
Para recuperar los derechos laborales y políticos, la clase trabajadora necesita: Sindicatos nacionales y una confederación sindical internacional para la lucha directa, unitaria y solidaria. Asimismo, necesita organizarse en partidos nacionales como parte de partido internacional de los trabajadores.
Irene Idris – 22 de mayo 2025 – Actualizado
Miles de trabajadores se congregaron en distintas ciudades del mundo el pasado 1º de mayo para conmemorar su día como una fecha de lucha obrera e internacional y, exigir el reconocimiento pleno de sus derechos, de los cuales, muchos fueron despojados en la década de 1990 mediante paquetazos económicos, contrarreformas laborales y privatizaciones impulsadas por gobiernos en el marco de la política llamada «globalización neoliberal». [1]
Por consiguiente, estas políticas orientadas por los gobiernos de las naciones más poderosas del mundo (imperialismos) a través de sus organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, transformaron de manera drástica y negativa las relaciones laborales y las condiciones de trabajo a nivel mundial. Su objetivo fue reducir los costos laborales para aumentar las ganancias empresariales sacrificando los derechos laborales y las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores.
Este avance del capitalismo, fue consecuencia de la derrota histórica del fuerte ascenso del movimiento obrero y popular, que facilitó la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, actualmente Rusia, y en otros estados obreros burocratizados, conocidos como países «socialistas», donde la burocracia estalinista optó por un cambio definitivo hacia la restauración del capitalismo.
A través de estos planes de “ajuste económico”, se desmanteló la estabilidad laboral, se aumentó la carga de trabajo, se eliminaron o modificaron las prestaciones sociales, el régimen de pensión y el sistema de salud y miles de personas fueron arrojadas al desempleo o a la economía informal, mientras que millones cayeron en la pobreza extrema.
En este contexto, las demandas de la clase trabajadora en este 1º de mayo se centraron en la recuperación de los derechos perdidos, así como en la exigencia de mejoras salariales y condiciones laborales dignas. (Recomendamos leer el artículo: 1º de mayo, día Internacional de los Trabajadores: ¡DÍA PARA RECORDAR EL PODER DE LA LUCHA OBRERA!)
Por ejemplo, en Grecia la clase trabajadora conmemoró el Día Internacional de los trabajadores con una huelga general de 24 horas, que paralizó el transporte y el comercio. El principal sindicato de marineros, demandó “poner fin a la continua violación de los horarios laborales, “la contratación de todos los compañeros desempleados, la eliminación del trabajo no declarado, la firma de convenios colectivos en todas las categorías de barcos” y atención médica adecuada para toda la tripulación.[2] Y los manifestantes en las marchas de Atenas corearon consignas como; “O sus ganancias o nuestras vidas» y «Luchamos para que pueda ganar la vida».

Por su lado, en Italia “exigieron al Gobierno medidas que garanticen una mayor seguridad en el ámbito laboral y que ataje la sangría de las muertes de trabajadores… Es evidente que el Gobierno no cumple su deber porque los muertos en el trabajo aumentan, no disminuyen”. Y crecen porque también lo hacen los accidentes. Estamos ante una auténtica matanza que hay que detener”, afirmó Maurice Landini, secretario de la CGIL.[3]
Igualmente, la reducción de la jornada laboral fue otro reclamo destacado entre las reivindicaciones. En España se demandó reducirla a 37,5 horas semanales, mientras que en México se propuso disminuirla de 50 a 48 horas, y en India, de 13 a 8 horas diarias.
Mientras que en América Latina, las principales demandas giraron en torno a incrementos salariales para contrarrestar la inflación, así como mejorar las condiciones laborales, y la generación de empleo formal para combatir el desempleo y el trabajo informal.
En contraste, en Colombia, las direcciones sindicales de las centrales obreras y la mayoría de sindicatos aprovechando los anhelos de muchos sectores de la clase obrera de recuperar lo que se les ha arrebatado, en vez de aprovechar la fecha para llamar a la movilización y lanzar un Plan de Lucha, convocaron a los trabajadores a marchar para ejercer ‘presión’ al parlamento para que aprobara la «Consulta popular”. Un mecanismo electoral y no de lucha impulsado por el gobierno, presentado como la única vía para lograr algunas reformas laborales positivas pero muy parciales. (Recomendamos leer: El estallido social, el 1 de Mayo y el Reformismo)
Los derechos perdidos requieren ser recuperados.
En el marco de la conmemoración de su día, el reclamo conjunto de los trabajadores a nivel internacional parte del hecho de que, como asalariados,
- Somos una clase internacional con intereses comunes y con derechos por recuperar, defender y conquistar.
- Podemos actuar con la misma unidad que mostraron las generaciones del movimiento obrero, que, a través de su lucha conjunta y solidaria, tanto nacional como internacional, nos dejaron logros como la jornada laboral de 8 horas y muchas conquistas sociales. Hoy están debilitadas y en peligro de ser eliminadas.
- Así como cada 1º de Mayo, salimos a conmemorar esta fecha a nivel internacional, respondiendo el llamado establecido por la II Internacional Socialista en 1886 (cuando era una organización revolucionaria), también, podríamos unirnos en una lucha solidaria a escala mundial para recuperar nuestras conquistas colectivas.
Colombia: un ejemplo del retroceso laboral y sindical
En un ambiente inundado de información superficial, dónde muchos jóvenes consideran que la realidad empezó cuando nacieron y les importa poco el pasado, es necesario mirar atrás y precisar que la ofensiva capitalista contra las conquistas obreras se inició en la década del 90; mucho antes de la contrarreforma del uribismo (la ley 789 del 2002, que cambió la jornada nocturna y eliminó el pago del trabajo triple dominical etc.).

Lo cual significa que de conjunto, todos los sectores burgueses, (liberales, conservadores, Cambio Radical, La U o la ultraderecha representada por Uribe), lanzaron una ofensiva económica sin antecedentes hacia la clase trabajadora, aprovechando el retroceso de la lucha, la desorganización del movimiento obrero, así como la claudicación de sus direcciones sindicales y políticas al gobierno de los capitalistas y al imperialismo.
Desafortunadamente, la contrarreforma laboral y demás leyes regresivas, lograron abrirse paso gracias a la política de pacto y concertación que aplicaron los dirigentes sindicales y de la “izquierda” del momento, cuya mayoría hoy son gobierno.
En Colombia, durante las administraciones de los liberales César Gaviria y Ernesto Samper, más allá de sus diferencias, se impusieron la contrarreforma laboral o Ley 50 (de 1990), la Ley 60 (de 1990); Ley 91 y la Ley 100 (de 1993), junto con la denominada «apertura económica que en conjunto arrasaron con múltiples derechos históricos de los maestros y de los trabajadores.
Como exhaustivamente explicó y denunció en su momento Edgar Ospina Duque, abogado laboralista y militante marxista revolucionario (trotskista), en su libro La Contrarreforma Laboral: “El movimiento obrero colombiano nunca antes en su historia había perdido tantos derechos y conquistas como los que perdió en los últimos 10 años (1986 – 1995)”.[4] «En Colombia, entre 1990 y 1994, se ha aplicado la mas profunda y trascendental contrarreforma laboral de los últimos 50 años que, a su vez, ha tenido como marco político general una contrarreforma política materializada en la Constituyente y en la nueva Constitución«.(Contraportada del libro)
Entre otros derechos esenciales, los asalariados perdimos la estabilidad laboral. Con la llamada “flexibilización laboral”, se permitió a los empresarios contratar a término fijo sin restricciones, lo que condujo a que los contratos temporales se impusieron como norma y hoy siguen asolando a los trabajadores. También, se legalizó el despido unilateral, lo que autoriza a los empleadores a despedir a un trabajador sin justa causa; se eliminó la estabilidad laboral automática a partir de cumplir 10 años de trabajo en una misma empresa. Se perdió la retroactividad de las cesantías que permitía liquidarlas con base en el último salario devengado o en el promedio del último año.
Por otro lado, para completar el paquetazo contra los pobres, la Ley 100 de 1993, abrió paso a la privatización del sistema de salud pública e impuso una contrarreforma pensional.
Y, como si las anteriores medidas fueran poco, la Reforma Laboral del gobierno de Álvaro Uribe –de la única que se habla hoy día- apretó aún más las tuercas a los trabajadores, al extender la jornada de trabajo diurna y reducir los recargos por trabajo en domingos y festivos, entre otras medidas regresivas.
Años después, continuando el gobierno de Andrés Pastrana, se lanza sobre las conquistas de magisterio y expide el Decreto 1278 de 2002, para la nueva contratación de los maestros del sector publico. Con este Decreto se modifica el escalafón docente, el régimen de prestaciones sociales y se introduce la evaluación -sanción para los docentes que ingresan a magisterio a partir de su expedición.
Actualmente, las empresas, aparte de contratar bajo modalidades como contratos a término fijo, por obra o labor realizada, no reemplazan a los empleados que se jubilan o se retiran, sino que, redistribuyen las funciones entre los trabajadores restantes, lo que provoca una sobre carga laboral al trabajador por el mismo salario. Así se ahorran todos los costos laborales. Por otro lado, los jóvenes, en su afán por asegurar un empleo o por desconocimiento de sus derechos, ceden ante las exigencias de sus jefes y se se sobrecargan de trabajo, realizando largas jornadas laborales sin cobrar horas extras.
Retroceso dispersión sindical
En consecuencia, esta arremetida del capital, también se expresó en un gran retroceso en el terreno de la organización y la negociación colectiva. En Colombia la afiliación sindical en 1984 era de 9.32% y para 1990 había bajado a 7.81%.[5] Hoy es apenas del 4 % de la población trabajadora, lo que equivale a 1,2 millones de empleados, aunque existen 6.000 sindicatos. “Menos del 60% de estas agremiaciones se consideran activas, y se calcula que el 80% de los sindicatos en el país tienen menos de 100 afiliados, contando en la mayoría de estos con poco más de 25 trabajadores, que es el número mínimo de miembros requeridos para poder constituir este tipo de asociaciones”. (Portafolio).
La Constitución política y el derecho laboral instrumentos al servicio del poder
La embestida contra los trabajadores se coronó posteriormente con el marco jurídico que aportó la Constitución del 91, aprobada en una Constituyente recortada, pactada por arriba entre los partidos de la patronal y las organizaciones de la “izquierda” reformista. “La Constituyente y la nueva Constitución fue el escenario montado para este gran acuerdo entre el gobierno, los empresarios y un sector importante de la dirección guerrillera, del movimiento sindical, de la izquierda y la intelectualidad.” (OSPINA Edgar, “Contrarreforma Laboral y crisis del movimiento obrero”, 1995, pág. 57).
En el mismo sentido, Ospina, señaló: «El derecho Laboral es un instrumento al servicio del capital…Todo sistema de derecho de la sociedad capitalista no es mas que la voluntad de la clase dominante expresada en la Constitución política, leyes, decretos, resoluciones y decisiones judiciales.
El Pacto Social: la respuesta de las direcciones sindicales ante este embate del capitalismo
Lamentablemente, la política de los directivos de las centrales obreras, casi todos relacionados con los liberales, el Partido Comunista, el MOIR, la Alianza Democrática M-19 (AD-M-19), etc., en vez de organizar la lucha de resistencia a esta contraofensiva económica, una vez más, claudicaron a las políticas que imponen los gobiernos de los empresarios.
Primero, los congresistas de la Unión Patriótica y el M19, fieles a su comportamiento político, intentaron justificar su claudicación, con “algunas observaciones sobre su implementación y sobre sus posibles resultados finales”, según las palabras de Raúl Delgado Guerrero, quien en ese momento era congresista y en 1985 fue miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Educadores, FECODE.
… porque tanto la reforma laboral como el proyecto de ley que está en el orden del día ubicado como tercero —que entre otras decisiones tiene que ver con el estatuto cambiario, con la reforma tributaria—, a nuestro entender son dos piezas maestras del llamado modelo de apertura económica o de internacionalización de la economía. Y a nosotros nos parece que, si bien esto ya es un proceso irreversible del modelo de internacionalización y de apertura económica en su fundamento general —del que nadie puede desistir-, si queremos dejar a manera de constancia, antes de que el Congreso dé al Ejecutivo las herramientas centrales de Impulso a este modelo, algunas observaciones sobre su Implementación y sobre sus posibles resultados finales… [6]. Resaltado nuestro.
Luego, continuando con la concertación y bajo la ideología predominante en el momento, de que la movilización, la huelga, los paros, etc., estaban ‘pasados de moda’, llevaron a la clase obrera colombiana al “Pacto Social”. Instrumento diseñado por el gobierno de Samper para aumentar la productividad, que, en otras palabras, significó aumentar la explotación para favorecer las ganancias de los grandes empresarios. Razón por la cual ese ‘Pacto’ recibió el respaldo de los grandes empresarios colombianos.
Así lo reseñaron los medios de comunicación:

“Por primera vez en la historia de Colombia, los empresarios, los trabajadores y el gobierno se reunirán en el Palacio de Nariño con el fin de sentar las bases para acordar un gran acuerdo social en materia de productividad, precios y salarios”.
En palabras de la Confederación de Trabajadores de Colombia, CTC.:[7]
La C.T.C. acepta la propuesta del Pacto Social y propuso al Gobierno Nacional su pensamiento en el documento titulado “DIÁLOGO SOCIAL Y POLÍTICO DE CONCERTACIÓN”.
…En aras de impulsar la política de concertación tripartita, la “C.T.C.” conjuntamente con CUT, UTRACUM y FANAL en nombre de los trabajadores, suscribimos con el Gobierno Nacional y los empleadores un acuerdo de PACTO SOCIAL de productividad, precios y salarios, en la ciudad de Santa Fé de Bogotá el 9 de diciembre de 1.994, que tenía entre otros objetivos controlar la inflación que azotaba a la clase trabajadora.[8]
Hoy esa política de pacto ha desplegado las alas y se instrumenta no sólo desde los cargos sindicales, sino directamente desde el gobierno del Pacto Histórico y sus parlamentarios. No por casualidad todos reivindican fervorosos la Constitución del 91, como la panacea democrática, pues sus reformas de hoy no atacan sino que dejan en pié el grueso de las contrarreformas “neoliberales” iniciadas en 1990.
Es por esto que, los trabajadores debemos liberarnos de la confusión de considerar a los líderes sindicales o del Pacto Histórico, como auténticos defensores de nuestros intereses. Pues, estos líderes, en lugar de llamar a la lucha unitaria y solidaria, que históricamente ha sido la ruta para la conquista de nuestros derechos, nos dicen que la solución para lograr mejorar nuestras condiciones laborales y de vida está en votar o confiar en ciertos parlamentarios “progresistas” y resignarnos con las migajas de las enormes ganancias que los empresarios obtienen gracias a nuestro esfuerzo. Según ellos, no se trata de eliminar las desigualdades sociales “sino en “disminuirlas”.
Así mismo, nos insta a que confiemos en gobiernos como el de Petro, quien, en su discurso del 20 de mayo de 2025, aseguró a los grandes empresarios que está administrando eficazmente su Estado capitalista y que eso se evidencia en los resultados económicos. Además de prometerles que puede lograr el aumento de sus ganancias, pero que “tiren” algo a los trabajadores.
Una muestra de esta práctica de conciliación de clases en el plano internacional, es el apoyo a las candidaturas de Biden y Kamala Harris por parte de algunos directivos, como el respaldo de la poderosa organización de los obreros automotrices, United Auto Workers.
Los trabajadores necesitamos retomar la ofensiva para recuperar nuestros derechos

La clase trabajadora tiene la necesidad de recuperar todo lo que se nos ha quitado, sin olvidar la urgencia de que los millones de desempleados accedan a un trabajo y responder a las nuevas reivindicaciones laborales que genera la incorporación por parte de la patronal de la automatización y de la inteligencia artificial al proceso económico. Como sabemos, en el capitalismo, estos avances de la ciencia y la tecnología, al ser propiedad privada, en vez de producir bienestar para la clase trabajadora amenaza con destruir empleos.
En este marco, surge la necesidad de fortalecer la organización de los asalariados, independiente de la tutela de los políticos del establecimiento y la unidad para la lucha y la solidaridad como clase. La acción aislada, de un solo sindicato o gremio es insuficiente. Se requiere coordinar esfuerzos para responder como un sólo hombre a nivel nacional e internacional a las necesidades comunes y urgentes de los trabajadores.
Por ejemplo, en Colombia, es urgente luchar por restablecer derechos como el pago del horario nocturno a partir de las seis de la tarde, el pago triple del trabajo dominical; eliminar la tercerización laboral; garantizar contratos para los aprendices del Sena; y la restitución de los demás derechos perdidos.
Como clase trabajadora tenemos que tener claridad en que, aunque esas demandas son mínimas, los parlamentarios de todos los partidos de la patronal (liberales, conservadores, de la U, de Cambio Radical o de ultraderecha uribista), no las van a aceptar y se oponen y opondrán con uñas y dientes.
También, tenemos que renunciar a contentarnos en que esas reivindicaciones son lo único que debemos reclamar. Si bien son justas, también es cierto que resultan completamente insuficientes. ¿Por qué si somos el motor de la sociedad, debemos recibir solo migajas, mientras los empresarios viven a cuerpo de reyes?
El clamor general de las protestas, huelgas y paros de resistencia desde los años 90, siempre ha sido la derogatoria de las leyes 50, 100 y demás leyes lesivas. Y, el escenario de lucha abierta en el país con el estallido social del 28 de abril del 2021, colocó al orden del día la posibilidad de reconquistarlos derechos perdidos.
Sin embargo, los directivos sindicales, los parlamentarios y el gobierno del Pacto Histórico insisten en colocar a los trabajadores la camisa de fuerza de auto limitarse, de buscar unas tibias reformas a la ley 789 del 2002 y a la Ley 100. Y, además, hacerlo sólo forcejeando y negociando con los políticos de la derecha (liberales, de la U, conservadores, etc.) y hasta con la extrema derecha uribista, como se evidenció en el fallido intento de aprobar el proyecto de Ley Estatutaria de Educación, que los maestros con su Paro lograron derrotar. Es lo que han hecho desde el inicio del gobierno Petro-Francia Márquez.
Hoy, cuando esa política de acción parlamentaria hizo agua, buscan afanosamente la “presión del pueblo” sobre los parlamentarios y promueven un mecanismo electoral, como la “Consulta Popular”, para supuestamente “forzarlos” a aprobar la limitada reforma laboral. Pero ante todo, el móvil es poder realizar desde ya concentraciones y actos electorales, que no son eventos de lucha, sino reuniones de campaña electoral hacia el 2026, presentadas como acciones de ‘lucha popular’.
Mientras hablan de “Cabildos y reuniones en plazas”, eluden organizar asambleas deliberativas de las bases de sindicatos y organizaciones sociales, para que éstas decidan democráticamente cómo enfrentar la negativa patronal a cualquier reforma, como es el caso actual.
Pero, como nos mostró la experiencia del estallido social del 28A del 2021, que tumbó el proyecto de reforma Tributaria y al ministro Carrasquilla, la derogatoria de las leyes 50, 100, 789 del 2002 y demás, demandan una gran acción unitaria nacional, esta vez, una huelga general bajo la dirección de la clase trabajadora.
De manera similar, a las direcciones sindicales en Colombia, en España Comisiones Obreras (PCE) y la UGT (PSOE) han instado a los trabajadores a centrar sus expectativas en el parlamento, confiando en que allí se logrará la aprobación de una reducción de la jornada laboral.
La experiencia del movimiento obrero, con sus luchas, conquistas, derrotas y retrocesos, ha dejado claro solo través de la acción directa como las huelgas parciales o generales, las movilizaciones combativas y la creación de organismos de defensa permanente e independiente como clase, se pueden se han conseguido hitos históricos, como la jornada laboral de ocho horas y otras conquistas fundamentales. [Ver artículo: “El Primero de mayo: ¡DÍA PARA RECORDAR EL PODER DE LA LUCHA OBRERA!”].
Por ello, es crucial reconstruir los sindicatos, recuperando los principios del sindicalismo clasista y del socialismo revolucionario, lo que implica una lucha decidida por cambiar las direcciones sindicales. Muchas de las cuales están en las poltronas y oficinas sindicales, desde hace más de cuatro décadas.
Los fundamentos básicos a recuperar
Para que los sindicatos sean instrumentos en función de la defensa de los derechos laborales y políticos, requieren de una dirigencia sindical que los lidere basándose en los principios básicos del movimiento obrero, que aseguran la defensa continua e incondicional de sus intereses, frente a los persistentes intentos de los capitalistas y sus gobiernos de eliminarlos.

Lo primero y crucial es el principio básico de la independencia de clase frente a los empresarios, sus gobiernos, las instituciones de estado capitalista así como del imperialismo y sus instituciones. Es imprescindible que los sindicatos mantengan una plena autonomía, libres de cualquier influencia de los empresarios, de sus políticos y partidos (en Colombia del Uribismo, de liberales, conservadores, de la U, Cambio Radical, entre otros). También de partidos de colaboración de clases como el Pacto Histórico, que hoy gobierna en cohabitación con políticos de la patronal. Deben desligarse de las políticas promovidas por organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o la ONU, que están al servicio de las potencias mundiales (imperialismos).
Este fundamento, parte de reconocer que los trabajadores y los empresarios pertenecemos a clases sociales distintas y que no tenemos nada en común. Como clase, tenemos intereses, motivaciones, aspiraciones y preocupaciones completamente opuestas.
Mientras que la clase trabajadora lucha por un empleo, estabilidad laboral, mejor salario, un ambiente de trabajo seguro, educación para sus hijos, no tener un trabajo agobiante, y, en general por condiciones de trabajo y vida dignas; y millones se hunden en la miseria; los empresarios y sus familias llevan una vida llena de lujos y excentricidades. Los capitalistas se centran en incrementar compulsivamente sus ganancias, las cuales obtienen de la explotación del trabajo de los asalariados.
Solo un sindicalismo verdaderamente autónomo, que practique la independencia de clase, podrá definir con claridad sus propios intereses y objetivos.
Lo segundo es la democracia sindical, como principio clave para el funcionamiento interno de las organizaciones sindicales. Mediante la cual se asegura que la base sindical sea escuchada, pueda expresar sus necesidades, inquietudes y propuestas. Democracia sindical significa que las decisiones fundamentales sean discutidas y sometidas a votación por las bases en asambleas de carácter deliberativo, para que estas decidan democráticamente las tareas de movilización y lucha; cómo, cuándo y para qué deben realizar las marchas y paros, mítines, etc. Y, una vez aprobadas, sean de estricto y obligatorio cumplimiento para todos, y en especial para los directivos sindicales. No asambleas informativas. Se necesita que ¡la base decida!
Al mismo tiempo, el funcionamiento democrático previene que los líderes sindicales ejerzan un control absoluto sobre la organización y lleguen a acuerdos perjudiciales para los trabajadores con empresarios y gobiernos, o que respalden a candidatos o políticos de la burguesía, como ocurre en la actualidad.
Como ejemplo nacional, por la negativa, tenemos el que en Colombia, los directivos de la Federación Colombiana de Educadores (FECODE) y de la Unión Sindical Obrera (USO) respaldaron política y financieramente al gobierno de Gustavo Petro con los recursos de la base, que se enteró de esta decisión financiera y política por los medios de comunicación. Igualmente, sucede con los Paros, que son decididos e informados por redes como ‘órdenes’ y levantados por los mismos medios o por la televisión. Es el imperio del verticalismo burocrático.
En tercer lugar, que tenga como método de lucha la huelga y la movilización, como mecanismos esenciales que posee la clase trabajadora para exigir y obligar a la patronal y a sus gobiernos a respetar sus derechos; en lugar del pacto, la conciliación y de las ilusiones en las transacciones en el parlamento. Se requiere la Huelga general que unifica a los asalariados de la producción, las finanzas, los servicios, el transporte, etc.
Y, en cuarto lugar, la solidaridad de clase y el internacionalismo proletario que significa respaldar las luchas que realizan tanto la clase trabajadora en el plano nacional e internacional, sin distinción de sexo, etnia ni cualificación, como los pueblos oprimidos por su liberación. Es esta unión de fuerzas solidarias la que inclina la balanza a favor de los de abajo. Actualmente, esa solidaridad de clase pasa por organizar y realizar acciones de movilización y boicot, para oponerse al genocidio en Gaza y al avance colonizador en Cisjordania por parte de Israel con el apoyo del gobierno de Trump, en alianza con los gobiernos de las demás potencias mundiales (imperialismos) y de la mayoría de los países en el mundo. También, solidarizarse con las luchas del campesinado pobre y los sectores populares que son sus aliados en el enfrentamiento a las políticas de los gobiernos nacionales y de los imperialismos.

En quinto lugar, el internacionalismo significa antiimperialismo. Implica llevar a cabo la lucha contra el principal enemigo de los trabajadores y los pueblos del mundo: el imperialismo. Contra los Estados Unidos y las demás potencias económicas capitalistas del mundo, tanto tradicionales como las emergentes. En nuestros países, la lucha por una Segunda Independencia de América Latina es crucial, especialmente ante el actual y agresivo ataque colonialista de la administración de Trump.
La Confederación obrera y el partido obrero revolucionario, internacionales
Como lo mostro una vez más la celebración del 1º. de Mayo, la clase obrera es una clase social internacional. En consecuencia necesita organizarse a nivel mundial, para responder unificadamente, con una sola voz, no solo nacionalmente sino mundialmente para hacerle frente al poder de la patronal, sus gobiernos sus jueces, su fiscalía y sus fuerzas represivas e instituciones como el parlamento. Para lo cual, requiere una Confederación obrera internacional y un partido obrero, revolucionario e internacional.
En consecuencia, la necesidad de una Confederación sindical internacional se vuelve cada vez más urgente. Es la única respuesta consecuente con la realidad económica internacional. La economía mundial está dirigida en forma centralizada por los dueños de las empresas trasnacionales de los países económicamente más poderosos (imperialismos), que imponen sus políticas a los trabajadores del mundo exclusivamente en su beneficio, a través de sus instituciones supranacionales. A esta realidad el movimiento obrero tiene que responder de manera centralizada. (También le puede interesar el artículo Compañeros de Trabajo)
Hoy, ante el reinado de los dirigentes, que desde un estrecho nacionalismo, practican la conciliación de los intereses de los trabajadores a favor de los intereses de los empresarios, la ausencia de democracia interna en los sindicatos, la falta completa de solidaridad de clase, y el uso de las organizaciones de los trabajadores como trampolín para que las cúpulas sindicales mayoritarias del movimiento obrero, accedan al gobierno y al parlamento, se vuelve imprescindible que la base trabajadora en sus organizaciones den la pelea por:
- Dotar a sus sindicatos y las centrales obreras de una nueva dirección.
- Construir su propio partido político: Un partido obrero que responda solamente a sus intereses, emulando lo que hacen los partidos de la patronal que tienen sus propios partidos políticos. NO estar confiando en parlamentarios, en los mecanismos electorales y votaciones como la forma de lograr cambios o en supuestos gobiernos progresistas, como aliados. Se requiere un partido de los trabajadores para la lucha política.
La opción para avanzar: acción masiva y directa y una nueva dirección sindical y política
Los trabajadores somos la mayoría a nivel nacional e internacional. Somos los que producimos todo los bienes de la sociedad, distribuimos, ponemos a funcionar las finanzas, el comercio, el transporte, (terrestre, aéreo, marítimo), la educación, todas las instituciones estatales, los sitios recreativos, culturales, etc. En resumen, sin la fuerza trabajadora la sociedad a nivel global no funciona si así lo decidimos.
Por eso, la clase trabajadora tiene en sus manos colectivas, el gran poder que da el ser una clase homogénea, concentrada, mayoritaria e internacional.
Para hacerlo efectivo se requiere de una política propia, de y para la clase obrera. Asimismo de la acción masiva directa, conjuntamente con un método democrático y la solidaridad de clase, para avanzar juntando las fuerzas y el entusiasmo en una sola y poderosa acción.
Podemos tener una vida digna, si como clase trabajadora nos proponemos tomar el control de nuestro trabajo de nuestras vidas y de la sociedad para gobernarla en beneficio de las grandes mayorías explotadas y oprimidas. No como sucede hoy, que es en beneficio de un puñado de ricachos que viven en la opulencia gracias al trabajo ajeno.
Para ello, necesitamos: sindicatos nacionales y una confederación internacional para la lucha obrera directa. Asimismo, organizarnos en partidos nacionales como parte de un partido internacional de los trabajadores.
Es imperativo recuperar la máxima que orientó la lucha de los trabajadores desde sus inicios: ¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES UNÍOS!
[1] Ataque generalizado en el contexto de la derrota general del proceso de luchas y revoluciones que cursaban en el mundo, que lograron convertir en capitalistas los países que se conocían como “socialistas”. Derrota lograda por el imperialismo gracias a la complicidad de una buena parte de los burócratas “comunistas” que gobernaron esos países y que con la política de “pactos por la paz” contribuyeron a derrotar las revoluciones en Sudáfrica, Palestina, Colombia, Centroamérica, sur de América Latina, etc.
[2] https://www.telesurtv.net/europa-exigen-derechos-laborales/
[3] https://www.swissinfo.ch/spa/los-sindicatos-de-italia-marchan-el-primero-de-mayo-contra-la-%22sangr%C3%ADa%22-entre-trabajadores/89246475
[4] OSPINA Edgar, “Contrarreforma Laboral y crisis del movimiento obrero”, 1995.
[5] OSPINA Edgar, “Contrarreforma Laboral y crisis del movimiento obrero”, 1995, pág. 168.
[6] Congreso de la República, 1990, p. 12)
[7] Samper lanza el Pacto Social. El Colombiano. https://www.elcolombiano.com/blogs/casillerodeletras/samper-lanza-el-pacto-social/27264.
[8] 1965- 1999 – https://cc-colombia.com.co/portal/1965-1999/
Fuente de la foto de portada: En Bolivia los obreros marchan en la manifestación del Día del Trabajador. BBC