Virginia Bach. 26 de Mayo de 2022
De acuerdo a las encuestas y al creciente respaldo entre amplias capas de votantes, parece probable que la coalición del Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro y Francia Márquez, gane las elecciones presidenciales.
El nuevo gobierno asumirá en un contexto internacional y nacional marcado por una seria crisis tanto social como económica, ante todo para las capas más pobres. El desastroso manejo de la pandemia, que buscó no lesionar las ganancias capitalistas, a nivel mundial elevó la miseria, violencia y degradación a límites insostenibles.
Esta realidad se ve agravada por la guerra en Europa y sus consecuencias de carestía e inflación galopante, así como las políticas de ajuste que aplican los gobiernos, que conducen a un deterioro acelerado de las condiciones de vida y trabajo de amplias capas de la población.
Un escenario donde los partidos tradicionales de la burguesía han mostrado su verdadera cara: violenta, rapaz, corrupta y sin ninguna posibilidad de solucionar los graves problemas que afectan a la población, por lo cual grandes sectores sociales les dan la espalda.
Por eso es completamente justo y comprensible el anhelo de todos los sectores obreros, juveniles y populares en relación con un posible cambio de gobierno en Colombia. Un gobierno que ya no esté en manos exclusivamente de la oligarquía tradicional, la derecha liberal y conservadora y por supuesto, menos, de la ultraderecha uribista. Son ilusiones de frenar en las urnas tanto abuso, injusticia, desigualdad, violencia y corrupción.
Estas ilusiones han sido impulsadas y fortalecidas por los partidos, candidatos y dirigentes sindicales y estudiantiles de «izquierda» reformista, que repiten una y otra vez, que el tan anhelado cambio se dará con el acto individual del voto, eligiendo candidatos que aparentemente representan sus intereses.
Por eso las elecciones parlamentarias y las consultas a las coaliciones del 13 de marzo reflejaron el fortalecimiento del proyecto liderado por Petro y Francia Marquez, el Pacto Histórico, que recibió una alta votación. Se expresó en el terreno electoral una modificación en el voto de opinión, de repudio al nefasto gobierno Duque, con una inclinación por castigar y alejarse de los tradicionales aparatos de la extrema derecha de este país, especialmente de la extrema derecha burguesa – Uribismo – y la crisis de los otros partidos tradicionales de la derecha (el Liberal, Conservador, Cambio Radical, La U, etc), quienes ni siquiera tienen un candidato presidencial propio y por eso hoy se encuentran encolumnados tras el reaccionario Federico Gutiérrez, luchando por no perder el gobierno.
Un cambio positivo desde el punto de vista democrático
Se puede producir una modificación político-electoral en este país, tras años de apoyo mayoritario a los partidos y políticos de las élites burguesas y de derecha en las urnas. Hoy se muestra el retroceso y crisis electoral de esos sectores, especialmente del odiado uribismo y su representante, el arbitrario gobierno Duque, algo que realmente se logró con el levantamiento nacional.
Esa modificación tiene una génesis material asentada en las consecuencias del manejo de la pandemia con la crisis económica y la superexplotación laboral, además de la miseria generalizada; y luego, con la consecuente respuesta de las masas con las luchas, movilizaciones y el estallido social del 28 A.
Es de gran importancia señalar que un posible cambio electoral en este país, con el virtual triunfo de Petro y Francia, sería positivo, aunque sólo en relación con los 20 años de gobiernos de la extrema derecha uribista, sector que además de haber atacado sin cesar las condiciones de vida de los más pobres incrementando la brecha de desigualdad, ha dejado una estela de muertos y violencia estatal y paramilitar que permitió el despojo de la tierra de miles de campesinos y el asesinato de cientos de luchadores sociales. Pero es importante enfatizar que el cambio sería estrictamente desde el punto de vista “democrático” y no desde el punto de vista de los intereses y necesidades de clase obrera.
Cierto es que se trataría de un gobierno que representa un sector político diferente. Con características más liberales que las impuestas en los tradicionales gobiernos pasados. Pero, en últimas, representando los intereses de una misma clase social: se trata de un sector de la burguesía nacional, sólo que emergente. Lo que hoy llaman otros “sectores económicos”, es decir, también de empresarios, capitalistas. Siendo rigurosos, se trataría de un gobierno del ala “izquierda” de la burguesía.
Aunque tiene rasgos similares a los gobiernos que se autodenominan del “Socialismo del Siglo XXI”, Petro y su programa es menos «radical» y está menos decidido a enfrentar las medidas del Imperialismo y las consiguientes causas de la desigualdad y la miseria (más adelante nos detendremos en esto).
Hace parte de esa nueva “izquierda” que defiende los intereses de un sector de la burguesía, que tiene roces internos con otro sector mucho más atrasado, conservador y retrógrado. Un sector «nuevo» que canalizó a las urnas el odio e indignación de las masas, obteniendo importantes triunfos electorales.
Estos resultados electorales, son positivos en la medida en que muestran de manera distorsionada, el «anhelo» por lograr modificaciones en el régimen y el gobierno. Decimos distorsionada porque si bien las elecciones reflejan la realidad, lo hacen como si fuera un espejo cóncavo o convexo que muestra una imagen más obesa o delgada, alta o baja, pero distorsionada al fín. Sin embargo, visto desde otro punto de vista, la imagen real, sin distorsión del proceso de cambios estructurales y profundos en la situación de los explotados, solo se puede lograr, como mostró el Estallido, en el marco de la lucha de clases directa, la movilización, la toma de calles, sin confiar en los enemigos de clase. Uno de estos enemigos es Duque, quien implementó un gobierno al servicio de los sectores más corruptos y atrasados de este país. Manipuló los principales entes de control burgués institucional al servicio de su partido el Centro Democrático y arremetío contra los derechos laborales y sociales más elementales. En su gobierno se incrementaron las masacres y asesinato de líderes sociales y el despojo de la tierra con el desplazamiento forzado. Los precios y los impuestos aumentaron con varias reformas tributarias y laborales, incrementando así la desigualdad y pobreza. Aplicó al pie de la letra todos los designios de sus amos imperialistas y permitió el mayor saqueo del país. Este es el camino que quiere mantener y profundizar su nuevo representante, el candidato Federico Gutiérrez, que aunque trate de ocultarlo, no es más que una ficha del Uribismo y su programa.
El extraordinario levantamiento popular del 28A y las luchas previas que lo incubaron (21N de 2019 y los paros: agrario, magisteriales y estudiantiles anteriores), es lo que analistas describen como “el descontento social, que ya era fuerte antes de la pandemia, pero que se agravó aún más con la ella.”[1] La contundente movilización popular fue la que realmente asestó un duro e inédito golpe político al gobierno Duque y al uribismo. Es la que explica el actual retroceso y hasta la división interna de esa expresión política burguesa de extrema derecha.
Pero, se adelantó una ofensiva para desarticular la lucha. Desde una orilla, el gobierno de Duque con su brutal represión y hábil política de engaño y dilación, con el apoyo de todos los políticos del establecimiento y los medios de comunicación, para descalificar y desprestigiar la protesta, reduciéndola solo a los bloqueos de los grupos minoritarios.
Y desde la otra orilla, la política desmovilizadora de los dirigentes sindicales, estudiantiles y populares y del fortalecido Pacto Histórico, con la intervención de Petro, que se jugaron todos sus recursos para que la batalla se fuera desplazando de las calles hacia las urnas, impulsando a los trabajadores y a las masas a trasladar su indignación y malestar al terreno predilecto del enemigo: las elecciones. Un escenario de fácil control por el gobierno y demás instituciones de los capitalistas.
Las muy repetidas consignas de “continuemos la lucha en las urnas”, “si quieres un cambio inscribe tu cédula” o el “paro continúa pero de diferente forma”, que fue la bandera de tantos dirigentes pertenecientes al CNP (Comité Nacional de Paro), y, por paradójico que parezca, también fue la política de los dirigentes de los grupos de jóvenes radicalizados de la llamada “primera línea”, permitió el reflujo y posterior desmonte de la lucha. Hubo un acuerdo tácito en la totalidad de los candidatos, aún los en encabezan las encuestas, en desactivar el estallido social y aprovechar el descontento para fortalecerse electoralmente.
Desde esa óptica, estas elecciones significan un enorme retroceso que no se puede desconocer. El hecho de que la lucha de las masas se haya diezmado en las calles y se canalizara el descontento hacia la pasiva acción de votar, haciéndoles creer que las soluciones se arrancan así y conducidas a la “ilusión” de que desde el parlamento y un nuevo gobierno se podrán resolver, es un revés.
Petro y Francia han capitalizado dicho descontento para ubicarse como la alternativa. Son entonces dos los hechos sobre los que se asienta su posible triunfo: 1. La miseria y superexplotación exacerbados con la pandemia que resultaron en masivas movilizaciones y un estallido nunca antes visto en nuestro país. 2. La desarticulación de dichas luchas con los métodos de la retaceada democracia burguesa (Reacción Democrática) para encausar y desactivar el descontento.
¿Cambia la historia del país?
Dentro de esos límites electorales, confusiones y vacilaciones, navegan los sentimientos democráticos y el acumulado de ilusiones de cambio de las capas tanto de jóvenes como de asalariados de clase media, siempre y cuando éste no sea brusco ni radical.
Dichas ilusiones democráticas son legítimas, pero para sus dirigentes y los sectores más urbanos y acomodados que los siguen. No buscan transformar radicalmente las instituciones del régimen político, sino sólo lograr su funcionamiento “correcto” e “independiente” (Parlamento, Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, Defensoría e incluso de la Policía y las FFAA), y la cabal aplicación de la Constitución del 91, como declaran a diario Petro[2] y Francia.
Paradójicamente ellos utilizan su avance electoral no para trazar una ruta más independiente de ese establecimiento, sino para hipotecarse aún más a él. Buscan que el estallido social pacte con el statu quo.
Petro en sus múltiples declaraciones, escribiendo en mármol y autenticando en notaría el compromiso de no expropiar, de no atacar las bases del capitalismo; que no juzgará a Uribe por sus crímenes e incluso que “Colombia no necesita socialismo, necesita democracia y paz[3]”, confirma que será el representante de un sector de la burguesía que aún no ha tenido el control del gobierno, pero que mantendrá esa democracia y paz para continuar con sus negocios y relaciones internacionales con otro sector del imperialismo, el representado por el Partido Demócrata o quienes estén dispuestos a “invertir” (léase saquear) el país.
En otras palabras, es el compromiso de defender el sistema de explotación y miseria de esta sociedad dividida en clases sociales.
Por otro lado, Francia Marquez, ha afirmado: “si ganamos el gobierno nos toca tejer con todos, incluso con quienes nos han hecho la vida miserable, porque esa es la posibilidad de reconciliar este país, de hacer un pacto nacional para reconocer que nos hemos equivocado como sociedad[4]” reafirmando la política del PH de no diferenciar los intereses de clase de los trabajadores y la de los capitalistas burgueses que los explotan mezclando a todos como “sociedad”, siendo esta concepción la típica ideología de la pequeña burguesía, sector al que representa la candidata vicepresidencial.
El Pacto Histórico promete llevar a cabo un verdadero cambio de país derrotando a la ultraderecha y generando confianza e ilusiones en triunfos electorales definitivos sobre el uribismo y afines. De esta manera, ignoran la capacidad de maniobra de la burguesía y sus políticos, quienes tras el resultado que no les favoreció en las parlamentarias, se aliaron con Federico Gutiérrez, genuino representante de la derecha, para convertirlo en su apuesta ganadora a la presidencia.
Otro sector importante de la burguesía hace lo mismo con el candidato Rodolfo Hernández, lo muestran como una alternativa de un sector “distinto”, adaptando de nuevo sus intereses al servicio del sistema y engañando a las masas haciéndoles creer que con esta opción sí se acabará la corrupción. Sin embargo, este candidato tampoco representa los intereses y necesidades de los de abajo, pues está al servicio de un sector de la burguesía industrial.
El hecho de que tras la candidatura de Petro haya importantes sectores de la burguesía que lo apoyan, obedece a que confían en él, es prenda de garantía de que defenderá los pilares del sistema capitalista y que puede aprovechar la confianza de las masas para sacar presión a la lucha y recuperar la “estabilidad social”.
Así lo explicó con total claridad, para el Financial Times, Alejandro Gaviría, ex aspirante a la presidencia y parte de la coalición del centro: “Estamos durmiendo en la punta de un volcán (…) hay mucha insatisfacción. Sería mejor tener una explosión controlada con Petro que embotellar el volcán. El país está demandando cambio”[5].
La capacidad de maniobra de la burguesía, está directamente relacionada con el hecho de que son los partidos y representantes políticos de las clases dominantes, ese sector que ellos denominan “gente de bien” (terratenientes, industriales, banqueros, financieros, comerciantes, etc.). Clases sociales firmemente entrelazadas no sólo con narcos y mafiosos sino con las trasnacionales gringas y de otras potencias, para garantizar la llamada “inversión extranjera”, es decir el saqueo. Un sector extremista de ellos, llama a “estar listos…cualquiera sea el resultado” de las elecciones. No cederán nunca el ser la clase dominante de la sociedad. Para ello, están todas las instituciones del estado, ser socios menores de EEUU y demás potencias, y en última instancia, las FFAA, la policía, los aparatos de inteligencia y represión.
¿Alejamiento o acercamiento y más subordinación a los EEUU?
Históricamente, Colombia ha sido uno de los países más sumisos y arrodillados a la política y dictámenes de las potencias imperialistas, fundamentalmente la Yanqui. Todos los pactos económicos, políticos y militares que le han permitido al imperialismo avanzar en el control y dominio, no solo del país sino de la región, han sido implementados sin vacilación por los gobiernos de turno.
América Latina, mal llamada “patio trasero” de Estados Unidos, le suministra el 25% de todos los recursos naturales y energéticos que necesita esta potencia por lo que tiene gran importancia geoestratégica en el tablero mundial. Colombia ha jugado un papel crucial en la profundización de esta dominación regional y en este camino queda revelada la burguesía colombiana, como una de las más arrodilladas del continente.
Aquellos países que se han atrevido a regatear el saqueo que la potencia gringa ha ejercido sobre sus territorios, han tenido violentas respuestas y bloqueo internacional, con el apoyo y patrocinio de los distintos gobiernos y burguesía sumisa Colombiana.
Por ello es tan importante ubicar la postura del posible nuevo presidente de Colombia, en relación con la aplicación de las políticas económicas y sociales del Imperialismo, que sin duda impactarán en los trabajadores y masas pobres no solo de Colombia sino de América Latina.
El virtual ganador presidencial, Petro, no reconoce estos hechos de subyugación nacional ante las potencias imperialistas, difundiendo la falsa creencia de que la relación existente es entre naciones iguales y ocultando la histórica dependencia y opresión.
Lo ha expresado con toda claridad cuando afirma: “…personalmente yo he estado ligado, desde hace años…al sector progresista del Partido Demócrata…Muchos viajes hice a Washington, que se me iba volviendo como mi segunda ciudad…Todo esto implica una reforma tributaria en la que haya una mayor tributación de los dividendos…Yo me comprometí ante el FMI a disminuir el déficit, por eso el FMI, en una carta muy poco publicada, dice: “No tenemos temores de los candidatos”. Me incluye a mí.”[6]
Y en relación con el Imperialismo Europeo no quedan dudas de las íntimas relaciones que sostiene con el presidente Español, Pedro Sánchez y sus convenios con el PSOE a través de la firma de un convenio de colaboración política y acuerdos con el Partido Podemos. Así mismo se reunió con el expresidente español Felipe González de quien aseguró: “Felipe González abrió España al mundo, la modernizó y consiguió consolidar la democracia. Ese es nuestro proyecto para Colombia”[7]
Petro ha expresado de manera explícita que está a favor de medidas de sometimiento como la extradición, el pago de la deuda externa, la implementación de los TLC con algunas reformas, y finalmente que mantendrá las bases militares yanquis en nuestro país.
No buscan romper los lazos de sumisión, opresión y entrega del país a los intereses y políticas de los EEUU y otras potencias. Prometen no tocar los cimientos de este putrefacto sistema burgués que genera explotación, hambre y miseria. Garantizan la propiedad privada sobre los grandes resortes de la economía y la explotación del trabajo ajeno, los bajos salarios, el desempleo. Prometen embellecer antes que enfrentar las instituciones del régimen político autoritario y despótico. En suma, prometen reparar y garantizar la continuidad del sistema capitalista decadente y dependiente de las potencias, en el cual se originan los grandes males, parte de los cuales salieron a la luz como reclamo urgente el 28 A.
Confianza en las propias fuerzas de las masas
La importancia de los estallidos sociales que vimos el 28A y las magníficas movilizaciones que venían desde el 2019, nos invita a reflexionar sobre la historia de lucha en este país, donde una y otra vez, las masas depositaban la confianza en caudillos, o en grupos elitistas armados, o en las urnas para lograr cambios significativos en sus condiciones de vida. Pero fué a partir de la combatividad en las calles como se empezó a vislumbrar aquella importante tesis expuesta por Carlos Marx: “La liberación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos” sin esperar la tutela de políticos profesionales, caudillos supuestamente esclarecidos y salvadores supremos. Entender que la fortaleza de los empobrecidos y explotados yace en su unidad, organización y capacidad de lucha, podría permitir que finalmente se logre el anhelado cambio social.
Por eso, depositar la confianza en los políticos de la burguesía y las instituciones del régimen solo producirá más hambre, desigualdad y represión. El no confiar en la propia fuerza combativa del proletariado, la juventud y el pueblo pobre (“los nadies”), en su lucha, en sus organizaciones, en continuar adelante con sus tareas históricas, hace que toda esa fuerza arrolladora se vuelque en confiar una vez más, en uno u otro representante de la institucionalidad.
Mientras para millones de seguidores del PH que están cansados de ser los “nadies” en el terreno económico y social, para Petro, Francia y demás dirigentes, lo importante es no seguir siendo “excluidos” políticamente, de las mieles del poder.
¿Vendrán soluciones a las necesidades más urgentes?
El cambio que Petro y Francia prometen está viciado por la alianza, el pacto y la promesa de repartir cuotas con políticos oligarcas del establecimiento, partidos e iglesias reaccionarios. ¿Qué alcance tendrán “cambios” hechos de la mano de representantes de la politiquería tradicional? Quienes, por representar los intereses de los grandes y medianos empresarios se oponen rabiosamente a las huelgas, los paros, la protesta, etc., pues sus intereses son contrarios a los de la clase obrera y los asalariados.
Con los Roy Barreras, Benedettis, Velascos, Pradas, Saades liberales y hasta uribistas de buen corazón, prometen conformar un gobierno “popular”. Ese gobierno que supuestamente no representaría los intereses de alguna clase social, sino un pacto entre “distintos” sectores pero sin reconocer que se trata de intereses antagónicos de distintas clases. Tratan de arreglar un poco las cosas más irritantes del sistema, asumiendo el compromiso expreso de no tocar las raíces de él. Antes bien, a defender su continuidad y recobrar la estabilidad institucional. Su gobierno será claramente de colaboración de clases.
Fue muy reveladora la reunión que sostuvieron con el hombre más rico de Colombia Luis Carlos Sarmiento Ángulo y su hijo Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez que generó más confianza en la bolsa de valores (BVC) que el mismo Duque[8]. Así mismo está siendo apoyado por el segundo hombre más rico de Colombia, Jaime Gilinski y se supo de su reunión con el tercer hombre más rico, David Vélez propietario de Nubank. Todos estos hechos revelan los nexos y acuerdos del petrismo con un sector de la burguesía financiera del país.
Esa política de medias tintas y sin ir a fondo a solucionar las apremiantes necesidades de la población, es la que ha conducido al panorama desolador en Venezuela o en Perú, país último donde en medio de una tormenta que puede ser capitalizada por la reacción fujimorista, la “izquierda” sigue capitulando con el apoyo al gobierno, en vez de luchar de manera independiente; también se ve con a los nubarrones que se ciernen sobre la Argentina con los Kirchner y más temprano que tarde se verá en el Chile de Boric.
Es real que el de Petro, no será un gobierno igual a los que han dirigido el país en 200 años de historia, pero tampoco será un gobierno con las características de los regímenes implementados por Chavez, Evo, Correa, Kirchner, etc. que en una época fueron independientes por sus fuertes roces con el Imperialismo en relación con el reparto de la torta con sus burguesías nacionales. Gobiernos que sacaron bases Yanquis de sus territorios, nacionalizaron empresas gringas, eliminaron acuerdos que subyugaban sus países, crearon organismos como el ALBA para la cooperación regional fuera de las garras imperiales e incluso, suspendieron el pago de la deuda externa.
Petro ha recalcado su decisión de continuar excelentes relaciones con Estados Unidos y Europa, manteniendo acuerdos con el FMI, la OCDE y demás organismos de dominación. En este aspecto, se aleja más de esos gobiernos latinoamericanos que alguna vez tuvieron características independientes, llamados del “Socialismo del Siglo XXI”.
Ilusiones y aspiraciones de las masas
La población y las capas medias no solo tienen ilusiones. También tienen aspiraciones.
Quieren soluciones a la carestía galopante, al desempleo, bajos salarios, necesidades de vivienda y salud, fin de la corrupción y cese de la violencia. Aspiran a solucionar su situación. Las capas medias quieren despejar el panorama sombrío que avizoran, de caer en la pobreza.
Como dicen analistas de prensa serios, en relación con el triunfo de ese tipo de gobiernos llamados populistas: “si ganan habrá altas expectativas de que van a resolver el problema económico y no tienen muchas herramientas para hacerlo. Puede pasar que al cabo de un tiempo el descontento con estos gobiernos también aumente”[9].
Un comentarista analizó el hecho que detonó la revolución en Túnez y que abrió el camino a la llamanda “Pirmavera Árabe”: “Mohamed Bouazizi no se prendió fuego porque no podía bloguear o votar… La gente se prende fuego porque no soporta ver a su familia marchitarse lentamente, no de pena, sino de hambre fría”.
Entonces, todas estas aspiraciones al no ser resueltas podrán detonar nuevos procesos que desembocarían en el camino que se empezó a transitar el 28A y que demostró la confianza en la fuerza de las masas movilizadas. Allí saldrá a la luz la política de las organizaciones reformistas que se pintan de izquierda y progresistas, que cerrarán filas en defensa del gobierno y justificarán sus medidas de ajuste económico contra los trabajadores y las masas y la mayor entrega del país a los dictados del FMI y las transnacionales de EEUU. Argumentarán que no tienen las mayorías parlamentarias para gobernar, para justificar que su objetivo es transar y repartir con los partidos tradicionales de la derecha de la burguesía.
La política de las organizaciones socialistas
Varias organizaciones que se reclaman socialistas y de Izquierda revolucionaria, están apoyando actualmente la candidatura de Petro y Francia Marquez para la presidencia de Colombia. Unos llaman al “voto crítico” sin centrar su “crítica” en que se trata de un frente de colaboración de clases. Lo hacen para salvar su postura en caso de que el gobierno arremeta contra los trabajadores. Otros, resaltando su apoyo a Francia por su procedencia popular y posturas democráticas, sin ubicar que no viene de la clase obrera ni representa sus intereses. Hay quienes argumentan el apoyo al mal menor y cayendo en la política campista, se alinean tras el campo burgués que definen como “progresivo”, aunque lo hacen implícitamente. Argumentan, además, que es la primera vez que este tipo de candidatos aspiran a gobernar el país en 200 años, sin que sea la ultraderecha la que controle el Estado, definiéndolo como algo progresivo en forma absoluta.
Con esta política cabalgan en las ilusiones de las masas y les hacen fortalecer su creencia de que con esta alternativa electoral, se verán los cambios que todos aspiran. Y terminan por desmontar el proceso de lucha y movilización que se gestó el 28A para que confíen en las salidas de la democracia burguesa.
No mencionan el principio central que determina la participación en las elecciones burguesas y que es la independencia de clase. Que el candidato de las masas trabajadoras debe representar los intereses de los explotados, privilegiando la lucha, sin pactos con sectores burgueses.
Olvidan el papel de los revolucionarios frente a las elecciones: 1. Desenmascarar y denunciar al régimen. “En este caso el régimen semicolonial y capitalista que oprime al país y explota a los trabajadores”. 2. “demostrarle a la clase obrera que la solución de sus problemas viene de sus movilizaciones y no de la posible actividad parlamentaria o electoral. Demostrar la falsedad de la democracia burguesa y cómo sólo la actividad y unidad de los explotados podrá liberar a los trabajadores”. 3. “demostrar la necesidad de la revolución obrera y socialista, cómo la clase obrera debe tomar el poder como única forma de superar la crisis del país y de los trabajadores”[10].
Entonces, tener objetivos claros para la participación en elecciones significa no depositar ninguna confianza en los sectores que no representan las masas trabajadores, ni caer bajo las presiones de las ilusiones y aspiraciones de las masas, sino plantearles con claridad de dónde surgirán los verdaderos cambios que será sobre sus propias fuerzas revolucionarias. Confiar de nuevo en la tesis de Marx: “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”.
Desafortunadamente, quienes reclamándose socialistas y trotskistas, decidieron renunciar a estos principios, para sumarse como furgón de cola al frente de colaboración de clases que significa el PH, impiden la independencia política de los trabajadores y sus aliados para que rompan con los representantes de la burguesía, por más democráticos que se presenten.
¿Con qué moral podrán llamar a las masas trabajadoras a luchar contra las medidas y reformas exigidas por el FMI que el candidato del PH ya se comprometió a implementar, después de haber apoyado su candidatura y programa?
¿Qué hacer?
De triunfar un gobierno de colaboración de clases como el del PH, sin dejar de reconocer que se trataría de un gobierno burgués, aunque de un sector diferente a otros, no lo consideraríamos como nuestro gobierno. Y menos, llamaríamos a los trabajadores a darle cualquier clase de apoyo político.
Diremos a los jóvenes y trabajadores: ustedes confían en el gobierno. Nosotros no. Eso no interesa ahora. Todos queremos cambios y lograr soluciones que no dan espera. Unámonos en la lucha para lograrlo y seamos independientes de quienes nos explotan y oprimen.
Organicemos juntos la movilización, la lucha y una huelga general, para conquistar soluciones a nuestros reclamos. El 28 A, a pesar de los errores, mostró que sí se puede, que la movilización y la lucha dan resultados. Más aún si es liderada por la clase obrera, sus organizaciones y sus métodos de lucha de masas y no liderada por pequeños grupos de activistas radicalizados, de vanguardias “esclarecidas”.
Proponer lucha y movilización para que se congelen los precios y las tarifas; por alza del salario; salud y educación de calidad y gratuita para todos; juicio y castigo a todos los corruptos y asesinos por medio de tribunales populares; por plenas libertades democráticas de expresión, reunión y movilización; contra las reformas laboral, pensional y tributaria regresivas que exigen el FMI y la OCDE; para impedir que se siga pagando la deuda externa; por una verdadera reforma agraria que entregue la tierra a los campesinos pobres que la trabajan; por la plena democratización y el derecho de sindicalización en las FFAA y de policía; para romper con la injerencia de los gringos en nuestro país y el acatamiento a sus dictados contra Venezuela y Cuba; para salir de la OTAN y dejar de respaldar a EEUU y las potencias imperialistas en su guerra con Rusia para rapiñar a Ucrania y por la solidaridad internacional con quienes luchan.
Todo al servicio de señalar que los problemas de fondo tendrán solución en esta sociedad sólo si la clase obrera y el pueblo trabajador desarrollan todas las luchas con el objetivo de conquistar el poder y un gobierno propio y democrático, para y en beneficio de las mayorías desposeídas del país.
Porque pretender combatir las ilusiones en el terreno de las ilusiones, es hacer seguidismo a las masas. Las ilusiones sólo pueden combatirse mediante la movilización y las masas sólo se movilizan a partir de sus necesidades objetivas.
Es necesario desarrollar las aspiraciones y necesidades del pueblo trabajador con propuestas políticas y tareas que busquen que se produzca la movilización, la huelga, el paro, fortaleciendo el principio de independencia de clase.
Y en relación con la forma de votar en estas elecciones, donde todas las alternativas son burguesas y pequeñoburguesas y ninguna representa los intereses de los trabajadores, pues todos están comprometidos en distintas intensidades en continuar con la desigualdad, opresión y explotación de las masas empobrecidas, con el sistema de sumisión al imperialismo, no se ve más opción que la anulación del voto.
Anular el voto, es una forma de manifestar el rechazo a las opciones burguesas y pequeñoburguesas, y de la nefasta política de colaboración de clases con sectores opuestos a los intereses de los trabajadores asalariados. Desafortunadamente, hoy no contamos con una alternativa de independencia de clase que se proponga reorganizar y profundizar la lucha para conquistar las soluciones más sentidas de las masas.
[1] Cecilia Barrría, BBC News Mundo, 7 de abril. 2022. Link
[2] “Quienes pusimos como derecho en la Constitución, el derecho a la propiedad privada con función social y ecológica fuimos nosotros. Nunca olvidé que fue mi movimiento la mayoría relativa más grande la Constituyente de 1991. Nosotros hicimos la Constitución de 1991” Petro en su cuenta de Tweeter, 2018.
[3] Entrevista de Gustavo Petro con el periódico El País de España. Septiembre de 2021. Link
[4] Entrevista de Francia Marquez con la revista Rolling Stone en español. Link
[5] Artículo del Financial Times: “How the Colombia election could change Latin America”. 18 de Mayo de 2022. Link
[6] Entrevista Gustavo Petro con periódico El Tiempo. 16 de Mayo de 2022. Link
[7] https://www.eltiempo.com/politica/partidos-politicos/en-encuentro-con-pedro-sanchez-petro-firma-convenio-con-el-psoe-644188
[8] Artículo en la revista digital Pluralidad Z. 17/05/2022. Link
[9] Cecilia Barría. BBC News Mundo. 7 de abril. Link.
[10] Moreno, N. (1972) Una campaña electoral socialista revolucionaria. Pág. 3. Cehus. Argentina.