13 de Septiembre de 2023

OPCIÓN MARXISTA INTERNACIONAL Y  DEMOCRACIA DIRECTA

Como reconocimiento a la lucha de la clase obrera y del pueblo trabajador colombiano, que el 14 de septiembre de 1977 se alzó por primera vez en Colombia, en una acción nacional unificada y contundente contra el gobierno liberal de Alfonso López Michelsen, compartimos a nuestros lectores un artículo publicado en la Revista de América[1], de la época, que más allá de omisiones y errores, es de inmenso valor. Este expresó el análisis, la política y las conclusiones sobre ese hecho trascendental de la lucha de clases nacional, realizadas por nuestra organización originaria, el Bloque Socialista, que, al calor del auge huelguístico del proletariado y del propio Paro Cívico, sólo ocho días después, el 23 de septiembre, se  convertiría en el inicial PST[2], como sección de la Fracción Bolchevique de la IV Internacional, nuestra corriente internacional de ese momento, orientada por el equipo de dirigentes revolucionarios liderado por Nahuel Moreno.  

El Paro Cívico Nacional del 77, fue la culminación de un ascenso en la lucha urbana obrera y popular, que empezó a gestarse desde finales de los años 60 en el país, con el desarrollo de múltiples manifestaciones de protesta, tanto campesinas, como estudiantiles y populares, en combinación con una serie de huelgas obreras,  algunas de éstas emblemáticas como la del Ingenio Riopaila en el Valle del Cauca (1976), la de las trabajadoras de  la fábrica de confecciones Vanitex en Bogotá en 1975 y la de los trabajadores petroleros  de la Unión Sindical Obrera, USO en 1977, que opacaron totalmente el protagonismo de las guerrillas y fueron articulando esa explosión nacional del año 77, completamente inédita en un país, hasta años atrás, esencialmente rural.

Así, Colombia se “sintonizaba” con el nuevo ascenso urbano latinoamericano abierto a inicios de los años´70 y cuyas expresiones destacadas fueron la semi-insurrección del Cordobazo en la Argentina (1989), el ascenso en la lucha obrera y popular que posibilitó la ascensión del gobierno nacionalista de Juan José Torres en Bolivia (1970) y el triunfo electoral de la Unidad Popular UP, en Chile (1973), entre otros.

El Paro Nacional fue la respuesta a la convocatoria hecha por “un verdadero frente único de organizaciones obreras…las cuatro centrales de trabajadores” (CSTC, UTC, CTC y CGT), “apoyadas por los principales sindicatos autónomos y partidos de izquierda”.
La aguerrida campaña de nuestra organización y el empuje del ascenso de la lucha, permitieron que se concretara esa unidad de las cuatro centrales, alrededor de un Pliego Único. Se venció la inicial política excluyente de la Central Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC dirigida por el Partido Comunista, que se negaba a unirse a las demás organizaciones obreras e integrar el Frente Único. También combatir la posición sectaria de los sindicatos independientes dirigidos por simpatizantes de las guerrillas (ELN, EPL, etc.), que desafortunadamente se opusieron al paro y actuaron como rompehuelgas. No obstante, el frente único obrero se logró y el proletariado se colocó como caudillo de la protesta nacional asegurando el espectacular triunfo del Paro Cívico Nacional de 1977.  

Por eso no, es casual que los dirigentes herederos de las organizaciones sindicales y de la “izquierda” de esa época, mientras magnifican y reseñan, una y otra vez, las derrotas y las víctimas, omitan alguna mención a este importante episodio de la lucha de clases para ocultar el espectacular triunfo. Les interesa borrar de la memoria esa vital experiencia, en que la clase obrera hizo que Colombia “por primera vez se estremeciera con un movimiento que combinó elementos de huelga general obrera y movilización popular” paralizando la capital y varias de las principales ciudades del país, a la vez que colocaba contra las cuerdas al gobierno López y sus aliados.

Esa acción, si bien fortaleció nuevas luchas y obtuvo importantes conquistas económicas y sindicales, como el Estatuto Docente del año 79 y otras más, constituyó esencialmente un triunfo político contra los poderosos del país.

Después de muchas derrotas (masacre de las bananeras -1928), el Bogotazo -1948, entrega de las guerrillas liberales 1954, etc.), por primera se logró un contundente triunfo contra los opresores, encabezado por el proletariado. Años más tarde Nahuel Moreno, dirigente histórico de nuestra corriente internacional original, opinaría que el Paro del 77 había constituido “una crisis revolucionaria” que como toda crisis de ese tipo al no darle continuidad hacia  la toma del poder, retrocedió.[3]

El conocimiento de las lecciones de esa primera irrupción de la clase obrera en Colombia, encabezando nacionalmente la protesta de los oprimidos y explotados, se hace indispensable para los trabajadores y jóvenes críticos y para quienes nos empeñamos en lograr que la clase obrera en Colombia se levante de nuevo contra la clase dominante, sus gobiernos y el imperialismo, superando el Paro Cívico Nacional del 77.

Y en ese camino combatir para arrancarla de la nociva política de conciliación con los patronos progresistas, que le inculcan sus actuales direcciones sindicales y políticas de la “izquierda” reformista, aliadas incondicionales del gobierno Petro y su fracción parlamentaria, en busca de su propio beneficio y el del sector burgués que representa la actual administración. Y para quienes, lo único que merece ser organizado no es la lucha y la protesta, sino desfiles callejeros en apoyo político al gobierno y para ambientar su campaña electoral.

A continuación, el artículo:


[1] Publicación de nuestra organización internacional en ese período.

[2] Para ese momento, una organización socialista que se unió a la corriente internacional marxista y revolucionaria liderada por Nahuel Moreno, que lamentablemente luego retrocedería a un agrupamiento de tipo nacionalista, sindicalerista y electoralista, cuyos dirigentes actuales, casi en su totalidad, son absolutamente ajenos a esa experiencia y a la tradición de la organización revolucionaria inicial. Los miembros de esa dirección histórica, algunos ya fallecieron, pero la mayoría fueron expulsados con métodos administrativos y bajo infames acusaciones morales. Lo cual no impidió a la gran mayoría de ellos, continuar en la causa de la clase obrera, bajo las auténticas banderas marxistas y revolucionarias. Ese agrupamiento que hoy se oculta tras las siglas del PST, en los hechos se ha alejado de cualquier postura revolucionaria e internacionalista. Sus dirigentes actuales han arrastrado a sus militantes a renunciar a criterios mínimos de clase, teniendo como botones de muestra su capitulación al imperialismo yanqui, a la Unión Europea y su OTAN, ubicados como están en su bando militar, en la guerra de rapiña en Ucrania. En Colombia, en su llamado a votar dando apoyo político, eso sí “crítico”, a Petro y su gobierno burgués de colaboración de clases.

[3] El Frente único revolucionario la discusión sobre Colombia, 1985-1986, pág. 65.


Paro Cívico en Colombia:

Primer ensayo de Huelga General

Roberto Ramírez – septiembre 1977[1]

El dio 14   de septiembre, se dio en Colombia un hecho sin precedentes: por primera vez, convocada por un frente único de organizaciones obreras (las cuatro centrales de trabajadores, apoyadas por los principales sindicatos autónomos y partidos de izquierda), se producía una movilización de alcance nacional. Todo el país se estremeció con el movimiento del Paro Cívico, que combinó elementos de huelga general obrera y movilización popular. Fue una protesta nacional contra la carestía, por un aumento de salarios del 50%, por la aplicación de la Ley de Prima Móvil, (Ley aprobada en 1959, que establecía una especie de escala móvil de salarios y que prácticamente ningún gobierno aplicó), por el levantamiento del estado de sitio y otras reivindicaciones obreras y populares.

Los trabajadores y sectores populares atendieron el llamado de las cuatro centrales de manera abrumadora en Bogotá, Barrancabermeja, Barranquilla, Pereira, Neiva y en forma parcial pero significativa en todas las otras ciudades importantes como Medellín, Cali y Bucaramanga. En los barrios populares de Bogotá y otras localidades las masas obligaron a la paralización del transporte. La producción ceso casi totalmente en las zonas industriales de la capital: tanto el llamado de las centrales como la falta de transporte y los violentos enfrentamientos que se sucedían en los barrios que rodean las fábricas, hicieron escasa la concurrencia al trabajo. Aunque en esas zonas industriales no se dio la acción de piquetes de huelga, comités de fábrica y demás formas clásicas de organización de la huelga general obrera, el rol del proletariado fue significativo: no solo porque la jornada del 14 fue convocada por las centrales, sino también en la medida en que los trabajadores participaron en las movilizaciones de los barrios.

Junto con Bogotá, Barrancabermeja, la ciudad petrolera de Colombia, fue la vanguardia de la movilización. Desde semanas antes del Paro Cívico, los petroleros se hallaban en huelga, y el 14 salieron a la calle con otros sectores de la población desafiando la violenta represión policial y militar.

Esta fue especialmente salvaje en Bogotá. El número total de muertos no ha podido establecerse con seguridad, ya que las fuerzas de represión sustraían los cadáveres de los hospitales para enterrarlos en secreto. Se calculan, sin embargo, no menos de 30 muertos en todo el país. Los detenidos se contaron por miles. Solamente en Bogotá, la prensa pro gubernamental hablaba de 5.000 presos, para los cuales las cárceles fueron insuficientes, debiendo habilitarse para alojarlos la Plaza de Toros y el principal estadio de fútbol.

Los choques entre el ejército y los manifestantes populares, así como la falta de transporte, se prolongaron en la capital hasta el otro día del Paro Cívico, pese al toque de queda que el presidente López decretó el 14.

Se cumplió así en Colombia un primer ensayo de Huelga General. Este ensayo necesariamente parcial -de resultados muy desiguales de ciudad en ciudad y de fábrica en fábrica y que alcanzo sus niveles más altos no tanto como movilización obrera, sino más bien popular– ha introducido nuevos elementos en el panorama del movimiento obrero y de masas y en las perspectivas de la situación política, que es necesario analizar.

Hacia una situación prerrevolucionaria

Colombia es, junto con Venezuela, la última “democracia” sudamericana. Después de una guerra civil campesina de dimensión comparable a la revolución mejicana, que fue derrotada no en el campo de batalla sino en la mesa de negociaciones, y luego de la caída del régimen bonapartista de Rojas Pinilla, Colombia ha conocido veinte años de estabilidad política. Pero en esa larga etapa no revolucionaria, las masas no han permanecido absolutamente pasivas. Con grandes altibajos, en ella se han ido combinando luchas que expresaron las últimas oleadas de la derrotada revolución campesinas, movimientos populistas como era inicialmente el de Camilo Torres, reflejo del impacto de la revolución cubana en los estudiantes y las masas populares urbanas, estallidos estudiantiles como el de 1971, y paros cívicos de ciudades aisladas reclamando servicios (agua, luz, transporte). A ello se ha ido sumando en los últimos años un factor nuevo, el ascenso del movimiento obrero, que ha pasado a ser determinante en relación a las luchas de masas. Dicho de otra manera: en esta etapa no revolucionaria se fue iniciando un ascenso de las luchas de masas, cuya vanguardia y columna vertebral no son ya los campesinos, ni los estudiantes, ni los sectores populares y plebeyos, sino el movimiento obrero sindicalmente organizado.

El Paro Cívico Nacional y las cuatro grandes huelgas que lo acompañaron (de cementeros, docentes, petroleros y trabajadores agrícolas de Indupalma) indican que este ascenso obrero ha entrado en una nueva fase, donde aparecen elementos que anuncian la perspectiva de un cambio de etapa, es decir, el paso a una etapa prerrevolucionaria.

El movimiento obrero colombiano se caracteriza no solo por la falta de sindicalización de vastos sectores de trabajadores, sino también por su división y por sus diversidades regionales. Hay cuatro centrales: UTC, CTC, CSTC y CGT, influidas respectivamente por dirigentes conservadores, liberales, comunistas y socialcristianos.

Además, fuera de ellas, existen algunos poderosos autónomos, como FECODE (docentes), USO (petroleros) y SITTELECOM (comunicaciones) y multitud de organizaciones menores. Salvo excepciones, como el gremio petrolero, solo en los últimos años comenzaron a darse huelgas de envergadura nacional (docentes y servicios sociales). Pero lo característico, especialmente en el proletariado industrial, han sido siempre luchas aisladas, empresa por empresa, incluso dentro de la misma rama de producción. Se dan así casos como el siguiente: casi todas las fábricas de cemento pertenecen a una misma patronal y sus sindicatos a una misma central, la CSTC. Estos salen a la huelga al mismo tiempo, pero cada uno negocia el pliego por su cuenta y levanta el paro individualmente.

Con el movimiento del Paro Cívico Nacional comienza a pasarse de las luchas parciales y aisladas a movilizaciones generales donde los trabajadores se enfrentan de conjunto con los patronos y el gobierno; comienza a superarse la dispersión y división, y se avanza hacia la unidad sindical. Hasta semanas antes del 14 de septiembre la UTC y CTC no mantenían relaciones con la CSTC ni los sindicatos autónomos. Con el Paro Cívico, no solo se firma un acuerdo entre las cuatro centrales apoyadas por los autónomos, sino que también se constituye un organismo permanente: el Consejo Nacional Sindical Unitario. Esta nueva tendencia a las movilizaciones generales unitarias, del conjunto de los trabajadores, movilizaciones que conllevan un enfrenamiento político con el gobierno y no meramente sindical, constituye un primer elemento prerrevolucionario dentro de la actual etapa.

Un segundo elemento, íntimamente ligado al primero, han sido las movilizaciones en los barrios.  El movimiento obrero sindicalmente organizado ha demostrado que es capaz de ser el detonante de movilizaciones populares que se enfrentan violentamente con el aparato del estado, la policía y el ejército. Los manifestantes se adueñaron durante algunas horas de Venecia, Galán, Kennedy, Las Ferias y otros barrios de Bogotá, cortaron totalmente el transporte, expropiaron supermercados y grandes comercios, y solo pudieron ser reducidos por el ejército, que entró disparando a mansalva.

En relación a la burguesía, también se aprecian, aunque muy embrionariamente, signos de que la situación se mueve hacia un cambio de etapa. En efecto, la burguesía colombiana no mantiene ya la envidiable unidad que caracterizó el periodo del Frente Nacional. Un ala importante del Partido Conservador, la encabezada por doña Berta de Ospina y que se expresa en el cotidiano La República, había pasado desde el año anterior a la oposición sistemática e implacable al gobierno liberal.  Este sector del conservatismo, al que no casualmente pertenece Tulio Cuevas, máximo dirigente de la UTC, dio abierto apoyo al Paro Cívico. Aunque en el proceso de unidad de las cuatro centrales para realizar el paro el factor decisivo fue el creciente descontento obrero por el deterioro del salario real, no puede por eso ser ignorado el papel que jugó esta pelea interburguesa, exacerbada ahora por la campaña electoral.

Otros sectores políticos de la burguesía, aunque no apoyaron el Paro Cívico tampoco sostuvieron decididamente al gobierno: este es el caso de Lleras Restrepo, uno de los principales aspirantes liberales a la sucesión presidencial.

El Paro Cívico ha impactado sobre estos roces interburgueses agudizados ya por la pugna electoral. Sin embargo, ni estas peleas, ni el ascenso obrero y popular han llegado al punto de que amenacen seriamente la estabilidad del régimen. Por encima de sus peleas, el conjunto de la burguesía y también el imperialismo yanqui siguen de acuerdo en mantenerse dentro de las reglas del juego del actual régimen; es decir, de resolver sus disputas en el terreno electoral democrático burgués.  No hay sectores importantes de la burguesía y el imperialismo que promuevan en lo inmediato un golpe de estado, un cambio de régimen, como remedio a la situación.

Sin embargo, sí aparecen sectores, todavía minoritarios, que, ante la posibilidad de un futuro agravamiento de la crisis social y política, plantean como carta de reserva una salida bonapartista.  Ese es el significado que tiene un hecho novedoso dentro de la política colombiana, como es la postulación a la candidatura presidencial del general Valencia Tobar, ex jefe del ejército, cuyo programa consiste en la liquidación del parlamento y el establecimiento de un gobierno “fuerte” por encima de los partidos. Esta candidatura no tiene, por ahora, la menor chance electoral, pero es otro síntoma de las perspectivas que señalamos.

A la luz de la experiencia del Paro Cívico, tanto los elementos que señalamos en relación al movimiento obrero y a los sectores populares, como en relación a la propia burguesía, indican en resumen que en el marco de la actual etapa, comienzan a aparecer embrionariamente los rasgos de una próxima etapa prerrevolucionaria. No es posible pronosticar plazos ni ritmos. Incluso, en lo inmediato, si el gobierno da algunas concesiones al movimiento obrero, es posible un paréntesis de las movilizaciones. Pero la tendencia general al ascenso y a las luchas generalizadas se mantendrá. Este primer ensayo de Huelga General se ha incorporado ya a la experiencia y a la memoria de los trabajadores, y, en ultimas, las concesiones que pueda hacer el gobierno servirán para ratificarle el sentimiento de triunfo con que salieron de la prueba de fuerza que significó el paro para reforzar el creciente deseo de unidad sindical, y para impulsar también, por lo menos en los sectores de vanguardia, la tendencia a la ruptura política con los partidos de la burguesía.

La apertura de una etapa prerrevolucionaria se dará también posiblemente ligada a un cambio de la situación económica. El gobierno y la burguesía cuentan hoy, como un gran factor de estabilidad con la denominada “bonanza cafetera”, es decir, con los altos precios alcanzados por el café en el mercado mundial. Sin embargo, esta coyuntura no puede ser eterna: tarde o temprano, los precios del café sufrirán una caída que puede ser catastrófica.

Hacia la Huelga General

Si nuestros pronósticos son correctos, si el Paro Cívico indica que se ha iniciado un proceso que habrá de desembocar en una situación prerrevolucionaria, ello significa, en relación al movimiento obrero, que se ha abierto la perspectiva de la Huelga General. Es decir, que este primer ensayo del 14 de septiembre tenderá a repetirse corregido y aumentado ya no como ensayo parcial, sino claramente como Huelga General Obrera.

En este camino hacia la Huelga General, el movimiento obrero colombiano tiene planteadas como tareas inmediatas ir superando sus debilidades, su dispersión y división; tiene planteada la sindicalización masiva, la formación de sindicatos únicos de rama y de una central única de trabajadores. Pero también significa que la situación exigirá cada vez más una dirección revolucionaria para esos organismos de masas. Las actuales direcciones conservadoras, liberales o estalinistas no pueden garantizar eso. Ya en el curso del mismo Paro Cívico, las burocracias de las centrales se distinguieron por no impulsar desde la base los métodos de lucha obreros: asambleas, piquetes, etc. Después del Paro, el rol frenador de las burocracias va apareciendo cada vez más claramente al no dar de inmediato a los trabajadores plan alguno para continuar la movilización iniciada en el Paro.

Por eso, es también la gran tarea del movimiento obrero [la movilización] en el camino hacia la construcción el partido obrero revolucionario El eco que ha tenido la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores es otro síntoma de hacia dónde evolucionará la situación política y es, también, una prueba de que esta tarea puede ser cumplida.


[1] Publicado en Revista de América – septiembre-octubre 1977– año I – No. 5 (Tercera época)

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