Artículo escrito en octubre de 2018, en conmemoración de los 200 años del nacimiento de Karl Marx.


A doscientos años de su nacimiento y un aniversario de El capital

La resonante actualidad de Marx

A doscientos años de su nacimiento y un aniversario de El capital

H. Cáceres – Irene Idris

Introducción

Sería de necios negar los cambios fundamentales experimentados por la sociedad en doscientos años y que vivimos en una realidad, en muchos sentidos, muy diferente en la que vivieron Carlos Marx, su gran camarada Federico Engels y demás luchadores obreros e intelectuales revolucionarios de su época.

Hoy comúnmente, los incuestionables progresos desde el mundo primitivo hasta la fecha, se atribuyen sólo a la técnica. Los cambios tecnológicos, los avances científicos y la capacidad creadora de riqueza por parte de la sociedad, se usan una y otra vez para tratar de mostrar un avance sinigual del sistema capitalista y echar por tierra las leyes básicas que rigen su funcionamiento y sus límites. Eludiendo detenerse en sus efectos sociales que a diario se traducen en inmensas penurias para millones de habitantes del planeta y una insaciable destrucción de la naturaleza.

Desde la política y los medios de prensa se predica una y otra vez sobre las ventajas y el supuesto carácter eterno de esta sociedad. Insisten en señalar solo una cara de la realidad. Pero, si nos adentramos en las profundidades de la realidad actual, veremos lo decadente y caduco de este sistema económico-social dominado por los dueños de las trasnacionales pertenecientes a las grandes potencias industrializadas (imperialistas), cuya sobrevivencia y carácter completamente episódico, a escala histórica, encuentran explicación en las mismas leyes descubiertas por Marx y el marxismo.

La otra cara, es la de la miseria generalizada, la explotación de la  población trabajadora, el trabajo infantil, el tráfico de personas, la destrucción de la naturaleza, la violencia, la xenofobia, el racismo, la drogadicción de millones de jóvenes, las guerras económicas y militares y una de sus más conmovedoras consecuencias, el éxodo masivo de refugiados, en un escenario signado por la crisis económica, las guerras comerciales y la degradación de enormes contingentes de la especie humana, a la par que la obscena concentración de la riqueza en manos de unos pocos potentados pertenecientes a esos países industrializados, que dominan el mundo y la tecnología, desde las corporaciones y sus representantes en gobiernos e instituciones. La llamada “comunidad internacional”.

Dominación hoy sofisticadamente camuflada tras la envoltura de instituciones aparentemente multilaterales, mecanismos de democracia formal, electoral, de parlamentos e instituciones supuestamente representativas de todos los ciudadanos, pero hegemonizadas todas por los políticos y tecnócratas agentes de los grandes capitalistas. En el fondo, una dictadura de la clase dominante con careta democrática.

La sociedad ya tiene a su alcance todos los medios tecnológicos y científicos necesarios para erradicar la pobreza, la enfermedad, el desempleo, el hambre, la falta de vivienda y todos los demás males que causan miseria, guerras y conflictos sin fin. Si esto no sucede, no es por casualidad sino por las limitaciones impuestas por un sistema económico basado puramente en las ganancias. En aparente paradoja, esos avances tecnológicos acentúan la desigualdad, pues están bajo el dominio de las trasnacionales privadas, es decir bajo la hegemonía del capital financiero.

Actualidad de Marx

La realidad social y económica de la gran mayoría de la población y la multitud de hechos que cotidianamente estremecen al mundo, urgen a jóvenes y trabajadores conscientes a comprender en profundidad los fenómenos de la realidad. Mientras doctos profesores y académicos al servicio del capital, balbucean y dan vueltas sin atinar a explicar lo que sucede. La teoría y el método aportado por Marx salen de nuevo a flote revelando su utilidad y actualidad, como herramientas para comprender la encrucijada en que se encuentra la sociedad.

Así, aunque se hayan producido cambios importantes en el capitalismo, las leyes estudiadas y formuladas por Marx sobre este sistema, revisten una actualidad pasmosa. De allí, que a los doscientos años de su nacimiento, es obligada la referencia a la obra del pensador y revolucionario alemán.

Las páginas de influyentes diarios del mundo, señalaron esa actualidad con titulares como:

KARL MARX, ¡TENÍAS RAZÓN!

The New York Times. Jason Barker. 5 de mayo 2018

LA OBRA DE MARX NO HA PERDIDO ACTUALIDAD:

DOS SIGLOS DE KARL MARX

Deustche Welle. 30 de abril 2018

5 COSAS QUE KARL MARX HIZO POR NOSOTROS Y POR LAS QUE NO LE DAMOS CRÉDITO

BBC News. Eva Ontiveros. 5 mayo 2018

 

MARX VUELVE A VIVIR

Deustche Welle. 25 enero 2010

Incluso el ultraliberal semanario británico ‘The Economist’, para poder desarrollar su crítica reconoció que “Hay mucho que aprender de Marx”, y aseguró que el filósofo predijo fenómenos como la concentración de poder en manos de unas pocas empresas o el peso enorme del sector financiero.

Desde diferentes ópticas los articulistas destacan al filósofo, al político, al economista o intelectual, quien en El Capital con profundidad, rigurosidad y brillantez, expuso las leyes básicas del funcionamiento del capitalismo.

En particular, es muy reveladora la descripción de la vigencia de la obra de Marx hecha por Stuart Jeffries, un columnista del diario británico The Guardian:

Marx no previó Facebook, pero entendió los elementos esenciales del modelo de negocio de Mark Zuckerberg. Cuando se vende un iPhone, se lo cambia por otro artículo (generalmente dinero). El intercambio no tiene en cuenta la mano de obra necesaria para la creación del iPhone, y mucho menos el hecho de que algunos de los trabajadores mal pagados de Apple hayan contemplado suicidarse para escapar de sus vidas fabricando supuestamente accesorios imprescindibles para usted y para mí. “…Una mercancía, por lo tanto, es algo misterioso simplemente porque en ella el carácter social del trabajo de los hombres se les presenta como un carácter objetivo estampado sobre el producto de ese trabajo», escribió Marx[1].

Y sobre ese carácter místico que adquieren en esta sociedad muchos objetos tecnológicos, cuyos usuarios admiran con fascinación, le otorgan propiedades especiales y pasan a depender de ellas en forma aparentemente inexplicable, el columnista agrega:

…lo que Marx escribió en El Capital en 1867 sobre el fetichismo de las mercancías que, creo, es lo más dolorosamente relevante para nosotros en la actualidad. Con ese término quiso decir cómo las cosas ordinarias que los trabajadores producen -iPads, automóviles, incluso la avalancha de libros nuevos que conmemoran el 200 aniversario de Marx- se vuelven, bajo el capitalismo, extrañamente hechizantes. Al igual que en algunas religiones, un objeto investido de poderes sobrenaturales se convierte en un fetiche para aquellos que lo adoran, de modo que a las mercancías bajo el capitalismo se les otorgan poderes mágicos[2].

Eso pone sobre el tapete “la rabiosa actualidad de Marx”, como lo afirma, el director de System Error, quien para su documental y para tratar de entender las fallas del sistema, investigó sobre el actual engranaje de la economía capitalista: “He comprobado que muchas cosas de las que analizó Marx, ahora son de rabiosa actualidad. Hasta los gestores de fondos, líderes industriales con los que hable entonces, vuelven a leer a Marx para entender lo que ocurre”. O como expresa Raoul Peck, director de la película El joven Marx: Sigue siendo el único genio increíble que ha analizado esta sociedad”.

Avances y retrocesos

Pero más allá de la revolución tecnológica, los más descollantes cambios operados en la realidad, lo constituyen los triunfos obtenidos por los capitalistas del mundo contra los trabajadores y sus conquistas a finales de los años 90, cuyas imágenes privilegiadas son las que se exhiben como la “caída del Muro de Berlín”.

Triunfo episódico a escala histórica, logrado tras la derrota de las revoluciones obreras y populares que después de extraordinaria victoria de Vietnam contra el imperialismo yanqui, avanzaban en distintos puntos del planeta (El Salvador, Sudáfrica, América Latina, Medio Oriente, Polonia, etc.). Realidad política descrita en su momento por nuestra organización como “una insurrección de masas conmueve al mundo”.

El punto culminante de este triunfo de los poderosos, los países imperialistas, fue la restauración del capitalismo en los países llamados “socialistas” (Estados Obreros degenerados burocráticamente: la URSS, China, Este de Europa, Cuba, Vietnam, etc., definidos así por el trotskismo). Obtenido por responsabilidad de las direcciones políticas y sindicales mayoritarias del movimiento obrero y de masas.

Esa derrota se tradujo en una grave crisis, destrucción de los Estados obreros en donde se había probado que los capitalistas no son necesarios. Así como el desmantelamiento de múltiples conquistas de los trabajadores en todo el mundo. Con la consecuente división de las organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores y una aguda crisis del marxismo. Una legión de intelectuales y militantes de izquierda, desertaron. Declararon caduca la lucha de clases.  Renegaron y botaron a la basura los textos de Marx. Legitimaron la lucha electoral y parlamentaria como exclusivo escenario de acción, a fin de hacerse un lugar en la sociedad capitalista. Crisis que también diezmó al movimiento trotskista, cuyas organizaciones mayoritariamente terminaron adaptándose a la derrota, refugiándose en el nacionalismo, el sindicalismo reformista y electoralista.

Como era de esperarse, el imperialismo y la reacción mundial, aprovecharon a fondo el triunfo logrado. Divulgaron por todos los medios a su alcance el “fracaso definitivo del socialismo”. Colocaron un signo igual entre el fracaso del programa y política de la burocracia gobernante en esos países (los partidos comunistas-estalinistas), como “fracaso del marxismo”.

                Lo lograron gracias a que tal como describiera un periodista, “la reputación de Marx quedó muy dañada por las atrocidades cometidas por regímenes que se decían marxistas”[3]. Pues, tanto la oligarquía financiera de los países imperialistas como la burocracia gobernante de los Estados obreros burocratizados, torciendo mañosamente los hechos siempre coincidieron en señalar esos países como socialistas. Donde supuestamente se habrían realizado fielmente las enseñanzas de Marx y no como la degeneración burocrática y reaccionaria de los países conquistados por la  potente  Revolución Rusa de 1917 y demás revoluciones, que  expropiaron a la burguesía en un tercio del planeta. Los capitalistas se aprovecharon de algo señalado por el mismo marxismo hacía tiempo: “Es verdad que los reaccionarios capitalistas, no sin artificio, utilizan al régimen del Stalin como un espantajo contra las ideas socialistas”[4]

                Por eso, las derrotas permitieron a los voceros del capitalismo mundial, intentar una vez más enterrar definitivamente a Marx y al marxismo.

El fantasma de Marx reaparece y recorre el mundo

La obra de Marx aparece y es relegada de acuerdo al ritmo de la lucha de masas, del avance y retroceso de los trabajadores frente a los ataques del imperialismo. Es así que la derrota y retroceso de la clase obrera, también se tradujo en una seria crisis del marxismo, de la teoría y programa revolucionario del proletariado.

Hoy, a doscientos años del nacimiento de Karl Marx, el 5 de mayo de 1818, ante la crisis del sistema y al vaivén del incremento de la lucha de clases, su obra vuelve a emerger y ocupar la atención de políticos, revolucionarios, académicos e historiadores, quienes por medio de multitud de conferencias, simposios, exposiciones y eventos, hacen referencia obligada a ella.

Marx reapareció a partir de 2008. El estallido de la economía mundial, con la quiebra de Lehman Brothers, el banco más importante de Estados Unidos y los impactos negativos globales de esa crisis, enmudecieron a quienes afirmaron que las crisis recurrentes del capitalismo descubiertas por Marx, eran asunto del pasado y que el capitalismo significaba un futuro de prosperidad y bienestar.

Los efectos de la crisis en el deterioro creciente de la vida de la clase obrera y la clase media, que destruyeron en millones de trabajadores las ilusiones de una vida mejor dentro del capitalismo y motorizaron las revoluciones democráticas triunfantes en Oriente Medio y Magreb en 2011 (Túnez, Egipto y Libia), así como el resurgimiento de la movilización, la huelga y lucha obrera en Europa (Grecia, España, Irlanda Portugal…)[5], sacaron a la luz el descalabro total del capitalismo y revivieron la obra de Marx.

Marx reapareció cuando el capitalismo mostró de nuevo su estruendoso colapso económico, el grado de descomposición a que ha conducido a la sociedad y, ante todo, cuando resurgió la lucha de clases abierta. La movilización y lucha revolucionaria de los trabajadores, la juventud y las masas, así como la revolución, reaparecieron nuevamente en la arena mundial. Con justeza se puede afirmar que “la realidad le dio en la jeta” a capitalistas y oportunistas, quienes las habían declarado cosa del pasado, lo habían dado por muerto y sepultado.

Una vez más, salieron a la superficie las leyes que rigen el funcionamiento de la sociedad capitalista y la lucha de clases descubiertas por Marx como que: los trabajadores salen a la lucha porque el sistema capitalista los hunde en la miseria y no les deja otra alternativa sino luchar para sobrevivir. Y que gracias a la lucha y las revoluciones se han logrado los progresos sociales. Es la lucha revolucionaria de los trabajadores la única que posibilita el desarrollo del ser humano, particularmente de su parte creativa, los trabajadores como la principal fuerza productiva y puede detener la destrucción alarmante de la naturaleza, el “cambio climático”.

Igualmente, la crisis económica y su persistencia amenazante, ha sacado a flote la aguda descomposición decadencia política, social y cultural del capitalismo imperialista y las leyes económicas descubiertas por Marx, que explican la recurrencia de las crisis dentro de este sistema, el empobrecimiento creciente de la población y los trabajadores, así como la sobreexplotación de la clase obrera, mecanismo privilegiado de los capitalistas para superar sus recurrentes crisis económicas.

 Leyes confirmadas una vez más, con los nuevos planes de “ajuste económico” y demás recetas que aplican los capitalistas contra el nivel de vida del proletariado y clase media de los países metropolitanos, así como el saqueo y expoliación colonizante de los países semicoloniales.  

Desde 2008, con sus avances y reveses, estamos transitando un período de múltiples crisis políticas y mayor conflictividad social. Aunque todavía estemos en los comienzos del proceso. Ese parece ser el curso que siguen los acontecimientos.

Es creciente el número de jóvenes y trabajadores que expresan malestar con el sistema, ante una realidad que contradice las promesas de prosperidad eterna y bienestar. Se niegan a resignarse a un futuro incierto, al desempleo, salarios miserables, violencia, discriminación, racismo y demás calamidades que cada día rebajan su nivel de vida y se extienden a capas cada vez más grandes.

Esa combinación de hechos sacó a flote de nuevo El Capital y El Manifiesto Comunista que se convirtieron en los libros más vendidos en Europa. Muchos economistas e intelectuales de la burguesía, empresarios, así como jóvenes inquietos y críticos, vuelven a leer a Marx buscando entender la debacle del sistema capitalista, con un interés imprevisto pocas décadas atrás. 

Las siguientes referencias hechas en el video de la DW, Revolucionario y actual: Karl Marx, son muy elocuentes:

Somos conscientes de que estamos en una nueva fase del capitalismo. Ha llegado a sus límites. Incluso en la bolsa de Nueva York acostumbrados a estar en el corazón de las tinieblas dicen que ya no lo entienden. (Florian Opitz, director de System Error) [6]

En los últimos años se aprecian algunas grietas en la brillante superficie del capitalismo. Pero si miramos más profundamente, se ve que esas grietas alcanzan hasta el corazón del sistema.[7]

                O como se dice en el artículo “Marx está de moda”:

Los jóvenes se acercan de forma abierta, desprejuiciada, con curiosidad” dice la profesora, basandose en información sobre el creciente flujo de grupos escolares que se acercaron al Museo de Tréveris en los últimos años. La vigencia de las ideas de Carlos Marx, cuya obra fundamental es “El Capital”, [8]puede proyectarse aun hasta nuestros días sobre todo porque “era un analítico de las estructuras de la sociedad.

En el próximo período, posiblemente asistiremos a un incremento de esa inconformidad con el establecimiento y a la búsqueda de explicaciones, alejadas de la superficialidad y la banalidad actuales. De nuevo, las ideas de Marx se abren paso por el mundo y obtienen cada vez más receptividad.

La exposición de su obra, obviamente excede los límites de este artículo con el que solo pretendemos poner de relieve los ejes cardinales de sus planteamientos y la contundente actualidad de su teoría, su obra y su lucha. Para contribuir a la comprensión de la convulsiva y degradante realidad social actual; facilitar la acción de los lectores y de quienes nos proponemos actuar y formular un programa y políticas que propicien una transformación sustancial, de raíz, de este sistema económico y social que tras el más frío análisis, sigue amenazando la continuidad de la especie humana y de la naturaleza.

Marx: el revolucionario

La casi totalidad de los economistas, periodistas, intelectuales y académicos que positivamente hacen referencia a la actualidad de la obra de Marx, dejan, sin embargo, de lado el carácter revolucionario de su vida y trabajo. Algo replicado en muchas de las conmemoraciones realizadas por las organizaciones reformistas.

La mayoría de los economistas e intelectuales de la burguesía y del reformismo, se abstienen de destacar al superador y “sucesor legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés” (V. Lenin). Consciente o inconscientemente, ocultan su faceta fundamental. Marx fue ante todo, un revolucionario dedicado de lleno a la causa de la lucha revolucionaria del proletariado.

Antes que inclinarse ante el stau quo o a los postulados racionalistas de quienes lideraron la Revolución Francesa (1789), o limitarse a las formulaciones de los pensadores “progresistas” de su época, supo apoyarse en los más importantes avances de la ciencia, del pensamiento y de la política de quienes le precedieron y los de su época, para ir más allá y trazar una perspectiva de trasformación revolucionaria de la realidad.

En vez de adaptarse a las ideas de avanzada de su tiempo, las estudió, recogió sus valiosos aportes para formular una nueva, científica y revolucionaria interpretación de la historia y los fenómenos de la realidad, colocándose siempre a la máxima altura teórica de su tiempo.

De esta manera, valoró la obra de los economistas ingleses Smith y Ricardo, pero se propuso superar sus aportes que definieron los fenómenos económicos como eternos y como relaciones entre cosas, no como resultado de una relación social entre personas de distinta clase social.

A su vez, superar el revolucionario método de análisis dialéctico de la realidad aportado por la filosofía alemana, especialmente por Hegel, así como las extraordinarias proposiciones políticas aportadas por los socialistas franceses.

De esta manera, en estrecho trabajo de equipo con Federico Engels y los revolucionarios de su tiempo, elaboró la concepción materialista de la historia basada en los hechos históricos, alejada de interpretaciones fantásticas o como resultado de la obra de grandes caudillos, salvadores supremos o librada a una aparente casualidad.

El aporte de Marx al estudio de la historia de la sociedad fue resumido así:

La exposición y fundamentación del materialismo histórico es la aportación científica más considerable que debemos a Carlos Marx; representa para la ciencias de la historia lo que la teoría de Darwin para las ciencias naturales.[9]

Lo logró desarrollando un método para analizar la realidad social, la naturaleza y los procesos del pensamiento, en su complejidad con sus múltiples contradicciones, interacciones y relaciones, alejándose de la forma mecánica de razonar. Un nuevo método científico para interpretar los fenómenos que constantemente aporta la realidad, a partir de una base objetiva, material (materialismo dialectico). Igualmente, Marx desarrolló y superó con una base científica, las limitaciones impuestas por la época a los programas e ideas políticas de avanzada en su tiempo (Francia). En síntesis, aportó una nueva concepción del mundo.

A esa actividad dedicó su vida, entregando lo mejor de sí. Algo que él mismo describió cuando trabajaba en el I Tomo del Capital, al escribir a Sigfredo Meyer disculpándose por no haberle respondido a tiempo:

¿Por qué entonces, no le he contestado antes? Porque todo este tiempo he estado al borde de la tumba y no tenía más remedio que aprovechar todos los momentos en que me sentía capaz de trabajar para poner término a mi obra, a la que he sacrificado la salud, la felicidad y la familia…Quien no tenga más aspiración que ser un buey, puede, naturalmente, volver la espalda a los dolores de la humanidad y atender a su propio provecho. Pero yo me hubiera tenido por muy poco práctico, si hubiera muerto sin dejar mi obra terminada, al menos en forma de manuscrito.[10]

En una situación de penurias económicas, se entregó de lleno a profundizar sus investigaciones y extraer sus principales conclusiones, en una labor al servicio de una causa que permitiera resolver definitivamente y de raíz lo que definió como “los dolores de la humanidad”.

Marx aportó una perspectiva global

Su estudio penetrante del sistema capitalista y las leyes que lo rigen, lo hizo con el claro objetivo de formular un programa y política para la emancipación completa de los trabajadores, la destrucción del sistema capitalista y la construcción científica de una sociedad gobernada por los trabajadores en beneficio de la gran mayoría de la sociedad, el socialismo obrero e internacional.

Esto le permitió ir más allá de los postulados iniciales de un comunismo sobrio o moderado surgido en el siglo XVIII (Morelly y Mably), pero ante todo de los socialistas utópicos (Saint-Simón, Fourier y Owen) que a pesar de significar un impulso descomunal a las ideas reinantes, “criticaban el modo capitalista de producción, pero no acertaban a explicarlo”. Y que no “actuaron como representantes de los intereses del proletariado” pues “no se proponían emancipar primeramente a una clase determinada, sino, de golpe, a toda la humanidad [sociedad]”. Correctamente buscaban paliar los efectos del capitalismo pero sin ubicar científicamente las causas y sin atinar a formular las leyes que permitirían superar la sociedad capitalista. Se proponían cambiar la sociedad apoyándose en la unidad, a largo plazo, de clases sociales con intereses distintos (cuyas sobras pretenden hoy recoger los demócratas liberales y los oportunistas, cuatrocientos años después).

También se apartó de los políticos que revolucionaban las ideas en su tiempo, con la crítica superadora a los socialistas pequeño burgueses que buscaban “flotar sobre burgueses y proletarios…oscilando constantemente entre el capital y el trabajo” (como Pierre-Joseph Proudhon).

Marx desarrolló un planteamiento revolucionario, señalando que es la clase obrera quien objetivamente, por su papel en la producción de toda riqueza y por sus condiciones materiales de vida, debido a que no posee más que su fuerza de trabajo para sobrevivir; tiene en sus manos la posibilidad de derrocar el orden establecido. De convertirse en el sujeto social de una revolución anticapitalista, socialista, en el plano nacional e internacional.

De ahí, que el Manifiesto Comunista culmine con el llamado a la unidad del proletariado mundial para destruir el capitalismo mediante la revolución:

Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.

Además, Marx junto con su permanente colaborador Federico Engels, formuló que para lograr ese objetivo universal los trabajadores necesitaban dotarse de una organización política propia, revolucionaria e internacionalista para unir sus luchas por encima de las fronteras nacionales, en torno a un programa para destruir el sistema capitalista mundial y acabar definitivamente con la explotación y la opresión social.

Estaba convencido que así como la explotación, la emancipación de la clase obrera no es un problema local ni nacional, sino social; que, en últimas, afecta por igual a todos los trabajadores y que la explotación es una realidad social colectiva mundial que conecta a los trabajadores globalmente.  Sin desconocer que la clase obrera en cada país tiene que enfrentarse necesariamente a las importantes especifidades nacionales y desarrollar su lucha contra su “propia” burguesía.  Como dice el Manifiesto Comunista: “La explotación despoja al obrero de todo carácter nacional”.

De ahí que su intensa actividad teórica se orientó a dar bases científicas a la lucha obrera contra el capitalismo, estrechamente ligada a su participación al lado del naciente proletariado europeo, contribuyendo activamente a la construcción de la Primera Internacional, fundada en 1864, bajo el lema internacionalista: ¡Proletarios de todos los países uníos!

Con su actividad demostró que no era un académico sino un intelectual revolucionario vinculado estrechamente a la causa obrera, lo cual le valió persecución y destierro. Conducta consecuente con su crítica a los filósofos que le antecedieron, expuesta en su más afamada Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. En palabras del periodista citado: [11]  “…es fácil colapsar, como muchos de la Escuela de Frankfurt, en el quietismo filosófico que volvía loco a Marx”.

Por el contrario, élunificó su teoría crítica con la actividad revolucionaria, la praxis, unidad del pensamiento y de la actividad práctica. Una conducta revolucionaria cimentada en una sólida base científica.

Marx puso al desnudo la abismal diferencia entre las reformas al sistema capitalista y la revolución obrera socialista e internacional que liquide completamente las bases de la sociedad capitalista. Única vía para emancipar definitivamente al proletariado de la explotación, y a la sociedad de su decadencia y calamidades.

Fundamentó las leyes económicas y sociales que impiden, mediante reformas, trasformar de raíz el capitalismo y menos aún, conquistar el poder para construir el socialismo obrero.

Marx: una nueva y revolucionaria concepción del mundo

Frente la multitud de ideas fantasiosas que asechaban y siguen asechando a la humanidad como explicación de la evolución histórica y como causa de los fenómenos sociales, Marx logró aportar una concepción científica del desarrollo histórico y una metodología objetiva, para interpretar la realidad a partir del riguroso estudio de los hechos.

                Cualquier sistema social refuerza la idea de que representa la única forma posible de existencia para la humanidad; que sus instituciones, su religión, su moralidad son definitivos y eternos. Marx y Engels, echaron por tierra esa concepción. Por primera vez, ponen de presente que en la historia no existe un orden social natural, invariable y perpetuo. Subvirtiendo esa idea, decidieron estudiar la sociedad y la historia humana como “como se haría en un gigantesco registro de laboratorio” (L. Trotsky). 

Así, con Marx, surgió una concepción científica, revolucionaria, materialista: el Materialismo Histórico o concepción materialista de la historia, basada en los hechos fundamentales del desarrollo histórico de la sociedad, partiendo, en primer lugar, de que los hombres realizan una actividad que les permite proveerse los medios materiales para su subsistencia:

El trabajo es ante todo, un acto que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza. Al trabajar, el hombre desempeña, frente a la naturaleza, el papel de un poder natural. Pone en acción las fuerzas de que está dotado su cuerpo, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de asimilarse las materias, dándoles una forma útil para su vida…[12]

Y especificó el proceso del trabajo, así:

He aquí los elementos simples en que se descompone el proceso de trabajo: 1. Actividad personal del hombre o trabajo propiamente dicho; 2. Objeto sobre el que actúa el trabajo, 3. medio con el que actúa.[13]

Precisó entonces, que los hombres deben “asimilarse las materias” que encuentra en la naturaleza, para poder comer, beber, tener un techo y vestirse, etc…Para ello realizan un proceso de trabajo. Delos diferentes elementos que entran en juego, señaló que el decisivo es el trabajo humano, al que denominó el “trabajo propiamente dicho”. Antes que la naturaleza –“objeto sobre el que actúa” y que provee las materias primas o insumos-, o que los “medios con que actúa” (las herramientas, la técnica y la tecnología). Por eso agregó: “Como dice William Petty, el trabajo es el padre, y la naturaleza, la madre.”

Definió que esa actividad la realiza el hombre como parte de una comunidad, como ser social. Partió “del hecho científico-natural de apreciar al hombre no como un animal en general, sino como animal social, que solo logra su conciencia en la convivencia de las comunidades sociales… ”[14].

Su idea central es que la producción económica y la estructura u organización social de cada época histórica, forma la base sobre la que se erige la historia política e intelectual de cada período: “las bases materiales de estas comunidades determinan su conciencia”[15]. Estas relaciones de producción son objetivas, “la producción y el cambio, como base de todo el orden social”.

De esta manera, junto con Engels formuló una concepción materialista de la historia, resumida así por éste último en su discurso ante la tumba de Marx:

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, del mismo modo descubrió Marx la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho tan sencillo, pero encubierto hasta ahora bajo una proliferación de ideologías [creencias], de que los hombres deben ante todo comer, beber, tener un techo y vestirse antes de practicar la política, la ciencia el arte, la religión, etc., que, por tanto, la producción de los medios materiales inmediatos para la subsistencia, y con ello, el grado de desarrollo económico alcanzado en cada caso por un pueblo, o en un determinado período, constituye la base a partir de la cual se desarrollan las instituciones del Estado, las concepciones jurídicas, el arte, e incluso las representaciones religiosas de los hombres, y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo…[16]

Esa concepción, destaca que el desarrollo social humano está regido por “la producción de los medios materiales inmediatos para la subsistencia“. En consecuencia, el hombre en su ascenso ha atravesado por diversos sistemas económicos de producción con sus propias leyes. Dichas leyes no son eternas, como afirman los sectores dominantes. De allí que, muy que les pese a sus defensores, el sistema capitalista tampoco es eterno. Obedece a leyes que rigen su funcionamiento y a la vez su posible final.

Marx hizo la síntesis fundamental del Materialismo Histórico en el prólogo a la Contribución a la Crítica de la economía política, publicado en 1859:

En la producción social de su vida los hombres contraen relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado estadio de desarrollo determinado de sus fuerzas de productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas determinadas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social, lo que determina su conciencia.

Marx analiza los resortes ocultos que están detrás del desarrollo de la sociedad humana desde las primeras sociedades tribales hasta la actualidad. Permite comprender la historia, no como una serie de incidentes inconexos e imprevistos, sino como parte de un proceso claramente entendible e interrelacionado. La sociedad como escenario de una multitud de contradicciones complejas, de acciones y reacciones que afectan la política, la economía y todo el espectro del desarrollo social.

Contrario a las ideas predominantes en su época, Marx demuestra que la sociedad es un producto histórico. Una forma de organización social que el hombre se ha dado (sociedad), para un periodo histórico determinado.

Toda la fuerza del método de Marx reside en su acercamiento a los fenómenos económicos, no desde el punto de vista subjetivo de ciertas personas, sino desde el punto de vista objetivo del desarrollo de la sociedad en su conjunto, del mismo modo que un hombre de ciencia que estudia la naturaleza se acerca a una colmena o a un hormiguero…Para la ciencia económica lo que tiene un significado decisivo es lo que hacen los hombres y cómo lo hacen, no lo que ellos piensan con respecto a sus actos[17]

Por tanto, llega a la conclusión de que históricamente la sociedad se ha transformado y se puede transformar, producto de la acción revolucionaria de los hombres. Demuestra, que Toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases,[18] entre las clases explotadas y las explotadoras, entre clases dominantes y clases oprimidas, con sus particularidades en las diferentes épocas históricas de evolución social.

La dialéctica materialista

Para elaborar su sistema, su concepción de conjunto de la historia, de la sociedad capitalista y las leyes que rigen la economía capitalista, Marx, en su madurez, ya alejado de su reivindicación juvenil de las ciencias empíricas, re-descubre y empieza a dar importancia, según sus palabras a “lo que había de racional” en el método de Hegel, liberándolo de su envoltura mística e idealista.

Emprendió así la crítica superadora del materialismo mecánico y el razonamiento metafísico, del Siglo XVIII. Enriqueció esas concepciones materialistas con el sistema de Hegel, especialmente con la dialéctica: “la doctrina de la relatividad del conocimiento humano…como reflejo de la materia en constante desarrollo”.

Es la batalla de Marx para superar el razonamiento metafísico (reducido en la mayoría de los casos, al sentido común), el misticismo y el idealismo filosófico (concepciones que hoy día se esparcen como plaga a la velocidad de un clic). Empieza a reivindicar el método de Hegel que permite deshacer:

…la evidencia más fuerte del sentido común, que el conocimiento comienza con una certeza absoluta de la existencia del objeto y se desarrolla analizando, descubriendo, la propiedades y relaciones de este objeto. Sostiene lo contrario: que el conocimiento, recién al final de su construcción, “como resultado” tendrá al objeto…[19]

Desarrolló una metodología para analizar la realidad como una totalidad, con múltiples encadenamientos, contradictoria, dinámica y en constante cambio. Método que Marx y Engels extendieron al conocimiento de la naturaleza, de la sociedad humana y de los propios procesos del pensamiento y el conocimiento, con el Materialismo Dialéctico.[20]

No obstante, desde nuestro punto de vista, Marx no se limitó, como comúnmente se afirma, a dar base materialista a la dialéctica de Hegel. Para nuestra corriente: “…La lógica marxista no es la de Hegel perfeccionada o expurgada de vicios idealistas…”[21]

Apoyándose en los magníficos descubrimientos de éste, la llevó más allá. Elaboró una nueva combinación de métodos y planteó un nuevo criterio de verdad, totalmente diferente al de Hegel: 

…el método dialéctico de Hegel…Marx lo combina con la observación el experimentalismo, la observación indirecta de las ciencias modernas, la práctica social, y, todas ellas con las ciencias formales de su época…Y como criterio de verdad objetiva impone la práctica…para exigirle al conocimiento que pruebe su verdad en la realidad…Le dan una importancia fundamental a la observación y a la experimentación.[22]

Como consecuencia de todo lo anterior imponen como criterio de la verdad objetiva la práctica y, no sólo la construcción coherente del conocimiento[23].

Marx plantea una combinación de métodos imprescindibles para obtener un conocimiento de la sociedad y de la realidad en toda su complejidad, sin limitarlos al empirismo, e indispensables para dotarse de una política revolucionaria.

El Capital: el profundo escaneo del capitalismo

Antes, se ha señalado a Marx como superador revolucionario de lo más avanzado en la economía política de su época (economía clásica inglesa: Smith y Ricardo). Acá queremos destacar puntualmente la actualidad de su análisis profundo y científico (materialista y dialéctico). Verdadero “escaneo” de la sociedad capitalista. Analizó con rigurosidad el funcionamiento de la economía capitalista lo que le permito descubrir las leyes que rigen esta sociedad, expuestas con precisión en su obra fundamental El Capital.

Allí, Marx no solo expone los rasgos esenciales del sistema capitalista, sino sus tendencias históricas de largo plazo. Como expone V. I. Lenin: “Y la finalidad última de esta obra — dice Marx en el prólogo a El Capital — es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna, es decir, de la sociedad capitalista, burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada, históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia”.

Sus investigaciones sobre el régimen económico, superaron definitivamente las concepciones de los economistas liberal-burgueses (que algunos oportunistas se empeñan en revivir), llegando a la piedra angular de su doctrina económica, al descubrir el objetivo de la producción capitalista: la teoría de la plusvalía.  De acuerdo a sus palabras en El Capital: “El objeto real de la producción capitalista, es la producción de una plusvalía o extracción de trabajo excedente, cualesquiera que sean los cambios del modo de producción que provengan de la subordinación del trabajo al capital.”

Estableció que el producto del trabajo del obrero asalariado es la fuente del capital, de las ganancias y la riqueza de la clase social capitalista:

¿Cómo puede el poseedor de dinero comprar mercancías por su valor, vendiéndolas también en lo que valen, y sin embargo, sacar de ellas más de lo que dio? Pues puede, gracias a una mercancía especial que le ofrecen en el mercado las condiciones sociales vigentes y que tiene como característica peculiar el que, al consumirse, engendra nuevo valor. Esta mercancía es el trabajo humano, y cobra existencia corpórea en el obrero, un ser viviente que para subsistir y mantener a su familia, encargada de perpetrar las fuerzas del trabajo después de su muerte, necesita de una determinada suma de víveres. El tiempo que para producirlos necesita trabajar representa el valor de su fuerza de trabajo.[24]

Pero como los empresarios se escudan en que pagan al trabajador un salario, e incluso hay algunos que alegan pagarle un salario no solo justo sino “digno”, Marx sacó de la oscuridad si es real que el capitalista con el salario, reconoce al obrero todo el valor que él produce con su trabajo: 

Pero ese valor, que se le paga en forma de salario, es muy inferior al que el empresario comprador de la fuerza de trabajo puede extraer de esta. El trabajo que el obrero rinde de más, después de haber trabajado el tiempo necesario para cubrir el jornal, constituye la fuente de la plusvalía, de donde toma constantemente incremento el capital. El trabajo no retribuido del obrero entrar en los bolsillos de todos los miembros ociosos de la sociedad, y en el descansa todo el orden social en el que vivimos.[25]

La concentración de la riqueza

Datos y cifras revelan que a pesar de tratarse de un rasgo para nada nuevo, es muy alarmante en la actualidad. En el 2000, las 200 personas más ricas tenían tanta riqueza como los 2 mil millones de personas más pobres. Según las cifras de la ONU, 1.200 millones de personas viven actualmente con menos de dos dólares por día y de ellos, ocho millones de hombres, mujeres y niños, mueren cada año porque no tienen suficiente dinero para sobrevivir.

De acuerdo al índice Bloomberg Billionaires, las 30 personas más ricas del mundo controlan una porción asombrosa de la economía mundial: $ 1,23 billones. Eso es más que el PBI anual de España, México o Turquía. Dieciocho de este grupo de empresas son de los Estados Unidos.[26]

Oxfam, publicó cifras, señalando que un puñado de hombres ricos encabezados por el fundador de Microsoft, Bill Gates, poseen U$ 426 billones, equivalentes a la riqueza de los 3.600 millones de personas más pobres del mundo, el 50% de la población mundial. Además de Gates, Amancio Ortega, dueño de la cadena de moda española Zara, y Warren Buffet, componen el grupo. Otros en la lista son el magnate mexicano Carlos Slim, Jeff Bezos fundador de Amazon; Mark Zuckerberg, propietario de Facebook; Larry Ellison, director ejecutivo de la firma tecnológica estadounidense Oracle; y Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York. Difícilmente se puede creer que las necesidades de los trabajadores y sectores más pobres de la sociedad entren en los serios cálculos de los banqueros y capitalistas que gobiernan el planeta.

Los ocho multimillonarios más ricos del mundo controlan la misma riqueza entre ellos. Lo que concentra la riqueza mundial en manos de solo el 1%, a la par del crecimiento de la desigualdad social global.

De esta manera, mientras millones de trabajadores se hunden en la miseria, otros mueren de hambre o intentando escapar de sus países en busca de un mejor futuro o miles quedan desempleados como en Europa y Estados Unidos; el oro comestible aparece en los restaurantes para decorar las comidas de un sector de estos ricos como uno de “los lujos más exóticos”.

Es así como en la India, uno de los países con mayor pobreza y salarios de hambre, “es actualmente el mayor consumidor de oro comestible, con un reporte total de 12 toneladas anuales, en su mayoría para decorar pasteles de bodas”. Así mismo, en algunos restaurantes de China se sirven bebidas salpicadas con polvo de oro, mientras que en países como Francia y Suecia se venden al público trufas de chocolate adornadas con fragmentos de oro”.[27]

Pero, es erróneo  atribuir esa angustiante desigualdad social, la explotación despiadada del trabajador, la descomposición  y demás lacras del capitalismo, solo a un pérfido “modelo” de desarrollo “neoliberal” o a una especial crueldad de los gobiernos de los capitalistas o de sus empresas -sean las corporaciones trasnacionales o las grandes y medianas empresas nativas del algún país-. Ya el marxismo había advertido sobre esas ilusiones de las organizaciones reformistas, “la crítica pequeño burguesa y reaccionaria del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia “libre”, “pacífica”, “honrada”.[28]

Señalar como una “anomalía” del capitalismo la concentración de la riqueza y la desigualdad social que alarma a muchos con justa razón, desconoce que en realidad se trata de la ley más incuestionable del sistema, señalada ya por Marx en El Capital como la “Teoría de la miseria creciente”, como:

 

la ley que establece una correlación fatal entre la acumulación del capital y la acumulación de la miseria. La acumulación de la riqueza en un polo es, en consecuencia, al mismo tiempo acumulación de miseria, sufrimiento en el trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación mental en el polo opuesto, es decir en el lado de la clase que produce su producto en la forma de capital.[29]

Demostró que esa concentración de la riqueza en el capitalismo hace parte de una unidad contradictoria con la miseria creciente, que se traduce en una ley de hierro que actúa como motor o estimulo de la producción en el sistema capitalista y explica su insaciable sed de ganancia:

El poderoso acicate, el gran resorte de la producción capitalista, es la necesidad de valorizar el capital; su objeto determinante es sacar la mayor cantidad posible de plusvalía -o lo que viene a ser lo mismo- conseguir mayor explotación posible de la fuerza de trabajo.[30].

A partir del estallido de la crisis financiera de 2008, una vez se disipó el espejismo de la expansión capitalista lograda tras la derrota a las luchas de los trabajadores a finales de los años 90, los rasgos inherentes a este sistema, cuyas leyes específicas y tendencias descubiertas y analizadas con rigurosidad por Marx, salieron de nuevo a la luz. Sin ninguna duda, hoy son de rabiosa actualidad.

La lucha contra la explotación, la desigualdad social la pobreza y por la supervivencia no pertenecen al pasado. Las largas y extenuantes jornadas de trabajo que son obligados a cumplir millones de trabajadores en el mundo, constituyen la cruda realidad actual, que incuba sus respuestas de lucha.

Según una reciente investigación que reveló las‘despreciables’ condiciones salariales en la planta del gigante Apple en China:

“…los trabajadores que fabricanlos iPhone ganan sólo el salario local mínimo de318 dólares al mes, es decir 1,85 la hora. Eso no alcanza para vivir», «Luego de sus largos turnos, los trabajadores se toman un autobús que en media hora los lleva a sus dormitorios, donde hasta 14 personas duermen hacinadas en un solo cuarto. El moho crece sin control en las paredes y las camas están llenas de chinches; muchos trabajadores están cubiertos de picaduras rojas».[31]

Esas condiciones de vida deplorables se replican en todos los rincones del planeta. Los recolectores de hoja de té en la India, devengan el equivalente a $4.000 diarios ($1.70 euros), viven en casas de barro, sin agua potable, con letrinas, sin canalización de desagüe, sin electricidad y sin ninguna seguridad industrial. Sus hijos mueren de diarrea por falta de instalaciones sanitarias y su crecimiento se retarda por la mala alimentación.[32] Situación para nada excepcional, sino algo que afecta a amplias capas de la población trabajadora en diferentes países del mundo, particularmente en China, Bangladesh, India, África, Brasil, etc.

La alarmante realidad, sin embargo no se limita a los bajos salarios y la constante rebaja de ellos. Hoy la jornada de ocho horas es una quimera para la mayoría de los asalariados. Los capitalistas en aras de defender y sostener su sistema, son empujados constantemente a prolongar la jornada de trabajo, para incrementar sus ganancias.

Las largas y extenuantes jornadas laborales de los trabajadores de empresas como Foxcom en China, (Apple), con 60 horas semanales o de la automotriz Tesla en California, obligados a trabajar horas extras para cumplir con los ambiciosos objetivos de la empresa, fueron desveladas por los trabajadores.[33] “Según los informes de casos a los que ha tenido acceso The Guardian, en Tesla, “la compañía que ha revolucionado el mercado de los carros eléctricos en Estados Unidos”, desde 2014 se han registrado más de un centenar de llamadas a ambulancias para atender a los trabajadores por pérdida del conocimiento, mareos, convulsiones, problemas respiratorios y dolores en el pecho. También ha habido otros cientos de llamadas a ambulancias para lesiones y otros temas médicos,”[34] producto de horarios de trabajo extremos. Como denunció un obrero de Tesla en su blog: muchos de los empleados de la fábrica tenían intención de sindicalizarse en respuesta al sentimiento colectivo de que trabajaban para una empresa del futuro bajo condiciones del pasado« o como afirma otro obrero: Los superiores ponían los números por delante de la seguridad y el bien de los empleados.[35]

Ese impulso a prolongar la jornada de trabajo fue desentrañado por Marx cuando afirmó: “…en el capitalista el apetito de trabajo excedente se manifiesta en su ansiosa pasión de prolongar desmesuradamente la jornada de trabajo…”[36] y solo mentes confundidas, pueden presentar esa realidad como novedad de lo que llaman “neoliberalismo”.

En Europa el estallido de la crisis económica de 2008 condujo a mayor explotación de los trabajadores, a recortes sociales, bajas en los salarios y, ante todo, a la prolongación de la jornada laboral. El número de personas que trabajan ahora más de 48 horas semanales se incrementó en millones.

Marx señaló esa tendencia a la prolongación de la jornada de trabajo hasta límites inauditos, de la misma forma en que agota la tierra cultivable de forma completamente irracional:

En su ciega y desmedida pasión, en su glotonería de trabajo excedente, el capital rebasa no solo los limites morales, sino también el extremo limite fisiológico de la jornada de trabajo. Usurpa el tiempo que exigen el crecimiento, el desarrollo y la sana conservación del cuerpo…El capital no se preocupa por la duración de la fuerza de trabajo. Lo que únicamente le interesa es el máximo de fuerza de trabajo que puede gastarse en una jornada. Y alcanza su objetivo a costa de abreviar la vida del trabajador, del mismo modo que un agricultura codicioso obtiene de su suelo un rendimiento mayor agotando su fertilidad.[37]

Y esto lo hacen los propietarios del capital, aprovechando las “ventajas” que les otorgan los sectores más débiles y/o vulnerables de la población, sean las mujeres, los niños o los inmigrantes. La explotación infantil es una plaga expandida por todo el planeta y muy notoria en el sector textil en India, Bangladesh, Asia, etc.:

En todo el mundo hay aproximadamente 168 millones de niños que trabajan. Y muchos de ellos lo hacen en regiones asoladas por conflictos y catástrofes. Más de la mitad de ellos, es decir, 85 millones, efectúan trabajos peligrosos poniendo en riesgo su vida, pero además estos menores no van a la escuela y no tienen tiempo de jugar[38]

Similar “provecho” aportan a los dueños de las grandes corporaciones, los millones de refugiados en Europa procedentes del éxodo y migración creciente de Siria, Libia y en general de África o en el caso de los Estados Unidos, de México y América Latina.

Como resultado, avanza un incremento espantoso de la desigualdad social y de la inequitativa distribución de la riqueza, así como su concentración en un polo de la sociedad.

La “globalización” del capitalismo

La dominación aplastante del mercado y de la economía mundial por un grupo de trasnacionales es la manifestación más importante de nuestra época. Pero muchos activistas, reclamándose marxistas y hasta trotskistas, aún lo definen como algo completamente nuevo. Actúan como si no hubiera nada en Marx para entender o explicar esa expansión capitalista del presente siglo que definen como “globalización”. Trayendo de vuelta el pasado, lo analizan solo como expresión del avance internacional de un “lado salvaje” del capitalismo (el modelo neoliberal), para proponerse buscar que el Estado regule esa expansión y así abrir paso al “lado positivo”, “humano” del mismo sistema.

Presos de esas trasnochadas concepciones características de la época librecambista del capitalismo (liberales), definen al Estado o al gobierno como los representantes colectivos de toda la sociedad. Desechan la experiencia de años de lucha de los trabajadores y los éxitos que obtuvo, gracias a las precisas definiciones marxistas del gobierno como “el comité ejecutivo de la clase gobernante” y de “los monopolios como la sección más poderosa de esa clase gobernante” o que “de un modo u otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo de la producción…”[39]  

Si bien el desarrollo del capitalismo al que asistió Marx, no le permitió analizar totalmente el surgimiento del imperialismo, el poderío del capital financiero y las trasnacionales, esa tarea correspondería a Lenin[40] (ver recuadro El Imperialismo), si desarrolló el análisis de la concentración del capital, su tendencia inherente al monopolio, a su expansión y su tendencia hacia su domino global de la economía del planeta.

Su riguroso análisis del proceso de concentración del capital en manos de unos cuantos propietarios de los medios de producción, así como las profundas raíces del posterior surgimiento de los monopolios y el carácter internacional que adquiriría el régimen capitalista, fueron avizorados con agudeza en El Capital:

Ahora no hay que expropiar al trabajador independiente, sino al capitalista…Esta expropiación se realiza por el juego de las leyes inmanentes de la producción capitalista que conducen a la concentración de los capitales. Correlativamente a esta centralización, a la explotación de un gran número de capitalistas por un número pequeño, se desarrolla a una escala siempre creciente la aplicación de la ciencia a la técnica, la explotación metódica de la tierra, la transformación del útil en instrumento poderoso susceptible de ser usado solo de una manera colectica, la economía de los medios de producción, el entrelazamiento de todos los pueblos en una red universal de mercados, entrelazamiento que da al régimen capitalista su carácter internacional[41]

Esa concentración de los medios de producción fue expuesta también en El Manifiesto Comunista: La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país.  Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad”.

                Entonces, contrario a las creencias en boga, Marx y Engels al analizar las tendencias del capitalismo avizoraron claramente el proceso de internacionalización de la producción y el comercio, así como surgimiento del imperialismo. Es decir los rasgos esenciales de la tan mentada “globalización”:

La burguesía tiene a través de su explotación del mercado mundial un carácter cosmopolita para la producción y el consumo en todos los países. Para gran disgusto de los reaccionarios, ha sacado de debajo de los pies de la industria el terreno nacional en el que se encontraba. Todas las industrias nacionales establecidas en el pasado han sido destruidas o se destruyen diariamente. Son desalojados por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en una cuestión de vida o muerte para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no elaboran materia prima indígena, sino materia prima extraída de las zonas más remotas; industrias cuyos productos se consumen, no solo en casa, sino en todos los rincones del mundo.

Agregando, para además aportar luces sobre el descubrimiento de América:

La gran industria creo el mercado mundial que preparaba el descubrimiento de América. El mercado mundial propicio un desarrollo inconmensurable del comercio, la navegación y la comunicación terrestre. Esta evolución a su vez causo la expansión de la industria. En la misma medida en la que se expandían industria y comercio, navegación y ferrocarril, se desarrollaba también la burguesía. Que multiplicaba sus capitales y desplazaba a un segundo plano a todas las clases heredades del medioevo.

Análisis que no restringieron al ámbito de la economía o del mercado:

 

En lugar de los viejos deseos, satisfechos por la producción del país, encontramos nuevos deseos, que requieren para su satisfacción los productos de tierras y climas distantes. En lugar de la antigua reclusión y autosuficiencia local y nacional, tenemos relaciones en todas direcciones, interdependencia universal de las naciones. Y como en [lo] material, también en producción intelectual. Las creaciones intelectuales de naciones individuales se convierten en propiedad común. La unilateralidad nacional y la estrechez de miras se vuelven cada vez más imposibles, y de las numerosas literaturas nacionales y locales, surge una literatura mundial… (Manifiesto Comunista).

¿Alguien con seriedad, podría negar que este análisis ha sido confirmado por la realidad? Como afirmara Trotsky respecto de la competencia y el monopolio: Marx fue el primero en deducir que el monopolio es una consecuencia de las tendencias inherentes al capitalismo… y la competencia era el principal resorte creador del capitalismo y la justificación histórica del capitalista”.

Esa “globalización” realmente expresa la tendencia inevitable del sistema capitalista a ir más allá, a romper los estrechos límites que le imponen las fronteras nacionales. A desarrollar e intensificar una división internacional del trabajo. Expresa la profunda contradicción de un sistema económico, donde la producción se ha convertido en una cadena de actos sociales -actualmente a nivel global- enfrentada a una apropiación privada de la riqueza creada. Mientras la producción es socializada, la apropiación continúa siendo prisionera de los intereses y ganancias de un reducido número de trasnacionales a la vez propiedad de puñado de magnates que, de acuerdo a conveniencia, protegen sus naciones y las fronteras que les son propias. Y la explicación de su expansión a partir de los años 90s, está en factores políticos: la derrota lograda por el imperialismo contra la revolución y contra las conquistas de los trabajadores, empezando por el logro de restaurar el capitalismo en la URSS, China, Europa Oriental, Vietnam y demás ex-Estados Obreros, trágico camino que hoy recorre Cuba de la mano de sus gobernantes.

La lucha entre clases y sectores de clase

Esta ley del desarrollo de la sociedad, es tal vez la más duramente atacada y calumniada por la reacción capitalista y considerada completamente superada, por los oportunistas.

No obstante como se refirió antes, si algo ha puesto en pie la vigencia de los postulados de Marx, ha sido, en primer lugar, el retorno de la acción de las masas con sus levantamientos, protestas, movilizaciones, huelgas y revoluciones que derribaron y/ enfrentan  gobiernos y regímenes despóticos y reaccionarios. Esos hechos actuales muestran la plena vigencia de los planteamientos deMarx y Engels, al ubicar la lucha de clases como fuerza motriz de los cambios sociales en la historia e incluso del avance técnico y científico de la humanidad, en la lucha de sectores de la clase dominante por la competencia económica.

Tesis que por supuesto no salió de sus cabezas, sino de múltiples experiencias de las luchas de los trabajadores y obreros. Entre ellas, el estallido de la primera insurrección obrera en Lyon-Francia 1931 y la lucha de los obreros cartistas ingleses desde 1838 hasta 1842, sacando a la luz que el proclamado “dominio de la razón humana” para organizar la sociedad, es decir la armonía e igualdad prometida por la burguesía, era ficción.

La afirmación de la lucha de clases como motor de la historia, planteada como marco general del Manifiesto Comunista precedió la experiencia de las revoluciones de 1848 (Francia y Alemania) y más adelante de la Comuna de París, el primer ensayo de gobierno obrero (1871). Reafirmó certeramente la posibilidad de revolucionar completamente la sociedad capitalista, a partir de la acción directa de la clase obrera con su propia política totalmente independiente de la burguesía y apoyada en sus propias organizaciones, tal como sucedió con la lucha entre proletariado y burguesía, que en esos años pasó a ocupar el primer plano de la historia de los países europeos más avanzados.

De allí que posteriormente Marx pudiera señalar:

El capital no se inquieta por la salud ni la duración de la vida del trabajador, a no ser que le obligue a ello la sociedad…El establecimiento de una jornada normal de trabajo es el resultado de una lucha de varios siglos entre el capitalista y el trabajador[42]

Concluyendo que las mejores condiciones de trabajo, salariales o de vida para el trabajador son resultado de sus luchas y no de la buena voluntad de los capitalistas:

Las minuciosas normas que reglamentan militarmente y a toque de campana los límites y las pausas del trabajo, no eran en absoluto el resultado de una fantasía parlamentaria. Nacieron de las circunstancias y se desarrollaron poco a poco como leyes naturales del moderno régimen de producción…Fue necesaria una larga lucha social entre las clases para que se formulasen dichas normas

Por el contrario, todas ellas resultado de heroicas y prologadas luchas de la clase obrera:

El establecimiento de una jornada normal de trabajo es, por consiguiente, el resultado de una guerra civil larga, obstinada y más o menos encubierta, entre la clase capitalista y la clase obrera…Los obreros manufactureros ingleses fueron los primeros campeones de la clase obrera moderna…Francia sigue lentamente las huelgas de Inglaterra. Necesitó la revolución de febrero (1848) para que naciese la ley de las doce horas.[43]

Desde ese momento hasta el presente, múltiples hechos, permiten afirmar la actualidad de las afirmaciones de Marx respecto a que en la sociedad capitalista las aspiraciones e intereses de los trabajadores inevitablemente chocan con los de la burguesía o los patronos, motorizando la lucha entre las clases y sus diferentes sectores.

Y la fuente de la que brotan esas aspiraciones encontradas, son siempre producto del choque de intereses opuestos, nacidos de las condiciones de vida y trabajo de las diferentes clases sociales y de su papel en la sociedad.

 Son las necesidades enfrentadas de capitalistas y trabajadores, lo que objetivamente conduce al combate, a la lucha, independientemente de cómo los integrantes de cada clase valoren sus actos.

Los levantamientos y revoluciones populares de la denominada “primavera árabe”, de igual manera que las huelgas y movilizaciones obreras en varios países de Europa, así como las protestas a las que asistimos hoy protagonizadas por jóvenes, obreros y sectores populares en Francia, Irlanda, Argentina, Nicaragua o Brasil, vienen a dar un mentís a las creencias místicas y prejuicios democrático burgueses propagados durante los últimos veinte años, respecto de que nos encontramos en una sociedad conformada por individuos y donde los cambios pueden ser logrados solamente por la auto-superación individual, que desecha la acción colectiva y la lucha de clases.

Durante años asistimos al dominio de esas concepciones liberal-burguesas de una sociedad conformada por individuos o “ciudadanos”, como si no se encontraran relacionados y mediados por la clase social a la que pertenecen y cuyas posibilidades dependen de si pertenece a la burguesía, al proletariado o las clases medias. Esa creencia divulga que cada individuo tiene las mismas oportunidades en un supuesto mundo de “libertad” o que se puede lograr el cambio social cambiando primero al individuo.

Refutando estos prejuicios sobre la lucha de clases, los postulados centrales y las leyes descubiertas por Marx fueron comprobados por la positiva, en la realidad: el principal avance que obtuvo de conjunto la humanidad en el Siglo XX, sin ninguna duda, fue el triunfo de la revolución obrera. Primero en Rusia y luego en un tercio del planeta, donde se conquistaron sociedades sin capitalismo ni capitalistas. Lo que repercutió en inmensas conquistas en el bienestar general de los trabajadores y la población de esos Estados, así como, indirectamente, para los de todo el mundo. (Para ampliación de este tema, ver artículos respectivos en Revista PMI # 11, 12 y13). Que la clase obrera y sus aliados, lograran tomar el poder e instaurar una sociedad sin capitalistas, fue la comprobación irrefutable de las bases científicas del marxismo y la palmaria demostración de que no se trataba de algún delirio.

Los superadores de Marx: los revolucionarios rusos

Llevar a la práctica los planteamientos de Marx sobre las posibilidades de una sociedad superior y más allá del capitalismo, quedaría en manos de los revolucionarios rusos. Los marxistas, internacionalistas y revolucionarios que se plantearon realizar la revolución obrera en el país imperialista más atrasado de Europa. País que combinaba un desarrollo desigual: junto con formas muy atrasadas de desarrollo feudal en el campo, los mayores avances industriales y del dominio del capital financiero, característicos del capitalismo imperialista europeo. Estos marxistas, apoyados en el método de Marx superaron el planteo acerca de que la revolución triunfaría primero en los países más industrializados.

V.I. Lenin, el gran dirigente de la revolución Rusa, a pesar de no contar con una teoría completa sobre carácter de clase de la revolución y del programa a desarrollar, con las herramientas y el método del marxismo como guía para la acción, teorizó y construyó, junto con los bolcheviques, el tipo de organización política imprescindible para lograr derrocar a los capitalistas, acaudillar al proletariado y conquistar el poder. Un tipo especial de partido político: obrero, democrático, revolucionario e internacionalista.

Obrero por su ideología y su actividad, que agrupó a los sectores más explotados y combativos de la clase obrera. Centralizado para el combate, con base en una amplia democracia interna donde todo se resolvía por discusión y votación y donde casi ninguna decisión importante se tomó por unanimidad. Revolucionario pues sistemáticamente alentaba la movilización revolucionaria de las masas a escala nacional e internacional. Internacionalista, ya que estuvo entre los primeros que se opuso a la traición de la socialdemocracia europea cuando cada sección nacional decidió dividir al proletariado y respaldar a “su” respectiva burguesía en la Primera Guerra Mundial, y porque como tarea esencial se propuso fundar la III Internacional como organización internacional revolucionaria, pues siempre consideraron la revolución Rusa y al partido bolchevique, solo como una parte de la revolución y la organización mundial. 

El otro gran dirigente de la revolución Rusa, León Trotsky, quien firmemente apoyado en el método del marxismo y obligado a analizar las características específicas de Rusia, formuló la Teoría del Desarrollo desigual y combinado, superando en este aspecto la teoría y programa revolucionarios de Marx. Así, logró proponer el programa adecuado para el triunfo de la revolución obrera en la atrasada Rusia, la teoría programa de la Revolución permanente. Lo hizo en combate con los reformistas (Mencheviques) quienes basados en el atraso del país y en los planteamientos de Marx de que la revolución triunfaría primero en los países más industrializados, formulaban que correspondía a la burguesía rusa y no al proletariado, dirigir la revolución en ese país.

Después del triunfo bolchevique y ante la degeneración burocrática de la Rusia soviética, Trotsky, hasta su asesinato 1938 a manos de un agente del estalinismo, encabezó la batalla de los marxistas revolucionarios rusos y de otros países, en defensa irrestricta de las conquistas del Estado Obrero. Con las herramientas del marxismo desarrolló la teoría y programa que permitieron explicar las razones de la degeneración burocrática de la URSS y los desarrollos programáticos y teóricos en la dura batalla para orientar al triunfo de las revoluciones que se sucedieron en el mundo después de la rusa (China 1927, Alemania 1932, España 1936, Francia 1936, etc.) y que el estalinismo dominante logró conducir a duras derrotas. Así mismo, formuló un programa de impulso a la revolución mundial y sobre la necesidad de una revolución política contra la burocracia gobernante en la URSS, para poder enfrentar con éxito el asedio del imperialismo y salvar las conquistas del Estado Obrero burocratizado. 

Con base en la Teoría del Desarrollo desigual y combinado formuló el método y tareas-programa de la revolución comoun Programa de Transición, la generalización de la teoría de la revolución permanente, reformulándola como teoría de la revolución mundial y la fundación de la IV Internacional, con el objetivo de para agrupar los bolcheviques leninistas y evitar la dispersión ante las derrotas y el retroceso de la revolución, en el período en que desarrolló su batalla (triunfo del estalinismo en la URSS y del nazismo en Europa y su consecuencia bárbara y sangrienta, la segunda guerra mundial).

¿Qué la URSS, China y otros, hoy sean capitalistas, invalida a Marx?

Hoy el capitalismo es una realidad en esos países que lo habían erradicado. Con base en ese tremendo revés, una enorme cantidad de militantes, intelectuales y activistas de “izquierda” desertaron de la lucha.  Dijeron que Marx estaba equivocado. La mayoría dio vuelta a la página y decidió defender el capitalismo como único sistema económico viable y las elecciones, el parlamento y demás instituciones del sistema (la democracia burguesa), como régimen político insuperable (ver recuadro El oportunismo).

El factor decisivo para que este retroceso ocurriera no fue la falta de voluntad revolucionaria de los trabajadores y la población explotada, que dieron durante más de cuarenta años sobradas muestras de valentía y capacidad de sacrificio, tanto en la lucha contra el capitalismo en distintos puntos del planeta como en defensa de las conquistas obreras que esos estados representaban. Fue la política de las direcciones del movimiento obrero y de masas, en especial la de la burocracia del Kremlin y los “partidos comunistas” del resto del mundo. Política y programa que comenzó con el “socialismo en un solo país”, siguió con la “coexistencia pacífica” con el imperialismo, la “vía pacífica” al socialismo, la “solución política de los conflictos”, prometiendo así suprimir la violencia de los opresores y alcanzar “la paz”, todo lo cual solo sirvió y sirve para engañar y derrotar a los trabajadores e impedir que dieran al traste con el capitalismo mundial.

Con esa política absolutamente contraria al método y a las leyes señaladas por Marx y el marxismo revolucionario. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo gobernante en la URSS, por medio de los Partidos Comunistas de Europa, llamó a la clase obrera a trabajar para reconstruir el capitalismo en la devastada Europa, en vez de organizar la lucha por la toma del poder, que estaba a su alcance. Con ese compromiso pactó con el imperialismo (en las ciudades de Potsdam y Yalta), un reparto de zonas de influencia en Europa y el mundo.

Aunque tardó setenta años, la destrucción de la URSS y demás estados obreros reveló que era imposible construir el socialismo en un solo país y que el imperialismo no aceptaría la coexistencia pacífica. Quemantener las fronteras de cada país y cada uno como una economía nacional independiente, sin unir en una sola economía a todos los Estados Obreros (por ejemplo con China y con los países de Europa oriental), constituía una utopía antimarxista y reaccionaria. Lo que sumado al dominio burocrático de las economías de cada país, llevó a que la producción buscaba cantidad en vez de calidad, a un caos permanente en la producción y a enormes penurias a los trabajadores y las masas, agravado por el hecho que salvo en la industria militar, eran economías de espaldas a las innovaciones tecnológicas. Competir económicamente con el imperialismo y tratar de coexistir en paz con él fracasó totalmente. Tal política iba a contramano de toda la experiencia de la clase obrera y de los planteos de Marx quien según Trotsky:

En realidad, Marx nunca dijo que el socialismo podría ser alcanzado en un solo país, y, además, en un país atrasado. Las continuas privaciones de las masas en la Unión Soviética, la omnipotencia de la casta privilegiada que se ha levantado sobre la nación y su miseria y, finalmente la desenfrenada ley de la cachiporra de los burócratas, no son consecuencias del método económico socialista, sino del aislamiento y del atraso de la Rusia Soviética, cercada por los países capitalistas…[44]

Tras 70 años de avances, triunfos, retrocesos y amargas derrotas, la experiencia desde finales de los años 90, corroboró de nuevo las leyes del marxismo. Se comprobó, esta vez por la negativa, que era imprescindible llevar el triunfo obtenido al derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, hasta la derrota final del sistema capitalista e imperialista, inicialmente en Europa (la revolución permanente). En vez de plantear que era posible coexistir con él.

El retroceso y destrucción de los Estados Obreros burocratizados, corroboró agriamente, las nefastas consecuencias de negar las leyes descubiertas por Marx y los marxistas, sobre el carácter de la lucha de clases, sobre el dominio mundial del imperialismo y la teoría de la necesidad de una dinámica ininterrumpida de la revolución. Fue la más amarga y monumental consecuencia del nefasto ataque revisionista contra Marx y el marxismo, llevado adelante por el estalinismo al interior del marxismo.

Hoy, los jóvenes y los trabajadores del mundo sufren las terribles consecuencias de quienes se empeñaron en llevar adelante esa política contra el desarrollo de la revolución mundial y contra el control democrático de la Unión Soviética por parte de los trabajadores, persistiendo en “construir el socialismo en un solo país”, en medio país (Alemania) o peor aún, en una pequeña isla (Cuba). Fracasó la pretensión de superar económicamente al imperialismo en una economía y mercado mundiales dominados por las trasnacionales y la oligarquía financiera. Solo los propagandistas a sueldo de la reacción, pueden tratar de presentar esa política como auténtico marxismo.

Años después de esa lamentable derrota y en medio del retroceso generalizado, asistimos en América Latina a una oleada de levantamientos, protestas, movilizaciones de los trabajadores y las masas contra la “globalización” colonialista del imperialismo. La defensa de su nivel de vida, de sus salarios y contra los planes de hambre, llevó a una lucha heroica a las masas. En varios países lograron derrocar varios gobiernos burgueses agentes de esas políticas colonizantes y en otros los dejaron hechos trizas. La lucha de clases irrumpió de nuevo. Prueba de que lo que había que tirar a la basura no era a Marx ni al marxismo, sino a quienes con su práctica lo tergiversaron y revisaron.

Los líderes y organizaciones que se pusieron a la cabeza y capitalizaron esas luchas de resistencia al imperialismo (el gobierno cubano, el chavismo y sus pares), para lograr resistir al imperialismo y defender su nación ante la voracidad de las trasnacionales, asumieron una política positiva de independencia de los dictados de los EEUU, y para lograr apoyo en esa tarea, hicieron muy importantes concesiones a las masas, que significaron una trascendental mejora en las condiciones de vida y trabajo (educación, salud, vivienda, empleo, salario, etc.), de millones de trabajadores y pobres en varios países del continente.  

Lo hicieron proclamando que el fracaso de la URSS imponía algo nuevo: el “Socialismo” del Siglo XXI. Realizaron una redistribución más “equitativa” de la renta nacional, para resistir así el cerco imperialista y el acoso de la reacción política interna. No se propusieron acabar con el capitalismo sino “humanizarlo”, administrarlo mejor y regularlo con decretos y leyes. Afirmaron que era posible “domesticar” a la burguesía. Es el caso de los sandinistas quienes se negaron a profundizar y extender la grandiosa revolución que derrocó a Somoza.

Una vez más, estos líderes menospreciaron, la experiencia histórica que había corroborado las formulaciones básicas de Marx y el marxismo revolucionario, acerca de las leyes que rigen el sistema capitalista imperialista.

Como comprueban los hechos, la respuesta previsible e inexorable de las potencias imperialistas ante estos gobiernos rebeldes, es de conspiración, agresión la cual en forma latente está planteada elevarse al ataque militar.

Para llevar adelante con éxito una política independiente del imperialismo y para enfrentarlo sin fracasar en el intento, era y es imprescindible desarrollar una política consecuente, atacando sin piedad las bases del capitalismo nativo, colocándola bajo control y gestión de los trabajadores y organizar la movilización continental antimperialista, para rechazar el forzoso ataque.

Desecharon la experiencia del marxismo sobre la lucha de clases. Contrario a lo que hicieron y predican, la confrontación de clases hay que intensificarla. No atenuarla. Con el argumento de innovar, apostaron de nuevo a la vieja receta de “coexistir en paz” con el imperialismo.

Hoy asistimos al estruendoso fracaso de esas políticas y programas. El actual retroceso de esos países ante la ofensiva colonial del imperialismo liderado por Trump y la difícil situación de los trabajadores,  sectores populares y campesinos de Venezuela, Nicaragua, Brasil, Argentina, etc., desafortunadamente prueban, por la negativa, la vigencia de los planteamientos de Marx y del marxismo revolucionario acerca de la necesidad y urgencia de una auténtica revolución obrera, claramente anticapitalista e internacionalista, del control obrero sobre la económica y el poder económico. 

Actualidad del marxismo: la urgente necesidad de la revolución socialista y el socialismo obrero.

Los imperialistas y burgueses, aún argumentan que el marxismo como método para la acción revolucionaria constituye solo un dogma fracasado. Eso nos dicen los autodenominados «realistas». A su manera, lo mismo repiten los oportunistas, quienes, como escribió Federico Engels en el Prólogo del Manifiesto del Partido Comunista “con sus diferentes emplastos prometen suprimir las lacras sociales sin dañar al capital ni la ganancia”.

No obstante multitud de hechos actuales muestran la sin salida a que ha conducido a la humanidad, el capitalismo imperialista. Como se afirmó anteriormente, la monumental crisis económica del 2008 que estremeció y agrietó los cimientos del sistema capitalista, se encargó de despejar la bruma de la prometida prosperidad del avance del capitalismo.

Realidad que pone de presente algo formulado por Trotsky hace varios años:

Marx previó que la socialización de los medios de producción sería la única solución del colapso económico en el que debe culminar, inevitablemente, el desarrollo del capitalismo, colapso que tenemos ante nuestros ojos. Las fuerzas productivas necesitan un nuevo organizador y un nuevo amo, y dado que la exigencia determina la conciencia, Marx no dudó de que la clase trabajadora, a costa de errores y derrotas, llegaría a comprender la verdadera situación y, más pronto que tarde, extraería las necesarias conclusiones prácticas…[45]

                Desde Perspectiva Marxista Internacional consideramos que en el bicentenario de Marx, sus principales lecciones siguen actuales y vigentes.

La única salida a la crisis y las calamidades de este sistema, consiste en reemplazar en todo el planeta al sistema capitalista imperialista por el socialismo. Hay que expropiar las multinacionales y los bancos de los Estados Unidos, Europa y Japón y hacerlos propiedad colectiva, social. Igual suerte deben correr las industrias, bancos y latifundios de los oligarcas, terratenientes y grandes capitalistas de los países atrasados.

Hay que eliminar las fronteras nacionales y hacer una planificación mundial de la economía al servicio de los trabajadores del mundo.

Para lograrlo, los trabajadores, apoyados en los campesinos y el pueblo explotado, deben organizar la insurrección para tomar en sus manos el gobierno de sus países, instaurar en ellos un régimen de democracia obrera (opuesto a las dictaduras burocráticas que liquidaron los estados obreros) y unir a sus países en una Federación, pues todas las revoluciones enfrentan a un mismo enemigo: el sistema capitalista imperialista mundial, comandado por los Estados Unidos.  En palabras de Marx: El objetivo de la asociación es el derrumbe de todas las clases privilegiadas, la sumisión de esas clases a la dictadura del proletariado, tornando la revolución permanente hasta la realización del comunismo, que será la forma final de la constitución de la comunidad humana.

Ninguna revolución en un solo país tiene el futuro asegurado hasta tanto no se derrote al imperialismo yanqui y, con él, al capitalismo mundial, en la propia Norteamérica. Sólo así se podrá construir el verdadero socialismo. Sólo habrá socialismo si es mundial.

Y se podrá alcanzar esa meta, si la lucha de los trabajadores logra ser orientada por una organización obrera, marxista revolucionaria e internacional, que se guíe por los intereses supremos de la clase obrera y se proponga erradicar revolucionariamente de la faz de la tierra, la explotación y la opresión, que a causa de la dominación del capitalismo imperialista, asola a la sociedad humana y amenaza con destruir el planeta.

El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar

 el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo,

y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón,

pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el

 proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica

han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío

que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca

.

Federico Engels

discurso ante la tumba de Marx – Londres 1883

Agosto – 20 – 2018


[1] Stuart Jeffries, the Guardian.  https://www.theguardian.com/profile/stuartjeffries

[2] Ídem.

[3] SINGER Peter. El Tiempo. Mayo 6, 2018.

[4] TROTSKY, León. El Pensamiento de Marx. Editorial Abraxas, 1974, pág. 36

[5] Incluso el empantanamiento, los reveses y derrotas posteriores tanto en Europa (Grecia, España, etc.) como de la “primavera árabe” (Egipto, Libia, Siria, Yemen, etc.), son inexplicables sin la ayuda de las leyes señaladas por el marxismo. 

[6] Cultura 21.Revolucionario y actual: Karl Marx.  DW. 11/08/2018. Video. https://www.dw.com/es/cultura21-revolucionario-y-actual-karl-marx/av-43585176.

[7] Ídem

[8] Marx está de moda. Birgit Reichert. DW. 26/12/2008.

[9] MEHRING Franz. Carlos Marx Historia de su vida, pág. 135. Ediciones Grijalbo S.A. Traducción al alemán por W. Roces. España1967.

[10] MEHRING Franz. Carlos Marx, Historia de su vida. Pág. 369. Ediciones Grijalbo S.A. Traducción al alemán por W. Roces. España1967.

[11] Stuart Jeffries, The Guardianhttps://www.theguardian.com/profile/stuartjeffries

[12] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Grandes Libros. Capítulo VII, pág. 187. Donde además, como refutación a los materialistas-naturalistas, agrega: “… Nuestro punto de partida es el trabajo bajo una forma que pertenece exclusivamente al hombre. Una araña realiza operaciones semejantes a las del tejedor, y la abeja avergüenza…la habilidad de más de un arquitecto. Pero lo que, ante todo, distingue al peor arquitecto de la abeja más experta es que aquel ha construido la celdilla en su cabeza antes de construirla en la colmena. En la imaginación del trabajador preexiste ya de un modo ideal el resultado en que concluirá su trabajo…El trabajo requiere, a lo largo de toda su duración y aparte del esfuerzo de todos los órganos que actúan, una atención constante que solo puede ser resultado de una tensión permanente de la voluntad…”.

[13] MEHRING Franz, Sobre materialismo histórico y otros escritos filosóficos, pág. 16.

[14] ibídem, pág. 188. Subrayado en el original.

[15] Ibídem, pág. 16

[16] ENGELS Friedrich, Marx y Engels Obras escogidas t. II, p. 174

[17] TROTSKY, León. El Pensamiento de Marx. Editorial Abraxas, 1974, pag.12.

[18] Manifiesto del Partido Comunista.

[19] MORENO Nahuel. Lógica marxista y ciencias modernas. Editorial Xólotl. Pág. 76. Subrayado nuestro.

[20] Llamamos «materialista» a nuestra dialéctica porque está basada no en el cielo ni en la suerte, sino en la realidad objetiva, en la naturaleza…     

[21] Ibídem, Pág. 92.

[22] Ídem.

[23] Ibídem, pág. 95

[24] MEHRING Franz. Carlos Marx, Historia de su vida. Pág. 371. España1967.

[25] Ídem, pág. 371 y 372. Subrayado nuestro.

[26] “La ciencia oficial intentó aniquilar por la conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dica concentración…conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un hecho.” V.I. Lenin. El imperialismo, fase superior del capitalismo. Edición en lenguas extrajeras. Pekín 1972. Pág. 18.

[27] Oro comestible, brillante tentación. El Excélsior. 20-05-2018. https://www.excelsior.com.mx/global/oro-comestible-brillante-tentacion/1240044

[28] Ibídem. Pág. 28. Subrayado en el original.

[29] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Grandes Libros. Cap. XXIII. Pág.682

[30] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Grandes Libros. Pág. 350.

[31] Diario El Mundo. AFP. 22 Oct 2015.

[32] El amargo negocio del té. DW. 02/07/2018. https://www.dw.com/es/escaldados-el-amargo-negocio-del-t%C3%A9/av-44498201.

[33] https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/investigacion-revela-despreciables-condiciones-laborale-articulo-594504.-

[34] Lesiones y jornadas extenuantes: los obreros de Tesla Motors pagan el precio de su éxito.  Julia Carrie Wong. California. 21/05/2017. https://www.eldiario.es/theguardian/Dolor-heridas-empleados-Tesla-excepto_0_645336203.html

[35] Trabajadores de Tesla relatan las horribles condiciones de trabajo en la compañía. 19 mayo 2017. https://www.playgroundmag.net/cultura/Tesla-tecnologico-condiciones-trabajo-horribles_22592371.html.

[36] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Grandes Libros. Pág. 247.

[37] Ibídem. Pág.278.

[38] Más de 168 millones de niños trabajan en el mundo”. 12/06/2017. www.huffingtonpost.es/2017/06/12/mas-de-168-millones-de-ninos-trabajan-en-el-mundo-la-mitad-arri_a_22137421.

[39] ENGELS Federico. Del socialismo utópico al socialismo científico. Tomado de Editorial Progreso, Pág. 66. Donde agrega: “Si la nacionalización de la industria…fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich…todas estas medidas [las nacionalizaciones], no tenían ni directa ni indirectamente…nada de socialistas…”.

[40] Esa limitación, en este caso impuesta por la realidad, junto a otras como la de una visión demasiado eurocéntrica, el que apostara al triunfo de la revolución proletaria, en primer lugar, en los países de capitalismo más avanzado o las cuestiones que dejó demasiado abiertas en el tratamiento de la superestructura en la sociedad capitalista o sus lamentables apreciaciones sobre Simón Bolívar, así como algunas otras que de nuestra parte aún ignoramos, sin duda constituyen limitaciones en la obra y trabajo de Marx.

[41] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Grandes Libros. Pág.813

[42] MARX Carlos. El Capital, crítica de la economía política. Págs. 283 y 284

[43] Ibídem, Págs.297-314-315

[44] TROTSKY, León. El Pensamiento de Marx. Editorial Abraxas, 1974, pag. 36

[45] TROTSKY, León. El Pensamiento de Marx. Editorial Abraxas, 1974, pág. 36. Subrayado nuestro.

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