Virginia Bach. 30 de mayo/2020

Con indignación, somos testigos una vez más, de la brutalidad y violencia por parte de la policía norteamericana que asesinó a plena luz del día y frente a las cámaras, al trabajador afroamericano George Floyd.

Son siglos de opresión, discriminación y violencia del que diversos sectores de las masas trabajadoras han sido víctimas, particularmente los afro descendientes, no solo en este país imperialista, sino en el mundo entero.

Sin embargo, hoy, el escenario de este acto atroz es diferente ya que nos encontramos inmersos en una de las crisis (económica y social) más profundas de la historia, esta vez, a partir de la Pandemia del Covid-19. En esta coyuntura se ha revelado la verdadera esencia del sistema capitalista mundial que descarga sobre las masas (incluidas comunidades negras, latinas e inmigrantes), toda la miseria, enfermedad y muerte a costa de mantener los privilegios para una minoría de magnates (la burguesía).

En este contexto fue asesinado George Floyd, de 46 años, un ex guardia de seguridad y ex conductor de camiones que engrosó las filas de más de 40 millones de desempleados en EEUU en medio de la pandemia, perteneciente a la comunidad afroamericana que junto con inmigrantes e hispanos están sufriendo la peor parte de la crisis del coronavirus en ese país, poniendo la mayor cantidad de muertos. La desigualdad social que hunde aun más en la miseria a estos sectores, los vuelve especialmente vulnerables ante la mortalidad del virus. El número de muertos, producto de la pandemia en E.U. es devastador, ascendiendo a 100.000, el saldo más alto registrado hasta ahora (mayor que los muertos de Vietnam, Corea, el 11S y el huracán Katrina), y aun así, Trump y sus asesores insisten en la necesidad de abrir la economía para recuperar sus ganancias.  Vemos entonces, que lo que se intensifica no solo es el nivel de explotación por parte de los capitalistas sino también los rasgos más criminales y racistas del gobierno Trump y sus instituciones del régimen.

Las justas luchas de las masas indignadas

El lema de “no puedo respirar”, las últimas palabras de George Floyd, fue retomado con justeza por cientos de personas que en una explosión de indignación, salieron a las calles de Minneapolis y otras ciudades estadounidenses.

Durante varios días han demostrado la rabia contenida ante tantos abusos, lanzando piedras, quemando comisarías de policía, saqueando supermercados y protestando con gritos de justicia y la exigencia de ser escuchados.

Ante esto, la respuesta de Trump ha sido llamarlos delincuentes y amenazar con mandar a la guardia nacional para responder a tiros si es necesario. Sus primeras declaraciones hipócritas al decir que esta muerte era “muy triste y trágica” solo ocultaban las reales posiciones del mayor representante del racismo en este país que abiertamente ha apoyado a grupos supremacistas blancos como el Ku Klux Clan.

La verdadera violencia ha sido expresada por este representante del imperialismo mundial que no solo aprueba el exceso policial sino que llama a poner en orden a las masas a través de la mano dura de los fusiles de la guardia nacional.

Las muestras de rebeldía y protesta están más que justificados y los apoyamos con todas sus manifestaciones y expresiones. Los incendios y saqueos no hacen más que poner en evidencia la urgencia que tienen las masas de satisfacer sus necesidades básicas, lo que significa que no solo rechazan la brutalidad policial sino la miseria a la que cada día están sometidos.

Es evidente que en medio de la pandemia, las expresiones de lucha de este tipo pueden arriesgar aun más al contagio a los cientos de manifestantes, pero más allá de alertar ante este peligro y el llamado a utilizar los máximos mecanismos de protección, les expresamos nuestra total solidaridad y apoyo en su camino de repudio y protesta contra tantos siglos de opresión.

Antes de la pandemia, la historia de abusos en Estados Unidos está debidamente documentada. Lo vimos con el asesinato de otros afroamericanos como Eric Garner en Nueva York hace seis años, con el mismo modus operandi usado contra Floyd; o el asesinato a tiros de Breonna Taylor de 26 años, el pasado 13 de marzo, cuando la policía allanó su vivienda en busca de drogas que nunca fueron encontradas; o el caso de los 5 jóvenes (4 negros y 1 latino) de Central Park que fueron encarcelados injustamente pagando condenas de casi 13 años por un crimen que no cometieron. Y así la lista de agresiones por parte de esta institución del régimen es interminable. De hecho, se han presentado informes por parte de la CIDH en el que notifican los “excesos y violencia policial” en Estados Unidos. “Según información pública, los EE. UU. registran constantemente altos niveles de violencia policial: informes indican que la policía asesina aproximadamente a 1.000 personas y hiere más de 50.000 cada año en promedio. En 2017, al menos 987 personas fueron asesinadas a balazos por agentes policiales, incluidos más de 300 que huían de los oficiales cuando les dispararon”, dice el informe.[1]

La que se ufana de ser la mayor “democracia” capitalista del mundo y de la que tanto se jactan sus representantes, se devela así como una democracia imperialista al servicio de los opresores que siempre atacará con disparos, gases lacrimógenos, golpizas y tratos inhumanos a las masas trabajadoras y los pueblos del mundo para defender sus propios intereses.

En esta época se manifiesta con mayor claridad la decadencia del régimen imperialista, que no duda en invadir, bombardear indiscriminadamente y arrasar pueblos enteros en nombre de la “libertad, la democracia y la defensa de los derechos humanos” como fueron entre otros los casos de Vietnam, Panamá, Haití o contra el “terrorismo” en Afganistán, Irak, Siria, etc. Pero son, este régimen imperialista mundial y sus instituciones, los verdaderos terroristas y violadores de la libertad y derechos humanos. Hoy amenazan con  seguir agrediendo al pueblo hermano de Venezuela, con el cínico argumento de “combatir el narcotráfico” y a un gobierno “dictatorial”,  en complicidad con el sumiso gobierno de Duque que acaba de permitir el ingreso a Colombia de 800 soldados gringos, en abierta violación a la soberanía nacional. Se demuestra su doble moral e hipocresía, por un lado, al mantener el negocio del narco como el mas lucrativo para estos dos países, siendo E.U. el mayor consumidor y Colombia su gran productor, y por otro lado, la realidad de Trump, que desde el inicio de su gobierno, en su régimen interno, ejerce una gran represión con rasgos dictatoriales, especialmente contra las comunidades oprimidas e incluso llamando a disparar sobre las masas movilizadas. Así se evidencia el verdadero objetivo de la continua agresión a Venezuela que no es solo la de apropiarse de sus recursos petroleros sino controlar y dominar un país independiente políticamente que no ha sido su fiel lacayo. Este es el régimen que quiere imponer su dominación mundial sobre las naciones semicoloniales, lo que demuestra otra de las expresiones reales de la barbarie del capitalismo imperialista.

Racismo y capitalismo

Las profundas desigualdades a las que estamos sometidos en el marco de la sociedad capitalista hacen que las expresiones de opresión de todo tipo se agudicen aun más. El racismo, la discriminación a la mujer, a las comunidades LGTBI, a los inmigrantes, la agresión a las nacionalidades oprimidas como al pueblo Palestino, etc hacen parte de la opresión en esta sociedad dividida en clases.

Pero es precisamente la diferencia entre opresión y explotación lo que nos puede aclarar cuál puede ser el camino para superar ambas.

“La explotación es la máxima desigualdad de la sociedad. Es la apropiación del producto del trabajo de unos, de la mayoría, por una minoría…Durante toda la historia, los explotadores han utilizado las desigualdades que encontraron a su paso, han creado otras nuevas para aumentar sus ganancias y privilegios; por ello le pagan menos al obrero negro, se encargan de crear y ahondar diferencias raciales para dar menos salarios, como sucede en Estados Unidos con los latinos, aprovechan la opresión de la mujer para explotarla más en el trabajo.”[2]

La burguesía usa esa táctica de dividir a los trabajadores para poder explotarlos mejor y así ha logrado que incluso, sectores de las masas hayan sido ganadas a ideologías racistas, pero el grito hoy de las luchas en Estados Unidos, expresa justamente la necesidad de la unidad de la clase trabajadora sin importar su color, sexo, credo o nacionalidad contra los verdaderos enemigos, los explotadores, aquellos que los obligan a “venderse a trozos”, convirtiéndolos en “una mercancía como otra cualquiera”[3].

La explotación descrita, se hace más evidente hoy, en el marco de la pandemia, cuando el capitalismo en crisis no tiene clemencia y en su insaciable sed de ganancias seguirá empobreciendo cada vez más a las masas trabajadoras y profundizando la opresión de los diferentes sectores sociales. Paradójicamente, a su vez seguirá creando las bases materiales para llevar a la unidad y a la lucha revolucionaria a los trabajadores de todas las etnias y culturas que, como lo demuestran las valientes protestas en Estados Unidos, en perspectiva, cavarán la tumba de este sistema voraz.

Esta tiene qué ser nuestra alternativa, la de destruir la actual sociedad divida en clases, ya que una vez lo logremos, podremos ver superadas todas las demás contradicciones de opresión, racismo y discriminación. De lo contrario, veremos un oscuro futuro para la humanidad bajo el capitalismo. Una muestra de ello fueron los horrores que vimos durante la segunda guerra mundial: “Hitler en su momento, marcó el camino del capitalismo: una raza burguesa minoritaria explotando a una sub-raza trabajadora multitudinaria, oprimida, desnutrida, marginada, embrutecida y esclavizada.”[4]

En combate contra esta perspectiva, estamos convencidos que la lucha democrática, nacional e internacional contra el racismo se funde estrechamente con la lucha socialista revolucionaria contra la burguesía y los monopolios imperialistas. Por eso la necesidad de prepararnos, organizarnos y unir ampliamente todas las fuerzas que se reclaman democráticas y antiimperialistas, de todas las etnias y culturas, con las de los trabajadores, contra el principal enemigo, la burguesía capitalista imperialista. Ese es nuestro reto.


[1] Recuperado de https://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/casos-de-racismo-en-estados-unidos-contra-poblacion-afrodescendiente-500538) 

[2] Cuadernos de formación política. (1997) ABC de la teoría Marxista. La mujer. Colombia.

[3] Citas del Manifiesto del Partido Comunista. Cap. I. Burgueses y Proletarios. K. Marx & F. Engels.

[4] Correo Internacional de América Latina #20. (1985) Sudáfrica el volcán negro.

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