17 de septiembre de 2023
Desde el pasado 15 de septiembre, alrededor de 12.700 trabajadores del sindicato United Auto Workers (UAW) de las empresas trasnacionales de automóviles Ford, General Motors y Stellantis en EEUU, iniciaron una huelga simultáneamente. Algo sin precedentes en 25 años en ese país, pues por primera vez en la historia se paraliza la producción en estos tres gigantes. La clase obrera de una de las industrias más poderosas del país, sale como actor principal al centro de la escena.
Lo hacen para exigir un aumento salarial del 40% para un período de cuatro años, terminar con las diferencias salariales, restaurar las pensiones tradicionales para los nuevos empleados y restablecer el aumento salarial anual de acuerdo a la inflación, para no perder la capacidad adquisitiva.
Mientras que este conglomerado industrial conocido como “Las Tres Grandes” manifiesta que ha puesto sobre la mesa un paquete económico muy bueno y que el aumento salarial exigido podría poner en peligro su estabilidad y la economía del país, lo cierto es que los salarios de estos trabajadores han aumentado sólo un 6% en los últimos cuatro años, muy por debajo de la inflación, lo que realmente ha significado una rebaja salarial.
Pero lo que no se dice es que durante la crisis económica de 2008 -mientras recibían jugosos subsidios estatales- los dueños de las empresas del sector automotriz y el gobierno pidieron a los trabajadores sacrificar importantes conquistas históricas para evitar la quiebra de estas trasnacionales. Y a pesar de esto, millones fueron despedidos. Así que lo que se trata de negociar actualmente es recuperar parte de lo cedido en ese entonces, por decisión de la dirección sindical en ese momento. Gracias a ese esfuerzo de la clase obrera, la industria automotriz se recuperó y particularmente empresas como Ford, General Motors y Stellantis han obtenido ganancias récord de 250 mil millones de dólares en los últimos cuatro años.
El argumento que un aumento salarial “excesivo” podría afectar la economía, es una frase esgrimida constantemente por los dueños de las empresas y los gobiernos de cualquier país, para rechazar las peticiones de aumento por parte de los trabajadores.
Por otro lado, los dueños de estos pulpos, al igual que todos los empresarios, ocultan que cuando sus ganancias no van en aumento vertiginoso, toman la decisión de dejar de invertir, retiran sus abultados capitales y cierran las empresas. Así ocurrió durante la crisis de 2008, cuando a pesar de los sacrificios de la clase obrera, muchas empresas del sector cerraron sus plantas, dejando sin trabajo a muchos trabajadores y sus familias.
Hoy, en medio de la ralentización de la economía mundial, y en medio de una guerra que muestra la rapiña entre los grandes capitalistas que gobiernan el mundo por repartirse otra vez el planeta, no quieren responder a las exigencias de los trabajadores. Sólo pretenden recuperar sus niveles de ganancia. Pero como se ve en EEUU y otros países, la clase obrera vuelve a levantarse para enfrentar este nuevo ataque contra su nivel de vida, mostrando una dinámica internacional hacia “un horizonte de puños levantados”, y la posibilidad de dar un vuelco a favor de los más pobres y explotados.
Por eso la importancia vital que esta huelga de los trabajadores automotrices en EEUU sea rodeada de la más amplia solidaridad de las organizaciones de trabajadores de ese país y del mundo, buscando su triunfo. Además, por tratarse de una lucha liderada por la clase obrera (productora de la riqueza social) de un país que es el principal explotador de los trabajadores y los pueblos a nivel mundial, esta huelga adquiere una importancia decisiva.
Por su peso en la producción y su rol como actor central de la lucha, respecto de las otras clases sociales, el retorno a la escena de un sector de una de las clases obreras más numerosas y poderosas del mundo, muestra la validez de la huelga como método efectivo para obtener conquistas.
Este tipo de luchas puede abrir la perspectiva de lograr quitarle a la burguesía el control sobre fábricas, tierras, comercios, transportes, bancos, etc., para ponerlos al servicio de las masas pobres y explotadas, e impedir que continúe la destrucción de la naturaleza. De profundizarse y extenderse esta lucha, se abonaría el camino para darle la vuelta a este sistema tremendamente desigual, donde una minoría de parásitos vive a costa del trabajo y el hambre de las mayorías que oprime y explota.