A los 76 años de la Nakba (15 de mayo de 1948), las tropas de ocupación israelíes iniciaron en Gaza otra gran catástrofe desde octubre de 2023. Y ahora escalan su ofensiva con el baño de sangre en Rafah, la última ciudad de la Franja que les falta destruir y en donde se hacinan más de 1.500.000 personas arrinconadas, aterrorizadas, exhaustas y hambrientas. 

El 15 de mayo es la fecha de la gran catástrofe mediante la cual el sionismo dio un  salto en su proceso de colonización y ocupación de Palestina, legitimado previamente con la Resolución 181 de la ONU y apoyada por todos los países imperialistas y lamentablemente, también por la ex Unión Soviética, bajo el dominio de la reaccionaria burocracia de Stalin.

Este proceso violento fue perpetrado por las fuerzas de ocupación israelíes que expulsaron forzosamente  a cientos de miles de palestinos de su tierra natal, masacraron amplios sectores de la población árabe-palestina mientras los colonos judíos se apoderaron de sus casas  y tierras. Así se creó el «estado» de mayoría judía, según las aspiraciones del movimiento sionista.

Aunque el 15 de mayo se convirtió en el día oficial de la NAKBA, los sionistas habían iniciado el proceso de colonización antes:

Entre 1947 y 1949, al menos 750.000 palestinos de una población de 1,9 millones, se convirtieron en refugiados más allá de las fronteras del Estado. Las fuerzas sionistas se apropiaron de  más del 78 por ciento de la Palestina histórica, limpiando étnicamente, destruyendo alrededor de 530 aldeas y ciudades y matando a unos 15.000 palestinos, en una serie de atrocidades masivas, incluidas más de 70 masacres. («La Nakba no empezó ni terminó en 1948». Aljazeera – 23 mayo 2017)

Hoy, este nuevo episodio de barbarie perpetrado por la “entidad sionista” ha destruido Gaza y exterminado a cerca de 35.000 palestinos, más de un tercio son niños, «en posibles ejecuciones extrajudiciales perpetradas por francotiradores» según Unicef, mientras sus colonos usurpan violentamente las propiedades a los habitantes de Cisjordania. En el discurso oficial israelí, los muertos en Gaza o son “terroristas”, o se engloban en el eufemismo de los “daños colaterales”, sin tener en consideración su edad. Desde octubre su presidente Isaac Herzog, declaró que “no había civiles inocentes en Gaza”. Y a pesar de esos hechos, los sionistas gobernantes de Israel y sus defensores, argumentan cínicamente que ellos son “víctimas” que sólo se «defienden del terrorismo” y que “todo empezó el 7 de octubre de 2023”, bajo la cobertura de que se trata de una “guerra contra Hamas”.

Esta limpieza étnica que utiliza máquinas de la llamada “Inteligencia Artificial” para asesinar a diestra y siniestra, es adelantada por la entidad sionista y su líder actual Netanyahu, con el firme apoyo y complicidad de EEUU y demás potencias. 

Más allá de las palabras, los hechos muestran que el sionismo emula a los nazis alemanes y europeos perpetradores del Holocausto contra no sólo los judíos y los gitanos, sino contra los demócratas, los revolucionarios y hasta la izquierda parlamentaria.

Es hora de que los jóvenes, maestros y la clase trabajadora del país y de América Latina, reaccionen masivamente realizando acciones de solidaridad activa con esta justa lucha de resistencia ante la ofensiva del nazismo y sus métodos de exterminio racial, tal y como sucede en Europa, EEUU y otros países del mundo.

En Colombia, esto requiere que los dirigentes de los sindicatos y centrales obreras (CUT-FECODE-CTC), así como de las organizaciones políticas que dicen apoyar la causa palestina dirigidas mayoritariamente por corrientes adeptas al gobierno Petro, utilicen y aprovechen los efectos políticos de la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, además de este nuevo aniversario de la Nakba, para que de una vez por todas organicen y convoquen a los trabajadores y la juventud a la movilización, bajo las banderas de rechazo al exterminio del pueblo palestino y por su liberación.

Los dirigentes están en mora de proponer más que una u otra tarea esporádica. La realidad de la tragedia les exige un Plan sistemático de acciones de lucha callejera para combatir el genocidio y buscar el aislamiento de Israel. Acciones de boicot y sabotaje, no dirigidas sólo al consumo (no comprar: Coca Cola, McDonald’s, Starbucks, etc), sino ante todo a la producción de armas y suministros con destino a Israel.

En pocas palabras, la situación exige un Plan de Acción que permita seguir la ruta señalada por las masivas movilizaciones que se han venido realizando en diferentes países del mundo y que hoy son avivadas por las acciones de los universitarios en EEUU y otros países, que se han sumado combativamente a la ola de repudio internacional al genocidio y en apoyo a una Palestina libre.

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