OMI – 14 noviembre 2021
Para el 15 de noviembre está convocada en Cuba una marcha de protesta contra el gobierno, auto–definido por sus gobernantes como “comunista” y “revolucionario”.
Estos acontecimientos merecen la máxima atención. Cuba es un emblemático país para quienes se reclaman de izquierda, demócratas o revolucionarios, así como para los trabajadores de vanguardia y los jóvenes con mentalidad crítica y abierta.
Sin embargo, y por extraño que parezca, el gobierno ha prohibido la manifestación y amenaza con reprimirla violentamente. Además, para ahogarla u ocultarla, organizará eventos de festejo y celebraciones oficiales el mismo día.
¿Qué argumentan los gobernantes para prohibir la protesta?
Dicen que no es una protesta legítima, sino que se trata de una conspiración del imperialismo orquestada por los empresarios cubano-americanos (gusanos de Miami). Y califica a sus convocantes y quienes decidan salir a protestar como “contrarrevolucionarios”.
Con los mismos argumentos y métodos, tanto el presidente Diaz-Canel, Raúl Castro y los defensores de oficio del régimen cubano en América Latina, descalificaron, reprimieron y se colocaron en contra de las movilizaciones y el estallido social de protesta del pasado 11 de julio en la Isla.
Tal como señaló León Trotsky respecto de la burocracia de la URSS “La espada de la dictadura, que hería antaño a los partidarios de la restauración burguesa, se abate ahora sobre los que se rebelan contra la burocracia. Hiere a la vanguardia del proletariado y no a los enemigos de clase del mismo”. (La revolución Traicionada, pág. 208).
¿Qué pasó el 11 de julio?
En esa fecha, sectores muy importantes de la juventud y la población, se lanzaron a las calles con masivas manifestaciones en la Habana y en casi todas las ciudades del país. Expresión en ese país, de la oleada de indignación y estallidos sociales que, con sus diferencias, se abrió paso en Colombia, Chile, Ecuador y otros países.
Más allá de las “explicaciones” engañosas del régimen y sus defensores, ese 11 de julio en Cuba salió a flote la indignación y desesperación por las privaciones, la miseria, el hambre, los precios en dólares que pulverizan los bajos salarios, la lentitud en la atención de la pandemia, en un contexto de falta absoluta de libertades políticas para la población, que se encuentra bajo el férreo control de un régimen político antidemocrático y despótico de partido único, el Partido Comunista Cubano. Control despótico de la economía y la sociedad de una burocracia que desde siempre ha impedido a los trabajadores discutir, corregir y decidir democráticamente el rumbo de la producción y la conducción de la economía y del país.
Esa indignación y protestas de la juventud de sectores importantes de la población, es la respuesta de lucha a los efectos del proceso de restauración capitalista que avanza en Cuba, impulsada con mano de hierro por sus propios gobernantes “comunistas”, quienes cínicamente argumentan que esa realidad que padece la mayoría de la población y la juventud, es el “socialismo” y que frente al “bloqueo yanqui” no hay nada que hacer, salvo “resistir con estoicismo”.
La crisis y aislamiento de Cuba
La crisis actual que se descarga sobre la población, es consecuencia no del sistema socialista, sino del aislamiento y del bloqueo, en combinación con el avance de la penetración de capitales imperialistas que representa el avance de la restauración capitalista en Cuba.
La represión busca su control despótico del aparato estatal para garantizar ese proceso de restauración del capitalismo, que impulsan los gobernantes para permitirse conservar su vida llena de privilegios, mientras la mayoría de la población ya no tiene solucionadas cabalmente sus necesidades básicas y los trabajadores con su sudor llenan las arcas de las trasnacionales europeas dueñas de los fabulosos negocios del turismo, el ron, el tabaco, etc.
Es otra prueba del fracaso rotundo del programa, teoría y política del “socialismo en un solo país”, de la “convivencia pacífica con el imperialismo” y de conciliación de clases, llevado adelante por los comunistas estalinistas, para lo cual implementan su método totalitario. Con esa nefasta política y método llevaron a la derrota de varias revoluciones en el mundo y a la derrota catastrófica que significó la total restauración capitalista en la URSS, China y demás países “socialistas” (estados obreros burocratizados), países que quedaron bajo el dominio de las trasnacionales imperialistas en asocio con sectores de esa burocracia y la destrucción de casi todas las conquistas obreras a manos del capitalismo imperialista, desde finales de los años 80s., con la consecuente transformación de la élite de la burocracia gobernante, en burguesía.
¿Oponerse al gobierno en Cuba o en otro país “de izquierda” es hacerle el juego al imperialismo?
Es la restauración capitalista y el que sea llevada adelante por el gobierno castrista, lo que debilita y hace más vulnerable a Cuba frente al bloqueo, la voracidad imperialista y su ofensiva colonizante. Y la represión totalitaria de la burocracia gobernante, así como la represión policial y los presos políticos, les entrega en bandeja las banderas de la “democracia” y la “libertad” a aquellos que la persiguen como libertad de empresa y del mercado capitalista, para conseguir la destrucción completa del país por medio de una restauración capitalista más veloz, no a cuenta gotas como pretende el gobierno castrista.
Su política de que era posible construir el socialismo en un solo país y su régimen totalitario, aislaron más al país y lo debilitaron ante la ofensiva del imperialismo y de la extrema derecha capitalista. Le da argumentos para redoblar el bloqueo económico y facilita a todos los gobiernos de la reacción burguesa, atacar a Cuba (y Venezuela o cualquier otro país que se distancie así sea tímidamente de los dictados del imperialismo en “su patio trasero”).
Sólo mentes nacionalistas, burocráticas y espíritus cansados, pueden considerar que una acción directa de masas como la que estalló en Cuba el 11J, puede debilitar más al país frente al imperialismo que el proceso de restauración y la penetración de trasnacionales europeas, contra cuyos efectos, de hecho, esa movilización de masas se enfrenta.
Tal “argumento” fue desenmascarado hace mucho por el marxismo revolucionario en cabeza de León Trotsky en su batalla contra la degeneración de la URSS, cuando los estalinistas pretendieron descalificar sus críticas afirmando que “…los reaccionarios asirán con dos manos cualquier crítica al régimen soviético”:
“Esto es innegable y tratarán además de aprovechar esta obra. ¿Alguna vez sucedió de otro modo? El Manifiesto Comunista recordaba desdeñosamente que la reacción feudal trató de explotar la crítica socialista contra el liberalismo. Sin embargo, el socialismo revolucionario siguió su camino. Nosotros seguiremos el nuestro. La prensa comunista dice, sin duda, que nuestra crítica prepara…la intervención armada contra la URSS. Esto quiere decir, evidentemente, que los gobiernos capitalistas, al saber por nuestros trabajos lo que ha llegado a ser la burocracia soviética, van a castigarla por haber abandonado los principios de Octubre…La verdad es que la crítica marxista, al llamar a las cosas por su nombre, sólo puede consolidar el crédito conservador de la diplomacia soviética a los ojos de la burguesía”. (La revolución Traicionada, pág. 227).
Al descalificar y perseguir la protesta, el castrismo repite el mismo libreto falaz utilizado por todos los gobiernos de la URSS y demás países que se conocieron como “socialistas” e instrumentado por la burocracia gobernante por casi 70 años, para oprimir y aplastar de forma autoritaria las protestas y huelgas obreras contra su política interna e internacional reaccionaria y pro-capitalista, que por años fue erosionando las bases obreras de la economía de esos países y la tremenda conquista política que significaba su existencia, pese a sus gobernantes. Así, esa política finalmente permitió su destrucción.
¿Eso es el socialismo?
Argumentar que la realidad que se vive en Cuba es el socialismo, sólo sirve a la reacción mundial que, por paradójico que parezca, coincide con los gobernantes cubanos en afirmar que efectivamente lo que allí sucede sería el resultado del “socialismo y el comunismo”. Así atacan y desprestigian la causa de la clase obrera, para decir que es imposible construir un socialismo obrero y con democracia, como se conquistó en la Rusia soviética hasta 1927.
Todos ocultan maliciosamente que se trata de la degeneración burocrática y perversa de las enormes conquistas en empleo, salud, educación, etc., de la revolución que hace sesenta años erradicó el capitalismo en ese país.
En este estado obrero burocratizado –o lo que queda de él-, la élite gobernante vive en un mar de privilegios, mientras la mayoría de la población padece una calamitosa situación, llevando la peor parte de la profunda crisis de la economía del país. Consecuencia del criminal bloqueo yanqui. Pero no sólo de éste, que, como justificación única y simplista, argumentan sus gobernantes y los defensores de oficio del régimen cubano. Ya que, ente otras cosas, el bloqueo y las políticas de los EEUU son rechazadas por los emergentes capitalistas de la isla, quienes se quejan de que «la actual política de Washington “afecta en gran medida” sus “operaciones comerciales diarias” y “frena” su “capacidad de prosperar” y de “la cancelación de cuentas bancarias en EE UU a algunos emprendedores cubanos, [que] ha hecho que las transacciones financieras sean mucho más difíciles y costosas, incluso para recibir pagos en línea”, además de “las medidas tomadas contra las instituciones financieras”, que han provocado que las plataformas de pago y comercio electrónico como PayPal dejen de brindar servicios a los emprendedores cubanos...» (https://elpais.com/internacional/2021-11-10/los-nuevos-empresarios-cubanos-le-piden-a-biden-regresar-a-las-politicas-de-obama.html).
Es del bloqueo, pero en combinación con diversos factores. Como el serio avance de la penetración de las “inversiones” capitalistas de las trasnacionales extranjeras –imperialistas- (principalmente de España, Italia, Canadá, etc.), que, en asocio con la élite gobernante, sacan ganancias de la principal industria del país, el turismo y de la producción de ron o de tabaco, y otras áreas, explotando a sus trabajadores. Todo lo cual representa el avance del capitalismo en la isla y el sometimiento del país a las trasnacionales extrajeras (una semi colonización).
También, y muy importante, de la gestión burocrática de la economía que desde siempre impidió a los trabajadores decidir democráticamente los planes económicos y/o corregirlos, y hoy, imposibilita oponerse a las políticas para restaurar la propiedad privada de medios de producción y cambio, tan favorables a los empresarios privados; a la eliminación del monopolio del comercio exterior; de la planificación centralizada y al dominio de las leyes del mercado.
En suma, es consecuencia de las políticas gubernamentales para restablecer el capitalismo en la isla: «Desde que el Gobierno cubano autorizó la creación de empresas privadas, a finales de septiembre, ya se han constituido en la isla 400 micro, pequeñas y medianas empresas —con personalidad jurídica y un límite máximo de 100 trabajadores—, y también han sido aprobadas una decena de cooperativas no agropecuarias. Casi 54 años después de la nacionalización de todos los negocios privados por Fidel Castro, las nuevas pymes —cabeza del cada vez más importante sector privado, que abarca ya al 30% de la población empleada— exponen a Biden algunas de las dificultades que atraviesan debido a las sanciones vigentes, aprobadas por Donald Trump pero que la nueva Administración ha mantenido, y que “socavan directamente” sus negocios» (artículo citado arriba).
Es contra este proceso de restauración capitalista liderado por los gobernantes cubanos, contra sus desastrosos efectos en las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores y la población, que empezó el proceso político de movilización y protesta en Cuba. Es el contexto en que se da esta nueva convocatoria de protesta para el 15, tanto como las que vendrán.
¿Todos los que se oponen al gobierno castrista son reaccionarios?
Haciéndose eco del gobierno cubano, gobiernos, dirigentes y organizaciones de izquierda (gobiernos burgueses de “izquierda”-chavistas, maduristas, seguidores de Lula, correistas, etc.-; partidos comunistas estalinistas, guerrilleros y demás oportunistas.), condenan la justa lucha e indignación de la juventud o la población y se niegan apoyarla. Cierran filas en defensa no del pueblo, sino del gobierno y régimen cubanos.
Hoy acompañados por quienes no se quieren mojar los pies (lamentablemente algunos trotskistas) y se limitan a “defender a Cuba” del imperialismo, mientras miran para otro lado y guardan silencio para, de manera vergonzosa negar algún apoyo así fuera crítico, a la movilización y acción directa de masas en ese país.
Todos desde una postura “conspiracionista” tan de moda, justifican su posición presentando como “novedad” una realidad tan vieja como inevitable: que los imperialistas y capitalistas tienen política para responder a las luchas que se presenten y amenacen el “statu quo” y por tanto hoy meten mano en el proceso y buscan aprovechar la crisis y la situación en su propio beneficio.
Aquellos defensores del gobierno cubano, desde un supuesto antimperialismo viven en una realidad “en blanco y negro”, que les permite meter en una misma bolsa a los sectores de la juventud y los trabajadores que se oponen no sólo al bloqueo imperialista sino a las “inversiones” capitalistas de los otros imperialismos y también a los gobernantes cubanos agentes directos de esas inversiones y de la restauración capitalista, junto a los cubano-americanos, sus agentes dentro de la isla y a la reacción burguesa pro imperialista.
Pero mal que les pese, es un hecho que hoy en Cuba existen, junto a quienes “pescan en rio revuelto” -los reaccionarios agentes del capitalismo, de EEUU y los jerarcas de la iglesia-, sectores de jóvenes, activistas y trabajadores que apoyan, participan y promueven esta lucha. Se oponen al manejo autoritario de los gobernantes, a la represión y exigen la libertad de los presos políticos y con su movilización de hecho enfrentan las políticas castristas favorables a la restauración capitalista.
Así sea en un proceso contradictorio y aún confuso, quieren avanzar hacia el socialismo en vez de retroceder al capitalismo como pretenden los imperialistas y el gobierno. Y, muy importante, algunos lo hacen desde el punto de vista de la lucha revolucionaria y bajo banderas explícitamente marxistas. De profundizase, el proceso puede abrir camino a la lucha que podría abrir paso una revolución contra la casta gobernante para instaurar en Cuba un verdadero socialismo obrero con democracia.
El papel de los jóvenes activistas críticos, de los trabajadores y militantes revolucionarios en el continente, a quienes la apatía o el cansancio aún no haya vencido, está en divulgar, apoyar y solidarizarse con esta lucha de los sectores de las masas cubanas que han iniciado el camino para impedir que los gobernantes, atrapados en su política, avancen en destruir todas las conquistas de la revolución y volver el país al capitalismo, con todas sus lacras y degradación para la población y la sociedad. Por eso, Trotsky planteó como necesidad imperiosa la necesidad de la revolución política contra la burocracia para restaurar la democracia proletaria y avanzar hacia el socialismo.
Sin que signifique algún tipo de compromiso, pero si como una contribución de aliento y apoyo de nuestra parte a ese positivo proceso que se ha abierto en Cuba y que solo la realidad de la lucha definirá su resultado, presentamos a nuestros lectores un artículo de uno de los sitios de jóvenes activistas cubanos que se posicionan ante el proceso desde el marxismo y una oposición revolucionaria al régimen y al imperialismo.
A continuación, el artículo publicado en “La Joven Cuba”. Reproducido en su totalidad incluyendo fotos en: https://jovencuba.com/izquierda-critica-cubana/
Desde la izquierda crítica cubana
escrito por José Alejandro Esteve Santos -12 octubre 2021
El socialismo, más que un fin, es un camino, un tránsito que no tiene sentido si no es con libertad. Y «libertad —decía la extraordinaria Rosa Luxemburgo— solo para los que apoyan al gobierno, solo para los miembros de un partido, por numeroso que este sea, no es libertad en absoluto. Libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa diferente». Así también lo creyó José Martí cuando escribió en sus «Escenas mexicanas»: «siempre es desgracia para un país que la libertad sea un partido».
Renovando fuerzas
Los únicos actores políticos y sociales legales en Cuba —tradicionalmente declarados de izquierda—, en su atadura a la esclerótica burocracia se han ido derechizando conforme esta ha persistido en su obliteración estalinista. Tras largos años de dependencia y subordinación, las fuerzas de izquierda perdieron su autonomía. A medida que fue quedando atrapada al ensamblaje estatal se produjo un proceso de desarticulación y, en ese hermetismo atemporal y acrítico, se gestó un fenómeno que no se describe mejor sino a través de la popular certeza de que no existe nada más conservador que un revolucionario aferrado al poder.
Frente a esta situación de larga data, ha germinado una nueva izquierda desde la sociedad civil. Una joven corriente heterodoxa con las teorías crítica latinoamericana y decolonial como nuevos paradigmas, y vindicativa del rico pensamiento revolucionario cubano e internacional. Una izquierda comprometida y consciente, que se niega a que el creciente descontento social sea capitalizado por agendas más centradas en sustituir las formas que en revolucionar plenamente la ecuación formato-contenidos.
Definiendo la ruta
La única alternativa viable para salir de la grave situación política, económica y social que vive Cuba es la democratización profunda de la sociedad. Socialismo también es redistribución del poder. Es indispensable que la gente tenga poder para decidir y gestionar su futuro sin que una nomenclatura burocrática marque las agendas, los ritmos y los tiempos. Identificar a la Revolución con la casta dirigente —pensaba Trotski— es traicionar a los trabajadores. La fórmula tiene que ser, diseñar y construir la nación desde abajo en un plebiscito constante. La lucha por la democracia es cuestión intrínseca de la lucha por el socialismo.
La izquierda crítica, si bien defiende la democracia y la total garantía de libertades para el ejercicio del derecho, también considera impostergable honrar las deudas con los sectores empobrecidos y marginados. La transformación de la realidad de estos «preteridos» tiene que ser una prioridad, no un resorte para el impulso de los intereses políticos de siempre.
Claramente, no es posible redistribuir riqueza sin crearla. El propio Marx aseveraba que esto solo conduce a la socialización de la miseria y la reproducción del caos. Sin embargo, tampoco una fórmula neoliberal basada en la acumulación/desposesión puede solucionar las profundas y añejas grietas del país. El desarrollo económico, por sí solo, no conduce al bienestar de todos. Un sistema que tenga como base la igualdad de derechos y la colaboración entre todos los ciudadanos, estructura un desarrollo con justicia social.
La izquierda crítica, siendo coherente con estos fundamentos, en el momento presente debe encauzar y centrar su lucha, que es la de todos, en exigir y demandar el fin a los privilegios de la burocracia y la corrupción política, para asegurar una redistribución justa del precario patrimonio colectivo y un gobierno transparente, con verdadera vocación de servicio público; la socialización real y desmilitarización de las propiedades estatales, con el fin de posibilitar la autogestión y el control popular, potenciando así su misión pública.
También el respeto y garantías inmediatas a los derechos de asociación y sindicalización, huelga y manifestación pacífica, cómo vías de empoderar a la sociedad civil en defensa de sus derechos laborales y ciudadanos frente a los actores que acumulan poder, —dígase burocracia y capital—, y a la pétrea subordinación paraestatal de los existentes sindicatos y organizaciones.
En la aspiración de una sociedad justa, la izquierda debe batallar por equilibrar y asegurar cuotas de poder para todos. Son indispensables en tal sentido los derechos a la información, a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión. Es fundamental el logro de la independencia y socialización de los medios de comunicación cómo garantía para un ejercicio contra-hegemónico y popular del periodismo, encaminado a la búsqueda de la verdad.
Reivindicando a Mella, la izquierda crítica tiene que reclamar autonomía universitaria, pues solo el autogobierno de las universidades genera las condiciones para superar y evitar el adoctrinamiento y la enseñanza bancaria, en favor de una educación superior libre y liberadora.
No es posible cambiar una realidad que se niega, sea parcial o totalmente. Se debe reconocer la persistencia de los racismos, la LGTBI-fobia, la desigualdad y violencia de género, cómo fenómenos de significativa incidencia en la desigualdad social, y abogar por su erradicación mediante la educación y la legislación. Urge concretar programas con enfoque de equidad social, que estimulen y protejan el acceso al sistema educativo y laboral, para interrumpir y terminar los ciclos de marginación de sectores históricamente afectados por el colonialismo cultural.
La izquierda crítica se posiciona ante todas las asimetrías de poder. Son ineludibles tanto el cese de la criminalización a la disidencia y la vulneración de sus derechos, la liberación inmediata de los presos de conciencia imputados de delitos comunes; como la oposición, rechazo y condena al imperialismo en cualquiera de sus manifestaciones y orígenes, eso es, el repudio a la política hostil y coercitiva estadounidense y a la injerencia rusa y china.
En definitiva, la izquierda crítica contra-hegemónica y decolonial cubana, tiene que articular esfuerzos en cristalizar una nueva arquitectura para el poder, que tenga como premisas impedir su concentración y fraguar un metabolismo más sano con el eje central en el componente ciudadano. El socialismo se va haciendo realidad en la medida en que el individuo se va liberando de la opresión, ya sea económica o burocrática. La primera condición para conseguirlo es la concientización colectiva. Lo que no toma forma en la conciencia humana, no lo hace en el constructo social.
Ante el peligro siempre presente de la traición, las contra-revoluciones políticas, la prostitución de los principios, el vaciamiento de los paradigmas y la derechización de las tradicionales fuerzas de izquierda en la región, es válido recordar a Trotski y su pronunciamiento de 1936, en el prólogo a La Revolución traicionada: «mientras la revolución es la locomotora de la historia, los regímenes reaccionarios —especialmente regímenes totalitarios como el estalinista— actúan como un gran freno para la conciencia humana».
La nueva izquierda cubana no se puede quedar en el cuestionamiento y el debate, la situación demanda una actitud propositiva y resolutiva; una izquierda con agenda propia que construya. Frente a las disyuntivas políticas actuales, un camino: ni burocratismos ni bloqueos: ¡Socialismo y libertad!