OPCIÓN MARXISTA INTERNACIONAL Y  DEMOCRACIA DIRECTA  –  Marzo 2022

La campaña electoral para parlamento y presidencia está en pleno desarrollo. En noticieros y redes sociales estallan la publicidad con frases vacías y promesas de “cambio, de renovación, cero corrupción”, etc. Los de extrema derecha, derecha e “izquierda” repiten la frase tradicional de los politiqueros: “en sus manos está el futuro del país”. Se ilusiona a trabajadores y pobres con que, votando, sin el paro, la huelga y la lucha, se podrán solucionar los graves problemas de carestía, hambre, desempleo, bajos salarios, desigualdad social, y, en fin, cambiar el país. Sólo la inexperiencia permite creer el argumento de que votando se cambiará la historia”. Algo que a lo sumo será “cambiar algo para que…todo siga igual”.

Las necesidades urgentes y los reclamos de sectores de la clase obrera, la juventud y pueblo pobre, brillan por su ausencia. El bombardeo mediático busca que la población solo piense en por quién votará. No obstante, el estallido social de abril y mayo, el denominado Paro nacional, si bien ha quedado atrás, sigue siendo el trasfondo que enmarca esta campaña. Esa gran manifestación de indignación popular, mostró el más eficaz método de lucha para arrancar a los de arriba las soluciones que necesitamos. Señaló que la lucha directa fue el camino más corto para detener el paquetazo del gobierno y que podía ser derrotado. No se logró completamente, por la política conciliadora de todos los dirigentes sindicales y estudiantiles o populares.

La lucha mostró que los intereses de la juventud pobre y del pueblo trabajador son contrarios a los de los grandes capitalistas y potentados y su gobierno uribista. Fue la lucha de los trabajadores y demás clases explotadas y oprimidas, contra el gobierno, los partidos políticos y parlamentarios de todos los colores, quienes, como socios menores de los gringos, han gobernado el país por siempre. No fue como quieren interpretar algunos, un enfrentamiento de dos “bloques” o campos burgueses: uno de “demócratas progresistas” contra otro de “autoritarios neoliberales”. ¡No! ¡Fue una lucha de clases! Los oprimidos y explotados, enfrentados a los de arriba, a los poderosos, con su policía y ejército, dirigidos por su gobierno de extrema derecha.

No somos abstencionistas. Para nosotros, socialistas revolucionarios, las elecciones o acceder al parlamento en esta retaceada democracia burguesa, es algo a utilizar, pero como medio y no como un fin. Como tribuna para la denuncia y para llamar a la clase obrera a liderar y organizar las acciones de lucha, con sus métodos propios. Si de verdad se quisiera derrotar al uribismo y la oligarquía liberal o conservadora, las elecciones y el parlamento deberían ser utilizados para llamar la lucha directa y para señalar que los problemas del país se pueden solucionar si lo gobiernan los trabajadores y no los de siempre, el empresariado. Para señalar que, si los trabajadores siguen votando por los Fico Gutiérrez, Rodolfo Hernández, Char, Gavirias, etc., todos políticos de partidos la burguesía, aunque no lo crean, votan por representantes de la gran patronal. Igual, si lo hacen por opciones de la pequeña burguesía que se disfrazan de progresistas mientras se unen y «amaran» su proyecto a los Benedettis, Velascos o Roy Barreras y al mismo partido liberal, como promueve Petro y el Pacto Histórico.

A cambio si se quisiera, se podrían utilizar las elecciones para llamar a los trabajadores a romper políticamente con todos esos candidatos y partidos que quieren perpetuar la entrega del país a los gringos, la desigualdad la explotación, la opresión, el hambre y la violencia. O a lo sumo, a poner paños de agua tibia.

Utilizarlas para señalar la urgente necesidad de que la clase obrera y los trabajadores se organicen en un partido político propio e independiente de los partidos de los empresarios grandes, medianos y pequeños.  Con esos ejes haríamos nuestra campaña electoral, si no estuviéramos impedidos por las limitaciones antidemocráticas consignadas en la “neoliberal” Constitución de 1991.

¿Qué se pregunta un trabajador en las elecciones?

Las elecciones son el terreno de las frases vacías, de los discursos, de la publicidad engañosa, de las verdades a medias y las promesas que nadie puede obligar a cumplir. El terreno donde los lobos se disfrazan de ovejas o penumbra donde todos los gatos son pardos. Sin embargo, es una ocasión donde los trabajadores, los jóvenes, los pobres se preguntan: ¿Quién debería gobernar el país? ¿Quién debería ser el presidente? o ¿Quién debería ser elegido para legislar en el parlamento?  Y es una buena ocasión para responderles. Digámoslo de una vez, nosotros respondemos que el país debe ser gobernado por la clase obrera y sus aliados del pueblo pobre.

¿Cómo responden esas preguntas los distintos partidos y candidatos?  

La extrema derecha burguesa (uribismo y afines), hoy divididos y en franco retroceso, responde que son ellos quienes deben seguir gobernando, para mantener lo que llaman la autoridad y el orden, el statu quo. Gobernar para que el sector que representan, de terratenientes y empresarios, siga al mando y seguir enriqueciéndose producto del trabajo ajeno. Que siga girando la rueda de la explotación, la opresión, la desigualdad y la violencia contra los desposeídos. De la entrega del país a las potencias extranjeras. Y si la gente protesta, responder con mano de hierro, a sangre y fuego, como han hecho siempre todos, pero especialmente este sector del uribismo.

Esa es la “experiencia” que acumulan los partidos de la coalición llamada Equipo Colombia. La derecha burguesa y sus políticos tradicionales (Cambio Radical, La U, partido Conservador, la derecha liberal o las iglesias-partido). Igual que el atorrante Rodolfo Hernández, quien se presenta como exitoso y bondadoso empresario, para maquillar su condición de explotador del trabajo ajeno, sin disimular su talante autoritario y retrógrado, al igual que hizo Trump. Todos, sin excepción, prometen “seguridad y orden” para la gente de bien, los grandes empresarios (banqueros, ganaderos, terratenientes, comerciantes, industriales, etc.) y las trasnacionales con que se asocian. Impunidad a los militares, paramilitares y narcos, para seguir sacando ganancias. Todos son políticos que prometen “trabajar por el pueblo”, para ocultar que usarán sus votos, para ganar y trabajar para ellos mismos y para los intereses del empresariado. Defenderán los intereses de los capitalistas desde el gobierno y con leyes en el parlamento. 

Hay otras opciones de grandes y pequeños burgueses, de la clase media que se presentan como opuestos al uribismo y “demócratas”, la Coalición Centro Esperanza. Ellos responden que la salida está en armar una coalición de empresarios y trabajadores unidos con algo en común: ser anti-uribistas y utilizar los legítimos anhelos de paz y tranquilidad existentes entre la población, para prometer que si se negocia un armisticio con el ELN todos viviremos en “paz”. 

Es innegable las enormes expectativas que el Pacto Histórico genera en importantes sectores de trabajadores y demás. Los partidos que dirigen el Pacto (Colombia Humana, Congreso de los Pueblos, Partido Comunista PC, Comunes, la Unión patriótica UP, PTC, Modep, etc.), canalizan los necesarios y siempre negados anhelos de cambio y prosperidad para los trabajadores, campesinos, afrodescendientes, indígenas y jóvenes que no ven en este sistema, un futuro que les permita desarrollarse con plenitud y dignidad.

Ilusionan a sectores de clase media inconformes, en que si ganan las elecciones vendrán los cambios. Eso sí, cambios parciales y de a poco, bajo la ilusión de que es posible construir un “capitalismo humano” pactado entre explotados y explotadores. Es el proyecto de una nueva capa de empresarios emergentes, que pugna por abrirse paso y desplazar en el dominado el país a los empresarios que tradicionalmente lo han tenido. Eso explica el apoyo a Petro de sectores del empresariado nacional. También del gobierno del imperialismo español, el espaldarazo del Papa quien, aunque sea duro de creer, representa los intereses de las potencias capitalistas del mundo.  O las simpatías de Petro por Biden, dada su vieja afinidad con el Partido Demócrata de los EEUU, uno de los dos partidos del imperialismo yanqui, a quien presentan como un aliado en la “lucha por la democracia”. Argumento cuya falsedad sale a la luz hoy, con el papel guerrerista y de rapiña  dispuesto a desgarrar Ucrania -junto con los europeos y al OTAN-, en la feroz guerra de reparto que tienen con el imperialismo liderado por Putin. Razón de fondo, que explica que esa grave crisis y guerra con réplicas por doquier, según Petro importa “ocho cuartos”, como si las consecuencias de la guerra no fueran negativas para los pueblos del mundo y lo empobrecieran más. 

El rostro de Petro en medio de politiqueros tradicionales y un Pastor reaccionario: la cara del bloque burgués proguesista.

Se trata de un Pacto político que rehúye y escamotea la lucha consecuente y de masas contra el establecimiento. Para pactar un bloque político de colaboración de clases graduando de progresistas a redomados políticos del establecimiento -Roy Barreras, Velasco, Prada o Benedetti, sectores del partido Liberal, pastores de iglesias reaccionarias y hasta con algunos uribistas-, con tal de ganar. Y con el fin de demostrar su moderación y compromiso expreso de respetar religiosamente las reglas del juego del sistema capitalista. Trabajan para que clases sociales opuestas pacten colaborar entre sí. Luchadores sociales y de clase obrera, pacten trabajar en armonía con los politiqueros tradicionales representantes de los empresarios. Que capitalistas que se dicen progresistas pacten con los pobres, ser más justos y equitativos. Terratenientes con campesinos pobres; explotadores con explotados; opresores con oprimidos. En suma, un Pacto político de colaboración de clases. Que colaboren lobos y ovejas o gatos con ratones, como si tuvieran intereses comunes. Para quien lo quiera y lo pueda ver: la respuesta de Petro de quién debería gobernar el país, es: un bloque político burgués y pequeño burgués. Dirigido por políticos viudos del poder, empresarios emergentes y carreristas, que él acaudilla. Urgidos en desplazar a los partidos y políticos tradicionales para manejar el país en beneficio de su sector emergente y ser los nuevos socios de las trasnacionales de los gringos, europeos o chinos, en sus inversiones en el país.

Queda más al desnudo la supuesta postura democrática y progresista de estos políticos de la pequeña burguesía, para quienes, en su objetivo de ganar las elecciones vale todo. Incluso en un giro más a la derecha, aminorar sus críticas al uribismo y arriar hasta sus propias banderas reformistas.  

¿“Ciudadanos” en distintos bloques o distintas clases sociales?

Si bien todos los candidatos y campañas se mueven por igual en la superficialidad y banalidad, sería un error desconocer que entre ellos existen importantes diferencias. Aunque sería erróneo pensar que son opuestas por el vértice.

Porque si bien, existen diferencias muy importantes entre la extrema derecha uribista y el Pacto Histórico. O entre estos y la derecha de la coalición de la Experiencia y con los liberales de la Esperanza, etc., sería una grave confusión pasar por alto que se trata de diferencias entre partidos y candidatos representantes políticos de una misma clase social: la de los empresarios. Como parte de su competencia por los votos, los tradicionales politiqueros del establecimiento se presentan como estadistas serios, que sacarán al país adelante y aseguran un mejor futuro a “todos los colombianos”, mientras señalan como demonios expropiadores, al sector de la “izquierda”. Todos ocultan que se trata de un “enfrentamiento” entre distintos sectores de la burguesía y de la pequeña burguesía, no solo urbana sino la rural. Eso explica el accionar de las guerrillas (ELN y disidencias), también moviéndose en clave electoral. Así, los intereses de la clase que representan todas las campañas, son ajenos a los del pueblo trabajador, la clase obrera o los campesinos pobres.

Los directivos sindicales y sociales en campaña

Los directivos de los sindicatos y centrales obreras (CUT, CTC, CGT, FECODE, etc.) desde antes de empezar el estallido social, estaban embarcados en la campaña electoral. Otras formas de organización de los trabajadores y sectores populares como el Comando Nacional de Paro, la Coordinadora Sindical, Social y Popular, el Bloque por el Paro Indefinido y la llamada Primera Línea, traicionaron el movimiento al negarse a organizarlo democrática y consecuentemente para profundizar la lucha contra el gobierno uribista y el paquetazo contra los trabajadores que lo originó. Algunos de ellos hacen parte de las campañas de los partidos de la burguesía como el Liberal y otros de la clase media, posando de progresistas. Los directivos sindicales se lanzaron como candidatos utilizando los recursos y dinero de los trabajadores afiliados para sus campañas decididas por ellos burocráticamente y los partidos a los cuales pertenecen. No fue decisión de las bases. Y dividen a sus afiliados y a los trabajadores entre la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico. Entre otras cosas, eso es resultado de que se trata de una casta que vive en un mar de privilegios (“aburguesada” dice la base) y hace tiempo, muchos son empresarios. Su política no representa la lucha por los intereses de los afiliados, sino de sus propios proyectos y por eso es completamente conciliadora y de defensa del statu quo. Lógico, se sienten interpretados y se camuflan en las campañas que se dicen progresistas.

Ante este panorama, los obreros, trabajadores asalariados y jóvenes con mentalidad abierta y crítica, tienen la posibilidad de analizar los candidatos y sus campañas electorales a la luz del papel que cumplió cada uno, su movimiento y partido, ante una de las principales protestas sociales vividas en el país: el estallido del 28A.

¿Qué posición tuvieron los actuales candidatos ante el estallido social?

Como todos los candidatos hoy dicen estar a favor del pueblo y prometen mejora la vida de los de abajo, hay una forma seria de juzgar si eso es cierto o son frases vacías: recordar y establecer de qué lado se ubicaron los distintos partidos y candidatos ante la más importante protesta social que hayamos vivido en los últimos años, el Paro o estallido social. Allí es donde mueren los discursos.

¿En qué orilla se colocaron Uribe y sus políticos de extrema derecha (uribistas)? ¡Lógicamente, estuvieron en contra! ¡Y con Duque! Y ¿en qué orilla estuvieron los liberales, los conservadores, de la U., los de Cambio radical? ¡También en contra! Todos cerraron filas en apoyo al gobierno. Condenaron y siguen condenando la movilización, los bloqueos y sólo la violencia de los pequeños grupos que se lanzaron por su cuenta a ello. Pidieron mano dura para aplastar la protesta, guardaron silencio ante la violencia y asesinatos del régimen. Respaldaron las acciones armadas de la “gente de bien” contra los indígenas en el barrio Ciudad Jardín de Cali.

Por otro lado, y sin ignorar sus diferencias, ¿en qué orilla se ubicaron los políticos y partidos de la Coalición Centro Esperanza que se presentan como opción de cambio y partidarios de la “paz” -Verdes, Dignidad–MOIR, Liberales santistas y demás, ¿No corrieron a la Casa de Nariño apenas los convocó Duque, en un acto de solidaridad y apoyo político? Y ¿Qué política tuvieron los dirigentes vinculados a esos partidos dentro de la CUT, FECODE y el CNP? Mientras ilusionaban a los manifestantes en una supuesta negociación con Duque, llamaron a cuenta gotas a marchas pacifistas, negándose a definir un Plan de Lucha y menos a convocar a la clase obrera a vincularse con la huelga. Duque los enredó redactando un Protocolo de tratamiento de la Protesta social, que después les tiró en la cara mientras no condenaran los bloqueos. Encabezados por los dirigentes de Dignidad-Moir, retrocedieron condenándolos. Equipararon la violencia del Estado y la de los manifestantes por igual. Así, al lograr doblegarlos, Duque les dio un portazo en la cara.

Por su parte, los principales partidos que se dicen de “izquierda” y conforman el Pacto Histórico que lideran Petro y Francia, se ubicaron del lado del levantamiento social y popular. Pero en lo fundamental, su política y métodos de lucha no estuvo centrada en fortalecer las grandes movilizaciones de masas, sino en las acciones de pequeños grupos de activistas radicalizados, la llamada “primera línea”. Le quitaron a las acciones de masas el arrojo y combatividad de los activistas juveniles que influencian. Al contrario, llevaron a los jóvenes luchadores a un enfrentamiento estéril con el Esmad, descolgados de las acciones y movilizaciones de masas. Dispersaron la lucha en focos de pequeños grupos. Con el doloroso saldo de muertos, heridos, detenidos y desparecidos, desangraron, dispersaron y debilitaron la lucha y dieron argumentos a la represión. Además, como esos partidos son minoría en la dirección de las centrales sindicales y el CNP, bajo el argumento de “no nos representan”, dividieron de manera sectaria el necesario frente de lucha contra el gobierno. Y, al igual que el CNP, se negaron a convocar a los afiliados de los sindicatos que dirigen, para que entraran en huelga y se sumaran a encabezar la protesta nacional. 

Hoy en su campaña ni siquiera menciona la exigencia de tribunales populares para enjuiciar y castigar a los responsables políticos de los infames asesinatos y mutilaciones de cientos de jóvenes y luchadores. Ni proponen cómo lograr la liberación inmediata de todos los presos políticos que llenan las cárceles y los detenidos antes, durante o después del estallido social.

Integrantes de la Primera Línea de Cali, llamando a votar.

El papel de quien aparece como virtual ganador de las elecciones, el líder del Pacto Histórico, Gustavo Petro, merece especial referencia. Más allá de las exageraciones de la extrema derecha al acusarlo como “artífice” o instigador de la protesta, “expropiador” y fábulas similares, si nos atenemos a los hechos, la realidad fue muy diferente.

Petro llamó en varias ocasiones a levantar la protesta. Pidió, una y otra vez a los jóvenes, que levantaran los bloqueos: “creo que hay que dejar las barricadas», clamó. Y cuando las masas llenaban las calles de las principales ciudades del país, declaró: “Hay quienes dicen que no hay que hablar con Duque sino tumbarlo. Si Duque cae… nada cambiaNo habrá elecciones en el 2022…(Alocución del 16 mayo, 2021). Claramente llamó a no impedir que Duque terminara su mandato y garantizar las elecciones. Paradójico, por decir los menos, la política de quien hoy dice querer “derrotar al uribismo”. En suma, Petro, con todos los partidos y líderes del Pacto Histórico, en vez de impulsar la protesta estuvieron buscando quitarle fuerza, nada más que desde dentro de la misma. Así permitieron que Duque y su gobierno recuperaran la iniciativa.

Con base en una visión crítica de la conducta de estos candidatos y partidos ante el estallido social, los activistas jóvenes y trabajadores pobres con consciencia, pueden juzgar sus actuales discursos y promesas de campaña.

 La necesidad de una alternativa electoral independiente y de clase

La realidad de la gran protesta nacional que hemos vivido y del necesario papel que deberían cumplir la clase obrera y los asalariados en una futura lucha similar, amerita otra respuesta a la pregunta de quién debería gobernar.

De acuerdo a la experiencia ¿no aparece como necesaria una alternativa electoral liderada por quienes protagonizaron la lucha y no por quienes se opusieron o quienes trabajaron para desactivarla? ¿Una opción independiente, de lucha, propia de los de abajo, de las clases explotadas y oprimidas, sin respaldar a politiqueros defensores del establecimiento?

Una campaña electoral que quitara la venda puesta en los ojos de los trabajadores y el pueblo pobre por quienes les ocultan que la movilización y la protesta del levantamiento popular, pese a sus errores y desvíos, fueron el método que consiguió enfrentar al gobierno, a su régimen asesino y arrebatarle varias conquistas. Que, para lograr nuevas conquistas y el cambio, se necesitan nuevos y más profundos levantamientos, pero bajo la conducción no de la clase media, sino de los obreros, sus organizaciones y ampliada con sus métodos de lucha, con una Huelga General.

Una campaña electoral totalmente independiente. Tanto de los partidos y políticos de la burguesía como los de la pequeña burguesía emergente. De los politiqueros responsables de la crisis del país y su entrega a los gringos. Una campaña con candidatos y programa que ante las elecciones agite y responda claramente, que la clase obrera es la clase que debería dirigir el país y que la lucha directa es el camino para lograrlo. 

Que se propusiera agitar un programa de independencia política para la clase obrera y el pueblo trabajador. Que insistiera en que no hay tarea más importante para los trabajadores que lograr su total y absoluta independencia política como clase.  Como señala el marxismo: los trabajadores “no debemos unirnos [políticamente] ni seguir a ningún [partido] o sector burgués o pequeñoburgués, debemos ser una clase políticamente independiente” y que “la liberación de los trabajadores deberá ser obra de los trabajadores mismos”.

Para, además, indicar la urgente necesidad que tienen los trabajadores de construir un partido político propio e independiente de los partidos burgueses y pequeños burgueses.

Un programa de independencia política de clase

 existe la posibilidad de una respuesta diferente a la pregunta de ¿Quién debería gobernar el país? 

En vez de responder como hacen la mayoría de las campañas de oposición y Petro, que lo mejor es unirse a los politiqueros profesionales de la oligarquía, nuestra respuesta es que el país debería ser gobernado por quienes, con su trabajo, esfuerzo e inteligencia, producen toda la riqueza y los bienes existentes: la clase obrera, los asalariados de la ciudad y el campo. Pues son ellos quienes realmente tienen la posibilidad de sacar el país de la actual crisis, hambre y descomposición social en el que está inmerso.

Actualmente, ninguno de los partidos políticos y candidatos a las elecciones plantean ese tipo de campaña. Ningún candidato y campaña representa los intereses políticos de la clase obrera y el pueblo trabajador.

Quienes se reclaman luchadores, de izquierda y hasta marxistas, es estas elecciones se han negado a presentar una opción política electoral de clase y señalar la necesidad de una campaña de independencia política de clase. Para recalcar que si se trata de conseguir las soluciones a las graves necesidades y problemas que afectan a los de abajo, es imprescindible luchar contra la opresión y la explotación capitalista, sea esta nacional o extranjera.

En particular el trotskismo gracias a su vinculación a la organización internacional obrera y revolucionaria, fundada por Nahuel Moreno, fue precursor en dar una lucha clasista en las elecciones. Presentar una opción de independiente, de clase y socialista. En batallar también en el terreno electoral, por el principio de la independencia política de la clase obrera. Lamentablemente, hoy la mayoría de esas organizaciones, de manera funesta han abandonado esa política y convertido ese principio en una frase vacía. La mayoría de estos grupos -presos de su nacionalismo-, unos están recogiendo firmas o llaman a votar en las consultas internas. De hecho, algunos entraron al Pacto Histórico. En su capitulación a la opinión pública reinante en la clase media y a sus ilusiones en la democracia burguesa, ayudan a ilusionar a los trabajadores en que con votos “críticos” por una alternativa democrática pequeño burguesa como esa y no de clase, se derrota al uribismo. Optaron por el cómodo “mal menor”. En su desbarranque arrastran a jóvenes luchadores y trabajadores, ocultándoles deliberadamente a que el Pacto Histórico es un bloque político de colaboración con clases ajenas y enemigas de los explotados y oprimidos.

Al confundir elecciones con unidad de acción democrática -legítima para la movilización y la lucha directa-, renunciaron a este principio de clase básico. Se unen a las campañas democráticas y reformistas de clase media, para terminar, capitulando a la vieja política estalinista de los Frentes Populares y la ideología de que existen “campos burgueses progresivos”. Algunos, lo hacen en medio de múltiples vacilaciones, llamando a votar por algunos activistas democráticos de clase media y no de los trabajadores, como Francia Márquez. Engañan a sus seguidores “graduando” a estos luchadores democráticos, como si representaran a la clase obrera. Algo como “pedir peras a un olmo”.

Todo lo anterior, impone aún más la necesidad de señalar la ausencia de un programa y una política de independencia política de clase. Que represente los intereses y los métodos de lucha obreros y de los sectores más explotados y oprimidos de la población. Que explique la urgencia de reorganizar democráticamente desde las bases obreras, el proceso de protesta y movilización. Es sería una opción electoral más vigente y necesaria, a la cual estos compañeros que se reclaman revolucionarios, han renunciado.

De nuestra parte, reafirmamos que las elecciones y la acción parlamentaria son algo totalmente secundario y subordinado respecto a la movilización y la acción de masas revolucionaria.

La participación en las elecciones burguesas, debe ser para minar desde su interior la institucionalidad del capitalismo. No solo al gobierno, sino a todas las instituciones del Estado burgués y en particular el parlamento, todos mecanismos de dominación y opresión. De allí que las elecciones y el parlamento no pueden ser el campo de lucha privilegiado por reformas que mejoren la situación de los jóvenes pobres o de la clase obrera. Pues no podrán ser aprobadas dado el mayoritario dominio de los partidos de la burguesía en ellos. Solo la lucha directa de masas las impondrá.

Su tarea principal, si se trata de concurrir a elecciones o al parlamento, es la de hacer saltar esta máquina de dominio burgués y destruirla. Entonces, no puede existir algo más nocivo que ayudar al oportunismo pequeño burgués a estafar los anhelos de cambio de sectores de la juventud o los trabajadores, con la falacia que eso se logrará votando por bloques acaudillados por personajes del establecimiento y redomados políticos burgueses.

Para un revolucionario, la acción parlamentaria consiste, sobre todo, en usar esa tribuna para denunciar las maniobras del adversario, para agrupar en torno a las ideas socialistas a las masas y para llamar a la movilización alrededor de las consignas y tareas de la revolución proletaria.

En este caso, sería utilizarlas como el espacio para agitar la urgente necesidad de articular una gran lucha nacional, superior al pasado estallido social. Una Huelga General de la clase obrera y pobladores, donde primen sus métodos de lucha, la huelga y el paro de la producción, así como una política independiente de todas las organizaciones ajenas a los trabajadores.

Agitar la urgente necesidad de poner fin a la dominación y entrega del país al imperialismo y al sistema de opresión y explotación capitalista, para construir una sociedad con socialismo obrero y democrático, sin clases, donde primen la fraternidad y la solidaridad entre todos sus miembros. Esa sería una campaña electoral clasista y dado el caso, una utilización revolucionaria del parlamento.

Anular el voto el 13 de marzo y en las presidenciales

Ante ese panorama electoral dominado por alternativas burguesas y pequeño burguesas, comprometidas todas en asegurar el statu quo, el futuro a este sistema capitalista de desigualdad, violencia y explotación, la clase obrera, los asalariados y jóvenes no tienen ninguna alternativa electoral o candidatos que los representen. Llamamos a ANULAR EL VOTO el 13 de marzo y en las presidenciales, tanto de parlamentarios, coaliciones y candidatos, pues, a pesar de sus diferencias, ninguno realmente representa los intereses de la clase obrera y el pueblo trabajador.  

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