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OSRT – Organización Socialista Revolucionaria de los Trabajadores – México      OMI  –  Opción Marxista Internacional                       

 20/01/2021

El asalto al Capitolio de Estados Unidos por parte de la turba ultraderechista, incitada por su jefe, el presidente Trump, cuando los congresistas se disponían a confirmar los votos del Colegio electoral que dieron la victoria a Joe Biden, conmocionó a Estados Unidos y al mundo.

Los protagonistas del ataque al Congreso eran activistas de diferentes grupos de extrema derecha -Proud Boys, Three Percenters, Oath Keepers y Texas Freedom Force, Boogaloo Boys, Ku Klux Klan (KKK), QAnon, entre otros- que se unifican bajo el lema de Trump: “Make America Great Again”.  Proclaman el nacionalismo reaccionario, de un país imperialista caracterizado por atropellar, saquear e invadir a los pueblos del mundo. Se trató de una intentona  pro-fascista de fanáticos de ideología nazi, que pregonan la “supremacía blanca”, racista, misógina y homofóbica. Se identifican con la causa de la Confederación esclavista. Desprecian a los inmigrantes pobres, la ciencia y son negacionistas del cambio climático. Opinan que la pandemia es un invento. Son partidarios de las teorías conspirativas. Tienen a Trump como su máximo líder y vocero.

Este es un hecho inédito en la historia del último siglo en los Estados Unidos. Su excepcionalidad radica, no solo en que fue un ataque a una de las instituciones claves de la democracia burguesa, sino en que los asaltantes contaron con el apoyo explícito del jefe del Estado y de varios senadores republicanos, que instigaron a los manifestantes. Según la BBC News Mundo[1]: “El presidente marcó el 6 de enero como “un día de la verdad” y pidió `luchar como en el infierno´ porque si no `ya no vas a tener país´.  Antes de él, Rudy Giuliani, el abogado personal del presidente, dijo a los asistentes que las disputas electorales deben resolverse mediante el `combate´…”

Por otra parte, los enfrentamientos salieron del ámbito de los debates parlamentarios, los discursos televisivos o declaraciones de prensa  y las  redes sociales, para pasar a la acción directa en las calles. Con cientos de activistas de extrema derecha, movilizándose al servicio de propósitos claramente reaccionarios, conservadores y retrógrados.

Estos delirantes simpatizantes de Trump, irrumpieron en el Congreso con armas largas y cocteles molotov, absolutamente confiados en que no encontrarían ningún obstáculo. Y así sucedió. La policía que no vaciló en reprimir violentamente las pasadas manifestaciones contra el asesinato de George Floyd, evidenció su doble rasero y racismo. Su comportamiento fue absolutamente cómplice y benevolente con los supremacistas blancos. Si los protagonistas hubieran sido del movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa”) o un grupo de jóvenes de izquierda o trabajadores en lucha, sin duda alguna hubieran recibido una violenta represión de las fuerzas del orden de la potencia imperialista.

Con la instigación a sus bases para tomar el Capitolio, Trump marcó el final de su mandato y llevó al límite lo que fue su estilo y comportamiento político que caracterizó sus cuatro años de presidencia.[2]

Un gobierno autoritario y racista, de atropello constante a los inmigrantes,  a los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de las comunidades LGTBI y afro; salpicado de reiterados escándalos que sacudieron la Casa Blanca, así como  de intensas disputas con los líderes del partido Demócrata, el otro partido de la élite dominante de ese país.

Desde su posesión como Presidente en 2016 intentó y/o se saltó, una y otra vez, las reglas del juego de la democracia burguesa, sus instituciones y mecanismos. (Aspectos de los que se ocupa el artículo “El resultado de las elecciones en EEUU: Cruda imagen de un sistema decadente” (Link) de Virginia Bach.)

En un intento por permanecer en el poder, rompió la normatividad burguesa que establece el reconocimiento de los resultados electorales y la transferencia del poder político a su adversario y pasó de la retórica a alentar a sus bases para atacar la sede del Parlamento, lo que configuró un salto en su política de arbitrariedad, que el establishment y sectores importantes de la población de ese país toleraron semi pasivamente por cuatro años.

Antes de las votaciones inició su campaña sobre un supuesto fraude electoral. Luego, cuando el resultado le fue adverso, entabló una batalla jurídica con el mismo objetivo, hasta pedirle al secretario del estado de Georgia que hiciera fraude, “le encontrara 11.780 votos” y lo declarara ganador.

Así, desde su posición como presidente erosionó la credibilidad en la institucionalidad politica, indispensable para la estabilidad y gobierno de la clase dominante en ese país y su hegemonía en el mundo. Al mismo tiempo, extremó el enfrentamiento inter-burgués.

Lo sucedido lleva a límites insospechados la crisis de los partidos tradicionales –Republicano y Demócrata- de los capitalistas de los Estados Unidos, así como la polarización existente entre éstos, trasladada por ellos a amplios sectores de la población. Configura un escalamiento sin precedentes, en la profunda crisis política del régimen, que tuvo un pico alto en el gobierno de Obama. Tal como tituló un corresponsal de prensa: “Joe Biden asumirá en medio de una crisis sin precedentes”.

Mientras escribimos estas líneas, los dirigentes del partido Demócrata inician el camino del juicio político o impeachment a Trump bajo la acusación de que “El presidente puso seriamente en peligro la seguridad de EE.UU. y las instituciones del gobierno”, amenazó “la integridad de nuestro sistema democrático, interfirió en la pacífica transferencia del poder y traicionó la confianza…”.

Más allá de lo que suceda en el Senado con el impeachment, algo de lo cual este texto no pretende ocuparse, es un hecho que el gobierno de la primera potencia o imperialismo mundial terminó hecho trizas.

Esto es Estados Unidos

La despectiva comparación del ex presidente Bush con los acontecimientos, calificándolos como típicos de una “república bananera” describe la gravedad de lo sucedido: algo que se espera suceda en un país pobre, sumido en una crisis económica secular, social y política, que dicho sea de paso, es consecuencia de estar sometidos al saqueo y dominio de los Estados Unidos. Pero hoy, el escenario de tal inestabilidad institucional y desmadre, es ese país imperialista que se preciaba de ser estandarte de estabilidad y de solidez.

Eso pone de relieve la explicable alarma de los magnates de todo el mundo: un sismo político sacudió a la que se suponía la democracia más sólida del sistema social y económico mundial. Así, el andamiaje institucional de dominio, tanto interno como internacional, se revelan tremendamente vulnerables.

Contrario al grito de “esto no es Estados Unidos” que varios congresistas lanzaron cuando sucedía el asalto, los radicales de ultraderecha y su jefe Trump, salieron de las entrañas de ese país y reflejan las enormes contradicciones a su interior. El país emblema del sistema capitalista imperialista atraviesa la mayor crisis de salud y política en un siglo, las crisis económica y social más profundas desde el crack del 1929, con millones de despidos que dispararon el desempleo, una pobreza y desigualdad aterradora. Una crisis monumental integral interna y el retroceso en el liderazgo mundial que ostentaba.

Ante esa realidad, sectores de las élites gobernantes y sus seguidores entre la población, tanto en Estados Unidos como en otros países, vienen intentando una solución arbitraria y radical para salir de la crisis.  Se advierte así, la existencia de un sector de la burguesía que está dispuesto a enfrentar la aguda crisis, recurriendo al “todo vale” y a pasar por encima de las reglas establecidas para sacar adelante sus políticas.

Aguijoneados por la crisis económica de salud y social, así como al retroceso en su hegemonía mundial, pretenden zafarse de esas trabas incómodas que les significan los parlamentos, las elecciones y demás mecanismos formales de la institucionalidad democrática burguesa. Quieren salir de la crisis de forma apresurada, para lo cual buscan derrotar a como dé lugar, la resistencia de los jóvenes, de los trabajadores y las minorías, que con sus luchas se oponen a sus paquetazos económicos y voraces planes. Así, un sector importante de la clase dominante de EEUU viene hace algunos años coqueteando con una salida autoritaria.

Ante la evidente inestabilidad, hoy grupos de la burguesía nacional quieren aprovechar la situación generada por el ataque al Capitolio, no para otorgar mayores libertades democráticas, sino para que se apruebe una peligrosa ley “contra el terrorismo interno” que no vacilarán en utilizar para sofocar las luchas de la juventud y los trabajadores.

En un contexto donde las minorías, los jóvenes y los trabajadores, quienes llevan la peor parte, han sido conducidas por la casi totalidad de las direcciones políticas y sindicales, a desactivar la lucha contra el racismo y centrar sus expectativas de mejoría en las elecciones, en Biden y en el partido Demócrata, el sector de la clase dominante encabezado por Trump y sus seguidores, con su política de extrema derecha, aprovecharon el espacio brindado y tomaron la iniciativa con la acción directa en las calles.

Rechazo y condena rotunda al asalto de la extrema derecha

Tales acontecimientos no dan cabida a posiciones intermedias y vacilantes, sino al rechazo contundente a este asalto reaccionario de la ultraderecha trumpista.  Más que los tibios pronunciamientos de quienes se reclaman “demócratas”, pero enmudecen o titubean ante este grave acontecimiento, la situación creada por la acción de la extrema derecha proto-fascista, requiere una postura democrática consecuente por parte de las minorías oprimidas, de la juventud progresista, de los defensores de las libertades civiles y de las organizaciones del proletariado de los Estados Unidos y el mundo. Exige tomar las calles para responder en forma enérgica, contundente y disciplinada a este ataque.

Igualmente, la situación plantea a la clase obrera la más amplia unidad de acción de masas, como única vía para derrotar a estos sectores neo fascistas en ese país y en todos los países en donde aún son marginales. Acción política, que requiere desarrollarse con absoluta independencia política del partido Demócrata, del nuevo presidente Biden y de las organizaciones de la clase media.

El avance o eventual triunfo de estos sectores de extrema derecha en Estados Unidos u otro país imperialista, es una amenaza global. Si Trump y su seguidores siguen avanzando, constituyen el preanuncio de un futuro aterrador para los oprimidos y explotados del mundo. Si esta turba y Trump hubieran logrado su cometido o si lo logran en un futuro, las consecuencias para los trabajadores, las minorías y la juventud pobre de ese país y del mundo, serían nefastas Este sector pretende borrar de un plumazo los derechos y libertades democráticas conquistadas en años de lucha y utilizar la fuerza que eso les otorgaría, para mayores atropellos, discriminación y explotación de la población del país y ataques a los pueblos del mundo.

Sin magnificar la democracia estadounidense, sustento de un régimen imperialista en manos de los magnates para dominar el país y el mundo, consideramos que es indispensable hacer frente a estos grupos neonazis que buscan socavar los resquicios que deja esa democracia, para el ejercicio de la acción política, social o sindical.

Si bien no depositamos ninguna confianza política en el régimen democrático burgués, ni llamamos a hacerlo, y sin perder de vista que tanto los republicanos como demócratas, representan los intereses de las transnacionales imperialistas, que explotan a la clase obrera  y los pueblos del mundo que están bajo su órbita y dominio, sería de necios no reconocer la diferencia existente entre la forma de dominación democrático burguesa y la de un régimen de ultraderecha, totalitario, despótico o, peor aún, uno directamente fascista.

Entendemos que la tarea de organizar y desarrollar la lucha obrera y de masas  bajo uno u otro régimen no son las mismas.  La inevitable lucha contra los planes económicos que están aplicando y aplicarán con más dureza los capitalistas en EEUU y fuera de él, para superar la crisis, que se traducirán en mayor explotación y miseria, contagio y muerte de más trabajadores por el COVID-19 y mayor desigualdad social, de triunfar o avanzar este sector trumpista, se tendrían que dar en una situación muchísimo más desventajosa.

Cualquier trabajador o joven luchador sabe que para la pelea es mejor  contar con los recortados derechos de libertad de expresión, de movilización y de huelga existentes, así como con sus organizaciones políticas y sindicales como palancas para avanzar en la conquista de sus derechos. Muy diferente a tener que realizarla en condiciones de completa ilegalidad. Menospreciar este importante aspecto de la realidad, sería una peligrosa confusión.

En ello radica la tremenda importancia que tiene el que, desde las organizaciones de la juventud, de los inmigrantes pobres, de los afros estadounidenses y de la clase obrera, se cierre el paso a estas tentativas totalitarias y pro-fascistas, que, aunque no prosperaron en esta ocasión, no han sido derrotadas.  

El trumpismo es un fenómeno de extrema derecha que se ha instalado en la sociedad y sus instituciones. En el partido Republicano, el parlamento y hasta en las Fuerzas Armadas y la policía. Eso explica el inédito comunicado conjunto de los altos mandos del Ejército, la Armada, Fuerza Aérea y los Marines, que “llamaron a las tropas a mantener su lealtad con la Constitución” revelando una crisis interna.

La realidad de lo sucedido hace imperativo manifestarse políticamente. Retomar el camino de las masivas manifestaciones contra el racismo de la policía; el camino de la huelga, el paro y la lucha de masas, con el objetivo de exigir juicio y castigo a los responsables del ataque, la disolución de esas organizaciones de ultra derecha y el juicio político a Trump.  

Realizar esta lucha democrática de forma ampliamente unitaria, pero completamente independiente del partido Demócrata, es fundamental para que la clase obrera avance en el camino de presentar a la población una tercera alternativa de salida a la grave crisis que el sistema capitalista ha llevado a ese país y a la humanidad. Como muestran los recientes hechos, esta situación también es resultado de la claudicación política de las direcciones del movimiento obrero y de masas que ilusionaron a sus bases en que el triunfo electoral de los demócratas era suficiente para derrotar políticamente al trumpismo. Esa tarea, mal que les pese, sigue pendiente.

Avanzar en ese camino, exige a los trabajadores el desarrollo de sus organizaciones de clase y construir un partido político propio, independiente de los partidos de los capitalistas. Hoy, el mundo no solo está amenazado por la pandemia, la miseria, el desempleo y el cambio climático, sino también por el peligroso avance de la ultraderecha. 

Un brusco cambio en el contexto internacional

Hacia el mundo el mensaje autoritario enviado por las hordas trumpistas y Trump, así como fue rechazado, también está siendo acompañado y aplaudido. Gobiernos y partidos de la misma especie, autoritarios como el de Bolsonaro en Brasil, los uribistas en Colombia, Piñera en Chile, Orban en Hungría o Erdogan de Turquía, siguen o quieren seguir libretos similares, rompiendo hasta las tímidas y acomodaticias reglas de la democracia burguesa. Por su parte, Putin en Rusia, el gobierno chino y en general la estela de gobiernos autoritarios que participan en las elecciones para acceder al poder, pero luego, buscan desconocer o arrasar con esas reglas para sus propósitos autoritarios.

Ante la gravedad de la crisis económica, social y de todo tipo, la atracción autoritaria, de partidos y líderes de ultra derecha, se manifiesta en todo mundo. Otra señal muy alarmante de como este sistema amenaza con arrastrar no solo a la naturaleza sino a la humanidad a la barbarie y la destrucción.

La política colonizante de los Estados Unidos y la lucha por recuperar el terreno perdido en su hegemonía y supremacía mundiales, junto a la probabilidad de invasiones militares y agresiones, no son patrimonio exclusivo de los métodos arbitrarios de Trump, sino que son inherentes a este país y demás imperialismos. Por ello, si bien se atenúen de momento, siguen siendo una posibilidad latente.

Los pueblos del mundo, los trabajadores, las minorías y los trabajadores de EEUU, antes que otorgar alguna clase de apoyo político al gobierno de Biden-Harris o confiar en la engañosa democracia imperialista, que solo ha significado opresión, explotación, miseria, invasiones y muerte, están ante el reto de retomar una clara postura antiimperialista, pues estos hechos permiten develar que la muy ponderada democracia imperialista tiene pies de barro.

Las dificultades y la debilidad por las que atraviesa esa potencia y el sistema capitalista de conjunto son, de otra parte, una buena noticia para los pueblos y la clase obrera del mundo. Tales tropiezos podrían aprovecharse para avanzar en la lucha por la liberación nacional de los pueblos y por la Segunda Independencia de América Latina. Tarea democrática, que desde sus inicios se combinará con el combate a los paquetazos de ajuste y sobrexplotación de los gobiernos y la batalla por el socialismo. No han sido aprovechadas por la juventud y las masas, a causa de la desastrosa política de conciliación de clases y de apoyo al partido Demócrata y los sectores anti trumpistas de los capitalistas, agenciada por sus direcciones tradicionales.

El que estas crisis del sistema imperialista se puedan traducir en avance para derrotar el saqueo y dominio a que están sometidas nuestras naciones  bajo las políticas y las botas del imperialismo de Estados Unidos, depende ahora enteramente de las direcciones políticas y sindicales con arraigo entre los trabajadores, las comunidades afrodescendientes, las minorías y la juventud pobre, empezando por las de los Estados Unidos.

Hoy, un primer paso en ese camino pasa por rechazar enfáticamente la tentativa de la ultra derecha trumpista y disponerse a derrotarla vía la movilización de masas, combativa y multitudinaria. Para lo cual el nuevo gobierno de Biden en vez de expedir leyes “antiterroristas”, por el contrario debe otorgar las más amplias libertades de movilización, expresión y protesta a los sectores que se dispongan a movilizarse y combatir a la ultraderecha. Así como garantizar plenamente los derechos democráticos y sociales adquiridos, tanto de las minorías e inmigrantes como de la clase obrera.


[1] BBC News Mundo, Las palabras de Trump por las que lo acusan de incitar la invasión al capitolio, enero 8- 2021.

[2] Se asiste así, a una combinación de iniciativas agresivas pero con continuos tropiezos, fracasos políticos y escándalos internos, que provocan una sensación de descontrol. En vez de un mensaje de estabilidad o tranquilidad, están arrojando un panorama de incertidumbre y sobresaltos para las élites dominantes de los Estados Unidos  y del mundo. Trump avanza con la sutileza y delicadeza de “un elefante en una cristalería”.

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