Leon Trotsky en una intervención en Copenhagen, 27 Nov. 1932

CONTENIDO

Introducción

Qué es y a dónde va la unión soviética

Objeto de este trabajo

I.- Lo obtenido

Los principales índices del desarrollo industrial

Apreciaciones comparativas de los resultados 

Producción «per cápita»

II.- El desarrollo económico y los zigzags de la dirección

El «comunismo de guerra», la «Nueva Política Económica» (la NEP) y la orientación hacia el campesino acomodado

Viraje brusco: “El plan quinquenal en cuatro años” y la colectivización completa    

III.- El socialismo y el Estado

El régimen transitorio

Programa y realidad

El doble carácter del Estado soviético

Gendarme e indigencia socializada

«La Victoria completa del Socialismo» y «la Consolidación de la Dictadura»

IV.- La lucha por el rendimiento del trabajo

El plan y el dinero

La inflación «socialista»

Rehabilitación del rublo

El movimiento Stajanov

V.- El Termidor soviético

¿Por qué ha vencido Stalin?

La degeneración del partido bolchevique

Las causas sociales del Termidor

VI.- El aumento de la desigualdad y de los antagonismos sociales

Miseria, lujo, especulación

La diferenciación del proletariado

Contradicciones sociales de la aldea colectivizada

Fisonomía social de los medios dirigentes

VII.- La familia, la juventud, la cultura

Termidor en el hogar

La lucha contra la juventud

Nación y cultura

VIII.- La política exterior y el ejército

De la revolución mundial al «statu quo»

La Sociedad de Naciones y la Internacional Comunista

El Ejército Rojo y su doctrina

Liquidación de las milicias y restablecimiento de los grados

La URSS y la guerra

IX.- ¿Qué es la URSS?

Relaciones sociales

¿Capitalismo de Estado?

¿Es la burocracia una clase dirigente?

El problema del carácter social de la URSS aún no está resuelto por la historia

X.- La URSS en el espejo de la nueva Constitución

El trabajo «según la capacidad y la propiedad personal»

Soviets y democracia

Democracia y partido

XI.- ¿A dónde va la URSS?

El bonapartismo, régimen de crisis

La lucha de la burocracia contra «el enemigo de clase»

La inevitabilidad de una nueva revolución

Apéndices

1. «El socialismo en un solo país»

2. Los «amigos» de la URSS


Introducción

Qué es y a dónde va la unión soviética

Este libro fue escrito cuando el poderío de la burocracia soviética parecía inquebrantable y su autoridad indiscutible. El peligro del fascismo alemán atraía naturalmente la simpatía de los medios democráticos de Europa y de América hacia los soviets. Generales ingleses, franceses y checoslovacos participaban en las maniobras del Ejército Rojo y cantaban loas a oficiales, soldados y técnica. Estas alabanzas eran perfectamente merecidas. El nombre de los generales Iakir y Uborevich, comandantes de las divisiones militares de Ucrania y de la Rusia Blanca, era citado con respeto en las páginas de la prensa mundial. En el mariscal Tujachevski se veía, con toda razón, al futuro generalísimo. En esos momentos, numerosos periodistas extranjeros de «Izquierda» y no solamente del tipo de Duranty, sino también algunos perfectamente conscientes, escribían extasiados sobre la nueva Constitución soviética como «la más democrática del mundo».

Si este libro hubiera visto la luz inmediatamente después de ser escrito, muchas de sus conclusiones hubieran parecido paradójicas o, lo que es peor, dictadas por una pasión personal. Pero algunos, «azares» de la suerte del autor hicieron que apareciera en diversos países con un retraso considerable. Mientras tanto se desarrolló la serie de procesos de Moscú que sacudieron al mundo entero. Toda la vieja guardia bolchevique fue sometida al exterminio físico, fusilados los organizadores del partido, los participantes en la Revolución de Octubre, los edificadores del Estado soviético, los dirigentes de la industria, los héroes de la guerra civil, los mejores generales del Ejército Rojo, entre ellos Tujachevski, Iakir y Uborevich, de los que hablamos antes. En cada una de las diversas repúblicas de la Unión Soviética, en cada provincia, en cada región, la depuración fue sangrienta, no menos feroz que en Moscú, aunque más anónima. La preparación de las elecciones «más democráticas del mundo» va acompañada de fusilamientos en masa que barren de la tierra a la generación de la revolución. En realidad nos encontramos en vísperas de uno de esos plebiscitos cuyo secreto conocen tan bien Hitler y Goebbels. Si Stalin tiene el 100% de los votos o «solamente» el 98’5%, no depende de la población, sino de las prescripciones dadas desde arriba a los agentes locales de la dictadura bonapartista. El futuro Reichstag de Moscú tendrá como misión, podemos predecirlo desde ahora, coronar el poder personal de Stalin bajo el nombre de presidente plenipotenciario, de jefe vitalicio, de cónsul inamovible o -¿quién sabe?- de emperador. En cualquier caso, los «amigos» extranjeros, demasiado celosos, que han cantado himnos a la «Constitución» estalinista, corren el peligro de caer en una difícil situación. Les manifestamos de antemano nuestra compasión.

El exterminio de la generación revolucionaria y la depuración implacable entre la juventud, atestigua la tensión terrible de las contradicciones entre la burocracia y el pueblo. En el presente libro hemos tratado de proporcionar un análisis social y político de esta contradicción antes de que apareciera tan violentamente a la luz pública. Las conclusiones que, hace más de un año, hubieran parecido paradójicas, se exhiben hoy ante los ojos de la humanidad en toda su trágica realidad.

Algunos de los «amigos» oficiales, cuyo celo es pagado en rublos de buena ley y en divisas de otros países, tuvieron la imprudencia de reprochar al autor que su libro ayudaba al fascismo. ¡Cómo si las represiones sangrientas y las bribonadas judiciales no hubieran sido conocidas sin eso! Identificar la Revolución de Octubre y los pueblos de la URSS con la casta dirigente, es traicionar los intereses de los trabajadores y ayudar a la reacción. El que realmente quiera servir la causa de la emancipación de la humanidad, debe tener el valor de mirar la verdad de frente, por amarga que ésta sea. Este libro no dice sobre la Unión Soviética más que la verdad. Está impregnado de un espíritu de hostilidad implacable hacia la nueva casta de opresores y de explotadores. Por eso, sirve a los verdaderos intereses de los trabajadores y a la causa del socialismo.

El autor cuenta firmemente con la simpatía de los lectores reflexivos y sinceros de los países latinoamericanos.

L. Trotsky
México, septiembre de 1937

Objeto de este trabajo

El mundo burgués fingió en un principio que no observaba los éxitos económicos del régimen de los soviets, es decir, la prueba experimental de la viabilidad de los métodos socialistas. Ante el ritmo, sin precedente en la historia, de su desarrollo industrial, los sabios economistas al servicio del capital tratan aún con frecuencia de guardar un profundo silencio, o se limitan a invocar «la explotación excesiva de los campesinos». Dejan escapar, de este modo, una excelente oportunidad para explicarnos por qué la explotación de los campesinos en China, en el Japón o en la India, por ejemplo, jamás ha provocado un desarrollo industrial que pueda compararse, siquiera de lejos, con el de la URSS.
Sin embargo, los hechos cumplen su objetivo. Las librerías de los países civilizados están invadidas por estudios consagrados a la URSS. Esto no tiene nada de asombroso: fenómenos semejantes no se producen con frecuencia. La literatura dictada por un odio ciego ocupa en esta producción un sitio cada vez menos importante; por el contrario, gran parte de las obras recientes está impregnada de una simpatía creciente, cuando no de admiración. Hay que felicitarse de la abundancia de obras pro soviéticas como de un índice de lo que ha mejorado la reputación del Estado recién llegado. Por lo demás, es infinitamente más loable idealizar a la URSS que idealizar a la Italia fascista. Pero el lector buscaría vanamente en las páginas de estos libros una apreciación científica de lo que en realidad sucede en el país de la Revolución de Octubre.
Las obras de los «amigos de la URSS» se clasifican en tres categorías. El periodismo de los diletantes, el género descriptivo, el reportaje de «izquierdas» -más o menos- proporciona el mayor número de libros y de artículos. A su lado se colocan, aunque con mayores pretensiones, las obras del «comunismo» humanitario, lírico y pacifista. El tercer lugar lo ocupan las esquematizaciones económicas al viejo estilo alemán del socialismo de cátedra. Louis Fisher y Duranty son suficientemente conocidos como los representantes del primer tipo de autores. El difunto Barbusse y Romain Rolland son los que mejor representan la categoría de los «amigos humanitarios»: no es, por cierto, una casualidad que antes de llegar a Stalin, el uno haya escrito una Vida de Jesús, y el otro una Vida de Ghandi. En fin, el socialismo conservador y pedante ha encontrado en la infatigable pareja fabiana de los Webb sus representantes más autorizados.
Lo que une a estas tres categorías tan diferentes es su adoración de los hechos consumados y su inclinación hacia las generalizaciones tranquilizadoras. Todos estos autores no tienen la fuerza de rebelarse en contra de su propio capitalismo, lo que los inclina a apoyarse sobre una revolución extranjera, por lo demás, apaciguada. Antes de la Revolución de Octubre y muchos años después, ninguno de estos hombres, ninguno de sus padres espirituales se preguntaba seriamente por qué caminos podría llegar a este mundo el socialismo. Por esto mismo les es tan fácil aceptar como socialismo lo que sucede en la URSS. Esto les confiere un aspecto de hombres de progreso que están con su época, y también cierta firmeza moral, sin comprometerlos a nada. Su literatura contemplativa y optimista, nada destructiva, que coloca todos los errores en el pasado, ejerce sobre los nervios del lector una influencia tranquilizadora que les asegura un buen recibimiento. Así se forma insensiblemente una escuela Internacional que podemos llamar la del bolchevismo para uso de la burguesía ilustrada o, en un sentido más estrecho, la del socialismo para turistas radicales.
No tratamos de polemizar con las producciones de este género, pues no ofrecen ocasiones serias para la polémica. Los problemas terminan para donde en realidad comienzan. El objeto del presente estudio es dar una justa apreciación de la realidad para comprenderla mejor. No nos detendremos ante los días ya transcurridos más que en la medida en que esto nos ayude a comprender el día de mañana. Nuestra exposición será crítica; todo el que se inclina ante los hechos consumados es incapaz de preparar el porvenir.
El desarrollo económico y cultural de la URSS ha pasado ya por varias fases sin alcanzar todavía -está muy lejos de ello- el equilibrio interno. Si se recuerda que la tarea del socialismo es la de crear una sociedad sin clases, fundada en la solidaridad y la satisfacción armoniosa de todas las necesidades, no existe aún, en este sentido fundamental, el menor socialismo en la URSS. Es cierto que las contradicciones de la sociedad soviética difieren profundamente, por su naturaleza, de las del capitalismo, pero no son menos ásperas. Se expresan por la desigualdad material y cultural, por la represión, por la formación de grupos políticos, por la lucha de las fracciones del partido. El régimen policíaco ahoga y deforma la lucha política sin eliminarla. Las ideas puestas en el índex ejercen a cada paso su influencia sobre la política del Gobierno al que fecundan o contrarían. En estas condiciones, el análisis del desarrollo de la URSS no puede separarse un solo instante de las ideas y de los eslóganes bajo los cuales se desarrolla en aquel país una lucha política sofocada, pero apasionada. La historia se mezcla aquí con la política viva.
Los filisteos bien pensantes de «Izquierda» repiten gustosos que hay que observar la mayor circunspección para criticar a la URSS con el objeto de no perjudicar la edificación del socialismo. Nosotros no creemos que el Estado soviético sea tan frágil. Sus enemigos están mucho mejor enterados de lo que pasa en ella que sus amigos verdaderos, los obreros de todos los países. Los estados mayores de los Estados imperialistas llevan una cuenta precisa del activo y del pasivo de la URSS, que no se basa únicamente en los informes publicados. Los enemigos pueden, por desgracia, aprovechar las debilidades del Estado obrero, pero no podrían, en ningún caso, aprovechar la crítica de las tendencias de este Estado que ellos mismos consideran como positivas. La hostilidad de la mayor parte de los «amigos» oficiales de la URSS hacia la crítica, disimula, en realidad, la ansiosa fragilidad de sus propias simpatías más que la fragilidad de la URSS misma. Alejemos, pues, con serenidad estas advertencias y estos temores. Los hechos deciden, no las ilusiones. Queremos mostrar un rostro, no una máscara.

León Trotsky
4 de agosto de 1936


P.S.- Este libro estaba terminado y acababa de enviarse a los editores en el momento en que se anunció el proceso de los «terroristas» de Moscú, que no pudo, por tanto, comentarse. Es de gran importancia subrayar que este trabajo explica, de antemano, el proceso de los «terroristas», y hace aparecer su mística como una mistificación.

Septiembre de 1936

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