por María Corina Machado, reclama como suyo el triunfo electoral y publicó sus propias Actas en un sitio Web, las críticas y rechazo al resultado dado por el CNE, abundan.

Desde el Departamento de Estado de EEUU y la Unión Europea hasta la OEA, la ONU, pasando por casi todos los gobiernos, tanto de derecha como de “izquierda”. Casi todos los gobiernos extranjeros intervienen exigiendo la publicación de las Actas del resultado electoral, nuevos recuentos, nuevas elecciones, plebiscitos, etc. Algunos proponen que los dos bandos pacten un acuerdo y se abra una transición de cohabitación entre ellos. Otros, cada vez menos, –como los de Rusia, China, Nicaragua o Cuba- reconocen el triunfo de Maduro como algo transparente y “legítima” expresión de la voluntad mayoritaria del pueblo.

Todos los gobiernos, encabezados por los de las potencias occidentales, aunque divididos en el apoyo o rechazo a uno de los bandos enfrentados, no tienen problema en opinar a su antojo y proponer salidas sobre los asuntos internos de ese país, llevándose de calle el derecho soberano del pueblo venezolano a resolver, por los medios que crea necesario, la monumental crisis en que está sumido el país desde hace años.

El hecho de que Maduro y el chavismo se escuden hipócritamente en la defensa de la soberanía nacional, como burda maniobra para legitimar sus arbitrariedades, no invalida la existencia de ese derecho democrático de los pueblos. Esa es una importante conquista[3]. Por eso los gobiernos imperialistas nunca lo han respetado, pues constituye un importante recurso de los pueblos de los países dominados por ellos, para resistir el expansionismo de aquellos. Es algo muy legítimo, aunque hoy la casi totalidad de los gobiernos lo consideren un derecho “devaluado”, pasado de moda. Y aunque que sectores de la «izquierda» moderada, lamentablemente siga sus pasos.

Desafortunadamente Maduro y la “izquierda” que lo apoya, sólo lo invoca por conveniencia. De su parte, la izquierda que se reclama del socialismo revolucionario, ha “olvidado” ese derecho básico, alejándose de una postura enfática en rechazo al bloqueo e injerencia de las potencias, reivindicando la defensa de los países atrasados ante la intromisión, así estén gobernados por sátrapas como Maduro.  El antiimperialismo se les volvió una frase vacía.

De nuestra parte mantenemos ese criterio cardinal. Defendemos el derecho soberano que asiste a los venezolanos a resolver la crisis en que se encuentra el país y que padecen sobre todo los asalariados y los sectores más pobres de la población. Así como siempre hemos denunciado y enfrentado el bloqueo o la injerencia imperialista contra la nación venezolana, rechazamos hoy cualquier propuesta e intromisión actual de los gobiernos de EEUU y demás potencias capitalistas, por más “democráticas” que se autodefinan. Pues, en últimas, son los imperialismos y los grandes empresarios capitalistas los que han conducido el país a la ruina. Rechazamos también, la injerencia de los gobiernos ultra reaccionarios como el de Argentina, El Salvador, Perú, Uruguay , que se sumaron al coro proyanqui, acompañados ahora por Boric de Chile. Y, en otro plano, la intromisión de los gobiernos de “izquierda” que se hoy ven obligados a distanciarse tibiamente de Maduro y se mueven vacilantes entre las presiones y exigencias de las potencias y aparentar que están a favor de los reclamos democráticos de la población venezolana. De forma ambigua y vacilante Petro y Lula se pronuncian distanciándose de Maduro, mientras López Obrador balbucea esperando en qué dirección sopla el viento. Todos usan la crisis venezolana para evitar que la atención se vuelque sobre sus propias crisis internas. Así, tratan de preservar su propio electorado. Pero al igual que el resto, se creen con derecho y autoridad para dictar cátedra sobre lo que debe o no debe hacerse en Venezuela.

Las acusaciones de fraude y el reclamo del triunfo de los opositores al gobierno, respaldados por los EEUU y la Unión Europea, UE, agudizan el ya viejo enfrentamiento entre los dos campos o bloques políticos en disputa, el del chavismo y el de la oposición burguesa proimperialista. Las potencias occidentales, a nombre de defender “la democracia” se entrometen en interés de sus respectivas trasnacionales. Lamentablemente, las actuaciones del régimen chavista, desde hace años, abrieron un amplio espacio -y hoy con el resultado electoral tramposo, lo abren más- a una oposición burguesa fortalecida, a una mayor agresión e injerencia de los gobiernos imperialistas y sus organismos satélite como la OEA o la ONU, la llamada Fundación Carter y otros organismos similares. Todos recurren a discursos sobre “la transparencia” o el “respeto a la democracia y los derechos humanos”, para avanzar en su intromisión y de paso apuntalar a sus aliados María Corina Machado y la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), para avanzar en su objetivo de re-conquistar un gobierno, no como el actual, sino totalmente adicto a sus intereses. Que les allane el camino para regresar al dominio total de ese país y la expoliación a manos llenas de sus recursos minero-energéticos.

Foto: AVN

Por su parte, el campo político encabezado por Maduro y su aliados la cúpula militar chavista y sus asesores del régimen cubano, sin aportar las Actas ni alguna prueba seria, alegan un triunfo irrefutable y se atornillan al poder. Se escudan en una supuesta defensa de la “soberanía nacional” que se desmiente con el papel que cumple como peón de China y Rusia o en otra escala, de Irán o Turquía, en el juego geopolítico con EEUU-UE como potencias mundiales. No por casualidad los gobiernos de Rusia y China –y sus satélites de Cuba y Nicaragua seguidos por la mayoría de los Partidos Comunistas-, apoyaron desde el primer momento el resultado anunciado por el oficialismo chavista y felicitaron a Maduro por el triunfo otorgado por las autoridades electorales controladas por el régimen. Eso explica además, el silencio cómplice de todos ellos ante la represión y asesinatos que hace el gobierno contra los sectores juveniles y populares, que espontáneamente se lanzaron a la protesta callejera y que la oposición de la PUD nunca convocó pues solapadamente rehúye y teme.

Así, nuestra defensa de la nación venezolana contra el bloqueo o las continuas agresiones imperialistas, no requiere ni significa que apoyemos o guardemos un silencio cómplice ante el gobierno chavista, la represión y su grosero fraude o robo electoral.

No caemos en la trampa diseñada por EEUU y las grandes potencias, que presenta la realidad política en blanco y negro, dónde todo se reduce a un enfrentamiento o lucha entre “democracia” y “dictadura”. Menos, en la política capituladora a ese truco, en que cayó hace años la «izquierda campista” [4], para quienes, y siempre de acuerdo a sus conveniencias, todo se reduce a una lucha entre la “derecha” y la “izquierda”. Para todos ellos sólo existen dos campos o bloques políticos, uno “reaccionario de derecha” y otro “democrático y progresivo”. Y los trabajadores y pueblos están obligados a escoger únicamente entre esas dos opciones. Las arbitrariedades y autoritarismo de regímenes como el chavista, del de los Castro en Cuba, Ortega en Nicaragua, Rusia y China o los ayatolás en Irán, han servido en bandeja de plata para que potencias como EEUU, la UE y las demás, que han invadido, bloqueado, colonizado y arrasado a muchos pueblos del mundo, hoy aparezcan como los abanderados de la “democracia y la libertad”. Ese criterio campista, entre otras cosas, es lo que ha llevado a casi todas las organizaciones reclamadas como de «izquierda» a renunciar a una postura independiente y a dividirse -y a los trabajadores- ante la guerra en Ucrania, alineándose con alguno de los campos en disputa. Ya sea el de Ucrania-OTAN y los imperialismos occidentales o el de los emergentes como Rusia-China, en esa guerra reaccionaria y de rapiña entre esas potencias. Volveremos luego sobre esto.

Por todo ello, nuestro rechazo a esas intromisiones de EEUU-UE y sus gobiernos aliados en América Latina, así como la defensa de la nación y su derecho soberano a decidir lo que quiera, no significa algún tipo de apoyo político al gobierno de Maduro y los militares. Son posiciones completamente diferentes. Menos aún ante los múltiples atropellos, represión asesinatos de ese régimen despótico y totalitario, contra los jóvenes y sectores de la población que ha salido a protestar contra la continuidad del gobierno, por su cuenta y riesgo.

¿Es democrática la oposición encarnada por María Corina?

Deslumbrados con la figura de María Corina Machado a la cabeza de la llamada PUD, el candidato Edmundo González y su campaña centrada en la promesa electoral de “libertad y democracia” para muchos venezolanos hastiados del régimen de Maduro, apareció como expresión de cambio, ante el inocultable manejo arbitrario y opresor de 11 años de gobierno de Maduro y después de 25 de dominio del chavismo.

Siendo cómplices silenciosos del bloqueo y agresión de los EEUU contra la nación, levantan ese planteo de luchar para “poder vivir en libertad y en democracia”, como eje de su campaña. Acompañado de ofrecer solapadamente a la cúpula del gobierno y los militares “acuerdos de amnistía y justicia transicional”, junto con gaseosas afirmaciones sobre “sancionar la corrupción, reducir la inflación y mejorar los salarios”, por primera vez en los varios años que lleva esta disputa, se abrió paso esta vez en forma arrolladora esa opción de la PUD. Son sectores que coinciden en presentarse como defensores de la democracia y la libertad, alternativos ante el fracaso del “socialismo” que supuestamente representa Maduro y el chavismo, así como otros gobiernos denominados de “izquierda” del continente (Petro, Lula, López Obrador, Cuba, Nicaragua, etc.).

Machado y González y la PUD utilizan los anhelos de libertad y democracia existentes en la población para lograr el respaldo a su proyecto, escondiendo que es para recomponer el deteriorado capitalismo existente en Venezuela. En verdad hablan de “libertad” para golpear al régimen autoritario, pero para lograr “libertad” de mercados, libre circulación de mercancías, capitales y mano de obra. Hablan de “democracia” electoral pero limitada a las libertades políticas. Obvian mencionar la democracia de los músculos y los nervios: el derecho a comida, salud, vivienda, educación y salarios suficientes para las grandes mayorías. Como buenos capitalistas, de eso no hablan.

Buscan relanzar las empresas y recomponer las ganancias de los empresarios capitalistas nacionales y extranjeros que ellos representan. Los une en el  fondo, su interés en recuperar juntos el control total de la renta petrolera, del país con mayores reservas del mundo (303,800 millones de barriles), para saquearlos, así como de otros importantes recursos naturales del país. Volver a la explotación con “libertad” y en “democracia” de los trabajadores y lograr el retorno de la mano de obra que emigró. Para eso necesitan volver a ganar el control del gobierno y disponer para ellos de las enormes ganancias que hoy tiene la cúpula militar y el chavismo.

«Libertad» para volver a subordinar completamente el país a los intereses de EEUU y la UE. De allí su sintonía con los políticos más de derecha y extrema derecha del continente. María Corina Machado basa su “vocación democrática” en su afinidad con los EEUU, la supuesta mayor “democracia del mundo”. Esa «democracia» que arma y apoya el genocidio contra el pueblo palestino que hace el sionismo israelí, precisamente bajo el argumento de que actúa “en defensa de la democracia y la civilización”. Eso explica también la cercanía de este sector de las élites de Venezuela, con sectores políticos de la extrema derecha colombiana y continental, que se llenan la boca con las palabras sobre democracia o libertad mientras tienen la misma postura ante el genocidio y de sumisión ante el bloqueo de los EEUU contra Venezuela.

Foto: AFP

María Corina Machado  y su sector buscan realmente la entrega total del país a los capitales extranjeros, sin las cortapisas que se vio obligado a poner el chavismo dadas las circunstancias que le impusieron las masas en lucha, con el heroico “caracazo” y el pánico que eso produjo al imperialismo y a las clases dominantes del país en ese entonces, que los llevó a liberar a Chávez apresado tras su fallido golpe y a aceptar, así fuera a regañadientes, su candidatura.

Cruel paradoja que las banderas de la democracia y la libertad no estén hoy en manos del gobierno de Maduro que se reclama progresista, antiimperialista y cuyos defensores presentan como demócrata y socialista del siglo XXI, sino en manos de las de prestantes figuras políticas de la oligarquía venezolana y sus partidos. Esa paradoja es atribuible completamente al chavismo y su fracasada utopía de querer “enderezar” o “reformar el capitalismo” y hacerlo humano, con lo cual pavimentó el camino al avance y fortalecimiento de la reacción burguesa y pequeño burguesa interna hoy agrupada en la PUD, apoyados sólidamente en el imperialismo yanqui, como sus voceros y agentes al interior del país.

Este, se trata de un nuevo episodio, en verdad más crítico, del ya viejo enfrentamiento entre los sectores de la clase dominante que el chavismo a caballo de la crisis y del “caracazo”, desplazó del gobierno y que como nuevo sector burgués emergente, terminó enquistado en el poder a costillas de la súper explotación de la clase trabajadora, la ruina del país y el empobreciendo generalizado de la población. En vez de haber aprovechado la energía, la lucha y el sacrificio de la población para erradicar definitivamente el sistema capitalista, echó por la borda la lucha de las masas.

De esta suerte, Machado y González voceros de los partidos burgueses tradicionales de ese país, así hoy estén reciclados bajo otros nombres, terminaron posicionándose como “demócratas” representantes de la “libertad” y el “cambio”. Gracias a la política campista del chavismo, el otro campo liderado por gentes estrechamente ligadas a negocios y acuerdos con las trasnacionales de EEUU y Europa, logran espacio político suficiente para presentarse como “recambio” y salida al desastre.

Las diferencias entre los dos opciones políticas o campos enfrentados, se reducen a un enfrentamiento que busca definir qué sector de los grandes capitalistas del país y las respectivas trasnacionales con las cuales se asocian, tiene en sus manos el gobierno. Quién se lucra de la renta petrolera y de otros recursos naturales, y quién entrega el país y sus recursos, asociado a trasnacionales extrajeras que los explotan. Más allá del rudo enfrentamiento, ambos representan los intereses de una misma clase social, la de los empresarios que quieren enderezar el maltrecho sistema capitalista en el país y perpetuarlo.

¿Es Maduro un demócrata antiimperialista? ¿O el chavismo representa el socialismo del siglo XXI?

Néstor Kirchner (frente), Hugo Chávez (I), Nicolás Maduro (C), Evo Morales (D). Foto: DAVID MARIS/AFP vía Getty Images

En verdad el chavismo en sus inicios se presentó como vocero del pueblo “olvidado”. Para abrirse paso y, ante todo, para calmar la ira popular y la profunda bancarrota de los dos partidos burgueses tradicionales (AD y COPEI), hizo innegables y valiosas concesiones a las masas más pobres. Para poder hacerlo enfrentó la voracidad de las trasnacionales petroleras de EEUU y europeas, para sacar una tajada de sus ganancias. Por eso se convirtió en blanco del bloqueo y agresión constante de EEUU y las potencias europeas. Pero hoy y por más más de 20 años, constituye, junto con la cúpula militar, la nueva élite privilegiada y aburguesada del país, asociada hace años en la expoliación de los recursos del país con otros imperialismos diferentes al yanqui, como el Ruso y Chino. Todo en beneficio propio y en detrimento de la clase trabajadora y los más pobres que, no por casualidad o capricho, han emigrado y por millones se encuentran dispersos por América Latina y el mundo.

Si bien la inicial postura independiente del gobierno chavista obligada en forma indirecta por la necesidad de la burguesía venezolana de encauzar el “caracazo” de febrero de 1989, en combinación con las necesidades del chavismo como sector burgués emergente, de disputarle una parte de la renta petrolera al desenfreno de las trasnacionales yanquis –y europeas-, para poder dar importantes concesiones sociales los sectores más pobres de la población y construirse como sector, significó para el país un avance en una dirección progresista. La crisis de 2008 y el desplome de los precios del petróleo sacaron a flote las limitaciones e inconsecuencias del chavismo.

Así como en la naturaleza en la política todo cambia. Nada es inmutable. Como todo sector burgués, al llegar la época de “vacas flacas”, se negó a ir a fondo en el necesario enfrentamiento a las potencias imperialistas y, por el contrario para mantenerse en el poder, empezó a descargar todo el peso de la crisis contra la clase trabajadora y el pueblo pobre y a recostarse en potencias emergentes (China, Irán y Rusia).

Sus defensores de “izquierda”, desde las organizaciones juveniles, populares y sindicales, basados en que los yanquis bloquean y agreden la nación, esparcen la especie de que Maduro representa un demócrata, socialista, bastión de resistencia antiimperialista y un defensor del pueblo venezolano. Así justifican todo lo que hace el régimen: la corrupción, el fraude, los atropellos y la represión, pues son en defensa de la llamada revolución bolivariana, argumentan.

Veamos. Al igual que otros recursos como el oro del Orinoco o el ser cabeza de puente para la disputa por el Litio en América Latina, la entrega del petróleo venezolano a las trasnacionales empezó hace años. Desde el 2007, Chávez pactó asociar a trasnacionales petroleras como Chevron de Estados Unidos, Repsol española, la británica Shell, la francesa Total, China National Petroleum y otras como Petrobras de Brasil, en calidad de empresas mixtas en la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA. Luego se sumaron Mitsubishi de Japón, y las rusas Lukoil, Gazprom, Rosneft. Exxon Mobil fue la única que no aceptó reconvertirse y se fue.

En el 2010 el propio Chávez siguió avanzando en la entrega del petróleo venezolano a las trasnacionales al firmar la entrega de varios bloques de la Franja del Orinoco. Y en el 2022 se ratificó la licencia de Chevron, que empezó a enviar 200.000 barriles de petróleo por día a EE.UU. Luego, la Asamblea Nacional (Parlamento), dominada por Maduro y el chavismo, autorizó una prórroga de 15 años a la empresa mixta petrolera de Venezuela Petro independencia, donde Chevron tiene un 34% de participación y que podrá operar hasta 2050 (Datos del Periódico Energía, 18/07/2024).

Entonces como sector burgués con intereses económicos muy entrelazados con algunas trasnacionales yanquis, europeas y de China o Rusia, desde Chávez hasta Maduro, junto con la cúpula militar que gobierna el país hermano, no representan una auténtica postura antiimperialista. Menos un “gobierno del pueblo” y menos que menos, un proyecto socialista o de “izquierda” como argumentan el chavismo y sus defensores de los partidos que integran los gobiernos de “izquierda” del continente, que en aparente paradoja, coinciden con los imperialistas, la extrema derecha y cuanto reaccionario existe (Milei, Buekele, Boluarte o los uribistas en Colombia), en afirmar que ellos sí representan el  “socialismo”.

Que no sea un gobierno completamente adicto a los intereses yanquis y sea víctima de la agresión imperialista, no convierte al gobierno y al régimen autoritario chavista en “antiimperialista”. O mostrar el desastre actual, como un triunfo contra el «neoliberalismo” o resultado de haber “humanizado” al capitalismo como prometió. De allí que hoy sea impresentable defender que todo el desastre de Venezuela –sólo comparable hoy al de Argentina- se deba exclusiva o fundamentalmente al “bloqueo yanqui”, como respuesta multiuso, copiada de la prédica del régimen cubano.

Esas mentiras no resisten ya ningún análisis serio. Es la consecuencia de aplicar una política que se propuso un «socialismo» que “…no entiende, en modo alguno, la abolición de las relaciones de producción burguesas…sino únicamente reformas administrativas realizadas sobre la base de las mismas relaciones de producción burguesas…”[7] 

Los dos bloques políticos enfrentados representan los intereses de sectores “élites”. Ninguno los intereses del “el pueblo” y menos los de los trabajadores. Ninguno de ellos representa una postura “antiimperialista” o significa una salida “progresista” para la clase trabajadora y las masas pobres del país. A pesar de sus diferencias, ambos bloques o campos son burgueses. No sólo se enfrentan y pelean en el terreno electoral con reglas del juego burguesas, sino que defienden el sistema capitalista y la explotación del trabajo ajeno, para beneficio de los grandes propietarios de las tierras, los bancos, las industrias, el comercio y el dinero.

La tragedia de los trabajadores venezolanos

Para los trabajadores y el pueblo venezolano, en particular para los más pobres que se encuentran en el exilio reducidos a la mendicidad y los peores trabajos como inmigrantes, se agrava una situación que viven hace años y constituye una verdadera tragedia. O, una suma de tragedias. Algo que NO afecta fundamentalmente a las élites enfrentadas políticamente y que hoy se desparraman en discursos, sino a la clase trabajadora y el pueblo pobre que la sufren.

Foto: Caraota Digital

Con la más alta tasa de inflación (carestía) de América Latina, que en 2018, sobrepasaba los 65.000%, aunque con la dolarización, que impera de hecho, para el 2019 la cifra bajó a casi 20.000% y sería del 99,9% para 2024. Ni hablar de los salarios de hambre, cuándo el salario mínimo mensual en Venezuela es de 3,50 dólares -en pesos colombianos alrededor de $15.000- la situación de una salud casi inexistente, sin insumos ni medicamentos, en condiciones ruinosas y un extenso etc.

La rabia y la inconformidad con la condición de vida que padecen tanto los trabajadores como la gran mayoría de la población, son producto de esa angustiosa situación social y económica que para nada sufren Machado, González o los empresarios que dirigen la PUD y tampoco la casta cívico y militar chavista, gobernante hace 25 años.

Situación de verdadero colapso económico y social que en la última década, obligó al exilio a casi 8 millones de venezolanos pobres, convertidos en desheredados, dispersos en varios países de América Latina y el mundo. Sólo Colombia recibió casi 3 millones, mientras según estimativos producto de la situación actual y de la ola de represión post electoral causada la deriva autoritaria de la cúpula chavista y los militares, en los próximos 6 meses otros 5 millones de personas saldrán de ese país. Esa es la verdadera razón del pánico de los gobiernos de Colombia y de América Latina, ante el recrudecimiento de la crisis y el agravamiento en las miserables condiciones de vida de la mayoría de los venezolanos.

Tragedia vs. ilusiones

Desde su inicio como clase, los capitalistas, han tenido la habilidad de presentar sus intereses particulares como los intereses del conjunto de la población o del “pueblo”. De allí, que las ilusiones de que con el triunfo electoral del bloque opositor, volvería el bienestar, la tranquilidad perdida y la paz para el país y que Maduro “respetaría” resultado electoral y que por ese medio se empezaría a solucionar la descomunal crisis del país, que por años lleva padeciendo la población y los trabajadores allí, fue alimentada por ellos y por todos los gobiernos, hasta la víspera. Los mismos que hoy se creen autorizados a opinar y meterse en Venezuela ante el opaco resultado. Esa ilusión por legítima que fuera, se esfumó. La crisis en vez de aliviarse, saca a la luz que es muy grave y profunda y que se requieren, más que elecciones y votos, medidas profundas realizadas por la clase trabajadora de manera independiente de la tutela de los capitalistas, para cambiar las cosas de raíz.

Foto: Cristian HERNANDEZ / AFP

La tragedia económica y social de los trabajadores y el pueblo se ve agravada por el hecho de que hace años han sido llevados a creer que  están fatalmente destinados a buscar salida a esa penosa situación, sólo por medios electorales, sin una decidida y profunda lucha directa para resolver sus penurias.

Destinados a creer que la bancarrota del país así como los gravísimos problemas sociales de desplazamiento, exilio, miseria, carestía sideral, salarios de hambre y condiciones de vida miserables, se podrán superar sin derrotar el bloqueo y liberarse definitivamente del dominio extranjero, con sólo recambios electorales.

De allí que hoy para la gran mayoría, esa tragedia hoy la reducen a que les robaron un triunfo electoral que creían asegurado. A que se esfumó la ilusión de que la oposición ganaría y que Maduro y la cúpula militar reconocerían el resultado y volvería la democracia a su país, para regresar y volver a vivir bien. Ilusión legítima pero ilusión al fin. Una nociva creencia inculcada por años por todos los partidos burgueses. También, en los últimos 25 años por el mismo chavismo y todos los gobiernos de “izquierda” y sus seguidores agrupados en la “izquierda” campista, reformista y sus dirigentes sindicales.

Fueron convencidos que se puede salir de esta grave situación sin necesidad de recurrir a la lucha directa y de alcance revolucionario, como reedición mejorada y aumentada del “caracazo” y otras gestas de su historia de lucha con la cual conquistaron avances, en sus condiciones de vida y trabajo, así fueran episódicos. Esa afirmación sobre la urgente necesidad de una salida revolucionaria a la crisis, puede parecer a muchos una quimera, pero es lo que acaban de lograr los estudiantes, trabajadoras textiles y los sectores populares en Bangladesh. Quienes con huelgas, movilizaciones multitudinarias, venciendo más de 300 asesinatos y una descomunal represión, hace pocas semanas derrocaron a la  primera ministra, Sheik Hasina, dando fin a 15 años de gobierno totalitario, durante el cual por su talante dictatorial la habían denominado como la “Dama de Hierro” de Asia.

Las causas de fondo

La pavorosa crisis económica, social, política y de todo tipo que hace años asola al país -solo comparable a la de Argentina hoy- es un hecho irrefutable. El imperialismo y los grandes empresarios del país son los responsables de esa crisis. No obstante, los distintos gobiernos de EEUU y otras potencias, así como todos los reaccionarios totalitarios de extrema derecha que en el mundo han sido –tipo Milei, Bukele, uribistas, Boluarte, etc.-, para atacar la causa del socialismo, maliciosamente se apoyan en el hecho de que el chavismo y sus amigotes castristas y reformistas, afirman que ellos representan el “socialismo”, para señalar que desastres como el de Venezuela –o Argentina-  son «el resultado lógico de los gobiernos de izquierda y del socialismo”.

Tanto el imperialismo como los partidos y gobiernos de la derecha reaccionaria, al igual que los propios chavistas y castristas, saben que realmente ningún gobierno de “izquierda” de los existentes en América Latina, busca algún socialismo. Menos uno liderado por la clase trabajadora. Ninguno pretende erradicar el capitalismo semicolonial de los países donde ganaron las elecciones, sino corregir sus aristas más irritantes y desarrollarlo, como declaró Gustavo Petro desde su posesión. Y allí está la raíz del problema.

Lula, Petro y López Obrador. Foto Socialite Mexicaine

Nunca trataron o tratan de construir un verdadero sistema socialista y menos dirigido por los asalariados. Sólo actuaron y actúan como “curanderos sociales” que tratan de “suprimir, con distintas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al capital ni a la ganancia”.[5] Por lo cual, si alguna crítica seria cabe al chavismo y sus pares, no es tanto por lo que hacen sino por lo que se negaron y se niegan a hacer. 

En verdad, la crisis se explica en alguna medida por criminal el bloqueo imperialista. Esa política de agresión e injerencia de EEUU, está en el origen de la crisis. Las sanciones, la agresión y el asedio constante de los EEUU y las potencias de Europa, contra el país que en los inicios del chavismo, se atrevió a desafiar las imposiciones imperiales y a limitar, aunque en verdad tibiamente, el tradicional saqueo de la renta petrolera y demás recursos por cuenta de las trasnacionales de esas potencias.

Pero si se trata de analizar con seriedad y profundidad esa no es la única causa. Y después de 25 años, no es la fundamental. El bloqueo y la agresión imperialista se combinaron con la falta de una respuesta acorde de parte del chavismo y sus seguidores en América Latina, para poder derrotarlos. Fue respondida por ellos con una política vacilante, de tibio nacionalismo burgués, nada más que barnizado como socialismo. Nacionalismo que, para resistir el ataque imperialista y a la vez mantener a raya la impaciencia popular, recurrió al predominio de los militares al frente del régimen, al autoritarismo, censura de prensa, represión, cárcel y asesinato de los opositores, combinado con maniobras o trampas electorales como las que se evidencian una vez más hoy.

Así, cuando llegó a su fin la bonanza petrolera que permitió al chavismo el impulso inicial, sus pretensiones de reformar y humanizar el capitalismo venezolano, se estrellaron contra el duro pavimento de la crisis económica mundial y el desplome de los precios del crudo. Desde allí, sin margen ya para dar concesiones y alejado el peligro de un nuevo estallido social como el “caracazo”, la cúpula chavista y militar se enquistaron en el gobierno a rapiñar en su exclusivo beneficio la renta petrolera ya menguada. Y para resistir los embates imperialistas y la presión de la reacción interna, echaron mano de la militarización de la sociedad y reprimir brutalmente, al tiempo que se lanzaron en brazos de China y Rusia, que como nuevas potencias imperiales emergentes, les importaba, y mucho, hacer negocios con petróleo barato y a la vez contar con firmes agentes de sus intereses, en el “patio trasero” del imperialismo yanqui. Venezuela empezó a jugar así como un peón de los intereses de esas nuevas potencias en el reparto entre diferentes potencias, de mercados e influencia de sus respectivas trasnacionales.

El chavismo, Maduro y la cúpula militar que dominan la economía, apostaron a esa limitada e inconsecuente política nacionalista burguesa para tratar de enfrentar la presión, injerencia y agresión imperialista y repartirse las riquezas del país con las nuevas potencias como China, Rusia y otras de menor calado.

La combinación de esos múltiple factores y otros que tal vez se nos escapan, condujo al desastre actual de Venezuela, que los gobernantes de EEUU y la UE, maliciosamente y para recuperar el perdido dominio sobre el país, atribuyen a un supuesto “socialismo” o fracasada gestión de la “izquierda”. Fracaso que hoy justifican o esconden sólo los más recalcitrantes oportunistas seguidores de Maduro y de los flamantes gobiernos de “izquierda”, junto a los gobernantes estalinistas de Cuba o los de Nicaragua, únicos aliados con que cuenta el chavismo hoy en día, pese a que sus propios pueblos, hace años les han dado la espalda.

 ¿Qué salidas proponen todos?

Todas las propuestas imperialistas y externas, tienen un denominador común: son propuestas hechas a las cúpulas, de los dos bandos enfrentados, la élites del régimen chavista y de los opositores, clamando por un pacto entre ellos, un acuerdo de cúpulas, por arriba, a espaldas de los trabajadores y el pueblo. Gustavo Petro con esa misma concepción elitista, propuso un acuerdo similar al “Frente Nacional”, por corto tiempo. Propuso reeditar en Venezuela el acuerdo oligárquico y antidemocrático entre las élites en Colombia para sacar a la dictadura de Rojas en cámara lenta, sin sobresaltos. Pacto de élite que significó la alternancia en el gobierno entre los dos partidos tradicionales de la burguesía, excluyente para cualquier otra organización política y que en 1970 hizo el fraude contra la ANAPO, el partido del cual surgió el M19. Régimen que además significó la aplicación del Estado de Sitio por casi 20 años con su cruda violencia estatal contra los reclamos de la población. Lula por su parte, llamó a un “Frente Amplio”, un gobierno de cohabitación entre los dos sectores, similar al que organizó en su gobierno, con sectores de la “derecha” de Brasil. Así, todos hablan del pueblo sólo para ganar su atención y votos, pero ponen todas sus esperanzas en lo que hagan las élites, para evitar que la ira popular con la situación se salga de control. Estos gobernantes con su titubeante política, solapadamente llevan agua al molino de los intereses de EEUU.

El enfrentamiento aparece como feroz. Pero, salvo matices, desde las distintas orillas ambos bandos coinciden, en impedir que la ira popular se exprese en lucha directa, en protesta callejera o huelgas obreras y se extienda.

Los opositores reclaman que no se reprima para no exacerbar unos ánimos que puedan desbordar la situación y sólo convocan pacíficas manifestaciones electorales de adhesión y bajo su control. El régimen chavista, por su lado, está decidido a aplastar la protesta. Con la llamada operación “Tun Tun”, asesina, reprime y hasta ahora ha encarcelado a más 1.400 manifestantes, acusándolos de «terroristas» y «fascistas«. Ante la crisis, ambos facciones temen y se oponen a que el protagonismo sea asumido por las masas en lucha. Ambos, aunque por diferentes medios, quieren impedir que la protesta se extienda o llegue a desestabilizar más al debilitado régimen. Temen la acción independiente del pueblo y los trabajadores. Los dos campos enfrentados revelan así su común instinto de clase privilegiada.

Asamblea Constituyente

En un momento donde la población confía mucho en las elecciones y consideran la disputa electoral como el único camino legítimo, ninguno propone la instancia más democrática dentro de la democracia burguesa, una Asamblea Constituyente. Como no podía ser de otra manera, ninguno de los sectores y sus defensores, que se presentan respectivamente como “defensores de la democracia” propone esa salida realmente democrática a la crítica situación. Ni mención a la convocatoria de una Constituyente que no se limite a redactar una nueva Constitución que sea amplia, soberana, democrática y libre, cuyo temario sea abierto y no pactado previamente entre las élites.

Evitan siquiera hablar de la Constituyente para que discuta y resuelva como derrotar el bloqueo y la agresión imperialista, como conquistar la vigencia de una real soberanía nacional y el cese definitivo de la entrega del petróleo y demás riquezas del país, no sólo a EEUU sino a cualquier potencia extrajera. Que disuelva el régimen político autoritario, que abra las puertas a amplias libertades democráticas y tome medidas para enfrentar los graves problemas de miseria, bajos salarios, salud, violencia, opresión. Es decir, que discuta y resuelva medidas para cortar de raíz todas las lacras que asolan al país y a la clase trabajadora.

Los campos enfrentados

Ya arriba nos referimos a la burda simplificación de la realidad política que, a conveniencia, reduce y polariza todos los enfrentamientos y luchas políticas existentes, a un lucha entre el campo de la “democracia” y el campo de la “dictadura”. Hoy en Venezuela reducen el enfrentamiento la «demócrata» María Corina vs. el «dictador» Maduro. Astutamente se busca encasillar a los trabajadores y los pobres para que se limiten a elegir alguno e los dos campos para colocarse a la cola y hacerlo de manera completamente acrítica. En el vecino país, al igual que en Colombia y otras latitudes, los trabajadores y el pueblo han sido llevados por sus dirigentes sindicales y políticos a escoger sólo entre alguno de las coaliciones políticas que aparecen en la disputa electoral, ocultando que ninguno de ellas representa los intereses de la clase trabajadora y el pueblo pobre.

Fotos: EFE/Bloomberg

En Venezuela, si bien los dos bloques electorales son muy diferentes pues mientras unos se distancian, otros se apoyan en el imperialismo yanqui, hoy ya es muy claro que no se trata simplemente de un enfrentamiento entre entre «demócratas» y «autoritarios» y mucho menos entre “el pueblo y las élites” del país. Se trata de agrias disputas entre sectores diferentes de una misma clase social, uno tradicional y otro emergente, de más reciente surgimiento (hace 25 años). Se revela como cierto aquello de que “La burguesía vive en lucha permanente…en todas sus luchas se ve forzada a apelar al proletariado (al «pueblo»), a reclamar su ayuda y arrastrarle así al movimiento político…”[6]. Si bien están enfrentados, ambos son campos burgueses defensores del sistema de explotación capitalista y ninguno representa una opción progresista para el pueblo trabajador. 

La coalición electoral liderada por María Corina Machado –ayer por Guaidó- agrupa y representa al sector de las viejas élites burguesas del país y a los que el chavismo, como sector emergente de nuevos empresarios, marginó. Su verdadero propósito es superar la actual crisis del país, pero para recuperar los negocios perdidos o diezmados de quienes ellos representan, que ni de peligro es el pueblo pobre. Enfrentada a las élites burguesas que emergieron hace unos años, en la disputa por el manejo y lucro de la riqueza petrolera y general, del país. No existe una perspectiva independiente con ninguna de estas variantes.

En verdad la lucha hoy es ¿Dictadura  vs. Democracia?

Por más de 30 años los reclamos y protestas contra las potencias, las élites y gobiernos capitalistas, la lucha cardinal en busca de solución a necesidades básicas de los trabajadores y los pueblos pobres en la ruta de imponer, un nuevo orden social y económico por medio de procesos revolucionarios, fueron radicalmente cambiados por las distintas políticos de la burguesía y las direcciones oportunistas. Ahora se trataba de “civilizar” la inconformidad, promoviendo que las protestas fueran conducidas sin excepción, al terreno electoral, dijeron. Sacar aire a las luchas y enfrentamientos de clase, reduciéndolas a un enfrentamiento por votos y puestos parlamentarios o en el manejo del gobierno, con una agenda de reclamos mínimos y democráticos que no cuestionaran el sistema y el orden social imperante. Lo hicieron con base en el triunfo mundial que les otorgaron las burocracias gobernantes en los países conocidos como “socialistas” y le permitió declarar el “fracaso del socialismo” y el triunfo de la democracia burguesa y sus instituciones o mecanismos electorales, como panacea.

Esa política se convirtió en la práctica y horizonte de la actuación de las organizaciones estalinistas, reformistas y centristas con influencia en el movimiento de masas. Así, casi todos los dirigentes y activistas -sindicales, políticos, estudiantiles o democráticos-, empezaron a limitar la protesta a pacíficas marchas y manifestaciones callejeras, al servicio de la disputa en el terreno electoral con los sectores más recalcitrantes de la derecha de la burguesía, para poder aliarse con los sectores de «izquierda» de la burguesía. Así colocaron a los trabajadores y la juventud a la cola de un bloque político o alianza de colaboración de clases, dirigida por políticos burgueses autodefinidos como “anti neoliberales, progresistas o democráticos”, para enfrentar (claro que limitados al terreno electoral y parlamentario) al bloque político de los voceros de la extrema derecha burguesa “neoliberal”. Ocultando deliberadamente que ambos campos políticos, más allá de sus importantes diferencias, coinciden en ser defensores de la continuidad del sistema capitalista y sacar riqueza de la explotación del pueblo trabajador. Es decir, ocultando el carácter de clase burgués de ambos bloques. Así la lucha fue restringida a una falsa dicotomía: el enfrentamiento entre “Dictadura vs. Democracia”, “derecha” vs. Izquierda” ambas burguesas. Por supuesto liderada por diferentes sectores de la misma clase de los explotadores nacionales, estrechamente asociados a explotadores de la metrópolis y sus trasnacionales. Esos polos aparentemente extremos, encasillan tras de sí a sectores de los trabajadores y sectores populares, como caudal electoral y carne de cañón de cada campo burgués.

A escala internacional, –los Partidos Comunistas, el Castrismo, el PT, el Kirchnerismo, el Pacto Histórico, el MAS boliviano, el Correísmo, entre otros-, reducen todos a un enfrentamiento entre de países que representarían campos supuestamente irreconciliables. Uno, “el campo imperialista y antidemocrático” con Estados Unidos a la cabeza; y el otro “el campo antiimperialista y democrático” liderado por Rusia y China. Con base en exagerar las reales diferencias existentes entre los bandos, esa izquierda “campista” descalifica y estigmatiza a quien no apoye en silencio a los regímenes Venezuela, de Cuba o Nicaragua y los gobiernos de izquierda. Cualquier organización que se atreva a criticar a los gobiernos de «izquierda» o si no se respalda a Maduro y avala que ganó las elecciones, es es acusada y perseguida como “fascista”, “imperialista”, “oligarca” o “agente de la CIA. Con relatos conspiranoicos, se sofoca cualquier crítica, huelga o lucha de oposición al gobierno, acusándola de ser parte de una conspiración y de promover un «golpe blando» contra el gobierno. Todos los opositores lo mismo si son de derecha o de izquierda revolucionaria, son metidos en un mismo saco.  

Con esa maniobra, muchos esconden así si uno de los campos o bloques políticos en pugna realmente realiza acciones en un sentido progresivo. Y ocultan que ambos campos, por igual son burgueses, así tengan diferencias y agrupen trabajadores y sectores populares tras ellos.

Hoy, así quieren tapar el hecho que hace años el chavismo ha dado totalmente la espalda a los más pobres y a la clase trabajadora en ese país, que ha debido huir al exilio para sobrevivir. Que representa una élite gobernante en Venezuela que sólo busca mantener funcionando el maltrecho capitalismo venezolano y lucrase, como casta gobernante, en su particular beneficio. Dejamos a la izquierda “campista” jugar ese lamentable y vergonzoso papel de arrastrar al fango las banderas del socialismo y, en los hechos, ayudar a los gobiernos imperialistas y capitalistas a desprestigiar y combatir la causa de la clase trabajadora.

Así, Chávez-Maduro en Venezuela, Evo Morales-Arce y el MAS en Bolivia, el kirchnerismo como sector del Peronismo en Argentina y el correísmo en Ecuador, etc., lograron aplacar y conducir a salidas electorales los estallidos sociales protagonizados por la clase trabajadora y el pueblo pobre contra los paquetazos impuestos por el FMI y demás organismos imperialistas, descargados en su momento por los gobiernos «neoliberales». Lograron capitalizar la protesta y lucha al servicio de un recambio electoral ante la “derecha” pero no para acabar de raíz con la miseria y la explotación, sino  dar algunas concesiones al servicio de sacar adelante con reformas sus proyectos burgueses emergentes, del bloque o campo político definido como “antineoliberal”, “democrático” o “progresista”, en el cual se agruparon.

Dicho campo “progresista” al ser burgués, obviamente no quería avanzar hacia ningún socialismo como pregonaron al inicio para cautivar seguidores y votos. Sólo esforzarse por alejar el peligro de la revolución y para ello dar concesiones sociales que aliviaran un poco la injusticia social y calmaran los ánimos. Así lograron estabilizar la situación y superar la crisis la economía, recomponiendo el sistema capitalista semicolonial. Le pusieron distintos nombres, pero cuyo objetivo no era erradicar definitivamente el capitalismo sino recomponerlo, humanizarlo. El pueblo venezolano y el argentino sufren en carne propia los efectos de ese proyecto de “capitalismo humano”. Cómo señaló el marxismo hace mucho tiempo, es la consecuencia de la política de organizaciones y dirigentes para los cuales “la construcción de esos castillos en el aire, se ven forzados a apelar a la filantropía de los corazones y de los bolsillos burgueses.”[8]

La tragedia que reseñamos al inicio se profundiza gracias al nefasto papel de esas direcciones de izquierda con influencia entre los trabajadores y las masas y desde los gobiernos de “izquierda” dónde anidan todos ahora. Una izquierda autodefinida como “moderada” que hipoteca los intereses y angustias de los trabajadores y los pobres, llevándolos a un callejón sin salida como en el que se encuentran Venezuela, Argentina y más temprano que tarde, los otros países que tercamente siguen aplicando esa receta. Es el resultado de convencer a la clase trabajadora de renunciar a su independencia como clase. De convencerla de limitarse a respaldar una coalición política de colaboración con curtidos y corruptos políticos los capitalistas, que los dirigentes juveniles, sindicales y políticos definen como coalición o campo “democrático” y camino eficaz para enfrentar a la “derecha” o a los “fachos”. Allí radica su «progresismo»

¿Hay salida?           

Desde los EEUU hasta los gobiernos que proponen un pacto entre los dos bandos enfrentados o cohabitación, coinciden en señalar que salida de la crisis no es fácil ni rápida. Y eso que proponen sólo un remiendo o paliativo pactado entre las élites. De allí que salir de la crisis atacando los problemas de fondo que están en su origen, puede ser aún más dificultoso y sonar “utópico” a algunos. La mayor dificultad para lograrlo consiste en que la casi totalidad de los dirigentes políticos y sindicales no soportan siquiera la idea de que la furia e indignación de los trabajadores y el pueblo se salgan de control y se oponen con todas sus fuerzas a que se abra paso un torrente revolucionario como sucedió en su momento con el “caracazo” y en otros estallidos sociales en distintos países de América Latina. Se oponen a señalar que el camino es similar al marcado  recientemente por los estudiantes y pueblo trabajador en Bangladesh. Los dirigentes con influencia en el movimiento de masas, ni mencionan esa salida. Ponen toda su influencia en lograr un pacto de cúpulas pues temen una ruptura de la frágil estabilidad burguesa actual, a la cual todo sector privilegiado, con justa razón, teme.

La clase trabajadora y el pueblo venezolano pueden labrase una salida autónoma a la actual situación. Requieren romper con sus direcciones actuales y rechazar colocarse a la cola de algún bloque político con partidos de la patronal. Organizarse y movilizarse de manera completamente independiente del gobierno, los militares y  de los políticos tradicionales de la burguesía, por más democráticos que se disfracen. En este caso, tanto del campo burgués que lidera María Corina Machado como correa de transmisión del imperialismo yanqui, como del campo burgués liderado por el gobierno chavista y sus acólitos de los gobiernos de “izquierda”. Los trabajadores deben repudiar ambos campos, pues son  contrarios a los intereses de los trabajadores.

La clase trabajadora venezolana necesita recorrer ese camino de independencia política, para de verdad proponerse derrotar el bloqueo y la injerencia imperialista. Para conquistar una auténtica soberanía nacional que coloque los recursos minero energéticos bajo control de sus trabajadores y por fuera de las manos de las trasnacionales de cualquier potencia mundial. Para lograr la vigencia plena de amplias libertades democráticas, de prensa, reunión, acción, movilización y expresión, que el chavismo -como peón de China, Rusia y Cuba- cercena y reprime. Al mismo tiempo, para conquistar no sólo la necesaria democracia política, sino también democracia para los músculos y los nervios: comida, salud, vivienda, educación y salarios suficientes para las grandes mayorías, algo que nunca otorgará el bloque burgués opositor pro yanqui de María Corina.

Derechos y reivindicaciones que sólo serán posibles de conquistar con la movilización contundente de la clase trabajadora en unidad con sus aliados del pueblo pobre, realizando una Huelga General y liderando el levantamiento general de la población, que logre descomponer y dividir el ejército para dar al traste con el gobierno chavista. Huelga General y movilización completamente independiente de la oposición reaccionaria y pro-yanqui que lógicamente se opondrá. Movilización llevada adelante por comités  obreros y populares. Así podría lograrse la convocatoria de una Asamblea Constituyente, totalmente libre, amplia y soberana, que busque reordenar completamente el país. Podría conquistarse si la clase trabajadora toma en sus manos el gobierno, apoyada en los organismos obreros y populares. Dicho avance se logrará si la clase trabajadora se coloca a la cabeza de la sociedad, como nueva clase dominante, en beneficio de las grandes mayorías y no de una minoría de privilegiados liderados por las élites actuales.


[1] Académica e intelectual cubana de oposición de izquierda democrática, al régimen imperante en la Isla. Cita tomada de su publicación en Facebook, 23 -08-24.

[2]Los hechos no pueden ser destruidos por los conceptos”, afirmaba Boileau, poeta y crítico literario francés que vivió entre los siglos XVII y XVIII. Le asistía toda la razón; sin embargo, su comentario puede ser glosado con esta observación: los conceptos sí pueden encubrir, al menos por un tiempo, a los hechos. Alina Bárbara López H. 23 -08-24

[3] La torpeza de un mal tirador no invalida las leyes de la balística, había señalado León Trotsky.

[4]“Izquierda” presa de los viejos criterios “campistas”, sacados del viejo arsenal estalinista y su política de “Frentes Populares”, para fraguar alianzas y gobiernos con la burguesía, a nombre de “gobiernos del pueblo”.

[5] ENGELS Federico, Prefacio Manifiesto Comunista, págs. 21-22

[6] MARX Carlos, ENGELS Federico, Manifiesto Comunista, págs. 45 y 70, 1948.

[7] Ídem, pág. 70.

[8] Ídem, pág. 74.

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