Virginia Bach.     5/1/2021


Al cierre de este artículo se presentó el ataque reaccionario al capitolio en Washington por parte de una turba ultraderechista y profascista que, incitados por Trump, trataron de sabotear la confirmación de Biden en la presidencia de ese país. El presente documento no se detiene en ese importante hecho que se aborda en la Declaración frente al asalto (link), publicada en la página web de OMI.


La profunda crisis desatada en EEUU en el marco de las caóticas elecciones, es un pálido reflejo de la descomposición de un sistema condenado a la decadencia.

Por primera vez en la historia de ese país, un presidente se niega a aceptar su derrota en las urnas, denunciando fraude electoral nacional y el robo de las elecciones. Esta postura por parte del representante de la nación que se autoproclama como el “defensor de la democracia en el mundo”, no hace más que demostrar la crisis que ha impregnado todas las esferas de la sociedad.

Esta crisis evidente en las alturas de la pugna interburguesa y sus instituciones, expresa también de manera contundente, la profunda división entre las masas con condiciones de vida progresivamente decrecientes, que ya sufren más de 24,3 millones de infectados por Covid-19 y 401.000 muertos (más que los que hubo en la II guerra mundial); con niveles de desempleo más altos que en la Gran Depresión de los años 30, sumando en sus filas 10.7 millones de desocupados, y el abismal contraste con el aumento desorbitante de las fortunas de multimillonarios en EU, quienes, en medio de la pandemia, han llenado sus arcas con billones de dólares.[1]

En este contexto, votaron en las elecciones casi 154 millones de personas, cifra sin precedentes que, de manera distorsionada, muestra la división que padece esa sociedad y la desafortunada confianza que las masas depositan en la trampa de la democracia burguesa, además de los amplios sectores que simpatizan con las ideologías de ultraderecha y fascistas.

Así mismo, quedaron en evidencia las posiciones políticas de diversos sectores no solo de las masas votantes sino de intelectuales, académicos y parte de la izquierda mundial, incluyendo las burocracias sindicales, quienes, por un lado apoyaron a Biden ubicándolo como el salvador de la “democracia” y la mejor salida para los trabajadores, depositando así su confianza sin independencia de clase en este sector del imperialismo; y por otro lado, están los que repiten que ambos candidatos son exactamente lo mismo, con lo cual desarman a los trabajadores del mundo para poder articular una respuesta adecuada a la forma en que el nuevo gobierno descargará sobre ellos los planes de explotación, que en ciertos aspectos serán similares a los del gobierno anterior, pero en otros serán distintos; por lo tanto, no se pueden combatir de la misma manera.

Estas sesgadas posturas no parten de un estudio riguroso de la realidad y de las semejanzas y diferencias de los representantes del imperialismo mundial en el desarrollo de su tarea central como régimen imperialista de opresión, saqueo y explotación de los pueblos del mundo.

¿Democracia a secas?

Antes de profundizar en el análisis del reciente fenómeno electoral en EEUU, es fundamental detenerse en el carácter de su régimen y las implicaciones para el mundo.

Una cosa es el régimen nacional interno de ese país y otra el régimen de conjunto, mundial. Su definición se hace a partir de éste último, el imperialismo es un régimen internacional. No se trata de una “democracia nacional” a secas. Hablamos de una “democracia” imperialista que debemos mirar bajo la óptica de su dominación y expoliación de colonias y semicolonias, donde muestra su verdadera cara. Lenin lo desenmascaró con agudeza en su estudio sobre el Imperialismo al desnudar su carácter parasitario y decadente.

Por esto, al estudiar el proceso electoral en Estados Unidos, no podemos hacerlo como si se tratara de Colombia o México. No hay punto de comparación, justamente por el significado del Imperialismo como régimen internacional totalitario y opresor.

Muchos sectores oportunistas solo reconocen las agresiones militares como actos de dominación imperialista, pero pierden de vista los múltiples medios de explotación y opresión que utilizan en el terreno económico y político. Pruebas de ello son las sanciones económicas y políticas contra Venezuela que Biden ha asegurado mantendrá, imponiendo otras estrategias para acabar con el gobierno de Maduro; o el embargo económico a Cuba que continuará aunque reinicie algunas relaciones diplomáticas solo con el objetivo de intervenir en el régimen para acelerar la restauración capitalista; las imposiciones de los representantes imperialistas con sus instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) que a cambio de mayor endeudamiento (léase sumisión económica) exigen profundas contrarreformas económicas contra los trabajadores de las semicolonias. Este ha sido el caso de Latinoamérica que ha incrementado su deuda a raíz de la profunda crisis económica desatada en el marco de la pandemia. Otras formas incluyen los TLC y tratados como el “Plan Colombia” que fue impulsado y concretado por Biden cuando era Senador y que garantizó una mayor sumisión de Colombia para el control de su patio trasero.  

“En América Latina los embajadores Yanquis intervienen abiertamente en todos los asuntos de interés nacional comportándose como verdaderos “virreyes en sus colonias”. A los ojos de todo el mundo el imperialismo yanqui organizó, preparó y ejecutó la invasión y ocupación de Haití, tras las banderas de “perseguir al narcotráfico”, “defender la democracia” o “combatir el hambre”, el imperialismo y sus agencias de inteligencia incrementan sus presiones y operaciones en las semicolonias”.[2]

Así lo hicieron en una lista casi interminable de países donde apoyaron golpes de estado o invadieron, logrando que terminaran más subyugados y saqueados: Granada, Nicaragua, Guatemala, Chile, Brasil, Argentina, Panamá, Irak y un largo etcétera.

Son dos los argumentos privilegiados para meter sus garras imperialistas en el mundo: por un lado está la “lucha contra el narcotráfico” y por otro, la “luchar contra el terrorismo”.

En el primer caso, le ha permitido violar la soberanía nacional, interviniendo a su antojo, especialmente en países como Colombia que gracias al servilismo de su burguesía, le abre las puertas sin restricción y acepta el ingreso de tropas, la fumigación de cultivos con venenos como el glifosato y convertirse en su punta de lanza en su agresión contra otros países como Venezuela. El verdadero objetivo del Imperialismo, además de la mayor dominación en sus semicolonias, es el control del negocio del narco, que es una de las ramas de producción más rentables del mundo. Quieren orientar su consumo (y controlar el suministro) ya que los países imperialistas, especialmente los Estados Unidos, son los más importantes consumidores y se apropian de una alta cuota del negocio (a través de su compleja red financiera de lavado de dinero). Están en contra de la legalización, justamente porque su ilegalidad les permite obtener tan exorbitantes ganancias y mantener su control semicolonial. Su legalidad implicaría la regulación de la producción, distribución y consumo, con los subsiguientes impuestos y obligaciones en el tratamiento a los drogadictos y se reduciría el alto costo económico, social y político de la prohibición y la represión con la que intervienen a su antojo en los países productores. Por esto no están dispuestos a hacerlo.

El otro argumento de la “lucha contra el terrorismo” le ha permitido bombardear, invadir y matar en cada país donde tiene intereses estratégicos en cuanto a su ubicación geográfica, explotación y apropiación de riquezas como petróleo, gas y recursos naturales, además del sometimiento de gobiernos que no son serviles a sus propósitos.

Si bien, la crisis actual del Imperialismo Yanqui, ya no le permite ejercer su hegemonía en el mundo como lo hizo desde su nacimiento, su esencia y objetivos siguen siendo los mismos.

Queda claro entonces que cuando EEUU habla al mundo de “democracia” se refiere a la defensa de los intereses de los poderosos de ese país en los países que oprime, a cualquier precio; y ni qué hablar de la “democracia” que aplica a los trabajadores de su propia nación, a quienes cada vez explota y reprime con mayor crueldad.

Ese es el rasgo distintivo de la llamada “democracia” imperialista que desnuda la bancarrota del sistema capitalista mundial y con ese hilo conductor se debe analizar el reciente triunfo electoral del partido Demócrata con el representante que pretende retomar las riendas y restablecer su hegemonía a nivel mundial, tratando de superar las diversas crisis por las que han transitado, con nefastas consecuencias para las masas del mundo.

Crisis política

El cuestionamiento de estas elecciones por parte de Donald Trump es uno de los aspectos más reveladores de la crisis política entre los poderosos de ese país, crisis que no ha hecho más que profundizarse desde antes del triunfo del gobierno de Obama.

Más allá de ubicar que el sistema electoral estadounidense es totalmente antidemocrático, en el sentido estrecho de la democracia burguesa – en donde el voto directo no elige el presidente – el que Trump denuncie un fraude sin presentar prueba alguna, cuestiona el orden institucional y levanta fricciones con los demás representantes burgueses.

La insistencia de Trump en desconocer el resultado de las elecciones, tuvo el claro objetivo político de cohesionar a sus votantes, ese amplio sector que se convirtió en el fenómeno del “Trumpismo” y que le significó la cifra récord de más de 74 millones de votos. Es importante tratar de profundizar sobre dicho fenómeno, aunque este documento no pueda detenerse en ello, pero la influencia de la extrema derecha y la ideología fascista puede desembocar en peligrosas salidas a las que deberemos estar atentos.

Trump y su equipo, después de realizar más de 60 demandas judiciales para tratar de impedir el triunfo de Biden, no pudo lograr su cometido. Fueron desestimadas por las cortes y finalmente, el Colegio Electoral (órgano de representantes encargados de elegir en última instancia al presidente), ratificó a Biden en el cargo.

El resultado de estas elecciones, además de ser dinamizado por la aparición de la pandemia, obedece también a muchas de las políticas de Trump durante su mandato, que polarizaron cada vez más la situación. Fueron cuatro años donde vimos cómo se saltó las reglas burguesas de juego establecidas, con su actitud arbitraria, agresiva e impositiva. “Desde su llegada al poder, tuvo una política sistemática de romper con el procedimiento multilateral que fue creado por los propios Estados Unidos precisamente para dar orden y conducción al mundo”[3].

Aunque la crisis del régimen interno de EE.UU. venía desde antes de su llegada al poder, la gran inestabilidad se profundizó y se manifestó entre otras cosas en el despido y renuncia constantes de los miembros de su gabinete convirtiéndolo en una puerta giratoria, con altos funcionarios que fueron puestos de lado, como el director del FBI James Comey quien acusó a Trump de obstrucción a la justicia; su asesor de seguridad nacional John Bolton que escribió un libro denunciando las arbitrariedades del gobierno; el secretario de salud Tom Price quien expresó sus diferencias en el desastroso manejo de la pandemia, entre otros, que culminó con una tormenta de renuncias en el pentágono tras el despido del secretario general de defensa, Mark Esper. Muchas de estas decisiones fueron expuestas, sin formalidad alguna, a través de la red social Twitter usándolo como su espacio político estratégico, incluso tratando de bloquear a sus críticos, comportamiento que causó más escozores en la clase política de ese país, llegando a tener detractores hasta en su propio partido y mostrando fracturas republicanas que le quitaron el apoyo en el último período.

Adicionalmente, se dio una ruptura de la élite militar y el Pentágono con la administración Trump, hecho que se vio reflejado en los resultados electorales con la pérdida del estado de Arizona donde una décima parte de la población adulta sirve en las Fuerzas Armadas.

En el marco internacional, esa crisis política se materializó no solo en su guerra comercial con China, sino a nivel de sus relaciones interimperialistas, desatando arremetidas contra la Unión Europea, quienes por mucho tiempo han sido sus aliados. Intervino en Reino Unido para acelerar el Brexit duro; hizo críticas a Alemania sobre las políticas migratorias, el superávit y el gasto militar de Merkel; decidió el retiro de Estado Unidos de varios tratados internacionales, entre ellos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance intermedio (INF) con Rusia, rompió el acuerdo nuclear con Irán aunque éste solo pretendía continuar la dominación a ese país independiente, retiró a EEUU del acuerdo de París sobre la reducción de gases de efecto invernadero haciendo alarde de su negacionismo frente al cambio climático; la separación en 2017 de la Organización de las Naciones Unidas para la educación, ciencia y cultura (Unesco) alegando presuntos sesgos antiisraelí. Finalmente, en medio de la peor crisis sanitaria de nuestros tiempos, notificó su desvinculación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Pero la crisis que hoy se manifiesta, ya se venía incubando desde antes de que esa ala conservadora del Partido Republicano llegara a la presidencia en el 2017.

“Esta crisis de los partidos Demócrata y Republicano, expresión de la fuerte división inter burguesa, ya se había evidenciado en la campaña electoral (2016). El Partido Demócrata perdió la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes (diputados). Reflejó en sus filas la polarización social de la sociedad norteamericana, entre dos alas muy diferenciadas: la de Sanders y Clinton. Y perdió la confianza de la llamada clase obrera blanca y sectores de la clase media que tradicionalmente votaban por éste partido y habían respaldado a Obama en las dos campañas electorales anteriores. Al interior de este partido, Sanders cumplió el papel importante de impedir que los sectores de trabajadores y la juventud críticos a la elite del partido demócrata, rompieran con este partido”.[4]

La trampa del “mal menor”

Muchos de los representantes del llamado “socialismo del Siglo XXI” y otros que sin pertenecer a esa corriente se llaman de “izquierda”, expresaron sus expectativas en la candidatura de Biden. Desde Petro y Claudia López[5] en Colombia hasta Evo en Bolivia[6], Cristina Kirchner en Argentina[7] y Lula da Silva en Brasil, quien afirmó que “el mundo respira aliviado con la victoria de Biden”[8]. El Partido Comunista de Estados Unidos también expresó su admiración y orgullo por elegir “la primera mujer negra como vicepresidenta, Kamala Harris” afirmando que “el voto fue la expresión colectiva del poder de la clase trabajadora”.[9] No se quedó atrás la mayor central obrera de EE.UU. y Canadá que representa más de 12 millones de trabajadores, la AFL-CIO por sus siglas en Inglés, al publicar la declaración de su presidente Richard Trumka: “La democracia prevalece. La victoria de Joe Biden y Kamala Harris en estas elecciones libres y justas es una victoria para el movimiento laboral estadounidense”.[10]

No es nuevo en la escena política mundial el argumento de apoyar el “mal menor”, incluso encontrar a aquellos que no lo consideran un mal en absoluto. El gran problema es el engaño a las masas trabajadoras que son arrastradas a entregarse en manos de su principal enemiga, la burguesía imperialista. El argumento de apoyar a Biden contra el “fascista” Trump inmoviliza a las masas trabajadoras en su lucha contra la opresión y explotación de los representantes del sistema. En palabras de Trotsky, “Si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno, y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la posibilidad de terminar con el primero. Pero esto no significa que el veneno sea “un mal menor” en comparación con el revólver.”[11]

Ambos candidatos son representantes de un único y mismo sistema que pretende profundizar la explotación y el ultraje de los trabajadores, aunque lo hagan con diferentes métodos. Es decir, el debate entre ellos no es quién salva a los trabajadores y las masas pobres norteamericanas de su desesperante situación, sino quién los hunde más para salvarse ellos y de qué forma deben hacerlo. Nuestra ubicación como revolucionarios es el llamado a la lucha contra uno y otro, confiando en nuestras propias fuerzas de manera independiente y analizando las características del enemigo para saber cómo enfrentarlo mejor.

Con el triunfo de Biden podemos sostener que en muchos sentidos no será la continuidad de Trump, aunque mantengan el acuerdo fundamental del aumento en la explotación de los trabajadores y pueblos del mundo para paliar los efectos de la crisis económica mundial, pero son expresiones diferentes de dos alas de la burguesía imperialista, que representan diversas formas de aplicar sus políticas.

Esa ideología del bipartidismo, que es un chaleco de fuerza para las masas trabajadoras, demuestra en qué sectores está dividida la burguesía norteamericana, qué proyecto político defienden y qué parte del poder controlará cada fracción burguesa con su representante en la presidencia.

Como vimos, Trump es el representante del sector más conservador, atrasado, racista, machista, xenófobo y de extrema derecha de la burguesía estadounidense y aunque su pretensión era fortalecer a ese imperialismo como el líder mundial, lo que logró fue debilitarlo aún más. Abordaremos este aspecto más adelante.

En lo económico, Trump representa la burguesía petrolera, financiera y un sector de la industrial y agraria por lo que sus planes de dar más garantías al gran capital de su país en contravía de las transnacionales en China, India o de Vietnam, fortaleció el apoyo de esa ala más reaccionaria.

Por su parte, Biden tuvo gran apoyo de la élite de Wall Street (entiéndase capital financiero) quienes apuestan por una calma en los mercados, algo comprensible ya que impulsó durante toda su carrera a las instituciones financieras y compañías de tarjetas de crédito. Hizo el nombramiento como director del Consejo Económico Nacional a Brian Deese, actual director de inversiones de la firma BlackRock, quienes personifican las familias más ricas del mundo, la compañía que representa el capitalismo financiero en su más pura expresión. Tiene una estrecha relación con las fuerzas militares, quienes le brindaron su apoyo y ahora lo cobran con numerosos nombramientos en el nuevo gabinete, entre ellos, el del general retirado Lloyd Austin como Secretario de Defensa (por tercera vez en la historia se nombra un general a cargo del Pentágono), aunque en su campaña electoral había prometido disminuir la cantidad de uniformados en los puestos del gobierno.

En su papel de senador y vicepresidente, defendió todas las invasiones norteamericanas del Siglo XXI, demostrando ser parte en aquel entonces, del ala más conservadora del partido Demócrata. Sin embargo, en su carrera a la presidencia, al tener que ganarle votos al liberal Sanders, tuvo un giro en el sentido de apoyar a un sector de la burguesía ligado al discurso de mayor apoyo a la ciencia, de retomar los tratados sobre el medio ambiente para mitigar un poco el impacto del cambio climático y de profundizar el debate frente al racismo, lo que implicó que amplios sectores de las masas trabajadores y del oportunismo de izquierda le dieran su apoyo con la falsa dicotomía, como explicamos antes, de votar por el “mal menor”, perdiendo de vista que Biden sigue siendo el representante de las grandes transnacionales y que sus acuerdos con el resto del imperialismo mundial estarán encaminados en lo que verdaderamente los unifica: aumentar la explotación de los trabajadores, tanto en su país como en las semicolonias, en el marco de la profunda crisis económica que ha dado un salto desde el 2008 y su desesperación por el reparto de una torta que se achica. Ya se ven medidas contra los trabajadores en el mundo entero, no solo por el aumento del desempleo sino por el robo de los derechos adquiridos. Es un saqueo característico del régimen internacional de dominación imperialista.

Esas expectativas en el gobierno de Biden son muy peligrosas porque terminan generando en las masas una confianza en sus enemigos políticos de clase, que debilita la determinación que deberían tener en sus propias fuerzas y las importantes luchas que empezaron a gestarse en ese país con las masivas movilizaciones por libertades democráticas como el movimiento Black Live Matters (BLM) o las huelgas en importantes empresas como Amazon, Instacart o McDonald’s exigiendo mejores condiciones laborales especialmente en medio de la pandemia[12], destacando además las justas luchas de los trabajadores de la salud que han tenido que enfrentar el avance del virus sin las elementales medidas de bioseguridad.

Es de resaltar esa combativa lucha contra la represión racista de la policía estadounidense que asesinó cruelmente a George Floyd y que ha protagonizado cientos de abusos contra la comunidad Afro Estadounidense, latina e inmigrantes, porque demostró la rabia contenida y la unidad que pueden lograr las masas radicalizadas, que incluso pusieron contra las cuerdas el control del régimen en muchos estados y plantear la necesidad de la transformación de esa institución policial represiva. Además, lograron la masiva solidaridad en muchos países del mundo.

A pesar de que el partido Demócrata haya cabalgado en esta lucha para encausarla hacia el pantano electoral, las masas pudieron comprobar lo que se puede lograr con una aguerrida movilización.

En todo caso, la pugna entre Trump y Biden nada tiene que ver con los intereses de los trabajadores. Son dos fuerzas enfrentadas que tienen un fin común que es explotar más y mejor a la clase obrera. Es el proletariado quien tendría que entrar como una tercera fuerza en pugna para que sean los protagonistas de una verdadera transformación social.

Es por esto que hoy cobra vital importancia la necesidad de la independencia de clase de las organizaciones obreras y de los oprimidos.

Crisis económica y social

Los 74 millones de votos que obtuvo Trump son prueba de que amplios sectores apoyan su ideología de extrema derecha, pero también, de otros que veían en él las posibilidades de recuperación económica que se truncó en el marco de su catastrófico manejo de la pandemia. Por otro lado, los casi 80 millones que obtuvo Biden son reflejo de las expectativas puestas en un supuesto salvador de la “democracia”, de las libertades y derechos civiles y ambientales amenazados por Trump. Es el candidato que supuestamente les servirá para restaurar la calma y orden institucional por el que clamaban tantos sectores de esa burguesía. Pero el que la profunda crisis económica y social que soporta Estados Unidos sea resuelta, solo dependerá de la lucha de clases, no solo en EE.UU. sino a nivel mundial.

Al mirar de cerca las condiciones económicas y sociales de ese país se comprende de mejor manera la profunda ruptura que estamos presenciando.

Según el último Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD[13] las desigualdades en el terreno económico y social del mundo entero y de EE.UU en particular han aumentado en términos alarmantes.

Estados Unidos se ubica entre los 10 países con la esperanza de vida más baja siendo superado por otros como Chile o Portugal. Existe allí una brecha en la expectativa de vida entre ricos y pobres de alrededor de 15 años, pequeña muestra de la desigualdad manifiesta en todos los demás terrenos.

Miles de estadounidenses comparten la miseria que implican los bajos ingresos, el desempleo galopante, la imposibilidad de acceder a salud o educación y la caída de un amplio sector de la clase media que se sumió en la pobreza, viviendo en sus autos porque no les alcanza para pagar los altos alquileres de vivienda, los llamados “sin techo”. 40 millones viven por debajo del umbral de la pobreza.

Es así como “el país más rico del mundo ocupa el quinto lugar entre las naciones con mayor mortalidad infantil”, el “cuarto con el mayor nivel de desigualdad de ingresos”, el “primer lugar con el índice de pobreza relativa de ingresos” y el “séptimo entre los países con peores resultados en educación.”[14]

Pero lo más alarmante se ha visto en el marco de la pandemia de Covid-19. Su sistema de salud, considerado como el más caro del mundo, solo ha producido la expansión de la enfermedad. Muchos temen recibir atención médica por los miles de dólares en que quedarán endeudados. Para los estadounidenses que están al borde de la ruina, un tratamiento médico cuesta una fortuna. Muchos deben decidir entre la comida o los medicamentos. Además, el personal médico está enfrentando reducciones salariales y a muchas enfermeras se les ordenó que se quedaran en casa sin sueldo debido a la suspensión de procedimientos médicos que no se consideran urgentes. Por un lado, los pacientes con otras enfermedades o co-morbilidades se agravan y por otro, el personal de salud se queda cesante.

La enorme informalidad laboral, entre ellos los miles de inmigrantes que trabajan por horas, no deja otra alternativa a quienes se contagiaron con Covid, que continuar laborando, extendiendo así el virus entre las capas más vulnerables de los trabajadores.

En su dinámica, la crisis económica que se inició en el 2008 parecía tener una leve recuperación hasta que hizo su aparición en la escena mundial la Pandemia de Covid-19. El pronóstico es que la economía global se contraerá un 4,9% finalizando el año 2020 y así el FMI vaticinó que ésta será la peor crisis que el mundo ha vivido en casi un siglo. Una de las principales consecuencias es el paro parcial o total del 81% de la fuerza laboral en el mundo lo que equivale a la escalofriante cifra de 3.300 millones de personas.[15]

Lo que afirmamos en agosto del 2017 cobra plena vigencia hoy: “Esta convulsiva situación política en el gobierno de los Estados Unidos así como las de los otros imperialismos, está signada por la continuidad de la crisis económica y es la raíz de la exacerbación de esas agrias disputas entre los distintos sectores de la oligarquía financiera, acerca de la forma más adecuada para superarla.”[16]

Es una crisis sin precedentes que no tiene resolución en el marco democrático burgués y que hunde sus raíces de manera estructural en un sistema profundamente decadente en el que se soporta el recién electo Biden, por lo que los trabajadores no deberían guardar expectativa alguna en la implementación de sus políticas, ya que responderán centralmente a la recuperación económica de su sector de clase, la burguesía imperialista. Por el contrario, se debe agudizar la desconfianza en este personaje que juega el papel del “policía bueno” con el objetivo de recuperar su dominio y aumentar la explotación.

Declive de la hegemonía mundial de Estados Unidos

Es un hecho que existen enormes grietas en el sistema Yanqui y en su dominación en el mundo, aunque esto no impide que siga siendo el mayor explotador y opresor de los trabajadores a nivel internacional, pero ya no cuenta con la hegemonía que alguna vez tuvo entre los imperialismos. Se evidencia mayor hostilidad entre las potencias en la que varios países buscan jugar un papel de mayor relevancia en la escena mundial.

Si bien esta crisis venía de tiempo atrás, la política exterior que impulsó Trump durante su mandato logró deteriorar ese posicionamiento en relación con los demás países. No consiguió tampoco su objetivo de contener a China en su expansión en Eurasia, África y América Latina, ni disminuir su ofensiva comercial.

Muchos consideraron un error estratégico la ruptura del acuerdo nuclear con Irán y su distanciamiento de los países de la Unión Europea y de Asia-Pacífico, además de la ruptura de muchos tratados internacionales.

Con su política de “America First” primó la confrontación y el unilateralismo socavando la cooperación internacional que se había implementado en gobiernos anteriores.

Otro ejemplo, fue el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, reubicando la embajada en esa ciudad, lo que aumentó la tensión en Medio Oriente.

Margaret MacMillan, profesora de historia de las universidades de Toronto y Oxford, e historiadora invitada del Consejo de Relaciones Exteriores de EE. UU., dijo a DW que «Estados Unidos realmente dañó lo que alguna vez fue una red útil de alianzas e instituciones internacionales. Pienso que eso ha debilitado mucho más la posición de Estados Unidos en el mundo”.[17]

En este panorama, Biden deja claro su propósito de recuperar esa “red útil de alianzas” para retomar su poderío a nivel mundial como líder del imperialismo. Su planteamiento de “Estados Unidos está de vuelta” y “estamos listos para liderar el mundo” demuestra su firme convicción de recuperar esa ofensiva internacional. Pero, aunque el método que utilice sea muy distinto al de Trump, su objetivo será el mismo, convertirse de nuevo en el jefe de la manada imperialista.

En este sentido, deja ver sus intenciones de revertir el fracaso con Venezuela y Cuba utilizando estrategias diferentes con el mismo fin de acabar con el gobierno independiente de Maduro y la completa restauración capitalista en Cuba.

Igualmente, se plantea restablecer el apoyo a la OTAN, alianza militar del Atlántico Norte que intervino militarmente en numerosos países para defender los intereses imperialistas; expresó un férreo compromiso con la seguridad de Israel afirmando que mantendrá en su lugar la embajada que Trump desplazó a Jerusalén, además de apoyar los acuerdos firmados por Trump donde Emiratos Árabes Unidos y Bahrein restablecieron relaciones diplomáticas con el enclave imperialista de Israel que sigue atacando de manera aberrante al pueblo palestino incluso en medio de la pandemia.

De la misma manera, se propone construir una coalición de aliados para enfrentar las prácticas comerciales de China y lograr mayores ventajas económicas.

Estas son algunas muestras de lo que será ese intento del nuevo gobierno Norteamericano por asegurarse presidir de nuevo la mesa del poder mundial.

Unidad de los trabajadores y las masas

La necesidad de la unidad para la lucha y la movilización por parte de las masas trabajadoras y oprimidas en Estados Unidos es hoy más urgente que nunca. No se trata únicamente de una lucha nacional sino del combate contra un régimen internacional de explotación, lo que implica dejar de confiar en las salidas electorales y entregarse a la propia lucha.

Vimos lo que pueden lograr con la combativa respuesta de indignación contra la represión y brutalidad racista por parte de la policía de su país. Esta gran movilización marcó un importante fenómeno que dejó en evidencia no solo la tendencia autoritaria de ese régimen con una ideología profundamente racista sino la miseria, desempleo y crisis en la que están sumidas las grandes mayorías estadounidenses.

Y en el marco de la crisis institucional que la burguesía aun no logra resolver, son las masas en su lucha quienes podrían aprovechar la oportunidad para levantar su voz y traspasar los límites de la lucha democrática por las libertades civiles hacia una lucha económica y política para derrotar el plan de explotación, miseria, desempleo y desigualdad del que son víctimas en su propio país y que las masas oprimidas del resto del mundo padecen con mayor crudeza.

El movimiento obrero también empezó a dar señales de lucha con huelgas[18] durante ese año de pandemia impulsados no solo por la brutalidad policial sino por la arbitraria decisión de los empresarios de obligarlos a trabajar sin medidas de protección en medio de la infección y la muerte.

Desde conductores de autobuses, trabajadores portuarios y agrícolas, hasta docentes en Minneapolis y Chicago se sumaron a la lucha contra la muerte de George Floyd y lo hicieron a pesar de sus burocracias sindicales, seguidores tradicionales del partido demócrata. Solo el 10,3% de los trabajadores está sindicalizado, lo que significó que la mayoría de las acciones protagonizadas por los trabajadores fueron por sectores no sindicalizados. Aunque estas luchas siguen siendo dispersas y no muestran un ascenso de las masas, son una pequeña muestra de la fuerza de la clase trabajadora en la perspectiva de las confrontaciones que vendrán.

En Europa vimos el notable triunfo de las masas Francesas que lucharon aguerridamente contra el intento de Macrón de imponer una ley policial al servicio de la represión y la violación de las mínimas libertades.

Por eso es tan importante la necesidad de la organización de los explotados. La conquista de sindicatos con democracia obrera que permitan el desarrollo de asambleas y la participación de las bases hacia la unidad con todos los sectores en lucha, orientados además en la liberación de los pueblos del mundo del yugo imperial.

Por la segunda independencia en América Latina

En Latinoamérica y demás países oprimidos también se presentaron importantes luchas a finales del 2019, aunque tuvieron un reflujo producto de la ofensiva patronal en el marco de la pandemia. Pero una vez más vemos la combatividad en las calles con las recientes conquistas obtenidas por las masas en Perú y Guatemala contra la corrupción y nefastas medidas económicas. Ellos nos muestran el camino.

Si Biden logra recuperar la hegemonía del Imperialismo Yanqui en el mundo, traerá consecuencias desastrosas para los pueblos oprimidos en todas las semicolonias. La lucha consecuente ante semejante enemigo, implicará la más amplia unidad para buscar la segunda independencia del continente. Está tarea está ligada a la lucha revolucionaria por el Socialismo que logrará la verdadera liberación.

Las organizaciones de los trabajadores y las masas están ante el reto de organizar la movilización no solo contra sus propios gobiernos corruptos sino la lucha antiimperialista para enfrentar los planes de ajuste y de miseria que vendrán con el nuevo gobierno de Biden.


[1] https://www.semana.com/economia/articulo/millonarios-de-estados-unidos-no-han-sentido-la-pandemia-sus-fortunas-siguen-creciendo/202000/

[2] Manifiesto Laboral. Una propuesta de lucha contra el capitalismo. Colombia, Septiembre de 1995.

[3] Citado en la revista Newsweek México, 4 noviembre. Del internacionalista por la UNAM Dámaso Morales Ramírez.

[4] www.opciónmarxistainternacional.com “Trump: crisis y ofensiva contra los pueblos del mundo”. Irene Idris y Ana Podolski. Agosto de 2017

[5] https://www.semana.com/nacion/articulo/petro-duque-fajardo-y-otros-personajes-que-reaccionan-ante-la-victoria-de-joe-biden/202037/

[6] https://holanews.com/evo-morales-la-derrota-de-trump-es-la-derrota-de-las-politicas-fascistas/

[7] https://www.infobae.com/politica/2020/11/07/alberto-fernandez-saludo-a-joe-biden-y-felicito-al-pueblo-estadounidense-por-el-record-de-participacion-en-las-elecciones/

[8] https://www.efe.com/efe/america/politica/lula-el-mundo-respira-aliviado-con-la-victoria-de-biden/20000035-4388792

[9] https://www.cpusa.org/article/2020-election-unity-leads-to-victory/

[10] https://aflcio.org/press/releases/afl-cio-looks-forward-working-president-elect-joe-biden-0

[11] León Trotsky. La lucha contra el fascismo. ¿Es Brüning un “mal menor”?P. 114.

[12] https://www.elagoradiario.com/cronica-de-nuestros-corresponsales/estados-unidos-lucha-obrera-en-el-pais-del-capital/

[13] http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr_2019_overview_-_spanish.pdf

[14] https://www.bbc.com/mundo/noticias-54574352

[15] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52225918

[16] www.opciónmarxistainternacional.com “Trump: crisis y ofensiva contra los pueblos del mundo” por Irene Idris y Ana Podolski. Agosto de 2017

[17] https://www.dw.com/es/elecciones-en-estados-unidos-as%C3%AD-cambi%C3%B3-donald-trump-la-pol%C3%ADtica-internacional/a-55478246

[18]  Fuente 1.  –   Fuente 2.  –  Fuente 3.

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