Protestas contra la guerra en ciudades rusas. Fuente: DW. https://p.dw.com/p/47coE

Por la evidente importancia y trascendencia mundial de los acontecimientos en Europa, publicamos dos textos del compañero Bruno Ray, de nuestra organización hermana, la OSRT de México.

El lector podrá notar que el primero fue escrito días antes del inicio de la guerra, pero consideramos que el análisis sigue siendo esencialmente válido. El segundo también de su autoría, contiene una actualización.

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UCRANIA DESGARRADA

Por: Bruno Ray.  Escrito el 30 de Enero de 2022

Las raíces económicas de la guerra

Los vientos de guerra que soplan sobre el suelo ucraniano no son, como pareciera, una guerra ruso-ucraniana solo por ser el escenario geográfico del conflicto. De la misma forma que en 1914 la declaración de guerra del Imperio Austrohúngaro contra Serbia por la desdichada suerte del archiduque Francisco Fernando, no era un conflicto entre ambas naciones; como tampoco la invasión de Alemania a Polonia en 1939, solo por mencionar los eventos más significativos de un choque histórico. La tensión que se ha acumulado en la frontera ruso-ucraniana no es más que la expresión concreta del crecimiento capitalista ruso que llegó ya a la frontera alcanzada previamente por el expansionismo del imperialismo norteamericano y sus homólogos europeos. Ambas partes muestran su musculatura para delinear las móviles fronteras en el nuevo reparto del mundo.

Cualquiera que vea el conflicto únicamente como un choque ruso-ucraniano se negaría a ver más lejos y más profundo en la riqueza de matices que presenta la realidad y seguramente solo atinará a plantear de manera simple el viejo esquema de país agredido-país agresor buscando en los textos la posición ortodoxa de “todo el apoyo al país agredido”, colocarse en su lado “militar”, aunque sea solo posicionamiento pues ninguna organización trotskista tiene capacidad de enviar “efectivos”. Es necesario por eso detenerse un momento a mirar otros aspectos que enriquezcan y fortalezcan nuestras posiciones.

Fuente: https://www.dw.com/es/los-colores-de-la-protesta-de-la-revoluci%C3%B3n-naranja-a-la-ola-verde-en-ir%C3%A1n/a-50057508

Desde su independencia de la URSS en 1991, la burocracia estalinista ucraniana se dividió entre los que querían aprender a ser buenos burgueses al estilo europeo y los que lo deseaban al estilo ruso. Nacer como burguesía tenía, al menos, ese horizonte de perspectivas. Desde esa fecha a la actual, Ucrania ha sido jalonada en las dos direcciones, en una especie de movimiento pendular a ratos favorable a Rusia a ratos favorable al imperialismo norteamericano y europeo. Y ambos bandos, representados por diversos partidos políticos, parecen haber logrado una base social significativa, creando una especie de nacionalismo pro-europeo en un extremo y un nacionalismo pro-ruso en el otro, con diversos matices intermedios, dividiendo casi por mitad a la población en cada lado. Y cada gran sacudida ha querido ser vista como “revolución”. En 2004 “revolución naranja”, en 2014 “revolución euromaidán”.

El revés sufrido por Yanukovich (del Partido de las Regiones) en 2004, que afirmaba haber ganado las elecciones, y la posterior movilización, impugnación y triunfo de Yúshchenko (de la coalición Nuestra Ucrania) era, desde luego, una victoria del sector pro-europeo en detrimento del sector pro-ruso. Los triunfos posteriores de Yanukovich, primero como primer ministro y luego como presidente era lo inverso. Y de nuevo en 2014, el derrocamiento de Yanukovich y ascenso de Poroshenko era la negación de la negación. El parlamento no era más que la cuerda que sostenía ese péndulo de intereses y los partidos sus hebras constitutivas, rompiéndose con cada alta tensión los hilos de posiciones centrales. Las masas se arrojaban en cada evento buscando su propio destino, pero las direcciones políticas solo le ofrecían esas alternativas que la naciente burguesía había definido para sí y cuya mayoría buscaba imponer.

Rusia no se resignará a perder Ucrania incluso al costo de llevársela en pedazos. Primero en Crimea, luego en la región del Donbás, impulsaron decididamente movimientos separatistas. Al menos en Crimea en 2014, después del derrocamiento de Yanukovich, el parlamento local que decidió su anexión a Rusia montó un referendo donde la población, mayoritariamente rusa, decidiera unirse a Rusia y darle así algo de maquillaje legal y democrático a la decisión. Con eso Crimea, que había sido cedida a Ucrania por la entonces URSS en 1954, volvía al dominio directamente ruso.

Y es que para Rusia su interés por Ucrania es estratégico. Por su territorio pasa el tallo del sistema nervioso central (digámoslo así) de la red de oleoductos y gasoductos que suministran combustible a Europa, muchos de los cuales existen desde la época en que formaba parte de la URSS y desde que Rusia reconoció la independencia de Ucrania se vio obligada a negociar la continuación del tránsito de hidrocarburos por esa red y pagar al gobierno ucraniano el “derecho de vía” correspondiente. En 2007 se estimaba que aproximadamente el 80 % del gas ruso que se entregaba a Europa occidental era a través de Ucrania (aunque este monto disminuyó a alrededor de 50% en 2012 cuando entró en operación el gasoducto Nordstream1 por el norte de Alemania) y evidentemente dicha red debe ser custodia por el ejército ucraniano no por el ruso.

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Nord_Stream

Dentro de Ucrania, Rusia insuflaba no aliento político sino gas a precio preferencial a la burocracia pro-rusa para mantener su statu quo, con cuya reventa y pagos de derechos se enriquecía. Pero los reveses a Yanukovich en 2004 le llevaron a presionar al nuevo gobierno que se les oponía, con cobrar el gas a precio de mercado no a precio preferencial. Y la presión llegó al extremo de cortar parcialmente el suministro a sus clientes europeos incluso durante el periodo invernal de 2004, periodo en que aumenta la demanda por las heladas. Ucrania respondió renegociando al alza las cuotas por derecho de vía; incluso, ante el alza de tarifas, llegó al extremo de comprar parte del gas no directamente a Rusia sino a países europeos ¡que lo importan por los mismos gasoductos ucranianos!, al final, son las masas las que deberían pagar cualquier sobrecosto.

Esta situación de dependencia de los acuerdos entre Ucrania y Rusia evidentemente desagrada al resto de países europeos consumidores del gas ruso. La búsqueda de alternativas de suministro tanto en fuentes, como en proveedores y rutas, se impone como una necesidad. El desarrollo de la producción de energías renovables es una industria naciente y en expansión, principalmente en Europa, producto más de esta necesidad de la burguesía que de una supuesta conciencia ambiental, la cual, por el contrario, no es más que el reflejo ideológico de la necesidad material de una industria que puja por nacer y cuyo alumbramiento no será sin confrontación.

Sin embargo, las fuentes renovables no pueden sustituir a los combustibles fósiles de manera abrupta (tanto por razones técnicas de transformación industrial a gran escala y por su carácter intermitente del suministro, así como por razones económicas y políticas) y es precisamente el gas el combustible fósil menos contaminante que representa la materia consumible de transición gradual hacia fuentes más limpias, por lo que no se espera una disminución abrupta en su consumo, incluso en aquellos países con un desarrollo mayor de su industria de fuentes alternativas de energía, sobre todo si los monopolios de combustibles fósiles que buscan sostener su poder, logran ralentizar ese gradualismo, en tanto no controlen el proceso de transición y se transforman ellos mismos.

Dicho en el lenguaje de las categorías marxistas, la constricción que las relaciones sociales de producción (o lo que no es más que su expresión jurídica, el régimen de propiedad imperante) impone a cualquier desarrollo de las fuerzas productivas, en última instancia toma la forma de una colisión mediante la violencia militar y/o la violencia revolucionaria, en complejas combinaciones con las crisis económicas asociadas. Si la gran industria textil inglesa del Siglo XIX nació y se desarrolló como algo inexorable con escasa resistencia, arrollando y arruinando a la pequeña manufactura basada en el gremio de los sastres, el alumbramiento de una industria en la época de los grandes monopolios imperialistas es una colisión de gigantes (estatales y privados). Lo nuevo busca alcanzar la necesidad de ser y lo viejo se resiste a morir, solo que poseyendo ahora una enorme capacidad de resistencia y destrucción.

Alemania dio el paso más decisivo en la búsqueda de alternativas de suministro al negociar con Rusia la construcción de los Gasoductos Nordstream 1 y 2 que vienen a tener un fuerte impacto para Ucrania y para otros países europeos al abrir una nueva ruta de suministro que coloca a Alemania en posición de ventaja respecto a los otros países, pero contradictoriamente refuerza su dependencia de Rusia. Aunque más de la mitad del gas que necesita Alemania viene de Rusia, no es una segunda Ucrania a la hora de negociar sus intereses y no está dispuesta a serlo. La prudencia con la que actúa Alemania respecto a Rusia muestra que está ponderando con cuidado sus opciones. Ha amenazado con poner restricciones al Nordstream si Rusia ataca a Ucrania, pero al mismo tiempo se niega a enviar ayuda militar a Ucrania y suena como voz disidente dentro de la OTAN.

Y en esta guerra energética del gas, EEUU tiene una clara desventaja geográfica. A pesar de que con la implementación de las técnicas de “Fracking” EEUU logró incrementar significativamente su producción de gas, incluso hasta ser superavitaria, se opone en su camino de proveedor de Europa, el Océano Atlántico. No hay manera actualmente de enviar el gas a semejante distancia que no sea en buques contenedores, en la forma de Gas Natural Licuado (GNL), con una capacidad de carga de entre 100,000 y 266,000 m³ como máximo, para lo cual el gas debe mantenerse a una temperatura de -160 °C durante el largo trayecto. Toda esta logística de suministro implica mayores costos por unidad de volumen que aquellos suministrados por gasoductos, en donde el flujo es ininterrumpido. Por ejemplo, Nordstream 1 (lo mismo que Nordstream 2) tiene capacidad de bombear 55 mil millones de m³ anuales, algo así como enviar 206,766 buques de la mayor capacidad durante el mismo periodo. Claramente se ve que para EEUU la defensa de sus interese en esta guerra del gas no puede ser inundando de gas barato a Europa sino de misiles. De ahí el imperativo expansionismo de la OTAN y el control total del atlántico norte.

Aunque el sector energético no es el único cuyo desarrollo entra en conflicto entre los diferentes imperialismos en el escenario europeo, es quizá el más representativo y nítido y el resto de la industria capitalista pende de él, como las costillas del espinazo. El desarrollo de la industria energética rusa tropieza y empuja las vallas de la frontera ucraniana buscando su realización como industria capitalista. El conflicto reciente de EEU con Alemania exigiéndole detener la puesta en operación del Nordstream 2 y la actual escalada contra Rusia es el correspondiente reflejo norteamericano del mismo problema de la economía mundial. Es allí donde está la explicación de las acaloradas discusiones entre Washington y Moscú, entre los gerentes de negocios que representan a ambas burguesías y que toman la forma de diplomacia.

Casus Belli

Personificando a los dos bandos EEUU y Rusia se amenazan mutuamente. El primero que dispare, le regala al otro el argumento pretendidamente más civilizado de “legítima defensa”. Cada uno necesita su casus belli para justificar su acción militar como último recurso. Para Rusia el principal está en la integración a la OTAN de Ucrania y otras exrepúblicas de la extinta URSS en la Europa oriental, como Bielorrusia y Georgia, el flanco derecho e izquierdo de Ucrania. Para EEUU su casus belli es “la defensa de la agredida Ucrania” que, aun no siendo miembro de la OTAN, por lo que no puede invocar los artículos de esa alianza militar, se dispone a “tomarla bajo su protección” al primer grito de auxilio de Zelenski (o sin él), apelando en su lugar al tratado de Budapest firmado en 1994 entre EEUU, Reino Unido, Rusia y Ucrania, donde las partes se comprometían a reconocer la integridad territorial y soberanía de Ucrania, pues en aquel momento Ucrania estaba dispuesta a ceder su material nuclear y se comprometía a la No Proliferación de nuevos. Como quedó demostrado, ninguna de las potencias estaba dispuesta a cumplirlo. Rusia desgajó Crimea en 2014 e impulsó movimientos separatistas en la región del Donbás y no hubo inquietud militar alguna por las otras partes en aquel momento. Pero a falta de otro mejor ese tratado fue desempolvado por la diplomacia norteamericana como estandarte jurídico de su actual cruzada.

Lanzarse a la guerra es cosa seria. Como dijo el 28 de enero en conferencia de prensa el jefe del Estado Mayor conjunto de EEUU Mark Milley, sería “horrible” pensar en la cantidad de bajas y si le damos algo de crédito a sus palabras de que Rusia ha movilizado más de 100mil efectivos de las más diversas disciplinas militares a las fronteras ucranianas y que Ucrania solo posee 150 mil efectivos más reservistas, es posible conjeturar que una rápida ofensiva rusa alcance Kiev en pocos días y cruce el Dniéper con cierta facilidad. Si a ese escenario le oponemos la posibilidad de una respuesta a gran escala de la OTAN que, a decir del secretario de Defensa Lloyd Austin, en la misma conferencia, posee más de 100mil efectivos en diversos países vecinos a Ucrania, podemos sopesar la magnitud del conflicto. Sin embargo, como es ya habitual, EEEUU prefiere hacer la guerra por interpósita persona que usando sus propios efectivos y prefiere la guerra de largo alcance (aérea y misilística) cuando se ve precisado a ello.

El desastre reciente en Afganistán no puede dejarse de lado si alguien pretende imaginar un escenario de invasión norteamericana en gran escala enfrentando al ejército ruso sobre suelo ucraniano; por eso los jefes militares prefieren afirmar que no enviarían efectivos propios, lo cual no indica su no participación y comando de operaciones. Si estallada la guerra el “teatro de operaciones” se mantendría limitado a Ucrania o se expandiría por Europa no es posible predecirlo con exactitud, pero a juzgar por la actitud de Alemania y de otros miembros de la OTAN como Canadá que afirma enviaría solo una cantidad limitada de asesores, no parece que estén dadas las condiciones para una extensión europea del conflicto.

Estas declaraciones de los jefes militares norteamericanos contrastan, sin embargo, con lo dicho el 26 de enero a la BBC News por el secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danilov, para quien no hay tal aumento de efectivos rusos y la situación de tensión y ejercicios militares en la frontera es la misma que tienen desde 2014 cuando Rusia se anexionó Crimea, lo que pone de manifiesto que exagerar por parte de EEUU le es útil para hacer creer más necesario que nunca las acciones de la OTAN ante la “invasión inminente” de Rusia que ya “ha alcanzado la capacidad” para ello. Esta guerra de declaraciones es parte de la escalada diplomática. El supuesto país amenazado, por su lado, no ve el cambio cuantitativo en la situación del que se habla y pide mesura por el riesgo que implica el pánico prematuro a la economía nacional, pero se alegra de recibir toneladas en armas y municiones por parte de EEUU. Es obvio que aún deben afinar detalles para montar una economía de guerra al interior de Ucrania como mínimo.

La disyuntiva para las masas

Según Milley “Ucrania tiene el derecho a ser independiente” y a mantener su “integridad territorial”. De acuerdo. Pero la independencia política (suponiendo que a esa se refiere la afirmación) que obtenga de Rusia para caer en la dependencia política de EEUU, no es precisamente independencia ni para la burguesía ucraniana ni para el proletariado y las masas. La conducta política del gobierno ucraniano que representa al sector burgués actualmente en el poder, consiste precisamente en haber renunciado a su independencia política del imperialismo norteamericano y europeo, solo anhela serlo de Rusia. Para la burguesía ucraniana en el poder es ese el significado de “independencia” a la que aspira y por la que está dispuesta a mandar a sus soldados a morir.

Rusia y EEUU se juegan el futuro de Ucrania como dos grandulones que en la taberna apuestan un tonel de cerveza al vencedor de un juego de fuerzas sobre la mesa. Exhiben el brazo carnoso, enseñan los dientes y si el tabernero, dueño del barril (y de su contenido), llegara a saber que ninguno de los contendientes pretende pagarle, mal haría en quedarse inmóvil y a la expectativa de averiguar quién triunfa.

Ucrania debate su existencia como Estado Nacional. Si el pueblo ucraniano quiere tener un futuro, no puede quedarse a la expectativa del desarrollo de la guerra y su desenlace. No puede bajar la cabeza ante la diplomacia secreta, que lo excluye, aunque se trate de su destino en juego. No puede vender su sangre tan barata cuando Zelenski le llame a defender “la patria” contra los rusos (y contra sus compatriotas pro-rusos) solo para caer en las garras del imperialismo norteamericano como pago por sus sacrificios.

Para cualquier marxista [revolucionario] es claro que no es cierto que el proletariado y las masas pobres ucranianas solo tienen dos alternativas como le dicen cada uno de los bandos en pugna: o echarse a los brazos de Rusia o echarse a los brazos del imperialismo europeo y norteamericano. Ambos son sus enemigos y todo su destino depende de saber aprovechar esta disputa para despojarse no solo de ellos sino de su propia burguesía nacional que los ha llevado a la actual desesperante situación. Su tragedia, desde la falsa independencia de 1991, ha sido creer que debe escoger entre estas dos opciones que sus enemigos le ofertan y por las que se ha lanzado en sacrificio en 2004 y 2014. Si ante sus ojos se abriera una tercera opción que le indique un camino para lograr la “independencia nacional” de ambos frentes en pugna, habría entrado en el camino de emanciparse de su propia burguesía nacional que se constituye en un obstáculo. Es aquí donde debe empalmar la independencia y autodeterminación nacional con la propia revolución proletaria.

La primera tarea que le impone la realidad al proletariado ucraniano, es despojar a Rusia de su casus belli, es decir, movilizarse y exigir del gobierno de Zelenzki la retirada de cualquier proyecto o intención de integrarse a la OTAN; la ruptura de cualquier pacto militar con el imperialismo norteamericano y europeo que vulnere esa anhelada “independencia”. Al detener a la OTAN más allá de las fronteras de Ucrania, el proletariado no actuará más que en la forma a favor de Rusia, pero en el fondo a su propio favor, es decir, su primera tarea en un combate contra Rusia consiste en hacer retroceder a la OTAN.

¿Significa esto que Putin desistirá entonces de cualquier ataque a su territorio? Sería ingenuo esperar eso, pues buscará otro argumento, pero en lo inmediato le desarmaría políticamente. Si, correctamente, Rusia ve una amenaza a su territorio en la expansión de la OTAN, su retroceso, pondrá a prueba su afirmación de que su guerra es enteramente defensiva.

El proletariado ucraniano necesita, por tanto, buscar el mayor apoyo obrero internacional posible. Necesita obtener la promesa de sus hermanos de clase rusos de que se opondrán con toda su energía a una ofensiva rusa contra Ucrania. Y del proletariado norteamericano que no permitirá una invasión de la OTAN. Para el proletariado y las masas norteamericanas, está bastante fresca en la memoria las consecuencias de una invasión supuestamente “liberadora” como la de Irak y Afganistán, peor aún si el pueblo salvable no pide ser salvado.

A boy holds a poster during a memorial rally to commemorate the uprising on Maidan square a year ago, in Kiev February 22, 2015. REUTERS/Valentyn Ogirenko (UKRAINE – Tags: ANNIVERSARY CIVIL UNREST) – GM1EB2M1P2901

La única forma en que el proletariado y las masas se ahorren el sufrimiento de la guerra y tengan una oportunidad de evitarla, es iniciar acciones independientes contra su gobierno para presionarlo a romper con la OTAN y al mismo tiempo oponerse a toda injerencia rusa, incluyendo su rechazo de las milicias separatistas con una política de defensa de su integridad territorial. Y si se da el caso que pese a ese esfuerzo se declara un ataque ruso, quedará claro que para Rusia la guerra no era una acción defensiva contra el avance de la OTAN, no solo ante los ojos del pueblo ucraniano, sino ante los ojos del proletariado y el pueblo ruso que también ven amenazante el avance de la OTAN y que constituyen el soporte político de Putin para la “defensa de Rusia”. En ese escenario, declarada las hostilidades, el proletariado y las masas ucranianas necesitarán responder a la violencia con la violencia y es su derecho no poner el pecho sin un fusil en la mano para defenderse. El armamento general del pueblo se convertirá en una necesidad y el propio proletariado ruso no podrá incluso negarle ese derecho, antes bien ofertará su simpatía y al mismo tiempo, podrá vencer la resistencia de los sectores de masas ucranianas que han sido ganadas a posiciones pro-rusas, dejando solos a los extremistas.

Si el proletariado ucraniano ha de ser el caudillo de la resistencia contra una invasión rusa no puede sino erguir la cabeza con una política capaz de unificar alrededor suyo a todo el pueblo ucraniano. Sin esa unidad de voluntades, es casi una utopía que pueda vencer al ejército ruso con sus propias manos y Rusia habrá empujado al pueblo ucraniano a los brazos de la OTAN en busca de auxilio.

En la medida que el proletariado adquiera independencia de acción quedará al descubierto la poca seriedad de su burguesía en el poder que lo llamará a defender su “patria” de los rusos confiando en el imperialismo yanqui como su salvador y la falsedad de éste último con la supuesta “defensa de Ucrania” de la que no tendrá plena garantía de obtener beneficio si el proletariado se niega a hipotecar su futuro con él, es decir, despojará al mismo tiempo de su casus belli al imperialismo norteamericano. Putin no puede, por ahora, responder en la misma forma en Ucrania como lo ha hecho en Kazajistán, donde aliado a Tokayev, aplastó decididamente las expresiones de descontento de las masas, pero en la medida que el movimiento obrero se fortalezca con acciones independientes, la propia burguesía ucraniana estaría dispuesta a pactar con Putin antes que vérselas con el proletariado. Los burgueses rusofóbicos y los rusofílicos caminarían tomados de la mano en ese escenario. Pero esta situación potencial solo podría devenir en real si el proletariado ucraniano actuara de manera independiente. Las recientes intentonas del gobierno de Zelenski en 2020 y 2021 de reformar las leyes laborales que ha movilizado a los principales sindicatos (de la Federación de Sindicatos de Ucrania y de la Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania), muestran la disposición del proletariado a actuar no como un siervo dócil del gobierno.

La independencia de clase y el internacionalismo obrero son los dos baluartes que en la actual situación le ayudarían a avanzar en su propia emancipación y fortalecerán, a su vez, al proletariado ruso, norteamericano y de otros países de la OTAN. En otras palabras, la emancipación del proletariado ucraniano no está completamente en Ucrania, sino en Rusia y en EEUU y sabemos por la experiencia histórica que, en toda guerra, al menos en germen, también subyace la revolución.

Solo si el proletariado ucraniano logra estar a la altura del reto que la historia le plantea, podrá eventualmente evitar la guerra y sus tragedias asociadas, o entrar en ella con sus propios objetivos y despojarse, a su vez, de su propia burguesía que pretende entregarlo con las manos atadas al imperialismo yanqui y europeo. Su fracaso, solo traerá a todo el pueblo ucraniano más miseria, con independencia del bando que resulte vencedor.

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Una vez más sobre Ucrania

Por: Bruno Ray  –  Escrito el 24 de Febrero de 2022

Fuente: https://www.kienyke.com/mundo/como-entender-conflicto-rusia-ucrania

Rusia ha decidido iniciar las hostilidades. En primer lugar, al reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk, ha dado otra vuelta de tuercas sobre el cuello de Ucrania para provocar una respuesta y considerarse autorizado de levantar la bandera (la única que pudo encontrar) de la defensa militar de esos territorios, con miras a su anexión; en segundo lugar, con los bombardeos selectivos sobre territorio ucraniano busca la capitulación de su ejército. Dado que las fuerzas militares de los contendientes son un reflejo del desarrollo de sus fuerzas productivas, es evidente que Ucrania está muy lejos de igualar la capacidad militar rusa (ver tabla). Si, además, la población ucraniana se encuentra dividida entre los que consideran beneficioso asociarse a Rusia y los que consideran que, a la UE, no puede menos que esperarse que esa realidad también esté manifiesta al interior del ejército ucraniano, no solo entre la tropa, sino entre los oficiales y aun, entre sus generales. Putin, al llamar al ejército ucraniano a deponer las armas, busca explotar al máximo estas posibles tendencias que él debe tener mejor evaluadas que nosotros. Si Ucrania capitula sin combate Rusia se habrá ahorrado una invasión en regla, que parece querer evitar por ahora y podrá salir con un tratado de paz bajo el brazo, para nada honroso para la burguesía ucraniana, pero al menos seguirá respirando bajo la bandera rusa. Si por el contrario decide combatir, no parece poder hacerlo de manera unificada y por largo tiempo, sino que iría en la ruta de una guerra civil. Rusia, sin embargo, tiene la capacidad militar de anexionarse Ucrania en poco tiempo.

Para estas operaciones necesita, al menos, la neutralidad de Francia y Alemania. Putin actúa y mira a su alrededor a todos los imperialismos y pregunta ¿alguna objeción?

La declaración reciente de un general alemán en el sentido de que Crimea se fue de Ucrania para siempre, muestra que, al menos un sector del ejército alemán, ha concedido a Rusia el derecho de anexionarse Ucrania o partes de ella, a cambio de continuar con los negocios ¿Cuánto tiempo podrá Scholz sostener la suspensión de operaciones de Nordstream 2, sin generar un cisma al interior de la socialdemocracia que lo sostiene? No parece que la burguesía que invirtió en el proyecto esté dispuesta a quedarse quieta[1] . Si EEUU prohíbe a sus empresas realizar cualquier negocio con Rusia, este principio no puede aplicar a los alemanes sin que éstos renuncien, a su vez, a su soberanía económica y política. Todo “paquete de sanciones” introduce perturbaciones a la economía mundial, que al ser una sola, afectará incluso a los promotores que no pueden sustraerse de ella.

El reparto de Ucrania no encuentra, por supuesto, una posición unánime, pero al menos Alemania no opondrá mayor resistencia y Francia, buscando liderar una fuerza militar independiente de la OTAN, parece que tampoco. Sin embargo, ambos exigen garantías a Putin de que no cruzará las fronteras europeas más allá de Ucrania, pues mientras esto sea así, los artículos de la OTAN no pueden ser invocados ya que Ucrania no es parte del tratado y no se ven obligados en lo inmediato a objetar militarmente la acción rusa.

El curso de esta guerra abre la posibilidad del fortalecimiento geoestratégico de Rusia, pero, sobre todo, es el toque de trompeta de los honores militares en el sepulcro de la OTAN.

Si, como dijo Clausewitz, la guerra es una continuación de la política por otros medios, Rusia ha logrado llevar la lucha política con la OTAN al terreno militar, lanzando el guante en la cara del adversario que quiera tomar la afrenta de anexarse Ucrania, y dentro de la OTAN solo EEUU tiene una capacidad real de hacerlo. No se trata aquí de si la OTAN puede o no apelar a los artículos del tratado del que ya sabemos que Ucrania no es parte, sino de su hegemonía dentro de la alianza militar. Tensando al límite la cohesión interior de la OTAN, Putin se posiciona para redibujar las fronteras de Europa con las suyas. Putin ha pasado al lenguaje de las armas mientras la OTAN aún se mueve en el terreno de las sanciones económicas, en donde presume tener completa unidad, pero ese no es ya el terreno donde se mueve Rusia. Estas sanciones solo pueden hacerlo fortalecer su alianza con China, quien dejará crecer a Rusia en tanto enfrentan al mismo enemigo. En cualquier caso, el imperialismo norteamericano enfrenta el mayor desafío a su hegemonía desde la segunda guerra mundial y sufrirá un duro revés al no poder impedir la anexión de Ucrania a Rusia.

Para el pueblo ucraniano hay pocas alternativas si el proletariado no levanta la cabeza. Parece lapidario lo dicho por Totsky en 1939:

“Las masas obreras y campesinas de la Ucrania Occidental, de Bukovina, de los Cárpatos ucranianos están confundidas: ¿a quién recurrir? ¿qué pedir? Esta situación desvía naturalmente el liderazgo hacia las camarillas ucranianas más reaccionarias, que expresan su “nacionalismo” tratando de vender el pueblo ucraniano a uno u otro imperialismo en pago de una promesa de independencia ficticia. (…)

“Luego de estos experimentos, sólo cadáveres políticos pueden seguir depositando esperanzas en cualquier fracción de la burguesía ucraniana como líder de la lucha nacional por la emancipación. Únicamente el proletariado ucraniano es capaz no sólo de realizar esta tarea -revolucionaria en esencia-, sino también de tomar la iniciativa para lograr su solución. El proletariado y sólo el proletariado puede congregar en torno suyo a las masas campesinas y la intelectualidad nacional genuinamente revolucionaria. (…)

“Mientras la cuestión dependa del poderío militar de los estados imperialistas, la victoria de un bando u otro sólo puede significar un nuevo desmembramiento y un vasallaje aún más brutal del pueblo ucraniano. El programa de independencia de Ucrania en la época del imperialismo está directa e indisolublemente ligado al programa de la revolución proletaria. Sería criminal alimentar ilusión alguna a ese respecto”.[2]

Y, por ahora, el poderío militar imperialista y no el proletariado lleva la iniciativa. Tendremos que seguir la evolución con atención, pues, aunque la guerra se presenta en el momento en que el proletariado mundial ha retrocedido posiciones por las traiciones de todas sus direcciones, cuando se ha decidido a luchar, nadie, sin dejar de ser científico, podría afirmar que esa postración es inamovible. Solo el proletariado podrá arrancar a ucrania de las garras de los imperialismos que se la disputan, pues su burguesía nacional, ya ha abdicado de buscarla desde antes de iniciado el ataque ruso.

***

 

Capacidad Militar

RUSIA

UCRANIA

 

Presupuesto 2020 (millones USD)

64,713.00

5,924.00

Efectivos Militares

Activos

850,000

200,000

Reservistas

250,000

250,000

Paramilitares

250,000

50,000

Fuerza Aérea

Aeronaves totales

4,173

318

Aviones de combate:

772

69

Helicópteros totales

1,543

112

Helicopteros de ataque:

544

34

Fuerza Terrestre

Tanques

12,420

2,596

Vehiculos blindados

30,122

12,303

Lanzacohetes Móviles

3,391

490

Artilleria Remolcada

7,571

2,040

Fuerza Naval

Portaviones disponibles

1

 

Buques destructores

15

 

Submarinos

70

 

Fragatas

11

1

Fuente: Banco Mundial, para el presupuesto. Global Fire Power, para armamento y efectivos


[1] El ex primer ministro socialdemócrata Gerhard Schröder es el presidente del comité de accionistas de ese proyecto encabezando un conglomerado de monopolios entre las que se encuentran la alemana BASF y la francesa ENGIE.

[2] León Trotsky. La cuestión ucraniana. 22 de abril de 1939.

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