OPCIÓN MARXISTA INTERNACIONAL Y DEMOCRACIA DIRECTA
24 de noviembre de 2022
En el contexto actual de calamidades, hambruna, carestía y privaciones que la guerra inter imperialista en territorio ucraniano sumó a las que ya sufrían los trabajadores y la población pobre a consecuencia del manejo dado a la pandemia por los gobiernos capitalistas, la experiencia de la Revolución de octubre de 1917 en Rusia muestra que la única solución de fondo solo provendrá de una revolución obrera. Aquella revolución demostró en la práctica, que la clase obrera puede dar una salida revolucionaria a la catástrofe de la guerra.
Ante la derrota que significó para la clase trabajadora la I Guerra Mundial, dio una salida a esa crisis internacional, tomando el poder en Rusia. Transformó los sufrimientos sin sentido de la guerra iniciando la construcción de un nuevo sistema económico y social favorable para los trabajadores y pobres y abriendo un poderosísimo ascenso de la lucha obrera mundial.
Para la Rusia del momento, la revolución bolchevique significó bienestar para la clase trabajadora y las mayorías, así como un régimen de democracia obrera, es decir las más amplias libertades democráticas.
Hoy, 105 años después, el mundo está azotado por calamidades sin fin. La guerra con epicentro en Ucrania, entre los imperialismos norteamericano y europeo agrupados tras la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y el naciente imperialismo ruso, más débil, pero imperialista al fin, lleva, según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) cerca de 100.000 muertos entre ambos bandos, entre ellos 46.500 soldados rusos, y 5.900 civiles ucranianos y más de 9.000 heridos. Es decir, muertos, heridos, hambre, miseria, destrucción, desplazamientos y refugiados (14 millones según ACNUR), y el peligro de un holocausto nuclear.
Esta terrible situación, se combina con la crisis económica mundial que amenaza convertirse en recesión generalizada para el año 2023; la terrible situación producto de la Pandemia, que si bien se originó por el virus COVID19, el manejo por parte de la burguesía mundial y sus gobiernos en busca del menor perjuicio económico, deja a la fecha, 6 millones 900 muertos y 632,5 millones de contagiados a nivel global[1] y 150 millones más de personas hambrientas, respecto a las estadísticas previas al estallido de la pandemia. Además, de convertir en otro negocio capitalista la prevención y la cura de esta enfermedad. A lo anterior, se agrega la inflación desbordada que tiene los precios de los alimentos, combustibles e insumos agrícolas por las nubes, generando más hambre y más miseria; conllevando a la migración de miles y miles de personas en busca de un mejor futuro quienes se enfrentan a la xenofobia, leyes represivas violatorias de elementales libertades democráticas y muros de contención que los gobiernos imperialistas levantan para protegerse de las “hordas” de desheredados que ellos mismos han hundido en la miseria y la desesperación. Este panorama incluye la destrucción de la naturaleza, por la explotación irracional y depredadora de los recursos naturales, la contaminación y residuos altamente tóxicos que generan las grandes industrias monopolistas, lo que, entre otras causas, generó el cambio climático, cuyos efectos los sentimos cada día entre ellos las altas temperaturas, los huracanes, inundaciones, pérdida de cosechas, de fauna y flora, entre otros.
En resumen, más destrucción, muerte, hambre y miseria para las masas y los más desprotegidos, así como más abultadas ganancias para los burgueses y demás privilegiados, guiados por los mandatos del “dios” dinero.
Ante estos hechos, la respuesta de las masas y de los trabajadores no se ha hecho esperar. Hace un tiempo vienen enfrentando las desgracias que les arroja este sistema con la lucha directa, huelgas y estallidos sociales. Eso muestran hoy las huelgas de la clase obrera en Reino Unido, Francia, Grecia y la de las enfermeras en Estados Unidos, así como el estallido social de las mujeres y la juventud en Irán, al cual se incorporó el sector de trabajadores petroleros.
Algo que estuvo precedido por las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia, conocida como la Primavera Árabe e importantes huelgas generales en Grecia y España, así como el movimiento de la clase media, los Indignados en España. Luego, una nueva oleada se inició en Francia con la lucha de los “Chalecos Amarillos” contra el alza de los combustibles y contra el gobierno de Macron, sin el control de las direcciones sindicales tradicionales UGT (P.S.) y CGT (P.C.). Luego vino el turno de América Latina con el levantamiento en Ecuador de octubre de 2019 contra el alza de los combustibles ordenada por el FMI, la insurrección en Chile y la masiva protesta en Colombia en ese mismo año.
A la pausa en la lucha producto del confinamiento, le siguió el estallido de furia contra el racismo en Estados Unidos, con el movimiento Black Lives Matter, en repudio al asesinato de George Floyd. En el 2021 la oleada se expresó con los espectaculares estallidos sociales de 2021 Colombia y Cuba.
Los anteriores hechos, muestran que las condiciones materiales para quienes sufren las consecuencias de la voracidad propia del capitalismo, pongan fin a este sistema de opresión y explotación mundial, están más que maduras. El principal obstáculo es la acción de saboteo y traición de las direcciones tradicionales las cuales, con su política de conciliación de los intereses de los trabajadores con los de los burgueses, han llevado las luchas a derrotas terribles y a un retroceso enorme en la conciencia de la clase obrera. Estos fracasos y traiciones y la extrema debilidad de una organización obrera, revolucionaria e internacional, reconocida y consecuente, que guíe las huelgas y luchas de los trabajadores y pueblos del mundo hacia la senda de la revolución. Por ello, las enseñanzas que dejó la Revolución Rusa son profundamente aleccionadoras para las nuevas generaciones de luchadores que expresan su malestar y deseos de cambio con la degradación que este sistema significa.
El primer intento de la clase obrera de hacerse con el poder de la sociedad fue La Comuna de París en 1871. Su aplastamiento y posterior derrota debida a su inexperiencia y falta de condiciones materiales u objetivas para su sostenimiento en el poder, empero sirvió de laboratorio y ejemplo y dejó lecciones tanto políticas como teóricas para que el proletariado ruso 46 años después (1917) hiciera la revolución y tomara el poder.
Para las masas, la situación internacional de la cual surgió la salida revolucionaria en Rusia, era también, como ahora, lamentable. El surgimiento de los monopolios, del capital financiero (fusión del capital bancario con el industrial) como producto “necesario” del desarrollo del capitalismo mundial; el dominio de la oligarquía financiera y de la exportación de capitales, seguida de la lucha por el reparto del mundo entre las asociaciones de capitalistas y entre las grandes potencias, dio origen al Imperialismo. Es decir, a la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes, rasgo o característica que obligan a calificarlo como capitalismo parasitario, rentista, usurero o en estado de descomposición. En 1914 salió a la luz que el sistema capitalista-imperialista mundial desde ese momento ya era un sistema decadente que sólo traía para las masas y los trabajadores del mundo guerras, hambre, miseria, desigualdades, represión y explotación.
Por esas contradicciones acumuladas por años, en 1914 estalló la I Guerra Mundial. Una guerra de rapiña por el reparto de las naciones atrasadas económicamente entre las burguesías de los países más avanzados. En particular de las colonias de Asia y África, que antes habían sido colonizadas. Guerra cuyo saldo fue de 9 millones de soldados muertos y la masacre de 7 millones de civiles, además de la destrucción de fábricas, ferrocarriles, barcos y ciudades que trajo para la humanidad hambre, miseria y enfermedades. Es decir, la destrucción de las fundamentales fuerzas productivas: la clase trabajadora y la naturaleza. Con la consecuente etapa de reconstrucción, convertida en un negocio capitalista que significó la explotación inmisericorde de grandes masas de trabajadores.
Lenin en la introducción de su libro “El Imperialismo fase superior del capitalismo” afirmó que: “las guerras inter-imperialistas son absolutamente inevitables sobre la base económica de la propiedad privada de los medios de producción” y que “la guerra demostraba que el sistema capitalista imperialista que dominaba el mundo entero había entrado en una etapa de decadencia y putrefacción inevitables que sólo se podría superar haciendo la Revolución Proletaria Mundial”.
Esos dos grandes hechos, la Primera Guerra Mundial con las calamidades que trajo para las masas y el triunfo de la Revolución Rusa, llevaron a Lenin a definir que para la humanidad se iniciaba una nueva época histórica: de guerras, crisis y revoluciones. Época de la revolución socialista mundial. Una época revolucionaria que puso sobre el tapete que la única y definitiva solución para poner fin a las guerras, la miseria, el hambre, la destrucción de la naturaleza y la opresión y explotación capitalista e imperialista es la revolución socialista mundial que tenga como sujeto social a la clase obrera en alianza con los campesinos pobres y como sujeto político a un partido internacional, marxista y revolucionario (leninista), democráticamente centralizado, como en efecto lo fue el Partido Bolchevique liderado por Lenin y Trotsky, que dirigió la revolución rusa.
Ésta instauró para todo el pueblo, un régimen de amplias libertades democráticas jamás conocidas hasta la fecha por la humanidad y una economía planificada que garantizó trabajo, vivienda, salud y educación, para las grandes mayorías desposeídas. Demostró que la sociedad no necesita de los capitalistas para funcionar. Y señaló una perspectiva internacional de liberación de la esclavitud capitalista. Ese régimen duró hasta que las derrotas a las revoluciones alemana y europea, junto con la muerte de Lenin, aislaran a la atrasada Rusia y la hicieran retroceder.
Gracias a ese retroceso ascendió una burocracia reaccionaria encabezada por José Stalin, que eliminó la democracia obrera en las organizaciones obreras (soviets), burocratizó el manejo del país y al partido bolchevique. Además, de destruir físicamente a la vanguardia bolchevique que dirigió la revolución, incluido el asesinato de Trotsky en 1940, por el agente estalinista Ramón Mercader.
Hasta su asesinato, correspondería a León Trotsky, librar la dura lucha política contra la eliminación de la democracia obrera en la planificación de la economía y en el control del gobierno. Él señaló una disyuntiva histórica: el triunfo de la revolución socialista mundial o la restauración capitalista. Hecho que fatalmente ocurrió a fines de los 80s. Disyuntiva que dependía y depende de la superación de la crisis de dirección revolucionaria llevada a su peor manifestación con el surgimiento del estalinismo. (Ver artículo “A cien años de la Revolución Rusa…»)
70 años después, la política estalinista de “socialismo en un solo país” y de “coexistencia pacífica” con el imperialismo y las burguesías mundiales, llevaron la derrota del ascenso, las revoluciones que estaban en curso en el mundo y a la restauración del capitalismo en la URSS , China y demás estados obreros burocratizados, que habían logrado poner fin a la propiedad privada sobre los grandes medios de producción y de cambio con la expropiación de la burguesía: los Estados obreros (EE.OO) -países conocidos como “socialistas”- que constituían un tercio de la humanidad.
Como se mencionó anteriormente la I Guerra Mundial inauguró una nueva época mundial de guerra crisis y revoluciones. La guerra actual confirma lo escrito por Lenin acerca de que “las guerras son inevitables sobre la base de la propiedad privada capitalista” y que los conflictos interimperialistas tienen como salida inevitable la fuerza, es decir, la guerra.
Ésta guerra (interimperialista de rapiña realizada en territorio ucraniano) no estaría ocurriendo si no se hubiese restaurado el capitalismo en la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), China y los demás estados obreros burocratizados. Tampoco el imperialismo hubiese logrado semi-colonizar a todas las naciones que integraban la llamada “Cortina de hierro”. Algo que no logró con Rusia y con China, que se convirtieron en potencias capitalistas e imperialistas tras la restauración.
Para ambos campos Ucrania es un territorio clave por su ubicación geoestratégica, donde el bando que logre dominarlo tendrá predominio sobre Eurasia y accederá a la base de la hegemonía o supremacía global, en una región de Europa “que ha sido epicentro de todos los acontecimientos históricos decisivos de la humanidad…” (El conflicto ucraniano, Luis Miguel Benavides M)” [2]
Ambas guerras (la Iª Guerra Mundial y la actual en territorio ucraniano), tienen similitudes y diferencias: las dos son guerras de rapiña entre los países imperialistas por un nuevo reparto: geográfico de zonas de influencia, por el control de materias primas, de mercados, de nuevos recursos naturales y nuevas reglas del juego entre los imperialistas para la explotación y dominio del mundo. Con la diferencia de que la I G.M. se desarrolló en Europa e involucró directamente a los imperialismos y la actual, se libra en territorio ucraniano sin el involucramiento directo de las potencias mundiales.
Ambas muestran que la salida definitiva para evitar las guerras es la Revolución Socialista Mundial y que, si los trabajadores y los soldados rusos voltearon las armas contra su propia burguesía y su propio gobierno haciendo la revolución proletaria en 1917, la salida para la actual guerra es similar: que los trabajadores y soldados rusos y ucranianos volteen sus armas contra sus propias burguesías y hagan la revolución, es decir, materializando la política del derrotismo revolucionario.
Un botón de muestra: los derechos laborales en la Rusia de 1917[3]
Un país gobernado por los capitalistas está plagado de constantes arbitrariedades y abusos contra los trabajadores. Esa es la norma. A contracara, uno gobernado por la clase obrera como la Rusia desde el 17 hasta el año 23, mostró que los derechos laborales individuales, colectivos y de seguridad social para los asalariados, dejaron de ser palabras huecas como sucede en esta sociedad y se convirtieron en realidad:
“La influencia de la Revolución Rusa en el fortalecimiento de la acción de los trabajadores como ente colectivo, organizados en partidos y sindicatos, y en el surgimiento de los derechos laborales individuales, colectivos y de seguridad social, fue indiscutible; así como su burocratización, control por la burocracia estalinista y su desintegración en 1989, también ha tenido incidencia sobre la mala suerte que han corrido los derechos de la clase trabajadora desde entonces…»
En aquellos Códigos se regularon todas las materias relacionadas con el trabajo obligatorio, derecho a tener trabajo, distribución del trabajo, la jornada laboral que era como norma de 7 horas y otras jornadas inferiores a 7 horas en casos particulares, la prohibición del trabajo a los menores, iguales derechos laborales para hombres y mujeres, período de prueba, condiciones para la terminación del contrato de trabajo, derecho de negociación colectiva, etc. Además, se consagraba todo lo relacionado con la seguridad social: servicio de salud gratuita, pensiones y riesgos laborales. La Revolución Rusa Estableció la plena ciudadanía para las mujeres rusas: el derecho al divorcio (1917), la corresponsabilidad económica respecto a los hijos reconocidos o no (1918), permisos remunerados de maternidad y guarderías en las fábricas (1918) la capacidad para controlar la natalidad (1920) y la alfabetización (1919).
En Aquellas normas constitucionales, leyes y códigos laborales, expedidos luego de la Revolución Rusa de octubre de 1917 estaban consagrados todos los derechos por los que los trabajadores de los países capitalistas
(Inglaterra, Francia, Alemania, toda la Europa capitalista y en los propios Estados Unidos) venían luchando sin Éxito desde hacía más de 50 años” [4]
“No se puede hacer un estudio serio del origen y el avance del derecho laboral y de la seguridad social en el mundo, sin detenerse en la revolución rusa. La Revolución Rusa surgió de las entrañas del capitalismo y de su primera gran crisis ocasionada por la Primera Guerra Mundial…[5]
Estos hechos, entre otros, sirven para combatir el prejuicio tan arraigado acerca de que los trabajadores no pueden dirigir el Estado. Que se trata de una tarea para profesionales académicos, políticos de oficio o técnicos. La Revolución Rusa reveló –al menos entre 1917 y 1923- que los obreros pueden, no sólo liderar el estado sin necesidad de capitalistas y su propiedad privada, sino dirigir un estado donde la clase obrera es la clase dominante de la sociedad. A través del gobierno de sus propias organizaciones (consejos obreros o soviets) en ejercicio de una irrestricta democracia obrera, para definir los planes económicos y las decisiones políticas del gobierno, con base en las necesidades de las grandes mayorías y no para el beneficio de los capitalistas o de una casta de burócratas reaccionarios. Colocar ese dominio del gobierno al servicio de la profundización de la revolución hacia el interior del país y, al mismo tiempo, del impulso y extensión de ésta a escala internacional, hacia la liberación del capitalismo en los pueblos hermanos y con el objetivo de derrotar al imperialismo y la contrarrevolución.
Esa es la profunda razón por la cual los estalinistas y reformistas de todos los estilos, ya no solo no la reivindican. La colocan como un hecho ajeno al trabajo y a los trabajadores. Algo que solo debe preocuparles a los historiadores. Algo esperable de dirigentes políticos y burócratas con su prédica de aplicar paños de agua tibia a esta descompuesta sociedad, y que así se logrará poner fin a las calamidades y habrá “paz y prosperidad” para todos.
Al contrario, para nosotros, reivindicar que la única y definitiva salida sigue siendo una revolución socialista liderada por la clase obrera y contando con una organización internacional marxista y revolucionaria, es una tarea vital. Allí radica la importancia de extraer las profundas lecciones que dejó la Revolución Rusa. La historia posterior muestra que es una experiencia imprescindible de repetir, si se trata de marcar otro camino para la humanidad y detener la amenaza de su destrucción. La alternativa marcada por la realidad sigue siendo ¡SOCIALISMO O BARBARIE!
[1] Según cifras del grupo coronavirus del BDI, del 12 de junio de 2022
[2] Declaración conjunta Opción Marxista Internacional – Democracia Directa: ¡Por la derrota de la guerra de rapiña entre las potencias!, marzo 18 de 2022. https://opcionmarxistainternacional.com/por-la-derrota-de-la-guerra-de-rapina-entre-las-potencias/
[3] Con fundamento en la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado, se aprobó la Constitución de la URSS de 1918, luego la de 1922 y, más tarde, la de 1936, ésta última ya dentro del gobierno dictatorial del estalinismo. Luego de aprobadas las constituciones mencionadas se expidieron Códigos del trabajo o laborales en 1918, 1922 y 1936. El Código del trabajo español, del año 1926 fue en buena medida copiado del Código del Trabajo expedido en la URSS en 1922.
[4] OSPINA Edgar, Derecho Colectivo del Trabajo. Guía Teórica y Práctica para estudiantes y nuevas generaciones de abogados y trabajadores. Actualizada con legislación y jurisprudencia 2019, Ibañez cuarta edición, 2019, pág. 63
[5] Ídem, págs. 69 – 70