El 25 de enero se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Nahuel Moreno. El principal dirigente trotskista latinoamericano, quien desde sus inicios luchó por forjar una corriente internacional revolucionaria, cuyas características centrales fueran hacer eje de su construcción el movimiento obrero y sus luchas, antes que en otras clases o sectores de clase.
Tarea que, de acuerdo a los fenómenos posteriores a su desaparición, no ha hecho más que reafirmarse.
Con su muerte, la clase obrera, el trotskismo y la revolución internacional perdieron un baluarte fundamental. Su ausencia significó un agravamiento de la crisis de la dirección revolucionaria a niveles no vistos desde el asesinato de Trotsky. Crisis que no ha logrado superar ninguno de los grupos o corrientes de la diáspora que tras su muerte entró nuestro movimiento, más allá de las veleidades auto proclamatorias de algunas organizaciones.
Parafraseándolo, podríamos decir que, si Moreno hubiera vivido unos años más, el movimiento trotskista hubiera logrado dar una interpretación y una política más acorde a la grave derrota de la clase obrera mundial de finales de los años 80s, que cambio la relación de fuerzas internacional a favor del imperialismo.
Nuestra organización internacional hubiera logrado analizar y ubicarse correctamente, ante la situación mundial profundamente adversa que se abrió con la derrota de las revoluciones que se encontraban en curso -Centroamérica, Cono Sur de América Latina, Oriente Próximo, Sudáfrica, Polonia, etc.-. Y su peor consecuencia, la destrucción de los países conocidos como “socialistas” (la URSS, China, Europa Oriental y demás estados obreros burocratizados), vía la restauración capitalista en todos ellos.
Restauración a la que, un sector de la burocracia gobernante y demás organizaciones dirigentes, condujeron los procesos de lucha que estallaron al interior de esos países para ponerlos al servicio de la contrarrevolución y el imperialismo. Así se configuró el triunfo del capitalismo imperialista y de la contrarrevolución, que abrió una situación favorable a su ofensiva mundial.
Como efecto dominó, eso se tradujo en todo el mundo en la destrucción de múltiples organizaciones sindicales y conquistas de la clase obrera. Causa y, a la vez consecuencia, del giro a la defensa del capitalismo y su democracia, de casi todas las direcciones sindicales y políticas de izquierda y el consecuente retroceso en la conciencia de la clase obrera.
Fenómeno al que no fue ajeno el movimiento trotskista y la organización construida por Moreno, la LIT-CI. La adaptación a la democracia burguesa y el revisionismo se abrieron paso en nuestras filas, con el saldo de la destrucción de la Liga Internacional de los Trabajadores y de los partidos que hacían parte de ella.
Nuestra afirmación sobre el rol de Nahuel Moreno no es gratuita. Tampoco alguna especie de culto a la personalidad. Moreno y la organización internacional bajo su liderazgo, sintetizaban casi 50 años de experiencia de lucha de los trabajadores del Cono Sur de América Latina, el sector de la clase obrera mundial que más luchó durante la segunda posguerra. Además, condensaba años de esfuerzo teórico y político por dar respuesta marxista y principista a los nuevos fenómenos no previstos por Trotsky, que surgieron con las revoluciones del siglo XX. Así, luchó por rescatar el método marxista como herramienta, alejándose del dogmatismo y sectarismo, que impregnaba el trotskismo de posguerra.
Tras los años iniciales, su vida militante se centró en dar prioridad absoluta a la construcción de una organización internacional de la clase obrera, antes que “su” partido argentino. Internacional fuertemente enraizada en sólidos partidos nacionales, pero como tarea subordinada a esa tarea central.
Tal como el mismo lo señaló: “En esta era de movimientos nacionalistas que opinan que todo se soluciona en el propio país, el trotskismo es el único que dice que sólo hay solución a nivel de la economía mundial, inaugurando el nuevo orden, que es el socialismo. Para eso, es necesario retomar la tradición socialista de la existencia de una Internacional socialista, que encare la estrategia y la táctica para lograr la derrota de las grandes trasnacionales que dominan al mundo entero…”[1].
Esa convicción y dedicación de Moreno y del equipo de dirigentes de la época, a la construcción del partido internacional, permitió realizar grandes experiencias de internacionalismo militante.
Eso permitió que nuestra organización internacional diera un ejemplo de apoyo y solidaridad internacionalista a la revolución contra la dictadura de Somoza, con la “Brigada Simón Bolívar” que combatió en Nicaragua, sin claudicar a la dirección sandinista. Dar apoyo a la revolución salvadoreña y centroamericana, con plena independencia crítica de la política de sus dirigentes conciliadores que la llevaron al fracaso y sin capitular al guerrillerismo. Apoyar la revolución en Polonia y al sindicato Solidaridad en su lucha contra el gobierno estalinista, sin cederle a Lech Walesa. Impulsar la construcción del PT y la CUT en Brasil, sin subordinarse a la dirección de Lula. O la postura claramente antiimperialista ante el ataque inglés a la Argentina, en la guerra de las Malvinas, sin sucumbir ante la funesta dictadura militar que gobernaba el país.
Esa conducta internacionalista y antiimperialista, permitió a los sectores del trotskismo que de manera real y no formal, seguimos rescatando su legado, defender los países y gobiernos de izquierda, nacionalista burgueses, que asumieron una postura independiente del imperialismo (Peronismo, Chavismo, Correismo, etc.), sin capitular ante esos gobiernos, ni darles alguna clase de apoyo político.
También, fueron invaluables las batallas internacionalistas que lideró dentro del movimiento trotskista. Ante el vanguardismo pro guerrillero de la corriente de Mandel o el oportunismo de la corriente de Lambert que capituló a la socialdemocracia, con su política de apoyo a los gobiernos burgueses de colaboración de clases. De propugnar un bloque político con el llamado “campo burgués progresivo”, vale decir con el sector de la burguesía que posa de “progresista” o “democrático”. Reedición de la vieja política frente populista del estalinismo, que hoy la izquierda reformista y el oportunismo practican en sus países y a escala internacional. Como patético ejemplo de ello, tenemos a importantes dirigentes de izquierda en EEUU y en América Latina, aprovechándose del odio a Trump, para llamar crear expectativas y dar apoyo al imperialista gobierno Biden-Harris.
En estos treinta años de retroceso y confusión de la clase obrera y el eclipse de la revolución, con sus efectos de deserción de múltiples organizaciones trotskistas al sindicalerismo, al electoralismo y nacionalismo, el legado y la batalla de Nahuel Moreno por la construcción de una internacional democráticamente centralizada, con eje en la clase obrera y sus métodos de lucha, así como en la aplicación del método del marxismo, han mostrado su utilidad y valiosa vigencia, así en muchos casos sea por la negativa.
Para reivindicar su herencia, en este nuevo aniversario publicamos extractos de un texto en el que sustentó la urgente necesidad y prioridad del partido mundial, como respuesta revolucionaria, acorde y científica, a una realidad política mundial dominada por el decadente capitalismo imperialista (Extractos del libro Conversaciones con Moreno. Link). Una organización internacional que oriente las actuales respuestas de movilización y lucha que desarrollan los trabajadores y otros sectores, contra las lacras del sistema.
Sistema económico y social, que como revela el manejo dado a la pandemia del Covid19 en todo el mundo, el desempleo, la miseria, el hambre y la violencia estatal se incrementa día a día. Amenaza con destruir la naturaleza y conducir a la humanidad a la barbarie.
[1] MORENO Nahuel, Reportaje realizado en 1985. Publicado en 1988.